/ viernes 20 de agosto de 2021

¿Inicio de clases presenciales?

Con la presencia de la pandemia, el inicio de clases presenciales no asegura la salud de nadie que acuda a estudiar en presencia del maestro. En estas condiciones de peligro amenazante, las órdenes superiores para reanudar clases presenciales no garantizan la salud popular de un país, tampoco la necesidad de los educandos de salir del probable “enclaustramiento” familiar forzado por la enfermedad.

Según expertos en medicina, no pueden determinar que el virus maligno se extinga en cierto de inmediato con la aplicación de las vacunas existentes, y otros científicos opinan que dicho virus permanecerá en la humanidad por tiempo indefinido.

Ante dichas opiniones científicas, el deseo de autoridades superiores, padres de familia, educandos y maestros de acudir a la escuela como antes de la epidemia, se puede realizar.

Pero… puede traer consecuencias graves, porque la escuela es un centro de reunión masiva y cuyos mensajeros, que son los niños, transitan por todo el pueblo o ciudad, donde pueden contagiar al que no está enfermo o contraer el mal si no lo tiene, y ello se puede predecir y combatir siempre y cuando existan los medios para tales precauciones para toda la población mexicana.

Lo cierto, lo que se sabe, es que la epidemia se repite con más fuerza y por tanto el sentido lógico indica que en estos momentos el peligro de contagio es más alto, por tanto, para padres de familia, maestros y educandos cumplir con el deseo de autoridades superiores del gobierno, es temerario, porque los mismos médicos no tienen la certeza de que el contagio se detenga con esta decisión de deseos masivos.

A la fecha no se cuenta con la certidumbre de asegurar que resultará correcta la decisión de hacer efectiva la impartición de clases con la asistencia presencial de maestros y alumnos.

Es de considerar el criterio de los maestros. Porque tienen que cumplir con el sagrado cumplimiento de educar, y que con la terrible enfermedad que acecha en todo momento a todos los pobladores, se ha detenido la marcha educativa, que es sinónimo de retraso educativo y que ha sido detenido por causa de fuerza mayor, y que a la fecha el terrible virus no ha permitido que el maestro cumpla cabalmente con su encomienda. En este sentido, se justifica al maestro en tratar de cumplir con el deber encomendado por la Patria.

La autoridad nacional, como responsable de la salud del país, está en su obligación de velar por el bienestar del pueblo, que depositó su confianza en su bienestar.

Los padres de familia que también se preocupan por la educación de sus hijos que desde hace un tiempo no reciben atención educativa, obligados a permanecer dentro del hogar sin una de las actividades que eran parte de su vida cotidiana, y que además muchos de ellos ya no soportan su presencia sin realizar labores, muchas veces por la ausencia de medios electrónicos para recibir orientaciones académicas. Existen otras muchas razones por las que padres de familia desean que sus hijos reciban clases en la escuela.

También, no todos los educandos tienen la posibilidad de recibir clase por medio electrónico, y con gran decepción se conforman con la realidad que se les ofrece, hay educandos que prefieren que un maestro los oriente en forma personalizada, forma que no ofrece el medio de información electrónico para resolver un problema importante a dilucidar.

Por el momento, la realidad nos obliga a practicar la vida diaria experimentando aciertos y errores, poniendo en juego la existencia propia, aunque existe la promesa de un resguardo nacional con supervivencia.

Se escuchan criterios médicos, científicos, que, de momento, no hay certidumbre de que el virus mortal se destierre pronto, y que es probable que pueda convivir tiempo indefinible entre la humanidad, como ocurre con otros micro organismos; ante estas opiniones científicas, viviremos con la amenaza constante hasta que la medicina, en su investigación, encuentre certera vacuna contra el mal que ahora nos aqueja, que ha causado muchos problemas en la vida cotidiana de los países del mundo, incluyendo el nuestro.

Con la presencia de la pandemia, el inicio de clases presenciales no asegura la salud de nadie que acuda a estudiar en presencia del maestro. En estas condiciones de peligro amenazante, las órdenes superiores para reanudar clases presenciales no garantizan la salud popular de un país, tampoco la necesidad de los educandos de salir del probable “enclaustramiento” familiar forzado por la enfermedad.

Según expertos en medicina, no pueden determinar que el virus maligno se extinga en cierto de inmediato con la aplicación de las vacunas existentes, y otros científicos opinan que dicho virus permanecerá en la humanidad por tiempo indefinido.

Ante dichas opiniones científicas, el deseo de autoridades superiores, padres de familia, educandos y maestros de acudir a la escuela como antes de la epidemia, se puede realizar.

Pero… puede traer consecuencias graves, porque la escuela es un centro de reunión masiva y cuyos mensajeros, que son los niños, transitan por todo el pueblo o ciudad, donde pueden contagiar al que no está enfermo o contraer el mal si no lo tiene, y ello se puede predecir y combatir siempre y cuando existan los medios para tales precauciones para toda la población mexicana.

Lo cierto, lo que se sabe, es que la epidemia se repite con más fuerza y por tanto el sentido lógico indica que en estos momentos el peligro de contagio es más alto, por tanto, para padres de familia, maestros y educandos cumplir con el deseo de autoridades superiores del gobierno, es temerario, porque los mismos médicos no tienen la certeza de que el contagio se detenga con esta decisión de deseos masivos.

A la fecha no se cuenta con la certidumbre de asegurar que resultará correcta la decisión de hacer efectiva la impartición de clases con la asistencia presencial de maestros y alumnos.

Es de considerar el criterio de los maestros. Porque tienen que cumplir con el sagrado cumplimiento de educar, y que con la terrible enfermedad que acecha en todo momento a todos los pobladores, se ha detenido la marcha educativa, que es sinónimo de retraso educativo y que ha sido detenido por causa de fuerza mayor, y que a la fecha el terrible virus no ha permitido que el maestro cumpla cabalmente con su encomienda. En este sentido, se justifica al maestro en tratar de cumplir con el deber encomendado por la Patria.

La autoridad nacional, como responsable de la salud del país, está en su obligación de velar por el bienestar del pueblo, que depositó su confianza en su bienestar.

Los padres de familia que también se preocupan por la educación de sus hijos que desde hace un tiempo no reciben atención educativa, obligados a permanecer dentro del hogar sin una de las actividades que eran parte de su vida cotidiana, y que además muchos de ellos ya no soportan su presencia sin realizar labores, muchas veces por la ausencia de medios electrónicos para recibir orientaciones académicas. Existen otras muchas razones por las que padres de familia desean que sus hijos reciban clases en la escuela.

También, no todos los educandos tienen la posibilidad de recibir clase por medio electrónico, y con gran decepción se conforman con la realidad que se les ofrece, hay educandos que prefieren que un maestro los oriente en forma personalizada, forma que no ofrece el medio de información electrónico para resolver un problema importante a dilucidar.

Por el momento, la realidad nos obliga a practicar la vida diaria experimentando aciertos y errores, poniendo en juego la existencia propia, aunque existe la promesa de un resguardo nacional con supervivencia.

Se escuchan criterios médicos, científicos, que, de momento, no hay certidumbre de que el virus mortal se destierre pronto, y que es probable que pueda convivir tiempo indefinible entre la humanidad, como ocurre con otros micro organismos; ante estas opiniones científicas, viviremos con la amenaza constante hasta que la medicina, en su investigación, encuentre certera vacuna contra el mal que ahora nos aqueja, que ha causado muchos problemas en la vida cotidiana de los países del mundo, incluyendo el nuestro.