/ martes 22 de septiembre de 2020

La gran igualadora

Corría 1975 cuando Ruth Bader Ginsburg hizo ver a los magistrados que la discriminación de género era un problema de fondo que perjudicaba igual a hombres que a mujeres. Lo hizo a partir del caso de Stephen Wiesenfeld, un hombre al que el gobierno negó la ayuda que la ley preveía para viudedad porque estaba reservada únicamente para mujeres. Es decir, al ganar un caso de discriminación por género a favor de un hombre, se abrió el camino para la igualdad de derechos, oportunidades y responsabilidades para las mujeres en los Estados Unidos de América.

Después del caso Wiesenfeld, Ruth Baden consiguió que el tribunal supremo de dicho país accediera a revisar si, durante siglos, había actuado con sesgo machista. Baden Ginsburg ganó cinco de seis casos entre 1973 y 1976 mientras el Proyecto de Mujeres de la Unión para las Libertades Civiles de América (ACLU, siglas en inglés) participó en 300 denuncias solo en dos años, entre 1972 y 1974. La puerta estaba abierta; se había conseguido lo que parecía imposible: "educar" a los jueces, quienes no creían que la discriminación de género existiera.

Bill Clinton la nominó como jueza de la Suprema Corte y el senado la ratificó por 96 votos contra 3, convirtiéndose así en la segunda mujer en ocupar tan distinguido espacio solo después de Sandra Day O’Connor, a quien profesaba una gran admiración a pesar de representar polos opuestos ideológicamente hablando. Ellas, con su respeto mutuo y trabajo conjunto a favor de la igualdad entre personas, fueron un gran ejemplo de cómo las mujeres podemos trabajar en nuestras coincidencias poniendo aparte las diferencias, como hoy podemos constatar a lo largo y ancho del planeta. Mujeres que pensamos distinto, trabajando juntas en sororidad y respeto por causas comunes.

Ruth Baden estudió en Harvard y en Columbia cuando era mal visto que las mujeres estudiaran y fue la número uno de su clase, aun cuando había miles de disposiciones legales que discriminaban a las mujeres, aun cuando la primera frase de la constitución de su país desde 1776 era "Que Todas las Personas son Iguales a los ojos de Dios". Dejó enseñanzas, modificaciones legales y en realidad, en cada sentencia evolucionó al planeta para convertirlo en uno mas justo y más consciente. La gran abogada era, especialmente, una gran mujer. Entre sus muchas enseñanzas, están:

"Mujeres y hombres son personas con igual dignidad y deberían contar igualmente ante la ley", "Me gustaría ser recordada como alguien que usó cualquier talento que tuviera para reparar rasgaduras de la sociedad". Contaba una anécdota al respecto del doble estándar de respeto al trabajo para mujeres que para hombre sobre su sugerencia al director de la escuela para que los llamados a comparecer por el comportamiento de su hijo hiperactivo, James, que eran una vez al mes al menos, se alternaran entre ella y su esposo. A partir de allí, y por la preocupación de los directivos escolares de distraer al padre de James del trabajo, los llamados se espaciaron a uno por semestre, en promedio.

Hay vidas que brillan por su talento, pero si éste no es dedicado a hacer el bien, no da fruto ni cumple su misión de evolucionar al mundo. Gracias Ruth Baden Ginsburg, fuiste brillante, llena de talento pero especialmente generosa con él. Mi generación, la de mis hijas y las que vengan, te rendiremos tributo como la mujer que, a similitud de Abraham Lincoln que liberó a los esclavos, reconoció e igualó a las mujeres como seres humanos. El Dios de todas y todos te haya recibido con fanfarrias. Descansa en paz; trascendiste.

Corría 1975 cuando Ruth Bader Ginsburg hizo ver a los magistrados que la discriminación de género era un problema de fondo que perjudicaba igual a hombres que a mujeres. Lo hizo a partir del caso de Stephen Wiesenfeld, un hombre al que el gobierno negó la ayuda que la ley preveía para viudedad porque estaba reservada únicamente para mujeres. Es decir, al ganar un caso de discriminación por género a favor de un hombre, se abrió el camino para la igualdad de derechos, oportunidades y responsabilidades para las mujeres en los Estados Unidos de América.

Después del caso Wiesenfeld, Ruth Baden consiguió que el tribunal supremo de dicho país accediera a revisar si, durante siglos, había actuado con sesgo machista. Baden Ginsburg ganó cinco de seis casos entre 1973 y 1976 mientras el Proyecto de Mujeres de la Unión para las Libertades Civiles de América (ACLU, siglas en inglés) participó en 300 denuncias solo en dos años, entre 1972 y 1974. La puerta estaba abierta; se había conseguido lo que parecía imposible: "educar" a los jueces, quienes no creían que la discriminación de género existiera.

Bill Clinton la nominó como jueza de la Suprema Corte y el senado la ratificó por 96 votos contra 3, convirtiéndose así en la segunda mujer en ocupar tan distinguido espacio solo después de Sandra Day O’Connor, a quien profesaba una gran admiración a pesar de representar polos opuestos ideológicamente hablando. Ellas, con su respeto mutuo y trabajo conjunto a favor de la igualdad entre personas, fueron un gran ejemplo de cómo las mujeres podemos trabajar en nuestras coincidencias poniendo aparte las diferencias, como hoy podemos constatar a lo largo y ancho del planeta. Mujeres que pensamos distinto, trabajando juntas en sororidad y respeto por causas comunes.

Ruth Baden estudió en Harvard y en Columbia cuando era mal visto que las mujeres estudiaran y fue la número uno de su clase, aun cuando había miles de disposiciones legales que discriminaban a las mujeres, aun cuando la primera frase de la constitución de su país desde 1776 era "Que Todas las Personas son Iguales a los ojos de Dios". Dejó enseñanzas, modificaciones legales y en realidad, en cada sentencia evolucionó al planeta para convertirlo en uno mas justo y más consciente. La gran abogada era, especialmente, una gran mujer. Entre sus muchas enseñanzas, están:

"Mujeres y hombres son personas con igual dignidad y deberían contar igualmente ante la ley", "Me gustaría ser recordada como alguien que usó cualquier talento que tuviera para reparar rasgaduras de la sociedad". Contaba una anécdota al respecto del doble estándar de respeto al trabajo para mujeres que para hombre sobre su sugerencia al director de la escuela para que los llamados a comparecer por el comportamiento de su hijo hiperactivo, James, que eran una vez al mes al menos, se alternaran entre ella y su esposo. A partir de allí, y por la preocupación de los directivos escolares de distraer al padre de James del trabajo, los llamados se espaciaron a uno por semestre, en promedio.

Hay vidas que brillan por su talento, pero si éste no es dedicado a hacer el bien, no da fruto ni cumple su misión de evolucionar al mundo. Gracias Ruth Baden Ginsburg, fuiste brillante, llena de talento pero especialmente generosa con él. Mi generación, la de mis hijas y las que vengan, te rendiremos tributo como la mujer que, a similitud de Abraham Lincoln que liberó a los esclavos, reconoció e igualó a las mujeres como seres humanos. El Dios de todas y todos te haya recibido con fanfarrias. Descansa en paz; trascendiste.