/ lunes 2 de julio de 2018

Evolución democrática

El periodo de campañas terminó, y con ello un tiempo de intenso debate político y de un ejercicio sin precedente de nuestra libertad de expresión.

Por fortuna, y a diferencia de otros estados, no tuvimos escenas de violencia que lamentar.

Lo que podríamos juzgar como irregularidades o anomalías, no fueron más que eso, porque estuvieron dentro de lo recurrente o previsto en circunstancias de esta naturaleza.

Hubo condiciones para votar en paz y con libertad, y la ciudadanía respondió con una importante afluencia a las urnas en las diferentes casillas de la entidad.

La jornada electoral de este domingo 1 de julio transcurrió con tranquilidad y sin incidentes mayores, y ello es algo que vale la pena reconocer.

La adecuada coordinación de las autoridades electorales y el Gobierno del Estado favoreció una elección ordenada en la que los tlaxcaltecas tuvimos la oportunidad de elegir a nuestro próximo Presidente, así como a nuestros representantes en el Congreso de la Unión y el Congreso del Estado.

Ahora, tras las elecciones, independientemente de sus saldos, es momento de pensar en lo que está por venir.

Es momento de la civilidad y de la reconciliación, de generar ambientes para superar la polarización y la tentación de no aceptar el sentido del voto ciudadano.

Ya lo había dicho el gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez: el proceso electoral no debía interrumpir las actividades gubernamentales ni el avance del estado, porque después de las votaciones todos seguiríamos aquí, haciendo lo que nos toca hacer para sacar adelante a Tlaxcala.

Ojalá la conducta de los actores políticos sea de madurez y de responsabilidad, pero sobre todo de respeto al Estado de Derecho, porque al hacer una reflexión profunda del principal problema de México, podemos llegar a la conclusión que es de naturaleza política.

Siempre que se privilegian los intereses políticos sobre los de carácter jurídico encontramos un deterioro de la credibilidad de las instituciones, en detrimento de la confianza de la ciudadanía en sus autoridades.

Por eso necesitamos fortalecer nuestras instituciones, para creer en nuestras autoridades. Y el proceso electoral más grande de nuestra historia nos debe dar la oportunidad de replantear esta prioridad.

Con las votaciones y su validación no vendrán resultados mágicos, sino transformaciones paulatinas, como consecuencia del aporte de cada ciudadano, ya que al final, todos nosotros somos corresponsables de la conducción del estado y el país.

Indiscutiblemente, hay signos positivos de evolución democrática que hay que celebrar.

El periodo de campañas terminó, y con ello un tiempo de intenso debate político y de un ejercicio sin precedente de nuestra libertad de expresión.

Por fortuna, y a diferencia de otros estados, no tuvimos escenas de violencia que lamentar.

Lo que podríamos juzgar como irregularidades o anomalías, no fueron más que eso, porque estuvieron dentro de lo recurrente o previsto en circunstancias de esta naturaleza.

Hubo condiciones para votar en paz y con libertad, y la ciudadanía respondió con una importante afluencia a las urnas en las diferentes casillas de la entidad.

La jornada electoral de este domingo 1 de julio transcurrió con tranquilidad y sin incidentes mayores, y ello es algo que vale la pena reconocer.

La adecuada coordinación de las autoridades electorales y el Gobierno del Estado favoreció una elección ordenada en la que los tlaxcaltecas tuvimos la oportunidad de elegir a nuestro próximo Presidente, así como a nuestros representantes en el Congreso de la Unión y el Congreso del Estado.

Ahora, tras las elecciones, independientemente de sus saldos, es momento de pensar en lo que está por venir.

Es momento de la civilidad y de la reconciliación, de generar ambientes para superar la polarización y la tentación de no aceptar el sentido del voto ciudadano.

Ya lo había dicho el gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez: el proceso electoral no debía interrumpir las actividades gubernamentales ni el avance del estado, porque después de las votaciones todos seguiríamos aquí, haciendo lo que nos toca hacer para sacar adelante a Tlaxcala.

Ojalá la conducta de los actores políticos sea de madurez y de responsabilidad, pero sobre todo de respeto al Estado de Derecho, porque al hacer una reflexión profunda del principal problema de México, podemos llegar a la conclusión que es de naturaleza política.

Siempre que se privilegian los intereses políticos sobre los de carácter jurídico encontramos un deterioro de la credibilidad de las instituciones, en detrimento de la confianza de la ciudadanía en sus autoridades.

Por eso necesitamos fortalecer nuestras instituciones, para creer en nuestras autoridades. Y el proceso electoral más grande de nuestra historia nos debe dar la oportunidad de replantear esta prioridad.

Con las votaciones y su validación no vendrán resultados mágicos, sino transformaciones paulatinas, como consecuencia del aporte de cada ciudadano, ya que al final, todos nosotros somos corresponsables de la conducción del estado y el país.

Indiscutiblemente, hay signos positivos de evolución democrática que hay que celebrar.

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