/ viernes 29 de abril de 2022

“La tormenta perfecta…”

Para la ONU, pandemia y guerra configuran la tormenta perfecta. Equivale a una “bomba atómica” en materia de hambre. En América Latina por ahora no hay problemas de abasto salvo el encarecimiento y la escasez en los bolsillos. El conflicto en Ucrania disparó los precios internacionales y ahora hay ochocientos once millones de personas en el mundo sin comida suficiente, pero en México, en ocho semanas la canasta básica subió veintiséis pesos. Estamos en los prolegómenos de la “guerra por el agua”. El arrogante capital foráneo, ambiciona nuestros recursos hídricos. Los extranjeros solo piensan en saquearnos. Desde la Colonia “despanzurraron” el subsuelo patrio para llevarse oro y plata, y ahora resulta que los grandes bancos, esos que trafican con capitales, se han adueñado de mantos acuíferos. BBVA, Banco Azteca e Invermex, detentan seis punto nueve millones de metros cúbicos al año. Otorgados claro está, en los tres anteriores sexenios. HSBC, Santander, Banorte, y Citibanamex, disponen de sesenta y nueve concesiones. Obviamente con fines especulativos. Mal estamos si quienes lucran del dinero ajeno, se adueñan del agua. Y asómbrese, esas concesiones son por cien años. Los “Godzilas” financieros se han apoderado de la vida, con el mercado del agua. En tanto, ciudades como Guadalajara o estados como Nuevo León, viven la carestía. El suministro por tandeo y la amenaza de que pronto se agotará. En Puebla, los ciudadanos están en manos de una mafia que los explota sin piedad. Además, el maíz de nuestra diaria tortilla en gran parte, proviene del exterior. El trigo de Estados Unidos, Canadá y Ucrania. Pan y tortilla están cada vez más elevados en precio. Pero nuestros aprendices de truhanes, digo de legisladores, no quisieron rescatar la soberanía energética. El panorama no está “bonito”. Financieros y trasnacionales nos tienen en sus garras. En cambio, los anaqueles de supermercados y tiendas rebosan de comida chatarra procesada. Industrializan nuestras materias primas y las venden con añadidos químicos, que en el futuro provocarán adenocarcinomas y el camino a la tumba.

Gobernantes entreguistas por igual han hipotecado el futuro del país en su momento pasaron como “patriotas”, ensalzados por chayoteros e intelectuales orgánicos. A los mineros extranjeros les entregaron el cuarenta por ciento del suelo nacional. Si no extraen minerales, si especularán con su venta. Ni en el porfiriato ocurrió esto. Pero vea usted, las dulces manos de nuestras mujercitas aquí en Nopalucan, venden cientos de quesadillas y tlacoyos reactivando su economía. Que lejos nos miramos de los negocios paquidérmicos y tiranosauricos, vendemos globos y muéganos y quienes diseñaron en el pasado el desarrollo del pueblo aplauden a rabiar. Aunque desde luego hay muchas empresas mexicanas que dignifican el quehacer industrioso de México. Esta, es la sociedad globalizada bajo el imperio de los medios de comunicación y del prepotente capital extranjero para quienes poco importa cómo se vota y en qué sentido, porque finalmente los intereses de ellos buscan imponerse a como dé lugar y controlar nuestra vida y el futuro del país.

El asesinato brutal en Nuevo León de una joven dio motivo para manifestaciones en casi todo el país. Las aguas se encrespan, el ambiente se enrarece, a rio revuelto ganancia de poderosos.

Estamos en los prolegómenos de la “guerra por el agua”. El arrogante capital foráneo, ambiciona nuestros recursos hídricos. Los extranjeros solo piensan en saquearnos. Desde la Colonia “despanzurraron” el subsuelo patrio para llevarse oro y plata, y ahora resulta que los grandes bancos, esos que trafican con capitales, se han adueñado de mantos acuíferos. BBVA, Banco Azteca e Invermex, detentan seis punto nueve millones de metros cúbicos al año. Otorgados claro está, en los tres anteriores sexenios. HSBC, Santander, Banorte, y Citibanamex, disponen de sesenta y nueve concesiones. Obviamente con fines especulativos. Mal estamos si quienes lucran del dinero ajeno, se adueñan del agua. Y asómbrese, esas concesiones son por cien años.

Para la ONU, pandemia y guerra configuran la tormenta perfecta. Equivale a una “bomba atómica” en materia de hambre. En América Latina por ahora no hay problemas de abasto salvo el encarecimiento y la escasez en los bolsillos. El conflicto en Ucrania disparó los precios internacionales y ahora hay ochocientos once millones de personas en el mundo sin comida suficiente, pero en México, en ocho semanas la canasta básica subió veintiséis pesos. Estamos en los prolegómenos de la “guerra por el agua”. El arrogante capital foráneo, ambiciona nuestros recursos hídricos. Los extranjeros solo piensan en saquearnos. Desde la Colonia “despanzurraron” el subsuelo patrio para llevarse oro y plata, y ahora resulta que los grandes bancos, esos que trafican con capitales, se han adueñado de mantos acuíferos. BBVA, Banco Azteca e Invermex, detentan seis punto nueve millones de metros cúbicos al año. Otorgados claro está, en los tres anteriores sexenios. HSBC, Santander, Banorte, y Citibanamex, disponen de sesenta y nueve concesiones. Obviamente con fines especulativos. Mal estamos si quienes lucran del dinero ajeno, se adueñan del agua. Y asómbrese, esas concesiones son por cien años. Los “Godzilas” financieros se han apoderado de la vida, con el mercado del agua. En tanto, ciudades como Guadalajara o estados como Nuevo León, viven la carestía. El suministro por tandeo y la amenaza de que pronto se agotará. En Puebla, los ciudadanos están en manos de una mafia que los explota sin piedad. Además, el maíz de nuestra diaria tortilla en gran parte, proviene del exterior. El trigo de Estados Unidos, Canadá y Ucrania. Pan y tortilla están cada vez más elevados en precio. Pero nuestros aprendices de truhanes, digo de legisladores, no quisieron rescatar la soberanía energética. El panorama no está “bonito”. Financieros y trasnacionales nos tienen en sus garras. En cambio, los anaqueles de supermercados y tiendas rebosan de comida chatarra procesada. Industrializan nuestras materias primas y las venden con añadidos químicos, que en el futuro provocarán adenocarcinomas y el camino a la tumba.

Gobernantes entreguistas por igual han hipotecado el futuro del país en su momento pasaron como “patriotas”, ensalzados por chayoteros e intelectuales orgánicos. A los mineros extranjeros les entregaron el cuarenta por ciento del suelo nacional. Si no extraen minerales, si especularán con su venta. Ni en el porfiriato ocurrió esto. Pero vea usted, las dulces manos de nuestras mujercitas aquí en Nopalucan, venden cientos de quesadillas y tlacoyos reactivando su economía. Que lejos nos miramos de los negocios paquidérmicos y tiranosauricos, vendemos globos y muéganos y quienes diseñaron en el pasado el desarrollo del pueblo aplauden a rabiar. Aunque desde luego hay muchas empresas mexicanas que dignifican el quehacer industrioso de México. Esta, es la sociedad globalizada bajo el imperio de los medios de comunicación y del prepotente capital extranjero para quienes poco importa cómo se vota y en qué sentido, porque finalmente los intereses de ellos buscan imponerse a como dé lugar y controlar nuestra vida y el futuro del país.

El asesinato brutal en Nuevo León de una joven dio motivo para manifestaciones en casi todo el país. Las aguas se encrespan, el ambiente se enrarece, a rio revuelto ganancia de poderosos.

Estamos en los prolegómenos de la “guerra por el agua”. El arrogante capital foráneo, ambiciona nuestros recursos hídricos. Los extranjeros solo piensan en saquearnos. Desde la Colonia “despanzurraron” el subsuelo patrio para llevarse oro y plata, y ahora resulta que los grandes bancos, esos que trafican con capitales, se han adueñado de mantos acuíferos. BBVA, Banco Azteca e Invermex, detentan seis punto nueve millones de metros cúbicos al año. Otorgados claro está, en los tres anteriores sexenios. HSBC, Santander, Banorte, y Citibanamex, disponen de sesenta y nueve concesiones. Obviamente con fines especulativos. Mal estamos si quienes lucran del dinero ajeno, se adueñan del agua. Y asómbrese, esas concesiones son por cien años.