/ martes 11 de junio de 2019

La política es para evitar la confrontación y la guerra

  • ¿Es un logro militarizar la frontera sur y aceptar ser tercer país seguro? Me parece que no; en términos prácticos, se accedió a las condiciones de los Estados Unidos. No fue un acuerdo equilibrado.

La grave crisis por la que acaba de atravesar la relación comercial entre México y Estados Unidos es consecuencia de una mala previsión de la actual administración... nada tuvo que ver el pasado neoliberal o conservador. El presidente López Obrador abrió la puerta de par en par y sin control alguno, a la frontera con Guatemala y miles de centroamericanos vieron la oportunidad de ingresar a nuestro territorio para llegar a zona norteamericana.

Justificado su eterno respeto a los derechos humanos, al presidente se le hizo fácil repartir visas humanitarias, garantizar alimentación y refugio, prometer trabajo; digamos que la buena voluntad se le salió de las manos, porque llegaron más y más migrantes a nuestro país.

El presidente Trump -próximo a iniciar su juego político para reelegirse- no vio con buenos ojos estas acciones y encontró una forma efectiva para que México frenara ese flujo migratorio: condicionar el pago de aranceles a productos mexicanos que ingresaran a su país, empezando con el 5 % a partir del 10 de junio, hasta llegar al 25 % en el mes de octubre, si no se detenía el paso de los indocumentados.

La presión fue tal, que López Obrador envió una carta al mandatario estadounidense para llamarlo al diálogo, a ser prudente y para recordarle que a él no le “faltaba valor”, que no era “cobarde ni timorato” y que actuaba “por principios”, que creía “en la política que, entre otras, se inventó para evitar la confrontación y la guerra”, acto que en nada solucionó el problema, pues tuvo que ir a Washington el secretario de Relaciones Exteriores.

A final de cuentas, se llegó a un acuerdo anunciado, que evitó el descalabro que hubiera sido para la economía mexicana la aplicación de esta medida; lo que hay de fondo detrás de la negociación, debe explicarlo a detalle el gobierno mexicano. En tanto sucede, sabemos por los medios de comunicación, que México se comprometió a militarizar su frontera sur a partir de ya (con 6 mil elementos de la Guardia Nacional... ¿qué no existen más problemas de inseguridad y combate a narcotráfico que deben atenderse? ¿para este fin fue pensada la Guardia Nacional? ¿Cuáles serán los costos económicos y sociales que esto implica?).

También quedó el compromiso de resguardar, en territorio mexicano, a los migrantes centroamericanos que soliciten asilo a Estados Unidos, en tanto esperan la resolución de su trámite (¿no es esto ser tercer país seguro? ¿no se había opuesto el presidente a ello en días pasados?); además, esperar hasta 90 días la revisión de solicitudes (si no se obtienen los resultados esperados, ambas partes continuarán con conversaciones sobre otros posibles entendimientos) y ambas naciones trabajarán de manera conjunta, para fortalecer y convertir a Centroamérica en una zona segura, próspera y desarrollada.

¿Es un logro militarizar la frontera sur y aceptar ser tercer país seguro? Me parece que no; en términos prácticos, se accedió a las condiciones de los Estados Unidos. No fue un acuerdo equilibrado -¿en dónde está el equilibrio si solo México va a ofrecer oportunidades laborales, de acceso a educación y salud, y protección a los derechos humanos de los migrantes?-, pero por el momento, se evita el daño a la economía nacional; bajo estas condiciones, ¿entonces hay algo que celebrar en Tijuana?.

Lo cierto es que el primer mandatario no conoce de diplomacia; si bien las relaciones entre México y Estados Unidos no han sido fáciles, vale la pena recordar el manejo de la política exterior del presidente Calderón quien, en su momento, dejó claro los principios bajo los cuales actuaría el gobierno mexicano y los temas comunes de la región en los que había que trabajar: migración, cooperación en materia de seguridad, competitividad, libre comercio y crecimiento económico. El expresidente Peña, por su parte, también manifestó su ánimo de negociar, con base en el respeto mutuo, sin confrontaciones, como socios y buenos vecinos; hasta recibió a Jared Kushner, asesor del presidente norteamericano, sobre la importancia avanzar en las iniciativas conjuntas.

Antes de terminar, quiero reflexionar sobre algunas palabras de la carta del presidente López al presidente Trump, que no solo son aplicables en su política exterior; bien haría a la sociedad mexicana si las pusiera en práctica, pues muchas y muchos ciudadanos hemos señalado de manera reiterada que haga efectivo ese llamado a ser prudente y a dialogar con todos aquellos que no pensamos como él, sin caer en ataques ni en la constante descalificación de “fifís, neoliberales o conservadores”.

Disentir no significa estar en su contra, es una forma de encontrar en las diferencias, mejores soluciones a los muchos pendientes que se deben resolver; que se aplique en ser un buen político y “evitar la confrontación y la guerra”.

SEAMOS SERIOS

En la renuncia al frente de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, Jaime Rochín del Rincón señala que se requiere “un auténtico compromiso de todas las instituciones del gobierno de México y de los gobiernos estatales hacia las víctimas; no solo en discurso, sino en acciones”. Sin presupuesto es imposible atender a las víctimas. Seamos serios.


  • ¿Es un logro militarizar la frontera sur y aceptar ser tercer país seguro? Me parece que no; en términos prácticos, se accedió a las condiciones de los Estados Unidos. No fue un acuerdo equilibrado.

La grave crisis por la que acaba de atravesar la relación comercial entre México y Estados Unidos es consecuencia de una mala previsión de la actual administración... nada tuvo que ver el pasado neoliberal o conservador. El presidente López Obrador abrió la puerta de par en par y sin control alguno, a la frontera con Guatemala y miles de centroamericanos vieron la oportunidad de ingresar a nuestro territorio para llegar a zona norteamericana.

Justificado su eterno respeto a los derechos humanos, al presidente se le hizo fácil repartir visas humanitarias, garantizar alimentación y refugio, prometer trabajo; digamos que la buena voluntad se le salió de las manos, porque llegaron más y más migrantes a nuestro país.

El presidente Trump -próximo a iniciar su juego político para reelegirse- no vio con buenos ojos estas acciones y encontró una forma efectiva para que México frenara ese flujo migratorio: condicionar el pago de aranceles a productos mexicanos que ingresaran a su país, empezando con el 5 % a partir del 10 de junio, hasta llegar al 25 % en el mes de octubre, si no se detenía el paso de los indocumentados.

La presión fue tal, que López Obrador envió una carta al mandatario estadounidense para llamarlo al diálogo, a ser prudente y para recordarle que a él no le “faltaba valor”, que no era “cobarde ni timorato” y que actuaba “por principios”, que creía “en la política que, entre otras, se inventó para evitar la confrontación y la guerra”, acto que en nada solucionó el problema, pues tuvo que ir a Washington el secretario de Relaciones Exteriores.

A final de cuentas, se llegó a un acuerdo anunciado, que evitó el descalabro que hubiera sido para la economía mexicana la aplicación de esta medida; lo que hay de fondo detrás de la negociación, debe explicarlo a detalle el gobierno mexicano. En tanto sucede, sabemos por los medios de comunicación, que México se comprometió a militarizar su frontera sur a partir de ya (con 6 mil elementos de la Guardia Nacional... ¿qué no existen más problemas de inseguridad y combate a narcotráfico que deben atenderse? ¿para este fin fue pensada la Guardia Nacional? ¿Cuáles serán los costos económicos y sociales que esto implica?).

También quedó el compromiso de resguardar, en territorio mexicano, a los migrantes centroamericanos que soliciten asilo a Estados Unidos, en tanto esperan la resolución de su trámite (¿no es esto ser tercer país seguro? ¿no se había opuesto el presidente a ello en días pasados?); además, esperar hasta 90 días la revisión de solicitudes (si no se obtienen los resultados esperados, ambas partes continuarán con conversaciones sobre otros posibles entendimientos) y ambas naciones trabajarán de manera conjunta, para fortalecer y convertir a Centroamérica en una zona segura, próspera y desarrollada.

¿Es un logro militarizar la frontera sur y aceptar ser tercer país seguro? Me parece que no; en términos prácticos, se accedió a las condiciones de los Estados Unidos. No fue un acuerdo equilibrado -¿en dónde está el equilibrio si solo México va a ofrecer oportunidades laborales, de acceso a educación y salud, y protección a los derechos humanos de los migrantes?-, pero por el momento, se evita el daño a la economía nacional; bajo estas condiciones, ¿entonces hay algo que celebrar en Tijuana?.

Lo cierto es que el primer mandatario no conoce de diplomacia; si bien las relaciones entre México y Estados Unidos no han sido fáciles, vale la pena recordar el manejo de la política exterior del presidente Calderón quien, en su momento, dejó claro los principios bajo los cuales actuaría el gobierno mexicano y los temas comunes de la región en los que había que trabajar: migración, cooperación en materia de seguridad, competitividad, libre comercio y crecimiento económico. El expresidente Peña, por su parte, también manifestó su ánimo de negociar, con base en el respeto mutuo, sin confrontaciones, como socios y buenos vecinos; hasta recibió a Jared Kushner, asesor del presidente norteamericano, sobre la importancia avanzar en las iniciativas conjuntas.

Antes de terminar, quiero reflexionar sobre algunas palabras de la carta del presidente López al presidente Trump, que no solo son aplicables en su política exterior; bien haría a la sociedad mexicana si las pusiera en práctica, pues muchas y muchos ciudadanos hemos señalado de manera reiterada que haga efectivo ese llamado a ser prudente y a dialogar con todos aquellos que no pensamos como él, sin caer en ataques ni en la constante descalificación de “fifís, neoliberales o conservadores”.

Disentir no significa estar en su contra, es una forma de encontrar en las diferencias, mejores soluciones a los muchos pendientes que se deben resolver; que se aplique en ser un buen político y “evitar la confrontación y la guerra”.

SEAMOS SERIOS

En la renuncia al frente de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, Jaime Rochín del Rincón señala que se requiere “un auténtico compromiso de todas las instituciones del gobierno de México y de los gobiernos estatales hacia las víctimas; no solo en discurso, sino en acciones”. Sin presupuesto es imposible atender a las víctimas. Seamos serios.


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