/ martes 29 de junio de 2021

Feroces y voraces

Incluso si está en minoría, la verdad es la verdad

Gandhi

Hace apenas unas semanas, en medio de la polarización peculiar que se generó entre el partido dominante y la oposición, se decidió políticamente mediante la emisión del voto para ratificar o modificar el rumbo de los municipios, las alcaldías, las entidades federativas, la Ciudad de México, y en general, el rumbo que deberá tomar la elección concurrente de 2018.

Pienso que uno de los momentos más obscuros que puede vivir cualquier República, es aquel cuando la legitimidad se sostiene culpando a los otros sin tener la capacidad de entender y reconocer las mentiras y los errores propios pues, ante todo, prevalece la voracidad de mantenerse o la ferocidad del arrebato del poder.

Y es que no acabamos de digerir la contienda electoral, cuando el reciente asesinato de periodistas nos recuerda que México es considerado uno de los tres países más peligrosos para ejercer esa profesión.

Hoy se suman los multihomicidios relacionados con el crimen organizado donde se han ejecutado a prácticamente cien personas en lo que va del año, y eso también nos recuerda que regiones enteras de la nación se encuentran bajo asecho y en el abandono.

Si a eso sumamos el incremento de los feminicidios en el país en un 7%, a la trata de personas con un espeluznante 47.5% de crecimiento en los últimos meses y los crímenes de lesa humanidad que día a día reportan los colectivos de asistencia en contra de migrantes sudamericanos que cruzan por el territorio nacional, entonces nos reencontramos con la necia realidad que nos advierte que todo esto sucede y es más frecuente de lo que se piensa por el simple hecho de que esto puede pasar en nuestro país sin que haya justicia alguna.

Así, hoy por hoy es imposible no voltear a ver que los levantamientos de guardias comunitarias, los linchamientos comunales y los enfrentamientos civiles contra sicarios, son ya una epidemia que viven poblaciones enteras y que han optado por estas formas de violencia porque sencillamente todas las instituciones del Estado han fallado.

Tan graves son las señales de la violencia y su convivencia social que son ya una alarma con repercusiones internacionales: México no está en paz.

Incluso, si uno voltea a ver el proceso electoral 2021, se encontrará con que los asesinatos de políticos, simpatizantes y candidatos se incrementaron en un 38% respecto del proceso electoral 2017-2018 (Etellekt); es decir, en este año fuimos testigos de 102 víctimas de homicidios dolosos, entre aspirantes y candidatos a cargo de elección. Lo que podría ser un indicador de que el crimen organizado también "vota".

Y por increíble que parezca, la única salida para revertir estas situaciones es la política misma; pero no hablo de aquella política que volvimos a ver en este proceso electoral donde solo se exhiben el abuso y el engaño como fieles herramientas de quienes siempre deciden porque su preocupación mayor es o continuar en el encargo, dejarlo heredado como fuente de sus prebendas a quienes les cubrirán las espaldas o sencillamente arrebatar el mandato bajo la premisa de quítate tú para ponerme yo.

Tampoco hablo de aquella política que privilegia "los entretejidos de conveniencias mutuas y arribismos congénitos que no están exentos en la mayoría de las posiciones políticas" que hoy votamos pensando en equilibrios. Tampoco me refiero a la política consentida en el pacto de simulación que es la base de toda la manipulación.

Hablo de aquella política que es capaz de responder a los desafíos de la violencia, el narcotráfico, el crimen organizado y que vence intereses mezquinos sin dividirnos. Si queremos vivir un México distinto, la política es el único punto de apoyo que se necesita ciudadanizar para revertir nuestra terca realidad. Y es aquí donde vale la pena hacer un llamado a movilizar a una sociedad civil que requiere despertar. Pues como cita Gandhi, "la verdad es la verdad".

Si eso no sucede, entonces acabaremos normalizando la violencia y también aceptando tanto la política mezquina de los feroces y los voraces, como aquella reflexión que dicta que "si mañana se le informa a la prensa que algún pandillero será asesinado o que un convoy de soldados va a explotar, la gente no va a alterarse porque todo es parte [de lo cotidiano]. Pero cuando un insignificante "político" muere, todo mundo pierde la cabeza" (El Caballero de la Noche).

  • *Analista Político. Colaborador

Incluso si está en minoría, la verdad es la verdad

Gandhi

Hace apenas unas semanas, en medio de la polarización peculiar que se generó entre el partido dominante y la oposición, se decidió políticamente mediante la emisión del voto para ratificar o modificar el rumbo de los municipios, las alcaldías, las entidades federativas, la Ciudad de México, y en general, el rumbo que deberá tomar la elección concurrente de 2018.

Pienso que uno de los momentos más obscuros que puede vivir cualquier República, es aquel cuando la legitimidad se sostiene culpando a los otros sin tener la capacidad de entender y reconocer las mentiras y los errores propios pues, ante todo, prevalece la voracidad de mantenerse o la ferocidad del arrebato del poder.

Y es que no acabamos de digerir la contienda electoral, cuando el reciente asesinato de periodistas nos recuerda que México es considerado uno de los tres países más peligrosos para ejercer esa profesión.

Hoy se suman los multihomicidios relacionados con el crimen organizado donde se han ejecutado a prácticamente cien personas en lo que va del año, y eso también nos recuerda que regiones enteras de la nación se encuentran bajo asecho y en el abandono.

Si a eso sumamos el incremento de los feminicidios en el país en un 7%, a la trata de personas con un espeluznante 47.5% de crecimiento en los últimos meses y los crímenes de lesa humanidad que día a día reportan los colectivos de asistencia en contra de migrantes sudamericanos que cruzan por el territorio nacional, entonces nos reencontramos con la necia realidad que nos advierte que todo esto sucede y es más frecuente de lo que se piensa por el simple hecho de que esto puede pasar en nuestro país sin que haya justicia alguna.

Así, hoy por hoy es imposible no voltear a ver que los levantamientos de guardias comunitarias, los linchamientos comunales y los enfrentamientos civiles contra sicarios, son ya una epidemia que viven poblaciones enteras y que han optado por estas formas de violencia porque sencillamente todas las instituciones del Estado han fallado.

Tan graves son las señales de la violencia y su convivencia social que son ya una alarma con repercusiones internacionales: México no está en paz.

Incluso, si uno voltea a ver el proceso electoral 2021, se encontrará con que los asesinatos de políticos, simpatizantes y candidatos se incrementaron en un 38% respecto del proceso electoral 2017-2018 (Etellekt); es decir, en este año fuimos testigos de 102 víctimas de homicidios dolosos, entre aspirantes y candidatos a cargo de elección. Lo que podría ser un indicador de que el crimen organizado también "vota".

Y por increíble que parezca, la única salida para revertir estas situaciones es la política misma; pero no hablo de aquella política que volvimos a ver en este proceso electoral donde solo se exhiben el abuso y el engaño como fieles herramientas de quienes siempre deciden porque su preocupación mayor es o continuar en el encargo, dejarlo heredado como fuente de sus prebendas a quienes les cubrirán las espaldas o sencillamente arrebatar el mandato bajo la premisa de quítate tú para ponerme yo.

Tampoco hablo de aquella política que privilegia "los entretejidos de conveniencias mutuas y arribismos congénitos que no están exentos en la mayoría de las posiciones políticas" que hoy votamos pensando en equilibrios. Tampoco me refiero a la política consentida en el pacto de simulación que es la base de toda la manipulación.

Hablo de aquella política que es capaz de responder a los desafíos de la violencia, el narcotráfico, el crimen organizado y que vence intereses mezquinos sin dividirnos. Si queremos vivir un México distinto, la política es el único punto de apoyo que se necesita ciudadanizar para revertir nuestra terca realidad. Y es aquí donde vale la pena hacer un llamado a movilizar a una sociedad civil que requiere despertar. Pues como cita Gandhi, "la verdad es la verdad".

Si eso no sucede, entonces acabaremos normalizando la violencia y también aceptando tanto la política mezquina de los feroces y los voraces, como aquella reflexión que dicta que "si mañana se le informa a la prensa que algún pandillero será asesinado o que un convoy de soldados va a explotar, la gente no va a alterarse porque todo es parte [de lo cotidiano]. Pero cuando un insignificante "político" muere, todo mundo pierde la cabeza" (El Caballero de la Noche).

  • *Analista Político. Colaborador