/ martes 15 de febrero de 2022

La errada travesía

La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida

Octavio Paz

Si hay algo que podemos reconocerle a nuestra sociedad, es la gran indiferencia con la que vive. Y ello es parte de una gran tragedia que nos lleva a extraviarnos de lo verdaderamente importante.

Jorge Luis Borges solía decir: “cuando yo era niño, yo no sabía entonces de la muerte, en ese entonces yo era inmortal”. Podríamos empatar que; cuando uno es joven, esa inmortalidad se despoja de la inocencia de la infancia para derramarse en soberbia y desdén, hasta que el tiempo nos hace entender, por arrebato o coyuntura, que tarde o temprano todas y todos comprobamos que nadie es inmortal.

Tal vez por esa misma situación no pasé por alto la columna que publicó recientemente Guadalupe Loaeza, intitulada “Desde el Sur”.

En ese artículo es posible encontrar una serie de reflexiones que bien vale la pena subrayar, entender y repasar: pues con lucidez y elegancia, y sin extravíos, se confirma que la tragedia de nuestra sociedad es su propia indolencia.

De su reflexión, Guadalupe nos confiesa que hoy se encuentra hospitalizada, razón por la cual nos describe el hecho de que entran y salen médicos de la habitación en la que hoy se encuentra, para dirigirse a ella con preguntas simples: ¿ha tenido temperatura? ¿tosió? ¿ya obró? ¿cuántas veces ha orinado? ¿tiene náuseas? ¿desde cuándo empezaron los síntomas? ¿ha tenido temperatura? ¿se alimenta sanamente? ¿Fuma? ¿Bebe? ¿se ejercita?...

Justo ahí, en esos breves interrogatorios, descubre que le llegan pensamientos obsesivos sobre el hecho de que no recuerda “dónde diablos puso la nota de la tintorería de una blusa y unos pantalones de Enrique”. Para después culparse así misma: “Si no salgo de esta, nadie recogerá estas prendas, yo soy la única que la guardé, no sé dónde la nota”.

Con su distinción indiscutible y refinada de la palabra, Loaeza nos adentra en los momentos que hoy la afligen, y que la llevan a reflexionar pacientemente en las palabras de Elizabeth Bisho: “¿cómo aprender el arte de perder algo que parece tan sencillo y esencial?... El arte de perder se denomina fácilmente; / tantas cosas parecen decididas a extraviarse / que su pérdida no es ningún desastre”.

  • Por increíble que parezca, ante una situación extrema como lo es una hospitalización por gravedad, el ser humano mantiene equilibrios que le hacen suponer que lo que está sucediendo tiene solución. Hasta que todo lo contrario pasa.

Por esa razón, me pareció importante hablar sobre las pérdidas en “la travesía” en la que todas y todos nos encontramos. Máxime que hoy, si las últimas estadísticas aciertan, el setenta por ciento de la población en México ha tenido noticias o conoce de manera directa las tragedias de perder la salud a causa de la pandemia o bien por enfermedades predecibles o evitables.

Decíamos columnas atrás, “si el tiempo no perdona nada de lo que haces o dejaste de hacer con él”, de igual forma la indiferencia nos condena. Y en las más de las veces, nos mal entierra.

Algo así está sucediendo con la pandemia. Su tratamiento y la manera en la que como gobierno y sociedad hemos enfrentado cada una de sus consecuencias han sido verdaderamente incierto y aventurado. Para decirlo más claro, como sociedad hemos errado en lo verdaderamente importante.

Lo que hagamos hoy y en los próximos años con nuestro sistema de salud, con nuestra propia salud, es algo que sencillamente marcará nuestra travesía como sociedad e individuos. Y si la “indiferencia del mexicano” persiste en tan laboriosa tarea de construcción y atención, entonces estaremos no solo condenados, si no muy alejados del bien morir. Pues tarde o temprano, sin desearlo, todas y todos estaremos ante ese breve interrogatorio médico de preguntas simples.

PD: Pronta recuperación a Guadalupe Loaeza, y a quienes hoy luchan por su salud y recuperación.

  • *Analista Político. Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida

Octavio Paz

Si hay algo que podemos reconocerle a nuestra sociedad, es la gran indiferencia con la que vive. Y ello es parte de una gran tragedia que nos lleva a extraviarnos de lo verdaderamente importante.

Jorge Luis Borges solía decir: “cuando yo era niño, yo no sabía entonces de la muerte, en ese entonces yo era inmortal”. Podríamos empatar que; cuando uno es joven, esa inmortalidad se despoja de la inocencia de la infancia para derramarse en soberbia y desdén, hasta que el tiempo nos hace entender, por arrebato o coyuntura, que tarde o temprano todas y todos comprobamos que nadie es inmortal.

Tal vez por esa misma situación no pasé por alto la columna que publicó recientemente Guadalupe Loaeza, intitulada “Desde el Sur”.

En ese artículo es posible encontrar una serie de reflexiones que bien vale la pena subrayar, entender y repasar: pues con lucidez y elegancia, y sin extravíos, se confirma que la tragedia de nuestra sociedad es su propia indolencia.

De su reflexión, Guadalupe nos confiesa que hoy se encuentra hospitalizada, razón por la cual nos describe el hecho de que entran y salen médicos de la habitación en la que hoy se encuentra, para dirigirse a ella con preguntas simples: ¿ha tenido temperatura? ¿tosió? ¿ya obró? ¿cuántas veces ha orinado? ¿tiene náuseas? ¿desde cuándo empezaron los síntomas? ¿ha tenido temperatura? ¿se alimenta sanamente? ¿Fuma? ¿Bebe? ¿se ejercita?...

Justo ahí, en esos breves interrogatorios, descubre que le llegan pensamientos obsesivos sobre el hecho de que no recuerda “dónde diablos puso la nota de la tintorería de una blusa y unos pantalones de Enrique”. Para después culparse así misma: “Si no salgo de esta, nadie recogerá estas prendas, yo soy la única que la guardé, no sé dónde la nota”.

Con su distinción indiscutible y refinada de la palabra, Loaeza nos adentra en los momentos que hoy la afligen, y que la llevan a reflexionar pacientemente en las palabras de Elizabeth Bisho: “¿cómo aprender el arte de perder algo que parece tan sencillo y esencial?... El arte de perder se denomina fácilmente; / tantas cosas parecen decididas a extraviarse / que su pérdida no es ningún desastre”.

  • Por increíble que parezca, ante una situación extrema como lo es una hospitalización por gravedad, el ser humano mantiene equilibrios que le hacen suponer que lo que está sucediendo tiene solución. Hasta que todo lo contrario pasa.

Por esa razón, me pareció importante hablar sobre las pérdidas en “la travesía” en la que todas y todos nos encontramos. Máxime que hoy, si las últimas estadísticas aciertan, el setenta por ciento de la población en México ha tenido noticias o conoce de manera directa las tragedias de perder la salud a causa de la pandemia o bien por enfermedades predecibles o evitables.

Decíamos columnas atrás, “si el tiempo no perdona nada de lo que haces o dejaste de hacer con él”, de igual forma la indiferencia nos condena. Y en las más de las veces, nos mal entierra.

Algo así está sucediendo con la pandemia. Su tratamiento y la manera en la que como gobierno y sociedad hemos enfrentado cada una de sus consecuencias han sido verdaderamente incierto y aventurado. Para decirlo más claro, como sociedad hemos errado en lo verdaderamente importante.

Lo que hagamos hoy y en los próximos años con nuestro sistema de salud, con nuestra propia salud, es algo que sencillamente marcará nuestra travesía como sociedad e individuos. Y si la “indiferencia del mexicano” persiste en tan laboriosa tarea de construcción y atención, entonces estaremos no solo condenados, si no muy alejados del bien morir. Pues tarde o temprano, sin desearlo, todas y todos estaremos ante ese breve interrogatorio médico de preguntas simples.

PD: Pronta recuperación a Guadalupe Loaeza, y a quienes hoy luchan por su salud y recuperación.

  • *Analista Político. Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204