/ jueves 4 de octubre de 2018

Los avatares de nuestro tiempo

La desigualdad es: ¡El reto!

Muchos de los problemas existentes en México, se podrán solucionar o, al menos, mantener como fenómenos con presencia marginal, en el momento en que la brecha de desigualdad se vea severamente reducida. La desigualdad para nuestro país ha entorpecido el desarrollo y crecimiento económico, así como la estabilidad; resulta indispensable combatir la pobreza y la desigualdad.

Hablar del fenómeno de la pobreza en México y en el mundo, como problema público, resulta conveniente y además necesario para formular una ruta destinada a la Política de Desarrollo Social que combata de manera frontal estas circunstancias que le duelen a México.

Para muchos la Desigualdad y la Pobreza mexicana es un remanente histórico que brota desde la época de la Conquista, donde la llegada de los españoles hizo que la riqueza de los recursos naturales se concentrará en unos cuantos grupos; y que aceleró su proceso de expansión entre los años de 1960 y 1980 por la falta de visión del gobierno para aprovechar los bonos demográficos a través de inversiones que llegarán al país desde el exterior, es decir que esta ventaja comparativa hacía de México un país altamente competitivo frente a otras economías, sin embargo el modelo económico mexicano de esos años no permitió la entrada de tales capitales en las magnitudes posibles y, además requeridas.

Por lo anterior, la actualidad de México, después de la implementación de una innumerable cantidad de programas que inciden en el combate a la pobreza, es complicada, dado que aún enfrenta una gran cantidad de retos para solucionar el problema, las propuestas para sortear todas estas dificultades deben tener espacio en las agendas de los gobiernos.

Definitivamente el hecho de hablar de Pobreza y Desigualdad trae consigo una enorme responsabilidad ética, que se demuestra desde encontrar una definición que sea capaz de agrupar las carencias de los individuos para satisfacer sus necesidades básicas y desarrollarse de manera plena -es decir-, vivir en Bienestar. Que, dicho sea, debe ser entendido como “todas las cosas buenas para una persona, que hacen que la vida sea buena. El Bienestar incluye el bienestar material, tal como el ingreso y la riqueza; el bienestar físico y psicológico, representado por la salud y la felicidad; y la educación y la capacidad de participar en la sociedad civil a través de la democracia y el imperio de la ley”.

Durante mucho tiempo ha existido el debate de cómo definir a la pobreza, sobre todo cómo medir algo difuso y complicado en sí mismo, hallando desde las posturas más simples como la de identificar la cantidad de ingreso de las personas y hacer comparativos con el ingreso total en promedio para conocer qué tan desigual ha sido la distribución de éste; sin embargo, posiciones aún más complejas e integrales consideran al ingreso solamente como una de tantas variables de análisis y medición de la pobreza que, en conjunto con las capacidades de los individuos para acceder a bienes y servicios básicos se configuran como metodologías más eficientes para conocer el problema de la desigualdad y, consecuentemente, el de la pobreza.

Pero medir y clasificar este tipo de fenómenos no es nada sencillo, las complicaciones van desde la definición de criterios y variables hasta la delimitación de la sección del problema a medir; aún y a pesar de estas dificultades, el valor útil de la medición de la pobreza es innegable: tiene las virtudes de poder condensar en valores numéricos la realidad y facilitar su entendimiento, es plausible invertir en mejor formas de medición de la pobreza para lograr tomar mejores decisiones en torno a la solución del problema.

La medición de la pobreza debe ser permanente en el tiempo, salvo ajustes periódicos, esto dado que de otra forma no se pueden comparar los resultados por unidad de tiempo, lo valioso de esos ejercicios es que se constituyen en evaluaciones de la política social, que haya aproximaciones para medir la pobreza de las formas siguientes:

1) Establecer líneas de pobreza contra las cuales se compara alguna medida de los recursos monetarios de los hogares; aquellos que poseen una cantidad inferior a la línea se clasifican como pobres y los que quedan por encima como no pobres.

2) El Método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI): se construyen con base en la satisfacción o insatisfacción de algunas necesidades consideradas básicas entre la cuales se encuentran la alimentación, la calidad y cantidad de la vivienda, los servicios con que cuenta la vivienda, el acceso a la salud y a la seguridad social, etc. Los hogares se clasifican en pobres o no pobres de acuerdo a las carencias en la satisfacción de dichas necesidades. La responsabilidad de los gobiernos con esta situación es la de generar mejores políticas que incentivan la mejora de la calidad de vida para las personas.

El reto está colocado y, parece ser que el próximo gobierno es sensible ante la situación. Habrá que ser partícipes para que la transformación sea real.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


La desigualdad es: ¡El reto!

Muchos de los problemas existentes en México, se podrán solucionar o, al menos, mantener como fenómenos con presencia marginal, en el momento en que la brecha de desigualdad se vea severamente reducida. La desigualdad para nuestro país ha entorpecido el desarrollo y crecimiento económico, así como la estabilidad; resulta indispensable combatir la pobreza y la desigualdad.

Hablar del fenómeno de la pobreza en México y en el mundo, como problema público, resulta conveniente y además necesario para formular una ruta destinada a la Política de Desarrollo Social que combata de manera frontal estas circunstancias que le duelen a México.

Para muchos la Desigualdad y la Pobreza mexicana es un remanente histórico que brota desde la época de la Conquista, donde la llegada de los españoles hizo que la riqueza de los recursos naturales se concentrará en unos cuantos grupos; y que aceleró su proceso de expansión entre los años de 1960 y 1980 por la falta de visión del gobierno para aprovechar los bonos demográficos a través de inversiones que llegarán al país desde el exterior, es decir que esta ventaja comparativa hacía de México un país altamente competitivo frente a otras economías, sin embargo el modelo económico mexicano de esos años no permitió la entrada de tales capitales en las magnitudes posibles y, además requeridas.

Por lo anterior, la actualidad de México, después de la implementación de una innumerable cantidad de programas que inciden en el combate a la pobreza, es complicada, dado que aún enfrenta una gran cantidad de retos para solucionar el problema, las propuestas para sortear todas estas dificultades deben tener espacio en las agendas de los gobiernos.

Definitivamente el hecho de hablar de Pobreza y Desigualdad trae consigo una enorme responsabilidad ética, que se demuestra desde encontrar una definición que sea capaz de agrupar las carencias de los individuos para satisfacer sus necesidades básicas y desarrollarse de manera plena -es decir-, vivir en Bienestar. Que, dicho sea, debe ser entendido como “todas las cosas buenas para una persona, que hacen que la vida sea buena. El Bienestar incluye el bienestar material, tal como el ingreso y la riqueza; el bienestar físico y psicológico, representado por la salud y la felicidad; y la educación y la capacidad de participar en la sociedad civil a través de la democracia y el imperio de la ley”.

Durante mucho tiempo ha existido el debate de cómo definir a la pobreza, sobre todo cómo medir algo difuso y complicado en sí mismo, hallando desde las posturas más simples como la de identificar la cantidad de ingreso de las personas y hacer comparativos con el ingreso total en promedio para conocer qué tan desigual ha sido la distribución de éste; sin embargo, posiciones aún más complejas e integrales consideran al ingreso solamente como una de tantas variables de análisis y medición de la pobreza que, en conjunto con las capacidades de los individuos para acceder a bienes y servicios básicos se configuran como metodologías más eficientes para conocer el problema de la desigualdad y, consecuentemente, el de la pobreza.

Pero medir y clasificar este tipo de fenómenos no es nada sencillo, las complicaciones van desde la definición de criterios y variables hasta la delimitación de la sección del problema a medir; aún y a pesar de estas dificultades, el valor útil de la medición de la pobreza es innegable: tiene las virtudes de poder condensar en valores numéricos la realidad y facilitar su entendimiento, es plausible invertir en mejor formas de medición de la pobreza para lograr tomar mejores decisiones en torno a la solución del problema.

La medición de la pobreza debe ser permanente en el tiempo, salvo ajustes periódicos, esto dado que de otra forma no se pueden comparar los resultados por unidad de tiempo, lo valioso de esos ejercicios es que se constituyen en evaluaciones de la política social, que haya aproximaciones para medir la pobreza de las formas siguientes:

1) Establecer líneas de pobreza contra las cuales se compara alguna medida de los recursos monetarios de los hogares; aquellos que poseen una cantidad inferior a la línea se clasifican como pobres y los que quedan por encima como no pobres.

2) El Método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI): se construyen con base en la satisfacción o insatisfacción de algunas necesidades consideradas básicas entre la cuales se encuentran la alimentación, la calidad y cantidad de la vivienda, los servicios con que cuenta la vivienda, el acceso a la salud y a la seguridad social, etc. Los hogares se clasifican en pobres o no pobres de acuerdo a las carencias en la satisfacción de dichas necesidades. La responsabilidad de los gobiernos con esta situación es la de generar mejores políticas que incentivan la mejora de la calidad de vida para las personas.

El reto está colocado y, parece ser que el próximo gobierno es sensible ante la situación. Habrá que ser partícipes para que la transformación sea real.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz