/ viernes 23 de abril de 2021

¡La democracia de la vacuna…!

Seria necedad reclamar perfección en las vacunas contra la Covid-19 que hoy circulan en el mundo, cuando estamos enterados que los protocolos de investigación de esos biológicos establecen infinidad de pruebas y trámites que deben cumplir antes de ser reconocidas por la comunidad mundial de la salud. De las que ahora la humanidad dispone, se diseñaron y fabrican en tiempo récord, porque el planeta entero ha vivido casi dos años bajo el azote de la malignidad imprevista que aniquila a diestra y siniestra por miles. Pero ahora que se dispone de vacunas, la discusión es para que los poderosos no se las apropien en detrimento de las naciones débiles, porque aquellos quieren subyugar a los demás de esta manera. Las farmacéuticas de plácemes porque nunca imaginaron (“¿o sí?”) tan colosal y desproporcionado negocio, que además promete serlo durante algunos años. Como si los tesoros del legendario Alí Babá, o las minas de diamantes sudafricanas de repente estuviesen a su alcance. Los gobiernos felices porque este es un medio de control social. Pero no para las fuerzas opositoras, porque la ganancia electoral se la lleva el partido en el poder. A la vista ahora tenemos la perspectiva de una vida sin encierros. De otra manera seria la inmunidad de rebaño, que para alcanzarla, llenaría por millones los cementerios y las cuentas bancarias de las farmacéuticas no engordarían como actualmente lo hacen.

En México, la aplicación de la vacuna está siendo exitosa. A la menor convocatoria miles se congregan sin que nadie los acarree ni les ofrezcan obsequios. Congregados por el amor a la vida propia, en toda la nación cientos de miles acuden. Es de verdad hermoso contemplar a la ciudadanía que en romería acude a los centros de vacunación. Ordenadamente se forman y pacientes esperan el turno. El operativo funciona con agilidad, la Guardia Nacional y el ejército están bien organizados, las filas avanzan rápida y ordenadamente. No tarda demasiado el ciudadano en recibir el beneficio y hermoso también resulta contemplar los rostros de satisfacción, alegría y felicidad que se dibuja en ricos y pobres. Es genuino el interés con que acuden, presurosos y desmañanados. Amigos y enemigos, vecinos y desconocidos, hombres y mujeres. Bajo el común denominador de posibilitar la existencia personal.

La vacuna nos ha ubicado en un plano de igualdad. Aunque no faltan los desesperados y abusivos que se “saltan” la fila, se “disfrazan” o de última hora llegan y se quieren “colar” a los primeros sitios. Para todos hay. Es lo que me ha tocado ver. Sigue llegando al país la vacuna a cuenta gotas, lejos estamos de concluir la jornada, pero continúa su arribo. En la discusión política de todos los días, los opositores atentos a los prietitos en el arroz, encontraron que una enfermera, sabrá Dios si a propósito o por descuido, inoculó una jeringa vacía y la escandalera fue nacional. Alharaca que, por supuesto no se hace, porque ayer en Puebla un candidato blanquiazul disfrazado de anciano accedió al beneficio, al que aún no tenía derecho por su edad. Esta es una discusión de orden ético, a la que, sin defender a este señor, yo quiero decir que no veo nada injustificable, al procurar la propia salud, porque vida solo hay una y es “la mía” y me corresponde cuidarla. Y aunque suene mal, no justifico, pero algunos lo hacen a costa de lo que sea. En lo personal, he respetado el orden de la fila en el lugar que me corresponda. El beneficio de la campaña ha sido escalonado, atendiendo prioridades para los más expuestos y pienso que el éxito se verá casi de inmediato, porque comienzan a disminuir los contagios, como no sea que ahora una tercera ola nos azote. Pero bueno, hasta el ex presidente Echeverria y en silla de ruedas acudió a la vacunación. A todos nos asiste el derecho, aunque hay quienes, aun disponiendo de él, de propia convicción, conveniencia o desorientación no quieren su aplicación. Vivimos una jornada democrática por la salud, esperanzadora, gratuita, optimista. Nos mueven los resortes de la esperanza. Nos iguala a ricos y pobres. No faltan los miserables que buscan desacreditarla. Ni tampoco candidato o partido que quisieran manipularla en su beneficio, para que en el rio revuelto de las preferencias electorales acarreara el agua de las simpatías a su propio molino. Por fortuna hasta hoy, este operativo nacional permanece neutral, bien operado por el ejército, aplaudido por la ciudadanía y en ella miramos parte definitiva de la solución a esta maldición bíblica que nos azota.

Seria necedad reclamar perfección en las vacunas contra la Covid-19 que hoy circulan en el mundo, cuando estamos enterados que los protocolos de investigación de esos biológicos establecen infinidad de pruebas y trámites que deben cumplir antes de ser reconocidas por la comunidad mundial de la salud. De las que ahora la humanidad dispone, se diseñaron y fabrican en tiempo récord, porque el planeta entero ha vivido casi dos años bajo el azote de la malignidad imprevista que aniquila a diestra y siniestra por miles. Pero ahora que se dispone de vacunas, la discusión es para que los poderosos no se las apropien en detrimento de las naciones débiles, porque aquellos quieren subyugar a los demás de esta manera. Las farmacéuticas de plácemes porque nunca imaginaron (“¿o sí?”) tan colosal y desproporcionado negocio, que además promete serlo durante algunos años. Como si los tesoros del legendario Alí Babá, o las minas de diamantes sudafricanas de repente estuviesen a su alcance. Los gobiernos felices porque este es un medio de control social. Pero no para las fuerzas opositoras, porque la ganancia electoral se la lleva el partido en el poder. A la vista ahora tenemos la perspectiva de una vida sin encierros. De otra manera seria la inmunidad de rebaño, que para alcanzarla, llenaría por millones los cementerios y las cuentas bancarias de las farmacéuticas no engordarían como actualmente lo hacen.

En México, la aplicación de la vacuna está siendo exitosa. A la menor convocatoria miles se congregan sin que nadie los acarree ni les ofrezcan obsequios. Congregados por el amor a la vida propia, en toda la nación cientos de miles acuden. Es de verdad hermoso contemplar a la ciudadanía que en romería acude a los centros de vacunación. Ordenadamente se forman y pacientes esperan el turno. El operativo funciona con agilidad, la Guardia Nacional y el ejército están bien organizados, las filas avanzan rápida y ordenadamente. No tarda demasiado el ciudadano en recibir el beneficio y hermoso también resulta contemplar los rostros de satisfacción, alegría y felicidad que se dibuja en ricos y pobres. Es genuino el interés con que acuden, presurosos y desmañanados. Amigos y enemigos, vecinos y desconocidos, hombres y mujeres. Bajo el común denominador de posibilitar la existencia personal.

La vacuna nos ha ubicado en un plano de igualdad. Aunque no faltan los desesperados y abusivos que se “saltan” la fila, se “disfrazan” o de última hora llegan y se quieren “colar” a los primeros sitios. Para todos hay. Es lo que me ha tocado ver. Sigue llegando al país la vacuna a cuenta gotas, lejos estamos de concluir la jornada, pero continúa su arribo. En la discusión política de todos los días, los opositores atentos a los prietitos en el arroz, encontraron que una enfermera, sabrá Dios si a propósito o por descuido, inoculó una jeringa vacía y la escandalera fue nacional. Alharaca que, por supuesto no se hace, porque ayer en Puebla un candidato blanquiazul disfrazado de anciano accedió al beneficio, al que aún no tenía derecho por su edad. Esta es una discusión de orden ético, a la que, sin defender a este señor, yo quiero decir que no veo nada injustificable, al procurar la propia salud, porque vida solo hay una y es “la mía” y me corresponde cuidarla. Y aunque suene mal, no justifico, pero algunos lo hacen a costa de lo que sea. En lo personal, he respetado el orden de la fila en el lugar que me corresponda. El beneficio de la campaña ha sido escalonado, atendiendo prioridades para los más expuestos y pienso que el éxito se verá casi de inmediato, porque comienzan a disminuir los contagios, como no sea que ahora una tercera ola nos azote. Pero bueno, hasta el ex presidente Echeverria y en silla de ruedas acudió a la vacunación. A todos nos asiste el derecho, aunque hay quienes, aun disponiendo de él, de propia convicción, conveniencia o desorientación no quieren su aplicación. Vivimos una jornada democrática por la salud, esperanzadora, gratuita, optimista. Nos mueven los resortes de la esperanza. Nos iguala a ricos y pobres. No faltan los miserables que buscan desacreditarla. Ni tampoco candidato o partido que quisieran manipularla en su beneficio, para que en el rio revuelto de las preferencias electorales acarreara el agua de las simpatías a su propio molino. Por fortuna hasta hoy, este operativo nacional permanece neutral, bien operado por el ejército, aplaudido por la ciudadanía y en ella miramos parte definitiva de la solución a esta maldición bíblica que nos azota.