/ viernes 12 de julio de 2019

¡Esta despótica burocracia…!

No toda desde luego, pero una gran mayoría si y la hay en todos los niveles, sean profesionistas o no. Están enquistados en todas las esferas del poder. Son burócratas porque operan la parte baja administrativa del servicio público, la directa atención a los usuarios.

¡Si, son una lacra! son un hígado canceroso, quíteles usted el escritorio y el sillón donde se sientan, reclúyalos en el rincón de una oficina y no son nada. Pero alcanzan un pequeño peldaño y sienten que lo son todo. Existen en todo el sector público, pero los burócratas judiciales siempre están de cara agria y de malas, motivando con ello la entrega de alguna “dadiva”. Los ejemplos abundan: “hoy lunes no tengo tiempo, pero vengase el viernes Lic. y ya está su escrito”; “tengo mi agenda llena, pero a finales del próximo mes podemos practicar su notificación”; “no puedo dictar acuerdo Lic. Porque mire cuantos expedientes están antes que el suyo”. Si usted se pregunta como llegaron a esos mínimos peldaños, la respuesta es que alguien con influencia los recomendó y llegado ese momento, están ciertos que al fin se les hizo justicia y si a alguno lo tenía usted como su amigo, ahí se dará cuenta de que eso se acabó. Ahí no hay amistades, solo intereses. Es la “cueva de Alí Babá” y creen llegado el momento de que “la sociedad les pague lo que les debe”.

Esta realidad existe en todos los ámbitos de la burocracia, sea el área administrativa que sea y viene a tema porque una amistad me contó que en área administrativa del IMSS se topó con uno de esos ogros femeninos, que cuando hablan hasta parece que van a morder y asoman una dentadura mas afilada que la del conde Drácula y regañan al público como si fueran sus hijos y por cierto que no les resuelven nada, pero si les gritan y manotean frente a todos. Parece imposible que esto se extinga. Ayer en Xalapa, en un Juzgado Civil necesité una engrapadora y aunque la mecanógrafa no la tenia a su alcance, solicita y diligente la busco y me la prestó. Esto me resulto sorpresivo, pero existe. En nuestro Tlaxcala, si usted exhibe una dadiva pequeña, cambian las actitudes. Así que es una forma de corrupción, que por desgracia se ha asentado en cualquier oficina y la persona más educada, amistosa y humana cambia radicalmente la dentadura cuando alguien le hace la caridad de ubicarlo en esos sitios.

Y ya no hablemos de otras conductas que ahí proliferan, como por ejemplo: estar al asecho de la quincena para las borracheras y comilitonas comunitarias. O el caso de “la hora de la torta o la memela”, en que toda la oficina huele a cebolla y prácticamente se suspenden actividades. O atender “mi turno en la tanda, porque ya está quincena me toca”. O a la vendedora que se apersona con su maleta de ropa y que “me la deja en abonos”. O del préstamo a la caja que opera fulanita de tal “porque me urge dinero”. O los lunes como la fiesta estuvo fuerte el domingo y me ladran los perros intestinales “salgo a la farmacia por mi medicamento”. Necesito días de descanso y entonces “veo como le hago, pero consigo receta médica que hago valer para extender esta prestación”.

Y si se da el caso de que esté sindicalizado, entonces “ya de que me preocupo”, “me salió cara mi incorporación sindical pero mi líder vendrá a dar la cara por mí”. Los sindicatos burocráticos en México, son para alcahuetear a los agremiados, para el enriquecimiento de los dirigentes y para que estos permanezcan en el cargo hasta el infinito, pero no para que miren por el usuario del pueblo de México. ¡Esas son pamplinas, que para nada sirven!

Burocracia nuestra, sinónimo de cáncer en fase terminal, que no perciben el harakiri que se están practicando. Que no entendieron que hace un año en las urnas electorales, el pueblo de México también voto en contra de ellos y sus prácticas corruptas. Que no supieron ver las señales de hastío en que nos tienen.

Están cavando su propia tumba. El día de ayer un funcionario del Instituto Nacional de Migración debió renunciar en Tijuana, porque el público clamor lo señaló como responsable de estar pidiendo a los migrantes de mil a dos mil dólares para ponerlos en los primeros lugares de las listas para su atención. En una ciudad fronteriza un alcalde se disfrazó de usuario para ir a conocer como trataban sus empleados a quienes requerían de sus servicios y se llevó la sorpresa de los malos tratos y del despotismo que imperan.

Ah, pero eso sí, a los titulares de oficinas, municipios, poderes públicos si un periodista les pregunta si hay trato despótico en las áreas a su cargo, les dirán que no, que ahí todo marcha a la perfección.

¡Que le sigan, están cavando su propia tumba!

No toda desde luego, pero una gran mayoría si y la hay en todos los niveles, sean profesionistas o no. Están enquistados en todas las esferas del poder. Son burócratas porque operan la parte baja administrativa del servicio público, la directa atención a los usuarios.

¡Si, son una lacra! son un hígado canceroso, quíteles usted el escritorio y el sillón donde se sientan, reclúyalos en el rincón de una oficina y no son nada. Pero alcanzan un pequeño peldaño y sienten que lo son todo. Existen en todo el sector público, pero los burócratas judiciales siempre están de cara agria y de malas, motivando con ello la entrega de alguna “dadiva”. Los ejemplos abundan: “hoy lunes no tengo tiempo, pero vengase el viernes Lic. y ya está su escrito”; “tengo mi agenda llena, pero a finales del próximo mes podemos practicar su notificación”; “no puedo dictar acuerdo Lic. Porque mire cuantos expedientes están antes que el suyo”. Si usted se pregunta como llegaron a esos mínimos peldaños, la respuesta es que alguien con influencia los recomendó y llegado ese momento, están ciertos que al fin se les hizo justicia y si a alguno lo tenía usted como su amigo, ahí se dará cuenta de que eso se acabó. Ahí no hay amistades, solo intereses. Es la “cueva de Alí Babá” y creen llegado el momento de que “la sociedad les pague lo que les debe”.

Esta realidad existe en todos los ámbitos de la burocracia, sea el área administrativa que sea y viene a tema porque una amistad me contó que en área administrativa del IMSS se topó con uno de esos ogros femeninos, que cuando hablan hasta parece que van a morder y asoman una dentadura mas afilada que la del conde Drácula y regañan al público como si fueran sus hijos y por cierto que no les resuelven nada, pero si les gritan y manotean frente a todos. Parece imposible que esto se extinga. Ayer en Xalapa, en un Juzgado Civil necesité una engrapadora y aunque la mecanógrafa no la tenia a su alcance, solicita y diligente la busco y me la prestó. Esto me resulto sorpresivo, pero existe. En nuestro Tlaxcala, si usted exhibe una dadiva pequeña, cambian las actitudes. Así que es una forma de corrupción, que por desgracia se ha asentado en cualquier oficina y la persona más educada, amistosa y humana cambia radicalmente la dentadura cuando alguien le hace la caridad de ubicarlo en esos sitios.

Y ya no hablemos de otras conductas que ahí proliferan, como por ejemplo: estar al asecho de la quincena para las borracheras y comilitonas comunitarias. O el caso de “la hora de la torta o la memela”, en que toda la oficina huele a cebolla y prácticamente se suspenden actividades. O atender “mi turno en la tanda, porque ya está quincena me toca”. O a la vendedora que se apersona con su maleta de ropa y que “me la deja en abonos”. O del préstamo a la caja que opera fulanita de tal “porque me urge dinero”. O los lunes como la fiesta estuvo fuerte el domingo y me ladran los perros intestinales “salgo a la farmacia por mi medicamento”. Necesito días de descanso y entonces “veo como le hago, pero consigo receta médica que hago valer para extender esta prestación”.

Y si se da el caso de que esté sindicalizado, entonces “ya de que me preocupo”, “me salió cara mi incorporación sindical pero mi líder vendrá a dar la cara por mí”. Los sindicatos burocráticos en México, son para alcahuetear a los agremiados, para el enriquecimiento de los dirigentes y para que estos permanezcan en el cargo hasta el infinito, pero no para que miren por el usuario del pueblo de México. ¡Esas son pamplinas, que para nada sirven!

Burocracia nuestra, sinónimo de cáncer en fase terminal, que no perciben el harakiri que se están practicando. Que no entendieron que hace un año en las urnas electorales, el pueblo de México también voto en contra de ellos y sus prácticas corruptas. Que no supieron ver las señales de hastío en que nos tienen.

Están cavando su propia tumba. El día de ayer un funcionario del Instituto Nacional de Migración debió renunciar en Tijuana, porque el público clamor lo señaló como responsable de estar pidiendo a los migrantes de mil a dos mil dólares para ponerlos en los primeros lugares de las listas para su atención. En una ciudad fronteriza un alcalde se disfrazó de usuario para ir a conocer como trataban sus empleados a quienes requerían de sus servicios y se llevó la sorpresa de los malos tratos y del despotismo que imperan.

Ah, pero eso sí, a los titulares de oficinas, municipios, poderes públicos si un periodista les pregunta si hay trato despótico en las áreas a su cargo, les dirán que no, que ahí todo marcha a la perfección.

¡Que le sigan, están cavando su propia tumba!

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