/ viernes 2 de marzo de 2018

Internados escolares: necesaria vigilancia

Lo que aconteció a la población comensal del Internado José Amarillas, número 5, sita en Apetatitlan, no debe repetirse; el Secretario de Educación Pública debe estar alerta respecto a la función del personal responsable de la administración de esa y otras instituciones similares, donde se han presentado anomalías que afectan tanto al aspecto académico como a la administración de los recursos económicos y materiales que se aplican a ese tipo de escuelas. Tratándose de la salud y la propia vida de los estudiantes, debe ser vigilada por personal altamente calificado para la atención alimenticia elaborada.

La dirección de un internado requiere de especial cuidado (difiere de escuelas que no atienden a niños internados), la responsabilidad gravita sobre quien dirige a ese tipo de centros escolares, hasta quien elabora los alimentos.

Lo sucedido a 70 niños que requieren de esa clase de servicios escolares se debe a la necesidad que presentan económicamente sus familias, en esos centros escolares debe estar presente la actitud profesional de maestros que, además de impartir buena enseñanza, deben proporcionar trato afectivo hacia sus alumnos que han dejado de gozar temporalmente del amor de sus padres.

El responsable de esos internados debe estar muy atento a la hora de estudio, del “recreo”, de la alimentación y… de su descanso, sin soslayar el aseo personal y de su ambiente habitacional. Hay directores que han hecho malos manejos del presupuesto destinado a la atención de necesidades de niños internados. Casos sobran.

En una guardería (no internado), el médico responsable de cuidar la salud de los niños durante su estancia (varios años) ordenaba comida especial para llevarla a su familia, y el galeno no manejaba recursos financieros de la guardería. Su falta de ética profesional minaba la alimentación de los infantes. Fue despedido por un Secretario de Educación. Aunque merecía ser procesado, pero… estamos en México.

Otro caso de un profesor que no era de Tlaxcala: manejaba recursos económicos para centros educativos que operaban al interior del estado, encargados de esos centros le solicitaban recursos económicos para adquirir alimentos asignados por la Secretaría de Educación Pública, los que negaba con pretexto de ausencia del envío de la partida correspondiente, mientras proporcionaba cierta cantidad de dinero “de su bolsa” para que proporcionaran a los niños como desayuno: café con galletas de “animalitos”, y por comida: frijoles y tortillas. Por fortuna fue despedido por el Secretario de Educación en turno (también merecía ser procesado por delito federal).

Otro caso: el del Internado de la Normal para Maestras de Panotla, donde las futuras mentoras señalaron anomalías, como el caso de indebida aplicación de la partida financiera que proporciona la Secretaría de Educación Pública, desde la creación de este tipo de escuelas a nivel nacional. En dicha normal, según el director, no se percataba de las anomalías en la distribución de alimentos, sin embargo, alumnas ya le habían informado. Y se encontró que el encargado del almacén ya tenía su tiendita con productos que debían de proporcionarse a la ecónoma, encargada de elaborar alimentos para las internas. También fue destituido el director y cesado el almacenista.

¿A qué se deben estas anomalías? Bueno… una opinión: a la falta de vigilancia que imponen los casos donde se manejan recursos financieros y materiales. ¿Quién debe estar atento para evitar esas anomalías y otras más? El Secretario de Educación Pública. Desde luego que por medio de personas que ostenten ética profesional.

Si viviera el general José Amarillas, y de saber que todos los alumnos del internado se intoxicaron, hubiera de inmediato castigado al culpable o los culpables, ese soldado de Pótam, Son., protegió a niños, hijos de soldados muertos en combate o en servicio, los que trajo en la retaguardia de combates revolucionarios en vagones de ferrocarril, transformados en escuela, y que al triunfo de la Revolución llegó con ellos a Tlaxcala y fundó la Escuela Hijos del Ejército, escuela que no debió morir. ¿Por qué no debió desaparecer? Porque era una auténtica escuela de progreso. No como las de hoy, cacareadas por tecnócratas de la SEP.

En esa escuela verdaderamente formaban al futuro ciudadano útil a sí mismo y a la sociedad, los internos elaboraban el pan que se comían, cocían las tortillas, fabricaban bancos, zapatos, jabones, era esa escuela auténtica escuela-industria, educación incipiente que forjaba a los futuros hombres “de provecho”, imbuía disciplina y respeto a sí mismos y a los demás, orientaba a esos hijos de soldados; amor hacia el estudio y el trabajo. ¡Qué pena que la hayan matado!

Lo que aconteció a la población comensal del Internado José Amarillas, número 5, sita en Apetatitlan, no debe repetirse; el Secretario de Educación Pública debe estar alerta respecto a la función del personal responsable de la administración de esa y otras instituciones similares, donde se han presentado anomalías que afectan tanto al aspecto académico como a la administración de los recursos económicos y materiales que se aplican a ese tipo de escuelas. Tratándose de la salud y la propia vida de los estudiantes, debe ser vigilada por personal altamente calificado para la atención alimenticia elaborada.

La dirección de un internado requiere de especial cuidado (difiere de escuelas que no atienden a niños internados), la responsabilidad gravita sobre quien dirige a ese tipo de centros escolares, hasta quien elabora los alimentos.

Lo sucedido a 70 niños que requieren de esa clase de servicios escolares se debe a la necesidad que presentan económicamente sus familias, en esos centros escolares debe estar presente la actitud profesional de maestros que, además de impartir buena enseñanza, deben proporcionar trato afectivo hacia sus alumnos que han dejado de gozar temporalmente del amor de sus padres.

El responsable de esos internados debe estar muy atento a la hora de estudio, del “recreo”, de la alimentación y… de su descanso, sin soslayar el aseo personal y de su ambiente habitacional. Hay directores que han hecho malos manejos del presupuesto destinado a la atención de necesidades de niños internados. Casos sobran.

En una guardería (no internado), el médico responsable de cuidar la salud de los niños durante su estancia (varios años) ordenaba comida especial para llevarla a su familia, y el galeno no manejaba recursos financieros de la guardería. Su falta de ética profesional minaba la alimentación de los infantes. Fue despedido por un Secretario de Educación. Aunque merecía ser procesado, pero… estamos en México.

Otro caso de un profesor que no era de Tlaxcala: manejaba recursos económicos para centros educativos que operaban al interior del estado, encargados de esos centros le solicitaban recursos económicos para adquirir alimentos asignados por la Secretaría de Educación Pública, los que negaba con pretexto de ausencia del envío de la partida correspondiente, mientras proporcionaba cierta cantidad de dinero “de su bolsa” para que proporcionaran a los niños como desayuno: café con galletas de “animalitos”, y por comida: frijoles y tortillas. Por fortuna fue despedido por el Secretario de Educación en turno (también merecía ser procesado por delito federal).

Otro caso: el del Internado de la Normal para Maestras de Panotla, donde las futuras mentoras señalaron anomalías, como el caso de indebida aplicación de la partida financiera que proporciona la Secretaría de Educación Pública, desde la creación de este tipo de escuelas a nivel nacional. En dicha normal, según el director, no se percataba de las anomalías en la distribución de alimentos, sin embargo, alumnas ya le habían informado. Y se encontró que el encargado del almacén ya tenía su tiendita con productos que debían de proporcionarse a la ecónoma, encargada de elaborar alimentos para las internas. También fue destituido el director y cesado el almacenista.

¿A qué se deben estas anomalías? Bueno… una opinión: a la falta de vigilancia que imponen los casos donde se manejan recursos financieros y materiales. ¿Quién debe estar atento para evitar esas anomalías y otras más? El Secretario de Educación Pública. Desde luego que por medio de personas que ostenten ética profesional.

Si viviera el general José Amarillas, y de saber que todos los alumnos del internado se intoxicaron, hubiera de inmediato castigado al culpable o los culpables, ese soldado de Pótam, Son., protegió a niños, hijos de soldados muertos en combate o en servicio, los que trajo en la retaguardia de combates revolucionarios en vagones de ferrocarril, transformados en escuela, y que al triunfo de la Revolución llegó con ellos a Tlaxcala y fundó la Escuela Hijos del Ejército, escuela que no debió morir. ¿Por qué no debió desaparecer? Porque era una auténtica escuela de progreso. No como las de hoy, cacareadas por tecnócratas de la SEP.

En esa escuela verdaderamente formaban al futuro ciudadano útil a sí mismo y a la sociedad, los internos elaboraban el pan que se comían, cocían las tortillas, fabricaban bancos, zapatos, jabones, era esa escuela auténtica escuela-industria, educación incipiente que forjaba a los futuros hombres “de provecho”, imbuía disciplina y respeto a sí mismos y a los demás, orientaba a esos hijos de soldados; amor hacia el estudio y el trabajo. ¡Qué pena que la hayan matado!