/ viernes 13 de septiembre de 2024

Hojas de papel | Fiesta patria: ‘¿Por quién doblan las campanas?’

No todo tiempo pasado fue mejor. Tuvo sus queveres. En lo que respecta a lo que vimos en nuestro transcurso vital ha habido momentos excelentes, maravillosos, felices, deslumbrantes. De esos que se quedan en la maceta y en el corazón, para siempre. Los ha habido también de color obscuro, de sabor amargo, de tristezas y quebrantos que dijera Alonso Quijano, alias Don Quijote.

De todo en la vida se ha visto y se ve. Pero como uno está vivito y coleando, no puede dirimir si el pasado fue mejor o el presente. En todo caso el pasado es eso, pasado, y nos deja huellas en el presente. De hecho somos resumen de ese pasado. Pero lo único que de veras tenemos es el minuto a minuto, segundo a segundo de hoy mismo… ‘Carpe Diem’ Así que hoy es lo que hay…

¿Y qué es lo que hay? Pues esto que vemos alrededor nuestro, en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestros días de luchas, de trabajo, de búsqueda, de respuestas y de “al compás del chachachá, del chachachá del tren, qué gusto da viajar cuando se va en exprés”, aunque el exprés Maya no funcione y no haga chachachá.

Pero al punto: estamos en pleno septiembre, que es el mes de la patria mexicana. Es el mes en el que se celebra un aniversario más del inicio de la lucha por la independencia de aquel territorio que se llamaba Nueva España y que quería ser México.

Porque eso es: por entonces todavía éramos una colonia de España, con un virrey, Francisco Javier Venegas y un territorio muy extenso, que iba desde el septentrión hasta Centroamérica. Fue hasta el 27 de septiembre de 1821 que culminó la Independencia cuando México pudo llamarse así: México, porque así lo quisieron los mexicanos, y cuyo territorio por entonces rebasaba los cuatro millones de kilómetros cuadrados, más del doble del actual territorio nacional.

El 90% de sus seis millones de habitantes de entonces vivían en el centro y en el sur, mientras que las regiones del norte estaban casi vacías, lo que terminó por ser un gran problema de gobierno y, por tanto, propicio para la colonización y el abuso del gobierno de Estados Unidos. Las arcas nacionales estaban vacías, no había ingresos a la hacienda, la producción se había venido abajo, la minería entró en crisis: el panorama era negro y desolador…

Pero ahí estaban los mexicanos que habían comenzado una lucha difusa en 1810. Ya lo decía don Luis González y González en sus pláticas magistrales de historia mexicana. Luego de la invasión francesa a España y el destierro del rey Fernando VII. La cosa fue más o menos así, como antecedente para entender la inquietud criolla en la Nueva España:

En 1807, las tropas de Napoleón ingresaron a la Península Ibérica. Al principio el reino de España era aliado de Francia y Napoleón buscó la cooperación de España en la invasión de Portugal. La monarquía española cooperó debido al bloqueo británico de Buenos Aires, España, y porque quería para sí el sur de Portugal. Pero Napoleón les jugó chueco y traicionó a España. Entonces las tropas francesas invadieron el territorio español.

En 1808, el rey borbón Fernando VII se convirtió en rey de España, pero posteriormente Napoleón Bonaparte lo expulsó, provocando una crisis que repercutió en todo el imperio español.

El rey Fernando VII y su padre aceptaron una invitación de Napoleón para resolver el asunto diplomáticamente, pero se vio obligado a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José Bonaparte, quien fue el primer rey Bonaparte de España hasta 1813, como José I.

La noticia llegó a Nueva España. Surgió la duda de quién sería el monarca de las tierras que estaban al otro lado del Atlántico, en América. Y ante la duda surgieron grupos que buscaron crear un gobierno provisional a la espera de la reposición de Fernando VII en España.

Otros vieron la oportunidad para, de plano, independizarse de la corona española y crear un país que podía valerse por sí mismo. A fin de cuentas había territorio, población suficiente, había producción, había minería, había grupos de poder… Y ganas de trabajar.

Pero: y ahí está el pero, de los primeros era el grupo que encabezaba Ignacio Allende. Este decidió enfrentar al virrey pero con la expectativa de reponer el régimen colonial con Fernando VII como monarca español y de las colonias. Al principio el cura de Dolores, en Guanajuato, apostaba por esta espera. Sin embargo pronto cambió de opinión y decidió forjar la independencia…

Anticipándose al levantamiento contra las fuerzas “realistas” del virrey, la mañana del 16 de septiembre de 1810, muy temprano, hizo sonar las campanas para llamar a misa, y cuando llegaron los feligreses los arengó para que iniciaran la lucha por la Independencia de México.

Tampoco fue así como que ya, vámonos en este momento. El tema fue el de la organización de los que aceptaron participar en la lucha nombrando como su dirigente al mismo Hidalgo, otros fueron pagados por el mismo sacerdote para que acudieran al llamado de la patria. En todo caso ahí comenzó la lucha que duró once años y que causó miles de muertes de uno y otro bando.

Por supuesto, la decisión de Hidalgo causó indignación en Allende. No estaba en sus planes el punto al que se quería llegar, sin embargo ‘ya estaba digerida la jalea’, y la lucha habría de continuar luego del fusilamiento de Hidalgo…

… Llegó luego el “Siervo de la Nación”, el cura José María Morelos y Pavón (este sí, un héroe a la altura del arte), Vicente Guerrero y al final el primer presidente de lo que ya era México: Guadalupe Victoria. Muchos otros forjadores estuvieron en la lucha y son los héroes de aquella que sí, fue una transformación:

Al final, aquel año, había nacido un país: Estados Unidos Mexicanos –siguiendo el modelo estadounidense-- y sus hombres habían decidido que sería una República, con división de poderes como factor de equilibrio y razón de ser de esa República: Poder Ejecutivo; Poder Legislativo y Poder Judicial. Cada uno de ellos independiente y autónomo del otro para garantizar la estabilidad, la preservación del país y la soberanía nacional…

Se decidió por un pacto federal en un país que por entonces contaba con 21 provincias 6 millones de habitantes distribuidos en poco más de 4 millones de kilómetros. De estos habitantes, el setenta por ciento era de origen indígena.

Así que hay motivos para celebrar aquella gesta de independencia. Por supuesto la forja de una nación no es moco de pavo. En el siglo XIX México enfrentó luchas internas indescriptibles, intervenciones e invasiones extranjeras; la pérdida de más de la mitad del territorio a favor de los Estados Unidos que ahora es potencia gracias a esa extensión territorial.

Y bueno, todo aquello de que no todo tiempo pasado fue mejor viene al caso porque ya por estos días celebramos que se cumplen 214 años del inicio de la guerra por la Independencia. Más de dos siglos desde entonces. Sí, mucho orgullo nacional, pero también muchas lecciones de vida.

Hubo en el camino gobiernos conservadores, gobiernos liberales, dos monarquías (Iturbide y Maximiliano), desmembramiento del país en su territorio, confrontación política entre mexicanos que son de mecha corta.

Lucha por caminar por vía democrática en la formación de sus gobiernos, aunque aún no se consolida porque, y esa es otra lección como factor humano: muchos mexicanos caminan en base a sus intereses políticos, económicos y particulares y no en favor de los grandes intereses nacionales.

Héroes ha habido a raudales. Si. Pero también traidores, a raudales. De todo en la forja de una nación, que hoy mismo se debate en seguir siendo una República o una Dictadura. Y ahí está todo: los mexicanos sabremos decidir el camino.

Y de vuelta a nuestro presente. Como cada año se celebrará la fiesta patria. La noche del 15 de septiembre se llevará a cabo la ceremonia del grito, a la que cada presidente le pone de su cosecha y lleva agua a su molino personal y a su ego muy suyo.

Habrá foquitos de colores en las plazas principales de todo el país, desde el Zócalo, a las de cada estado y municipio.

Cada gobernante: presidente, gobernador, presidente municipal, echarán el grito patrio y después la verbena irremediable y feliz. La bandera ondeará feliz. Las campanas sonarán a rebato… Y todos seremos muy felices y muy patriotas esa noche y ese día… ¿Y después? ¿La Reforma Judicial?

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“…Nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti." –John Donne-.

No todo tiempo pasado fue mejor. Tuvo sus queveres. En lo que respecta a lo que vimos en nuestro transcurso vital ha habido momentos excelentes, maravillosos, felices, deslumbrantes. De esos que se quedan en la maceta y en el corazón, para siempre. Los ha habido también de color obscuro, de sabor amargo, de tristezas y quebrantos que dijera Alonso Quijano, alias Don Quijote.

De todo en la vida se ha visto y se ve. Pero como uno está vivito y coleando, no puede dirimir si el pasado fue mejor o el presente. En todo caso el pasado es eso, pasado, y nos deja huellas en el presente. De hecho somos resumen de ese pasado. Pero lo único que de veras tenemos es el minuto a minuto, segundo a segundo de hoy mismo… ‘Carpe Diem’ Así que hoy es lo que hay…

¿Y qué es lo que hay? Pues esto que vemos alrededor nuestro, en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestros días de luchas, de trabajo, de búsqueda, de respuestas y de “al compás del chachachá, del chachachá del tren, qué gusto da viajar cuando se va en exprés”, aunque el exprés Maya no funcione y no haga chachachá.

Pero al punto: estamos en pleno septiembre, que es el mes de la patria mexicana. Es el mes en el que se celebra un aniversario más del inicio de la lucha por la independencia de aquel territorio que se llamaba Nueva España y que quería ser México.

Porque eso es: por entonces todavía éramos una colonia de España, con un virrey, Francisco Javier Venegas y un territorio muy extenso, que iba desde el septentrión hasta Centroamérica. Fue hasta el 27 de septiembre de 1821 que culminó la Independencia cuando México pudo llamarse así: México, porque así lo quisieron los mexicanos, y cuyo territorio por entonces rebasaba los cuatro millones de kilómetros cuadrados, más del doble del actual territorio nacional.

El 90% de sus seis millones de habitantes de entonces vivían en el centro y en el sur, mientras que las regiones del norte estaban casi vacías, lo que terminó por ser un gran problema de gobierno y, por tanto, propicio para la colonización y el abuso del gobierno de Estados Unidos. Las arcas nacionales estaban vacías, no había ingresos a la hacienda, la producción se había venido abajo, la minería entró en crisis: el panorama era negro y desolador…

Pero ahí estaban los mexicanos que habían comenzado una lucha difusa en 1810. Ya lo decía don Luis González y González en sus pláticas magistrales de historia mexicana. Luego de la invasión francesa a España y el destierro del rey Fernando VII. La cosa fue más o menos así, como antecedente para entender la inquietud criolla en la Nueva España:

En 1807, las tropas de Napoleón ingresaron a la Península Ibérica. Al principio el reino de España era aliado de Francia y Napoleón buscó la cooperación de España en la invasión de Portugal. La monarquía española cooperó debido al bloqueo británico de Buenos Aires, España, y porque quería para sí el sur de Portugal. Pero Napoleón les jugó chueco y traicionó a España. Entonces las tropas francesas invadieron el territorio español.

En 1808, el rey borbón Fernando VII se convirtió en rey de España, pero posteriormente Napoleón Bonaparte lo expulsó, provocando una crisis que repercutió en todo el imperio español.

El rey Fernando VII y su padre aceptaron una invitación de Napoleón para resolver el asunto diplomáticamente, pero se vio obligado a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José Bonaparte, quien fue el primer rey Bonaparte de España hasta 1813, como José I.

La noticia llegó a Nueva España. Surgió la duda de quién sería el monarca de las tierras que estaban al otro lado del Atlántico, en América. Y ante la duda surgieron grupos que buscaron crear un gobierno provisional a la espera de la reposición de Fernando VII en España.

Otros vieron la oportunidad para, de plano, independizarse de la corona española y crear un país que podía valerse por sí mismo. A fin de cuentas había territorio, población suficiente, había producción, había minería, había grupos de poder… Y ganas de trabajar.

Pero: y ahí está el pero, de los primeros era el grupo que encabezaba Ignacio Allende. Este decidió enfrentar al virrey pero con la expectativa de reponer el régimen colonial con Fernando VII como monarca español y de las colonias. Al principio el cura de Dolores, en Guanajuato, apostaba por esta espera. Sin embargo pronto cambió de opinión y decidió forjar la independencia…

Anticipándose al levantamiento contra las fuerzas “realistas” del virrey, la mañana del 16 de septiembre de 1810, muy temprano, hizo sonar las campanas para llamar a misa, y cuando llegaron los feligreses los arengó para que iniciaran la lucha por la Independencia de México.

Tampoco fue así como que ya, vámonos en este momento. El tema fue el de la organización de los que aceptaron participar en la lucha nombrando como su dirigente al mismo Hidalgo, otros fueron pagados por el mismo sacerdote para que acudieran al llamado de la patria. En todo caso ahí comenzó la lucha que duró once años y que causó miles de muertes de uno y otro bando.

Por supuesto, la decisión de Hidalgo causó indignación en Allende. No estaba en sus planes el punto al que se quería llegar, sin embargo ‘ya estaba digerida la jalea’, y la lucha habría de continuar luego del fusilamiento de Hidalgo…

… Llegó luego el “Siervo de la Nación”, el cura José María Morelos y Pavón (este sí, un héroe a la altura del arte), Vicente Guerrero y al final el primer presidente de lo que ya era México: Guadalupe Victoria. Muchos otros forjadores estuvieron en la lucha y son los héroes de aquella que sí, fue una transformación:

Al final, aquel año, había nacido un país: Estados Unidos Mexicanos –siguiendo el modelo estadounidense-- y sus hombres habían decidido que sería una República, con división de poderes como factor de equilibrio y razón de ser de esa República: Poder Ejecutivo; Poder Legislativo y Poder Judicial. Cada uno de ellos independiente y autónomo del otro para garantizar la estabilidad, la preservación del país y la soberanía nacional…

Se decidió por un pacto federal en un país que por entonces contaba con 21 provincias 6 millones de habitantes distribuidos en poco más de 4 millones de kilómetros. De estos habitantes, el setenta por ciento era de origen indígena.

Así que hay motivos para celebrar aquella gesta de independencia. Por supuesto la forja de una nación no es moco de pavo. En el siglo XIX México enfrentó luchas internas indescriptibles, intervenciones e invasiones extranjeras; la pérdida de más de la mitad del territorio a favor de los Estados Unidos que ahora es potencia gracias a esa extensión territorial.

Y bueno, todo aquello de que no todo tiempo pasado fue mejor viene al caso porque ya por estos días celebramos que se cumplen 214 años del inicio de la guerra por la Independencia. Más de dos siglos desde entonces. Sí, mucho orgullo nacional, pero también muchas lecciones de vida.

Hubo en el camino gobiernos conservadores, gobiernos liberales, dos monarquías (Iturbide y Maximiliano), desmembramiento del país en su territorio, confrontación política entre mexicanos que son de mecha corta.

Lucha por caminar por vía democrática en la formación de sus gobiernos, aunque aún no se consolida porque, y esa es otra lección como factor humano: muchos mexicanos caminan en base a sus intereses políticos, económicos y particulares y no en favor de los grandes intereses nacionales.

Héroes ha habido a raudales. Si. Pero también traidores, a raudales. De todo en la forja de una nación, que hoy mismo se debate en seguir siendo una República o una Dictadura. Y ahí está todo: los mexicanos sabremos decidir el camino.

Y de vuelta a nuestro presente. Como cada año se celebrará la fiesta patria. La noche del 15 de septiembre se llevará a cabo la ceremonia del grito, a la que cada presidente le pone de su cosecha y lleva agua a su molino personal y a su ego muy suyo.

Habrá foquitos de colores en las plazas principales de todo el país, desde el Zócalo, a las de cada estado y municipio.

Cada gobernante: presidente, gobernador, presidente municipal, echarán el grito patrio y después la verbena irremediable y feliz. La bandera ondeará feliz. Las campanas sonarán a rebato… Y todos seremos muy felices y muy patriotas esa noche y ese día… ¿Y después? ¿La Reforma Judicial?

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“…Nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti." –John Donne-.

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