/ lunes 28 de marzo de 2022

Iconoclasia; ¿por qué se destruyen monumentos?

El feminismo, como todo pensamiento que impulsa y provoca la evolución cultural del ser humano y por ende de la sociedad, tiene corrientes de pensamiento que pueden inclusive llegar a ser altamente divergentes entre sí y que se fundamentan, actúan y avanzan tanto en la carretera de la teoría académica como en la de la actuación del propio movimiento social.

El pasado 8 de marzo, y en general en las marchas feministas en que se rayan y rompen monumentos o edificios públicos, se suscita un debate social intenso respecto a aquellas que por algunos son consideradas vándalas y por otros, defensoras del hecho de que cada vida perdida por la violencia machista vale mucho más que cualquier monumento.

La realidad es que existe una corriente dentro del feminismo que se denomina iconoclasia, que es un tipo de protesta hacia una ideología, como puede ser la religión, la política o un grupo social. Por este motivo, el daño se dirige hacia aquellos objetos que los evoquen. La iconoclasia en el feminismo es una forma de expresión válida ante gobernantes que no solo no aplican políticas públicas eficaces para erradicar y prevenir la violencia de género, sino que son ellos mismos parte del problema al ni siquiera creer en los testimonios de quienes la sufren.

Según la Real Academia de la Lengua Española, la iconoclasia es la “Doctrina religiosa que rechaza el culto a las imágenes sagradas” y “actitud de los que rechazan la tradición heredada y la autoridad de las figuras que la representan”. De acuerdo al rector de la UAM Iztapalapa, Dr. Rodrigo Díaz Cruz, la iconoclasia “es un modo de protesta, que involucra la destrucción o intervención de símbolos, imágenes o monumentos con un fin, ya sea social o político”. La iconoclasia se distingue del vandalismo porque la primera tiene un objetivo, conlleva un mensaje social, mientras el segundo es destrucción sin propósito ni orden alguno.

Para decepción de muchos, que buscan señalar a las mujeres como violentas y “locas” por dañar muros y piedras, se debe decir que no, la iconoclasia no la inventaron las feministas. Fue el emperador bizantino León III quien impulsó esta corriente en el siglo VIII. A través de diversas leyes, fomentó la llamada revolución iconoclasta para no solo acabar con el culto religioso a las imágenes, que digamos es parecido a lo que hoy nos ocupa, sino perseguir a quienes adoraban dichas imágenes y así lograr lo que él entendía como una mejora en la moral pública. No veo a nadie de los críticos siquiera tratando de entender el mensaje.

Iconoclasia ha habido entonces y habrá; tal vez el episodio más reciente no protagonizado por mujeres, fue la protesta e indignación mundial que culminó en iconoclasia para condenar la brutalidad policiaca y racismo en el homicidio de George Floyd en mayo de 2020. La opinión pública no solo no censuró los desmanes, sino los justificó como forma de protesta legítima para cismar la barbarie estadounidense que a pesar de los años siguen arrastrando de que una vida vale más que otra por el color de piel. “Black lives matter” se erigió en grito de justicia y la sociedad lo entendió y apoyó.

No es la iconoclasia en sí lo que indigna en las marchas feministas; es que la realizan MUJERES. Los críticos pretenden que al gobierno se le pida por favorcito, sonriendo, siendo dulces y correctas, que nos dejen de matar, violar y agredir de tantos modos que ya son difícilmente cuantificables. No, señores críticos, comiencen por respetar el cuerpo y alma de las mujeres a su alrededor, dejen de pensar que la mujer está a su servicio y mandato, entiendan de una vez que NO es NO y que ni ser proveedor, mas fuerte físicamente o mayor en edad, posición económica o de poder les da derecho a vejar, humillar, tocar, violar o matar a otro ser humano, sea mujer, niña, niño u otro hombre incluso.

Mientras en México no se detenga la matanza y violación de derechos humanos de las mujeres y niñas, ¡que rueden piedras! Si tu escala de valores te convierte en un desalmado que le duelen mas los monumentos que sus madres, hijas, hermanas y amigas, al menos ahora ya las puedes llamar por su nombre; no son vándalas, sino como muchos hombres reformistas de antes y ahora, iconoclastas. #NiUnaMás #NiUnaMenos

El feminismo, como todo pensamiento que impulsa y provoca la evolución cultural del ser humano y por ende de la sociedad, tiene corrientes de pensamiento que pueden inclusive llegar a ser altamente divergentes entre sí y que se fundamentan, actúan y avanzan tanto en la carretera de la teoría académica como en la de la actuación del propio movimiento social.

El pasado 8 de marzo, y en general en las marchas feministas en que se rayan y rompen monumentos o edificios públicos, se suscita un debate social intenso respecto a aquellas que por algunos son consideradas vándalas y por otros, defensoras del hecho de que cada vida perdida por la violencia machista vale mucho más que cualquier monumento.

La realidad es que existe una corriente dentro del feminismo que se denomina iconoclasia, que es un tipo de protesta hacia una ideología, como puede ser la religión, la política o un grupo social. Por este motivo, el daño se dirige hacia aquellos objetos que los evoquen. La iconoclasia en el feminismo es una forma de expresión válida ante gobernantes que no solo no aplican políticas públicas eficaces para erradicar y prevenir la violencia de género, sino que son ellos mismos parte del problema al ni siquiera creer en los testimonios de quienes la sufren.

Según la Real Academia de la Lengua Española, la iconoclasia es la “Doctrina religiosa que rechaza el culto a las imágenes sagradas” y “actitud de los que rechazan la tradición heredada y la autoridad de las figuras que la representan”. De acuerdo al rector de la UAM Iztapalapa, Dr. Rodrigo Díaz Cruz, la iconoclasia “es un modo de protesta, que involucra la destrucción o intervención de símbolos, imágenes o monumentos con un fin, ya sea social o político”. La iconoclasia se distingue del vandalismo porque la primera tiene un objetivo, conlleva un mensaje social, mientras el segundo es destrucción sin propósito ni orden alguno.

Para decepción de muchos, que buscan señalar a las mujeres como violentas y “locas” por dañar muros y piedras, se debe decir que no, la iconoclasia no la inventaron las feministas. Fue el emperador bizantino León III quien impulsó esta corriente en el siglo VIII. A través de diversas leyes, fomentó la llamada revolución iconoclasta para no solo acabar con el culto religioso a las imágenes, que digamos es parecido a lo que hoy nos ocupa, sino perseguir a quienes adoraban dichas imágenes y así lograr lo que él entendía como una mejora en la moral pública. No veo a nadie de los críticos siquiera tratando de entender el mensaje.

Iconoclasia ha habido entonces y habrá; tal vez el episodio más reciente no protagonizado por mujeres, fue la protesta e indignación mundial que culminó en iconoclasia para condenar la brutalidad policiaca y racismo en el homicidio de George Floyd en mayo de 2020. La opinión pública no solo no censuró los desmanes, sino los justificó como forma de protesta legítima para cismar la barbarie estadounidense que a pesar de los años siguen arrastrando de que una vida vale más que otra por el color de piel. “Black lives matter” se erigió en grito de justicia y la sociedad lo entendió y apoyó.

No es la iconoclasia en sí lo que indigna en las marchas feministas; es que la realizan MUJERES. Los críticos pretenden que al gobierno se le pida por favorcito, sonriendo, siendo dulces y correctas, que nos dejen de matar, violar y agredir de tantos modos que ya son difícilmente cuantificables. No, señores críticos, comiencen por respetar el cuerpo y alma de las mujeres a su alrededor, dejen de pensar que la mujer está a su servicio y mandato, entiendan de una vez que NO es NO y que ni ser proveedor, mas fuerte físicamente o mayor en edad, posición económica o de poder les da derecho a vejar, humillar, tocar, violar o matar a otro ser humano, sea mujer, niña, niño u otro hombre incluso.

Mientras en México no se detenga la matanza y violación de derechos humanos de las mujeres y niñas, ¡que rueden piedras! Si tu escala de valores te convierte en un desalmado que le duelen mas los monumentos que sus madres, hijas, hermanas y amigas, al menos ahora ya las puedes llamar por su nombre; no son vándalas, sino como muchos hombres reformistas de antes y ahora, iconoclastas. #NiUnaMás #NiUnaMenos