/ viernes 3 de julio de 2020

Genéricos y herbolaria

Esta pandemia se equipara a maldición bíblica. Con ella, el tema de la salud humana brincó al primer plano. Saliendo de esta crisis, ninguna nación dudará de su prioridad y nunca más se cometerá la barbaridad de convertirla en negocio. Esa es una de las grandes irracionalidades que el hombre que se apoda "civilizado" ha cometido.

Vida y salud son la verdadera riqueza planetaria, que los codiciosos occidentales la confunden con filón de riqueza. Laboratorios y farmacéuticas mundiales deshumanizaron sus propósitos. Pero si en la conjunción de Covid-19 con Influenza se incrementan las muertes, seremos verdaderamente estúpidos si no entendemos el mensaje de la naturaleza. La lucha social deberá ser por la prevalencia del sistema de salud universal desde el embarazo hasta la muerte. Por una alimentación nutritiva y saludable. Por la cobertura total de atención hospitalaria. Vacunas y medicamentos para todos, no solo para los ricos. Funerales y tumbas ecológicas que alejen ese acto de "marcha" de los dráculas funerarios. En este horizonte borrascoso emerge lo luminoso y esperanzador para la salud del mexicano, me refiero a los medicamentos genéricos y la herbolaria tradicional.

El legislador mexicano ya dispuso que las patentes de medicamentos que hoy controlan los vampiros internacionales, venzan anticipadamente y la medicina genérica los oferte a precios accesibles para las mayorías. Resulta bestial que unos cuantos sean dueños de fórmulas químicas que garantizan salud, pero que enriquecen desorbitadamente a los consorcios. Es contra natura que, ante una emergencia sanitaria, la solución dependa de la pobreza o riqueza. La vida es el valor supremo, así como la libertad. Medicamentos caros es la negación de esa salud, como la pobreza para no pagarle al abogado o al juez, lo son para la libertad. Pero en este sistema perverso, los valores más altos se vuelven tangibles si brilla el "oro". Este mecanismo, en que los valores supremos dependen de la riqueza material, es una animalidad que el capitalismo ha engendrado.

Ahora se acortaron los plazos y anticipadamente vencerán las patentes y los genéricos aparecerán y estarán al alcance de las mayorías para beneficiar al pueblo y hasta al Dr. Simi, aunque a las farmacéuticas gigantes les ataque diarrea permanente porque sus jugosísimos negocios intercontinentales se extingan.

Sigamos con la buena nueva: en el marco del T-MEC, esos intereses de que antes hablé quieren adueñarse la herbolaria tradicional mexicana. Patentarla como su propiedad. Se trata de las plantas curativas que desde los aztecas y en la colonia se recopilaron en un tratado llamado De La Cruz y Badiano que coleccionó esa tradición de los pueblos originarios. Los saqueadores disfrazados de conquistadores nos robaron el original, pero un pontífice nos lo trajo de regreso. Por ningún motivo el legislador mexicano debe permitir que tanta riqueza natural caiga en manos de los laboratorios filibusteros. La naturaleza mexicana, diversa y generosa nos ha entregado infinitos tesoros herbolarios medicinales. Las selvas del sureste son inmensos laboratorios herbáceos de donde las farmacéuticas mundiales extraen sustancias curativas que reproducen en laboratorios y luego comercializan a precio de oro. Al ingerirlas curamos de un mal, pero enfermamos de otro. Pero la herbolaria es benévola, segura y sobre todo económica. En las céntricas calles de Tehuacán, las yerberas tradicionales por diez o quince pesos entregan un manojo de plantas sanadoras, lo cual provoca la rabia de los laboratorios capitalistas. Pero confió en que habrán de quedarse con las ganas de apropiarse de toda esa bondad natural que le pertenece al pueblo de México. Los muy "simpáticos" pretenden que nadie disponga de la herbolaria más que ellos.

Para la salud del ser humano no debe haber concesión ni paso atrás. El bienestar corporal y la felicidad no son mercancía. Ya mucho nos arrebató la mal llamada conquista y mucho hemos sido "pasto para engordar" los caudales extranjeros como para que ahora quieran disponer hasta de nuestra herbolaria.

Medicina alternativa tradicional y genéricos deben preservarse al alcance de un pueblo que ya se hastió de que, hasta el agua, indispensable para el cuerpo humano, sea mercancía.

Esta pandemia se equipara a maldición bíblica. Con ella, el tema de la salud humana brincó al primer plano. Saliendo de esta crisis, ninguna nación dudará de su prioridad y nunca más se cometerá la barbaridad de convertirla en negocio. Esa es una de las grandes irracionalidades que el hombre que se apoda "civilizado" ha cometido.

Vida y salud son la verdadera riqueza planetaria, que los codiciosos occidentales la confunden con filón de riqueza. Laboratorios y farmacéuticas mundiales deshumanizaron sus propósitos. Pero si en la conjunción de Covid-19 con Influenza se incrementan las muertes, seremos verdaderamente estúpidos si no entendemos el mensaje de la naturaleza. La lucha social deberá ser por la prevalencia del sistema de salud universal desde el embarazo hasta la muerte. Por una alimentación nutritiva y saludable. Por la cobertura total de atención hospitalaria. Vacunas y medicamentos para todos, no solo para los ricos. Funerales y tumbas ecológicas que alejen ese acto de "marcha" de los dráculas funerarios. En este horizonte borrascoso emerge lo luminoso y esperanzador para la salud del mexicano, me refiero a los medicamentos genéricos y la herbolaria tradicional.

El legislador mexicano ya dispuso que las patentes de medicamentos que hoy controlan los vampiros internacionales, venzan anticipadamente y la medicina genérica los oferte a precios accesibles para las mayorías. Resulta bestial que unos cuantos sean dueños de fórmulas químicas que garantizan salud, pero que enriquecen desorbitadamente a los consorcios. Es contra natura que, ante una emergencia sanitaria, la solución dependa de la pobreza o riqueza. La vida es el valor supremo, así como la libertad. Medicamentos caros es la negación de esa salud, como la pobreza para no pagarle al abogado o al juez, lo son para la libertad. Pero en este sistema perverso, los valores más altos se vuelven tangibles si brilla el "oro". Este mecanismo, en que los valores supremos dependen de la riqueza material, es una animalidad que el capitalismo ha engendrado.

Ahora se acortaron los plazos y anticipadamente vencerán las patentes y los genéricos aparecerán y estarán al alcance de las mayorías para beneficiar al pueblo y hasta al Dr. Simi, aunque a las farmacéuticas gigantes les ataque diarrea permanente porque sus jugosísimos negocios intercontinentales se extingan.

Sigamos con la buena nueva: en el marco del T-MEC, esos intereses de que antes hablé quieren adueñarse la herbolaria tradicional mexicana. Patentarla como su propiedad. Se trata de las plantas curativas que desde los aztecas y en la colonia se recopilaron en un tratado llamado De La Cruz y Badiano que coleccionó esa tradición de los pueblos originarios. Los saqueadores disfrazados de conquistadores nos robaron el original, pero un pontífice nos lo trajo de regreso. Por ningún motivo el legislador mexicano debe permitir que tanta riqueza natural caiga en manos de los laboratorios filibusteros. La naturaleza mexicana, diversa y generosa nos ha entregado infinitos tesoros herbolarios medicinales. Las selvas del sureste son inmensos laboratorios herbáceos de donde las farmacéuticas mundiales extraen sustancias curativas que reproducen en laboratorios y luego comercializan a precio de oro. Al ingerirlas curamos de un mal, pero enfermamos de otro. Pero la herbolaria es benévola, segura y sobre todo económica. En las céntricas calles de Tehuacán, las yerberas tradicionales por diez o quince pesos entregan un manojo de plantas sanadoras, lo cual provoca la rabia de los laboratorios capitalistas. Pero confió en que habrán de quedarse con las ganas de apropiarse de toda esa bondad natural que le pertenece al pueblo de México. Los muy "simpáticos" pretenden que nadie disponga de la herbolaria más que ellos.

Para la salud del ser humano no debe haber concesión ni paso atrás. El bienestar corporal y la felicidad no son mercancía. Ya mucho nos arrebató la mal llamada conquista y mucho hemos sido "pasto para engordar" los caudales extranjeros como para que ahora quieran disponer hasta de nuestra herbolaria.

Medicina alternativa tradicional y genéricos deben preservarse al alcance de un pueblo que ya se hastió de que, hasta el agua, indispensable para el cuerpo humano, sea mercancía.