/ lunes 4 de junio de 2018

Irresponsables intentos de crear una sicosis irracional colectiva que impida la normal realización de los comicios

  • Inexplicable cambio de actitud de Ricardo Anaya en el tramo postrero de la carrera por llegar a Los Pinos
  • Ni Anaya, y menos Meade, podrán disputar una victoria electoral que Andrés Manuel ya tiene en la bolsa
  • Sería gravísimo que la elección del futuro presidente de México no concluyera de manera legal y pacífica

Habida cuenta el terminante rechazo que el electorado ha hecho de la candidatura priista de José Antonio Meade, era de esperarse que los grupos de poder beneficiarios del sistema le ofrecieran su apoyo a Ricardo Anaya, líder de un frente liberal que sumó a la derecha moderada con una izquierda ajena a radicalismos. Empero, el stablishment, ese influyente conjunto de personas, gremios y consejos controladores del orden político y económico del país, hubo de variar su estrategia a raíz del desencuentro que tuvieron Peña Nieto y el joven queretano, el cual alcanzó su punto más álgido tras la promesa del frentista de llevar ante la justicia al mexiquense si ganaba la elección. Haya sido a causa de la ira, o simplemente por miedo, el caso es que el presidente descargó sobre Anaya toda la fuerza de las instituciones del estado a fin de sacarlo de la jugada. Lo consiguió solo a medias, pues si bien no lo bajó de la carrera si consiguió ralentizar su ascenso en la preferencia de la gente que lo veía como un candidato verdaderamente decidido a perseguir políticos corruptos. Tal virtud, apreciadísima en un país harto de raterías, añadida a dos ofertas sumamente interesantes -encabezar el primer gobierno de coalición de la historia de México y establecer la renta mínima universal- hicieron de Anaya -un notable orador y polemista con atractivas ideas modernizantes- el más fuerte opositor de López Obrador.


¿QUÉ LE PASÓ A ANAYA?

Mas cuando se esperaba que su puntaje en las encuestas siguiera creciendo, Anaya no solo depuso su encendida arenga anticorrupción -hasta entonces centrada en fustigar a Peña Nieto y a los gobernadores procesados o huidos- sino que además omitió dar datos precisos acerca de la renta universal ofrecida y dejó que se empolvara el proyecto del gobierno de coalición. Así, de repente, su campaña derivó hacia los lugares comunes que hemos venido escuchando las últimas semanas, y hacia clichés mil veces oídos y otras tantas ignorados. Sus discursos cayeron en el adocenamiento, pareciéndose más y más a los del continuismo encubridor que preconiza Meade. La progresión de su avance se detuvo y, en vez de seguirse aproximando a Andrés Manuel, empezó a sentir cerca los pasos del candidato priista, lo que en buen castellano viene a significar que, ni uno ni otro, ni Anaya ni Meade, podrán disputar -se entiende que con votos- el triunfo al abanderado morenista. Mas no obstante tantos y tan claros indicadores, el sistema no se resigna y está llevando al cabo un contraataque a fondo mediante la difusión de supuestos males apocalípticos que asolarán a México si llega al poder el tabasqueño. Sin más fundamento que su propia imaginación, hablan de un derrumbe de las estructuras financieras, de huida de capitales, de devaluación, de cierre de empresas, de desempleo, de inflación…, en fin, dibujan el caos y la ruina completa de la nación.


MENTIRAS E INFUNDIOS SIN FIN

El embate de estos señores, sin embargo, es difícil de creer, incluso para mentalidades desinformadas. Ni Larrea se puede llevar al extranjero las minas de cobre que el estado le tiene concesionadas ni le conviene parar un solo día de trabajarlas; tampoco Bailleres las minas de plata que explota ni Slim las plataformas petroleras de las que extraerá muy pronto abundante oro negro. Y por el estilo los demás macroempresarios metidos en este baile de infundios por Peña Nieto y Videgaray. No, amigo lector, no pasan de ser fintas que no llegarán a concretarse; son intentos de espantar a la gente sencilla con el clásico “petate del muerto”. Además advierta usted, amigo lector, que aunque López tiene una alta probabilidad de triunfar el 1 de julio, los parámetros económicos están más pendientes de las negociaciones del TLCAN que de la elección presidencial. Y a pesar de las evidencias, van y vienen desplegados, cartas y exhortos de organismos cupulares con mensajes intimidatorios que -tengo para mí- en realidad tienen como propósito crear una psicosis entre la población que impida, de un modo u otro, la normal realización de los comicios.


NO HAY FORMA DE EVITAR EL TRIUNFO DE ANDRÉS MANUEL

Es tanta la distancia existente en puntos entre el candidato oficialista y el de Morena -más de treinta, equivalentes a algo así como quince millones de votos- es tanta, repito, que aunque se obligue a Anaya a declinar a favor de Meade -o a la inversa- se considera de todo punto imposible que a través de esa unión forzada de última hora, y de comprar votos, de regalar enseres utilitarios, de acarrear electores, de condicionar programas sociales, de sustituir a ciudadanos con militantes en las casillas, y de un muy largo etcétera de todos conocido, el peñanietismo logre revertir una numerología demoscópica que prueba, no nada mas la abismal diferencia que hay al día de hoy entre los contendientes, sino a que la tendencia no suspende su ritmo ascendente. Así las cosas, ni siquiera con la flexibilidad colaboracionista de árbitros y jueces electorales es viable alcanzar la victoria, máxime que, a estas alturas del proceso, la hipotética alianza entre segundo y tercer lugar es políticamente inasequible, electoralmente impracticable y numéricamente insuficiente. Por otra parte, el notorio desaliento que priva en las filas priistas va seguramente a derivar en una especie de huelga de brazos caídos que no reactivará ni siquiera la habitual afluencia de recursos ilegales provenientes de las arcas del gobierno. No hay de otra… o encaja democráticamente la derrota o se aventura por rutas que quien sabe adonde llevarían a México.


EL VERDADERO PELIGRO PARA MÉXICO

Cuando se acaban las razones y la derrota es ineludible, el inminente perdedor tiene dos caminos a escoger: 1) resignarse a aceptarla, negociando al capitular condiciones benignas para los generales de sus ejércitos o, 2) evitarla a cualquier costo, asumiendo los riesgos implícitos en la decisión. El peligro es que, al sentirse acorralado por las circunstancias que le ha impuesto la inmodificable realidad, la cabeza de las fuerzas acosadas -léase Peña Nieto, e inclúyase tras él a los que hace seis años fueron promotores de su candidatura, es decir, a los principales capitostes de la política, la industria, la banca y el comercio, esos a los que Andrés Manuel agrupa bajo el rubro genérico de la mafia del poder-, el peligro, repito, es que busque una alternativa distinta a la de la entrega pacífica de la plaza, y entonces se acuda no solo a los métodos extralegales conocidos -los englobados en lo que llamamos eufemísticamente operación del voto- sino a otros procedimientos que, si se determina a usarlos, nadie sabe -ni siquiera él mismo- en lo que podrían desembocar.

  • Inexplicable cambio de actitud de Ricardo Anaya en el tramo postrero de la carrera por llegar a Los Pinos
  • Ni Anaya, y menos Meade, podrán disputar una victoria electoral que Andrés Manuel ya tiene en la bolsa
  • Sería gravísimo que la elección del futuro presidente de México no concluyera de manera legal y pacífica

Habida cuenta el terminante rechazo que el electorado ha hecho de la candidatura priista de José Antonio Meade, era de esperarse que los grupos de poder beneficiarios del sistema le ofrecieran su apoyo a Ricardo Anaya, líder de un frente liberal que sumó a la derecha moderada con una izquierda ajena a radicalismos. Empero, el stablishment, ese influyente conjunto de personas, gremios y consejos controladores del orden político y económico del país, hubo de variar su estrategia a raíz del desencuentro que tuvieron Peña Nieto y el joven queretano, el cual alcanzó su punto más álgido tras la promesa del frentista de llevar ante la justicia al mexiquense si ganaba la elección. Haya sido a causa de la ira, o simplemente por miedo, el caso es que el presidente descargó sobre Anaya toda la fuerza de las instituciones del estado a fin de sacarlo de la jugada. Lo consiguió solo a medias, pues si bien no lo bajó de la carrera si consiguió ralentizar su ascenso en la preferencia de la gente que lo veía como un candidato verdaderamente decidido a perseguir políticos corruptos. Tal virtud, apreciadísima en un país harto de raterías, añadida a dos ofertas sumamente interesantes -encabezar el primer gobierno de coalición de la historia de México y establecer la renta mínima universal- hicieron de Anaya -un notable orador y polemista con atractivas ideas modernizantes- el más fuerte opositor de López Obrador.


¿QUÉ LE PASÓ A ANAYA?

Mas cuando se esperaba que su puntaje en las encuestas siguiera creciendo, Anaya no solo depuso su encendida arenga anticorrupción -hasta entonces centrada en fustigar a Peña Nieto y a los gobernadores procesados o huidos- sino que además omitió dar datos precisos acerca de la renta universal ofrecida y dejó que se empolvara el proyecto del gobierno de coalición. Así, de repente, su campaña derivó hacia los lugares comunes que hemos venido escuchando las últimas semanas, y hacia clichés mil veces oídos y otras tantas ignorados. Sus discursos cayeron en el adocenamiento, pareciéndose más y más a los del continuismo encubridor que preconiza Meade. La progresión de su avance se detuvo y, en vez de seguirse aproximando a Andrés Manuel, empezó a sentir cerca los pasos del candidato priista, lo que en buen castellano viene a significar que, ni uno ni otro, ni Anaya ni Meade, podrán disputar -se entiende que con votos- el triunfo al abanderado morenista. Mas no obstante tantos y tan claros indicadores, el sistema no se resigna y está llevando al cabo un contraataque a fondo mediante la difusión de supuestos males apocalípticos que asolarán a México si llega al poder el tabasqueño. Sin más fundamento que su propia imaginación, hablan de un derrumbe de las estructuras financieras, de huida de capitales, de devaluación, de cierre de empresas, de desempleo, de inflación…, en fin, dibujan el caos y la ruina completa de la nación.


MENTIRAS E INFUNDIOS SIN FIN

El embate de estos señores, sin embargo, es difícil de creer, incluso para mentalidades desinformadas. Ni Larrea se puede llevar al extranjero las minas de cobre que el estado le tiene concesionadas ni le conviene parar un solo día de trabajarlas; tampoco Bailleres las minas de plata que explota ni Slim las plataformas petroleras de las que extraerá muy pronto abundante oro negro. Y por el estilo los demás macroempresarios metidos en este baile de infundios por Peña Nieto y Videgaray. No, amigo lector, no pasan de ser fintas que no llegarán a concretarse; son intentos de espantar a la gente sencilla con el clásico “petate del muerto”. Además advierta usted, amigo lector, que aunque López tiene una alta probabilidad de triunfar el 1 de julio, los parámetros económicos están más pendientes de las negociaciones del TLCAN que de la elección presidencial. Y a pesar de las evidencias, van y vienen desplegados, cartas y exhortos de organismos cupulares con mensajes intimidatorios que -tengo para mí- en realidad tienen como propósito crear una psicosis entre la población que impida, de un modo u otro, la normal realización de los comicios.


NO HAY FORMA DE EVITAR EL TRIUNFO DE ANDRÉS MANUEL

Es tanta la distancia existente en puntos entre el candidato oficialista y el de Morena -más de treinta, equivalentes a algo así como quince millones de votos- es tanta, repito, que aunque se obligue a Anaya a declinar a favor de Meade -o a la inversa- se considera de todo punto imposible que a través de esa unión forzada de última hora, y de comprar votos, de regalar enseres utilitarios, de acarrear electores, de condicionar programas sociales, de sustituir a ciudadanos con militantes en las casillas, y de un muy largo etcétera de todos conocido, el peñanietismo logre revertir una numerología demoscópica que prueba, no nada mas la abismal diferencia que hay al día de hoy entre los contendientes, sino a que la tendencia no suspende su ritmo ascendente. Así las cosas, ni siquiera con la flexibilidad colaboracionista de árbitros y jueces electorales es viable alcanzar la victoria, máxime que, a estas alturas del proceso, la hipotética alianza entre segundo y tercer lugar es políticamente inasequible, electoralmente impracticable y numéricamente insuficiente. Por otra parte, el notorio desaliento que priva en las filas priistas va seguramente a derivar en una especie de huelga de brazos caídos que no reactivará ni siquiera la habitual afluencia de recursos ilegales provenientes de las arcas del gobierno. No hay de otra… o encaja democráticamente la derrota o se aventura por rutas que quien sabe adonde llevarían a México.


EL VERDADERO PELIGRO PARA MÉXICO

Cuando se acaban las razones y la derrota es ineludible, el inminente perdedor tiene dos caminos a escoger: 1) resignarse a aceptarla, negociando al capitular condiciones benignas para los generales de sus ejércitos o, 2) evitarla a cualquier costo, asumiendo los riesgos implícitos en la decisión. El peligro es que, al sentirse acorralado por las circunstancias que le ha impuesto la inmodificable realidad, la cabeza de las fuerzas acosadas -léase Peña Nieto, e inclúyase tras él a los que hace seis años fueron promotores de su candidatura, es decir, a los principales capitostes de la política, la industria, la banca y el comercio, esos a los que Andrés Manuel agrupa bajo el rubro genérico de la mafia del poder-, el peligro, repito, es que busque una alternativa distinta a la de la entrega pacífica de la plaza, y entonces se acuda no solo a los métodos extralegales conocidos -los englobados en lo que llamamos eufemísticamente operación del voto- sino a otros procedimientos que, si se determina a usarlos, nadie sabe -ni siquiera él mismo- en lo que podrían desembocar.