/ jueves 5 de julio de 2018

Los avatares de nuestro tiempo

¿Qué pasó el 1 de julio?

Todos sabemos que el domingo 1 de julio se vivió la jornada electoral más grande en la historia de México, sabemos también que para muchos el resultado ha pasado a significar un aliciente real y la generación de cierta esperanza por encontrar un futuro mejor, sobre todo si se considera que en muchas de las entidades federativas del país se vive una crisis de seguridad con niveles prácticamente inéditos.


Las cifras son el fundamento más fuerte para argumentar que la ciudadanía comprendió perfectamente la trascendencia de estas elecciones, según el Instituto Nacional Electoral fueron emitidos un total de 45 millones 557 mil 790 votos distribuidos porcentualmente de la siguiente manera: Andrés Manuel López Obrador el 52.96 %, Ricardo Anaya Cortés 22.49 %, José Antonio Meade 16.40 % y Jaime Rodríguez Calderón 5.13 % además de los registros a candidaturas no registradas y las cifras de los votos nulos que, hay que decir, ascendieron a más de un millón.


Definitivamente esta elección se configuró como la comparación de dos bloques, no ideológicos como muchos pretenden identificarlo, sino más bien de grupos, que al final de cuentas, aspiran a ocupar el poder y los cargos públicos para gobernar e implementar sus políticas. El resultado de la elección es alentador en tanto más del 62 % de la lista de electoras decidió ejercer su derecho y, las instituciones electorales lograron brindar la confianza y certeza suficiente en su actuar y en los resultados de la contienda.


Lo que sucedió el 1 de julio fue la graduación democrática de nuestro país, los ciudadanos en plena confianza en las autoridades emitieron su voto por uno u otro candidato, quienes al final de la jornada y una vez conocidas las tendencias, reconocieron sus derrotas y celebraron con mesura sus victorias. Tendremos que evaluar si le retiramos el calificativo de “incipiente” a la democracia mexicana después de lo demostrado el domingo pasado.


Ahora el reto para el próximo titular del poder ejecutivo federal es responde a las altas expectativas generadas por las promesas de campaña, gobernar, contrario a la idea generalizada, no es algo sencillo, mucho menos en un país con poco más de 120 millones de habitantes y con problemas serios de inseguridad y pobreza, solamente por mencionar algunos.


Considero que, lo suscitado el 1 de julio debe quedar atrás, ha pasado a ser el momento de que propongamos, seamos exigentes con el próximo gobierno que enfrentará los retos de: en las relaciones internacionales un escenario hostil en la relación bilateral México-Estados Unidos, en lo político el hecho de generar estabilidad y aliviar el encono en que muchas personas permanecen a pesar de los resultados electorales.


A manera de anotación: quiero reconocer el trabajo previo, durante y después de la jornada electoral por parte de la Fiscalía Especializada en Materia de Delitos Electorales y, consecuentemente a su titular el Dr. Héctor Marcos Díaz Santana quien fuese mi profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.


¿Qué pasó el 1 de julio?

Todos sabemos que el domingo 1 de julio se vivió la jornada electoral más grande en la historia de México, sabemos también que para muchos el resultado ha pasado a significar un aliciente real y la generación de cierta esperanza por encontrar un futuro mejor, sobre todo si se considera que en muchas de las entidades federativas del país se vive una crisis de seguridad con niveles prácticamente inéditos.


Las cifras son el fundamento más fuerte para argumentar que la ciudadanía comprendió perfectamente la trascendencia de estas elecciones, según el Instituto Nacional Electoral fueron emitidos un total de 45 millones 557 mil 790 votos distribuidos porcentualmente de la siguiente manera: Andrés Manuel López Obrador el 52.96 %, Ricardo Anaya Cortés 22.49 %, José Antonio Meade 16.40 % y Jaime Rodríguez Calderón 5.13 % además de los registros a candidaturas no registradas y las cifras de los votos nulos que, hay que decir, ascendieron a más de un millón.


Definitivamente esta elección se configuró como la comparación de dos bloques, no ideológicos como muchos pretenden identificarlo, sino más bien de grupos, que al final de cuentas, aspiran a ocupar el poder y los cargos públicos para gobernar e implementar sus políticas. El resultado de la elección es alentador en tanto más del 62 % de la lista de electoras decidió ejercer su derecho y, las instituciones electorales lograron brindar la confianza y certeza suficiente en su actuar y en los resultados de la contienda.


Lo que sucedió el 1 de julio fue la graduación democrática de nuestro país, los ciudadanos en plena confianza en las autoridades emitieron su voto por uno u otro candidato, quienes al final de la jornada y una vez conocidas las tendencias, reconocieron sus derrotas y celebraron con mesura sus victorias. Tendremos que evaluar si le retiramos el calificativo de “incipiente” a la democracia mexicana después de lo demostrado el domingo pasado.


Ahora el reto para el próximo titular del poder ejecutivo federal es responde a las altas expectativas generadas por las promesas de campaña, gobernar, contrario a la idea generalizada, no es algo sencillo, mucho menos en un país con poco más de 120 millones de habitantes y con problemas serios de inseguridad y pobreza, solamente por mencionar algunos.


Considero que, lo suscitado el 1 de julio debe quedar atrás, ha pasado a ser el momento de que propongamos, seamos exigentes con el próximo gobierno que enfrentará los retos de: en las relaciones internacionales un escenario hostil en la relación bilateral México-Estados Unidos, en lo político el hecho de generar estabilidad y aliviar el encono en que muchas personas permanecen a pesar de los resultados electorales.


A manera de anotación: quiero reconocer el trabajo previo, durante y después de la jornada electoral por parte de la Fiscalía Especializada en Materia de Delitos Electorales y, consecuentemente a su titular el Dr. Héctor Marcos Díaz Santana quien fuese mi profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.