/ lunes 15 de abril de 2019

¿Estamos mejor con AMLO? La realidad es que no

  • El presidente está obligado a delegar funciones para distribuir responsabilidades; dejar que cada quien haga su trabajo; renunciar a la idea de que el país es de un solo hombre.

México enfrenta un severo problema de inseguridad que el presidente usó como estrategia de campaña, culpando a sus antecesores y que hoy se niega a reconocer. La mayoría de los mexicanos estamos conscientes de la gravedad que vivimos y también sabemos, aunque se niegue, que no es solo responsabilidad de los últimos tres sexenios, a pesar de la recriminación constante del presidente a quienes él llama sus “adversarios políticos”. Tampoco nadie espera ni exige que este terrible mal se resuelva de la noche a la mañana. Lo que sí pedimos es que se hable con la verdad y con mucha responsabilidad.

Ante los miles de homicidios y demás crímenes de cada día, no necesitamos más ocurrencias y percepciones; se requiere una estrategia clara y bien definida para combatirlos. La cuestión es que la delincuencia organizada se ha diversificado y ya no solo la venta de drogas y el tráfico de armas son los crímenes que mayores beneficios económicos dejan a los grupos delictivos. Hoy, actividades como el robo a casa habitación, el secuestro, la extorsión, el robo de combustible, entre otras, aportan fuertes dividendos a los criminales.

Los problemas públicos son variados y complejos, por lo tanto requieren atención especializada, más allá de la repetición obsesiva de un discurso violento que identifica enemigos, limita vicios, justifica inacciones desde el poder público y no acepta errores ni como posibilidad, aunque se presenten evidencias con información del propio gobierno.

El culpar una y otra vez a presidentes anteriores en el tema de seguridad pública no es argumento sólido para justificar la ineficiencia del actual gobierno, que ya lleva cuatro meses y medio en el cargo. Si bien hubo errores en el pasado, lo cierto es que Andrés Manuel López Obrador recurre al discurso del odio -que ha utilizado el mismo tiempo que lleva en campaña- para señalar las fallas, omisiones y complicidades de otras administraciones, como si éstas fueran las únicas razones por las cuales no se ha controlado a la delincuencia organizada. Fácil narrativa desde la trinchera electoral para aglutinar encono y sumar votos a su causa; el victimario de siempre es hoy presidente.

Un poco de razón y sensatez deberían hacerle comprender que su estrategia de culpar a todos ya no es efectiva; la realidad lo ha rebasado. No puede banalizar esta lucha en la justificación de que el “mal” existe debido a la pobreza de buena parte de la población; eso le impide ver el tamaño real del problema, por mucho que tenga personas preparadas dispuestas a colaborar, como es el caso del General Luis Rodríguez Bucio, quien encabeza la Guardia Nacional -que según sus declaraciones se deduce que no tiene ni idea de lo que va a hacer: “…tengo… 24 horas escasas de saber de mi nueva designación… de manera que muchas cosas para mí… no estoy totalmente enterado… muchos de ustedes conocen mucho mejor el desarrollo que lleva hasta ahorita lo que es la creación de la Guardia Nacional”-.

La estrategia de ofrecer una conferencia mañanera todos los días, en la que presume reunión previa con el gabinete de seguridad, no explica por qué el presidente se empeña en desconocer lo que sus mismos datos demuestran: “durante sus primeros tres meses, asesinaron a 8 mil 524 mexicanos; si continúan las cifras igual, el 2019 va a ser el año más sangriento y violento de la historia moderna de México”, tal y como lo evidenció el periodista Jorge Ramos en la conferencia del viernes pasado. Estas incongruencias deben alertarnos sobre cualquier intento oficial de “maquillar las cifras”. En este rubro, como en toda la administración pública, la transparencia y la rendición de cuentas son fundamentales.

Dicho sea de paso, las cosas no van a cambiar porque él se levante más temprano -dice que es el único presidente que lo ha hecho-; sería interesante conocer de dónde saca que es el único titular del Poder Ejecutivo madrugador. Quizás si dejara trabajar a las instituciones encargadas de la seguridad de este país-aunque se levantara más tarde-, le daría la posibilidad de pensar mejor lo que dice, lo que hace y hasta de procesar los datos e información de sus colaboradores. Aquí aplicaría el que “no por mucho madrugar, resultas buen gobernante”.

El presidente está obligado a delegar funciones para distribuir responsabilidades; dejar que cada quien haga su trabajo; renunciar a la idea de que el país es de un solo hombre. El querer acaparar todo nos va a llevar a la catástrofe, primero, porque él no es experto en temas de seguridad, y segundo, porque nada se va a solucionar si sigue con el discurso de que se debe combatir la corrupción. Debe tener claro que corrupción también es mentir abiertamente, pese a que se le demuestra con sus cifras y datos, que cada vez vamos peor. ¿Alguna vez escuchará a alguno de sus colaboradores? No se ve por ningún lado la posibilidad de que acepte observación alguna y es evidente la falta de coordinación con su gabinete, lamentablemente no solo en este tema.

Afirmar que la solución de la inseguridad es la Guardia Nacional es exagerado, pero es peor manifestar, desde el púlpito presidencial “que no se va a combatir la delincuencia organizada, que eso ya no es tarea del gobierno”, con esta afirmación, de manera velada envía un mensaje directo a los delincuentes: que “tengan manga ancha”, porque ya no irán por ellos… Perdón y olvido para los culpables.

¿A qué se dedican ahora todos aquellos que roban combustible, los pequeños ladrones del “huachicol”? A detonar delitos de alto impacto en las comunidades, que pertenecen al fuero común. Tanto criticó la estrategia del presidente Felipe Calderón y él decide pegarle al “avispero” del huachicol.

Lo cierto es que tenemos un gobierno que no inició el primero de diciembre, sino que empezó el día de su triunfo y continuó el primero de septiembre, con su obediente y leal bancada mayoritaria de Morena, que movida por el discurso del odio del autonombrado “salvador de la Patria”, han aprobado leyes y reformas constitucionales que le han hecho daño al país porque, como diría Alejandro Madrazo Lajous, son diseños para un hombre, no para un país.

Todo indica que el presidente no tiene claro el plan a seguir, salvo difundir que los errores del presente y del futuro son culpa de los neoliberales. Estamos frente a una estrategia fallida en contra de la delincuencia. Lo único real es que por más que el presidente sea un gran comunicador, con ello no se resuelve la inseguridad.

*Diputada federal


  • El presidente está obligado a delegar funciones para distribuir responsabilidades; dejar que cada quien haga su trabajo; renunciar a la idea de que el país es de un solo hombre.

México enfrenta un severo problema de inseguridad que el presidente usó como estrategia de campaña, culpando a sus antecesores y que hoy se niega a reconocer. La mayoría de los mexicanos estamos conscientes de la gravedad que vivimos y también sabemos, aunque se niegue, que no es solo responsabilidad de los últimos tres sexenios, a pesar de la recriminación constante del presidente a quienes él llama sus “adversarios políticos”. Tampoco nadie espera ni exige que este terrible mal se resuelva de la noche a la mañana. Lo que sí pedimos es que se hable con la verdad y con mucha responsabilidad.

Ante los miles de homicidios y demás crímenes de cada día, no necesitamos más ocurrencias y percepciones; se requiere una estrategia clara y bien definida para combatirlos. La cuestión es que la delincuencia organizada se ha diversificado y ya no solo la venta de drogas y el tráfico de armas son los crímenes que mayores beneficios económicos dejan a los grupos delictivos. Hoy, actividades como el robo a casa habitación, el secuestro, la extorsión, el robo de combustible, entre otras, aportan fuertes dividendos a los criminales.

Los problemas públicos son variados y complejos, por lo tanto requieren atención especializada, más allá de la repetición obsesiva de un discurso violento que identifica enemigos, limita vicios, justifica inacciones desde el poder público y no acepta errores ni como posibilidad, aunque se presenten evidencias con información del propio gobierno.

El culpar una y otra vez a presidentes anteriores en el tema de seguridad pública no es argumento sólido para justificar la ineficiencia del actual gobierno, que ya lleva cuatro meses y medio en el cargo. Si bien hubo errores en el pasado, lo cierto es que Andrés Manuel López Obrador recurre al discurso del odio -que ha utilizado el mismo tiempo que lleva en campaña- para señalar las fallas, omisiones y complicidades de otras administraciones, como si éstas fueran las únicas razones por las cuales no se ha controlado a la delincuencia organizada. Fácil narrativa desde la trinchera electoral para aglutinar encono y sumar votos a su causa; el victimario de siempre es hoy presidente.

Un poco de razón y sensatez deberían hacerle comprender que su estrategia de culpar a todos ya no es efectiva; la realidad lo ha rebasado. No puede banalizar esta lucha en la justificación de que el “mal” existe debido a la pobreza de buena parte de la población; eso le impide ver el tamaño real del problema, por mucho que tenga personas preparadas dispuestas a colaborar, como es el caso del General Luis Rodríguez Bucio, quien encabeza la Guardia Nacional -que según sus declaraciones se deduce que no tiene ni idea de lo que va a hacer: “…tengo… 24 horas escasas de saber de mi nueva designación… de manera que muchas cosas para mí… no estoy totalmente enterado… muchos de ustedes conocen mucho mejor el desarrollo que lleva hasta ahorita lo que es la creación de la Guardia Nacional”-.

La estrategia de ofrecer una conferencia mañanera todos los días, en la que presume reunión previa con el gabinete de seguridad, no explica por qué el presidente se empeña en desconocer lo que sus mismos datos demuestran: “durante sus primeros tres meses, asesinaron a 8 mil 524 mexicanos; si continúan las cifras igual, el 2019 va a ser el año más sangriento y violento de la historia moderna de México”, tal y como lo evidenció el periodista Jorge Ramos en la conferencia del viernes pasado. Estas incongruencias deben alertarnos sobre cualquier intento oficial de “maquillar las cifras”. En este rubro, como en toda la administración pública, la transparencia y la rendición de cuentas son fundamentales.

Dicho sea de paso, las cosas no van a cambiar porque él se levante más temprano -dice que es el único presidente que lo ha hecho-; sería interesante conocer de dónde saca que es el único titular del Poder Ejecutivo madrugador. Quizás si dejara trabajar a las instituciones encargadas de la seguridad de este país-aunque se levantara más tarde-, le daría la posibilidad de pensar mejor lo que dice, lo que hace y hasta de procesar los datos e información de sus colaboradores. Aquí aplicaría el que “no por mucho madrugar, resultas buen gobernante”.

El presidente está obligado a delegar funciones para distribuir responsabilidades; dejar que cada quien haga su trabajo; renunciar a la idea de que el país es de un solo hombre. El querer acaparar todo nos va a llevar a la catástrofe, primero, porque él no es experto en temas de seguridad, y segundo, porque nada se va a solucionar si sigue con el discurso de que se debe combatir la corrupción. Debe tener claro que corrupción también es mentir abiertamente, pese a que se le demuestra con sus cifras y datos, que cada vez vamos peor. ¿Alguna vez escuchará a alguno de sus colaboradores? No se ve por ningún lado la posibilidad de que acepte observación alguna y es evidente la falta de coordinación con su gabinete, lamentablemente no solo en este tema.

Afirmar que la solución de la inseguridad es la Guardia Nacional es exagerado, pero es peor manifestar, desde el púlpito presidencial “que no se va a combatir la delincuencia organizada, que eso ya no es tarea del gobierno”, con esta afirmación, de manera velada envía un mensaje directo a los delincuentes: que “tengan manga ancha”, porque ya no irán por ellos… Perdón y olvido para los culpables.

¿A qué se dedican ahora todos aquellos que roban combustible, los pequeños ladrones del “huachicol”? A detonar delitos de alto impacto en las comunidades, que pertenecen al fuero común. Tanto criticó la estrategia del presidente Felipe Calderón y él decide pegarle al “avispero” del huachicol.

Lo cierto es que tenemos un gobierno que no inició el primero de diciembre, sino que empezó el día de su triunfo y continuó el primero de septiembre, con su obediente y leal bancada mayoritaria de Morena, que movida por el discurso del odio del autonombrado “salvador de la Patria”, han aprobado leyes y reformas constitucionales que le han hecho daño al país porque, como diría Alejandro Madrazo Lajous, son diseños para un hombre, no para un país.

Todo indica que el presidente no tiene claro el plan a seguir, salvo difundir que los errores del presente y del futuro son culpa de los neoliberales. Estamos frente a una estrategia fallida en contra de la delincuencia. Lo único real es que por más que el presidente sea un gran comunicador, con ello no se resuelve la inseguridad.

*Diputada federal


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