/ viernes 6 de agosto de 2021

¿Hasta cuándo el escarnio de la supuesta traición…?

Escribe Matos Moctezuma, que la "Malinche" no pudo ser traidora porque no era mexica y los tlaxcaltecas tampoco, porque solo se defendían de una expansión que buscaba imponerles tributos desmedidos. En efecto, aquella era de tabasco y nosotros, un pueblo guerrero siempre a la defensiva del sometimiento, de que eran víctimas los pueblos, incluso hasta Centroamérica.

No obstante, lo de Cortés, que primero fue invasión, después conquista y más tarde colonización, que se alzó victorioso el 13 de agosto de 1521, en que los últimos reductos tlatelolcas cayeron en manos invasoras. No hubiera sido posible, sin una astuta diplomacia, que tejió alianzas con tlaxcaltecas, huejotzingas, texcocanos, cholultecas y los rivereños de Tenochtitlan. Cuando se es enemigo y se establece una alianza para vencer al contrario, no se traiciona.

Los tlaxcaltecas hemos tenido que soportar a lo largo de quinientos años humillaciones y afrentas de quienes ignorantes de la historia buscan injuriarnos.

¿No ha sido suficiente medio milenio? ¿Por qué no hemos hecho una acción colectiva que demuela o desarme este estigma tan oprobioso? ¿Por qué nuestros líderes, que han estado en el candelero nacional o en la dirección estatal, no han procurado una gran campaña nacional y de largo aliento que hondo cale en todos los ámbitos, para echar por tierra este despreciable escarnio? ¡De una vez y para siempre hay que exterminar esta perversidad! ¡Es impostergable! Que, en los grandes foros culturales como universidades del país, en las aulas escolares, en publicaciones y revistas, en libros, en foros académicos, mesas redondas, entrevistas radiofónicas y televisivas se difunda y convenza de la verdad histórica.

Que esta se grite a los cuatro vientos y se escuche en todos los ámbitos del planeta. A los escolares de otras latitudes se les ha formado en la idea de que tlaxcalteca es sinónimo de traidor y nos lo escupen al rostro, pero a nuestros conductores no les importa abolir este agravio. Pero ha llegado el tiempo de la revalorización de lo tlaxcalteca hacia el país y hacia el mundo. Los esfuerzos desplegados no han sido suficientes, el escarnio continúa.

¿Hasta cuándo? Me pregunto, habrá el suficiente amor por Tlaxcala, que no haga cálculos de lo políticamente redituable y encabece el histórico esfuerzo ya impostergable y que gravita desde siglos sobre hombros de generaciones enteras. Sin mayor reflexión, Tlaxcala se sumó a la celebración de "500 años del encuentro de dos culturas".

¿Cuál encuentro? ¡No hubo tal! Lo que sucedió fue una destrucción medieval, la imposición de una religión sobre otra, una sustitución de dioses, de culturas y de forma de vida y hasta de lenguaje.

Aunque bien dice Johansson, el náhuatl, idioma de mexicas y tlaxcaltecas, resultó la lengua victoriosa, que hoy sigue viva y comunicando a más de sesenta grandes grupos del país. Lo náhuatl es lo victorioso y en Tlaxcala lo hablamos y debemos conservarlo.

Tiene el gobierno que se inaugurará en septiembre, la oportunidad de elevar una voz que se oiga lejos y cale hondo.

Que contemple en su programa de gobierno, como prioridad, el desmontaje de esta infamia que nos califica de traidores, que una historia mal estudiada nos ha querido adjudicar. Tema que ahora parece solo importar a los historiadores profesionales, pero no al discurso ni a la voz política.

Pero es reiterativo y tendrá vigencia, mientras en otros ámbitos se nos denigre e injurie. Ni siquiera se escucha la publica voz de los claustros académicos históricos de Tlaxcala que estén en "pie de guerra" para revaluar la dignidad a nuestro pueblo guerrero vencedor que fuimos, somos y seremos.

Requerimos un "terremoto" en las conciencias, informadas, valientes, reflexivas, ya no aceptemos que las generaciones por venir sean injustamente calificadas de traidoras, cuando en aquella histórica contienda de siglos, entre mexicas por dominarnos y tlaxcaltecas por defendernos, resultamos vencedores.

¡Por favor! Hagamos una voz común, poderosa, incesante, que no se detenga hasta alcanzar esta justa finalidad. ¡Esto, es tan inaplazable como limpiar las oficinas judiciales, de corrupción o liberar de las cárceles a quienes sin deberla, están ahí!

Escribe Matos Moctezuma, que la "Malinche" no pudo ser traidora porque no era mexica y los tlaxcaltecas tampoco, porque solo se defendían de una expansión que buscaba imponerles tributos desmedidos. En efecto, aquella era de tabasco y nosotros, un pueblo guerrero siempre a la defensiva del sometimiento, de que eran víctimas los pueblos, incluso hasta Centroamérica.

No obstante, lo de Cortés, que primero fue invasión, después conquista y más tarde colonización, que se alzó victorioso el 13 de agosto de 1521, en que los últimos reductos tlatelolcas cayeron en manos invasoras. No hubiera sido posible, sin una astuta diplomacia, que tejió alianzas con tlaxcaltecas, huejotzingas, texcocanos, cholultecas y los rivereños de Tenochtitlan. Cuando se es enemigo y se establece una alianza para vencer al contrario, no se traiciona.

Los tlaxcaltecas hemos tenido que soportar a lo largo de quinientos años humillaciones y afrentas de quienes ignorantes de la historia buscan injuriarnos.

¿No ha sido suficiente medio milenio? ¿Por qué no hemos hecho una acción colectiva que demuela o desarme este estigma tan oprobioso? ¿Por qué nuestros líderes, que han estado en el candelero nacional o en la dirección estatal, no han procurado una gran campaña nacional y de largo aliento que hondo cale en todos los ámbitos, para echar por tierra este despreciable escarnio? ¡De una vez y para siempre hay que exterminar esta perversidad! ¡Es impostergable! Que, en los grandes foros culturales como universidades del país, en las aulas escolares, en publicaciones y revistas, en libros, en foros académicos, mesas redondas, entrevistas radiofónicas y televisivas se difunda y convenza de la verdad histórica.

Que esta se grite a los cuatro vientos y se escuche en todos los ámbitos del planeta. A los escolares de otras latitudes se les ha formado en la idea de que tlaxcalteca es sinónimo de traidor y nos lo escupen al rostro, pero a nuestros conductores no les importa abolir este agravio. Pero ha llegado el tiempo de la revalorización de lo tlaxcalteca hacia el país y hacia el mundo. Los esfuerzos desplegados no han sido suficientes, el escarnio continúa.

¿Hasta cuándo? Me pregunto, habrá el suficiente amor por Tlaxcala, que no haga cálculos de lo políticamente redituable y encabece el histórico esfuerzo ya impostergable y que gravita desde siglos sobre hombros de generaciones enteras. Sin mayor reflexión, Tlaxcala se sumó a la celebración de "500 años del encuentro de dos culturas".

¿Cuál encuentro? ¡No hubo tal! Lo que sucedió fue una destrucción medieval, la imposición de una religión sobre otra, una sustitución de dioses, de culturas y de forma de vida y hasta de lenguaje.

Aunque bien dice Johansson, el náhuatl, idioma de mexicas y tlaxcaltecas, resultó la lengua victoriosa, que hoy sigue viva y comunicando a más de sesenta grandes grupos del país. Lo náhuatl es lo victorioso y en Tlaxcala lo hablamos y debemos conservarlo.

Tiene el gobierno que se inaugurará en septiembre, la oportunidad de elevar una voz que se oiga lejos y cale hondo.

Que contemple en su programa de gobierno, como prioridad, el desmontaje de esta infamia que nos califica de traidores, que una historia mal estudiada nos ha querido adjudicar. Tema que ahora parece solo importar a los historiadores profesionales, pero no al discurso ni a la voz política.

Pero es reiterativo y tendrá vigencia, mientras en otros ámbitos se nos denigre e injurie. Ni siquiera se escucha la publica voz de los claustros académicos históricos de Tlaxcala que estén en "pie de guerra" para revaluar la dignidad a nuestro pueblo guerrero vencedor que fuimos, somos y seremos.

Requerimos un "terremoto" en las conciencias, informadas, valientes, reflexivas, ya no aceptemos que las generaciones por venir sean injustamente calificadas de traidoras, cuando en aquella histórica contienda de siglos, entre mexicas por dominarnos y tlaxcaltecas por defendernos, resultamos vencedores.

¡Por favor! Hagamos una voz común, poderosa, incesante, que no se detenga hasta alcanzar esta justa finalidad. ¡Esto, es tan inaplazable como limpiar las oficinas judiciales, de corrupción o liberar de las cárceles a quienes sin deberla, están ahí!