/ viernes 24 de julio de 2020

¡Habremos de prevalecer!

Si careciésemos de imaginación, hace miles de años que la especie nuestra hubiese sido pasto de otras. Hoy nuevamente, la imaginación será la herramienta portentosa que asegure la prevalencia. Así ha acontecido en las cruciales etapas de la historia. Para la paz o la guerra, para la sobrevivencia o el confort, ha sido el talento humano el que ha desbrozado los obstáculos, desbordando potencialidad creadora en todas direcciones.

Hoy dice la ONU, una sabandija nos tiene de rodillas como raza humana. La catástrofe tiene cara de pandemia, pero la imaginación científica ha encontrado ya dos vacunas y otras más vienen en camino. Nuestros médicos ensayan con éxito protocolos de atención. Ahora solo falta vencer los afanes egoístas del capital y lograr que sean para todos sin distingos.

Prevaleceremos como especie. Otras serán las causas de extinción, como los cambios climáticos que imposibiliten al planeta, la guerra termonuclear o un cataclismo cósmico, pero no será este bicho el que nos elimine. ¡Hemos de prevalecer! La historia humana aún tiene hojas en blanco que escribir, falta que el bien se imponga a la maldad y que la honorabilidad y el sentido de la justicia entre en el patrimonio de todos.

Estos difíciles días deben ser el “mirador” para revisar el pasado y trazar el porvenir. Los filósofos de nuestro tiempo tienen esa trascendental tarea. La realidad está indicando por donde debemos avanzar, torpes seriamos si quisiéramos preservar las formas sociales del pasado y no interpretáramos acatando las señales, rediseñando políticas de acción en materia de salud, educación y distribución de la riqueza. Una nueva era está eclosionando, los historiadores saben distinguirla y los sociólogos y filósofos la entienden y construyen. La bendición del pensamiento científico y la claridad de la inteligencia nos han traído a donde estamos. Pero deberemos continuar.

Una nueva era es vaticinable. Serán los niños y niñas virginales quienes canten la aurora de ese amanecer. Por ellos y para ellos debemos alcanzar la vida plena y saludable. La verdadera justicia judicial. Ellos serán la fértil tierra donde levantemos el incorruptible edificio de la esperanza. No parece justo que hereden esta sociedad contaminada, violenta, desigual, racista, mezquina, avara, de ricos insensatos, de gobernantes dominados por la locura. No es campo propicio para la felicidad. Si así continuamos, las futuras guerras serán por el agua, los alimentos, el empleo y contra la automatización y la robótica que amenazan con subordinarnos. Se debe desechar lo “mío o tuyo”. La tierra no es nuestra, nosotros somos de ella y de forma irresponsable contaminamos sus mares y vaciamos sus entrañas, atentamos contra su equilibrio, destruimos el entorno. Por fortuna aún hay culturas originarias que nos pueden enseñar el respeto por la madre tierra y el padre sol, el subsuelo, los mares y las montañas, por el aire, las noches y las estrellas.

La infante generación será quien construya el edificio de la futura sociedad. Venciendo egoísmos deberemos propiciar las oportunidades para ellos. ¡Vamos a prevalecer! Y será para que el bien venza al mal, para asegurar la paz y felicidad de los ancianos, salud y educación para todos, riqueza y bienestar en general. Donde transgénicos y experimentos genéticos se detengan y no sigamos consumiendo cancerígenos. ¡Prevaleceremos como especie! Será la infancia virginal y esperanzada quien edifique ese futuro. Los niños tienen derecho a que en ellos se materialice la promesa de una vida mejor.

¡Vamos a prevalecer! La imaginación, el talento, la perseverancia e inteligencia humana lo permitirán. La lucha será por alcanzar los bienes de la cultura y del bienestar para todos. Tienen los pensadores de la filosofía de nuestro tiempo la enorme tarea de levantar el andamiaje directriz, de justificar los propósitos y delinear las metas para que esa prevalencia de la especie se sostenga en los valores y fines más elevados. Si esto es así, sabremos que nuestros muertos de hoy fueron el fértil abono para el florecimiento de esa nueva era.

¡Vamos a prevalecer! Y una nueva era está germinando.

Si careciésemos de imaginación, hace miles de años que la especie nuestra hubiese sido pasto de otras. Hoy nuevamente, la imaginación será la herramienta portentosa que asegure la prevalencia. Así ha acontecido en las cruciales etapas de la historia. Para la paz o la guerra, para la sobrevivencia o el confort, ha sido el talento humano el que ha desbrozado los obstáculos, desbordando potencialidad creadora en todas direcciones.

Hoy dice la ONU, una sabandija nos tiene de rodillas como raza humana. La catástrofe tiene cara de pandemia, pero la imaginación científica ha encontrado ya dos vacunas y otras más vienen en camino. Nuestros médicos ensayan con éxito protocolos de atención. Ahora solo falta vencer los afanes egoístas del capital y lograr que sean para todos sin distingos.

Prevaleceremos como especie. Otras serán las causas de extinción, como los cambios climáticos que imposibiliten al planeta, la guerra termonuclear o un cataclismo cósmico, pero no será este bicho el que nos elimine. ¡Hemos de prevalecer! La historia humana aún tiene hojas en blanco que escribir, falta que el bien se imponga a la maldad y que la honorabilidad y el sentido de la justicia entre en el patrimonio de todos.

Estos difíciles días deben ser el “mirador” para revisar el pasado y trazar el porvenir. Los filósofos de nuestro tiempo tienen esa trascendental tarea. La realidad está indicando por donde debemos avanzar, torpes seriamos si quisiéramos preservar las formas sociales del pasado y no interpretáramos acatando las señales, rediseñando políticas de acción en materia de salud, educación y distribución de la riqueza. Una nueva era está eclosionando, los historiadores saben distinguirla y los sociólogos y filósofos la entienden y construyen. La bendición del pensamiento científico y la claridad de la inteligencia nos han traído a donde estamos. Pero deberemos continuar.

Una nueva era es vaticinable. Serán los niños y niñas virginales quienes canten la aurora de ese amanecer. Por ellos y para ellos debemos alcanzar la vida plena y saludable. La verdadera justicia judicial. Ellos serán la fértil tierra donde levantemos el incorruptible edificio de la esperanza. No parece justo que hereden esta sociedad contaminada, violenta, desigual, racista, mezquina, avara, de ricos insensatos, de gobernantes dominados por la locura. No es campo propicio para la felicidad. Si así continuamos, las futuras guerras serán por el agua, los alimentos, el empleo y contra la automatización y la robótica que amenazan con subordinarnos. Se debe desechar lo “mío o tuyo”. La tierra no es nuestra, nosotros somos de ella y de forma irresponsable contaminamos sus mares y vaciamos sus entrañas, atentamos contra su equilibrio, destruimos el entorno. Por fortuna aún hay culturas originarias que nos pueden enseñar el respeto por la madre tierra y el padre sol, el subsuelo, los mares y las montañas, por el aire, las noches y las estrellas.

La infante generación será quien construya el edificio de la futura sociedad. Venciendo egoísmos deberemos propiciar las oportunidades para ellos. ¡Vamos a prevalecer! Y será para que el bien venza al mal, para asegurar la paz y felicidad de los ancianos, salud y educación para todos, riqueza y bienestar en general. Donde transgénicos y experimentos genéticos se detengan y no sigamos consumiendo cancerígenos. ¡Prevaleceremos como especie! Será la infancia virginal y esperanzada quien edifique ese futuro. Los niños tienen derecho a que en ellos se materialice la promesa de una vida mejor.

¡Vamos a prevalecer! La imaginación, el talento, la perseverancia e inteligencia humana lo permitirán. La lucha será por alcanzar los bienes de la cultura y del bienestar para todos. Tienen los pensadores de la filosofía de nuestro tiempo la enorme tarea de levantar el andamiaje directriz, de justificar los propósitos y delinear las metas para que esa prevalencia de la especie se sostenga en los valores y fines más elevados. Si esto es así, sabremos que nuestros muertos de hoy fueron el fértil abono para el florecimiento de esa nueva era.

¡Vamos a prevalecer! Y una nueva era está germinando.