/ jueves 21 de marzo de 2019

LOS AVATARES DE NUESTRO TIEMPO

La importancia del Plan Nacional de Desarrollo

  • La formulación del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 me parece debe ser abordado, desde el gobierno, no solamente como un acto obligatorio, tampoco como un hecho meramente voluntarioso, sino como la oportunidad de manifestar públicamente las prioridades e identificar y trazar escenarios y estrategias para alcanzarlos.

La acción de gobierno en la actualidad, está situada en un entorno de complejidad porque los problemas públicos son multifactoriales, en ellos están involucrados más de dos actores que sostienen posturas frecuentemente irreconciliables

El proceso de políticas públicas en muchas ocasiones parece –emulando la descripción del sistema político de David Easton- una caja negra que, además, está reservada desafortunadamente para la esfera gubernamental y poco para la participación ciudadana. Sumado a esto, se cuentan con recursos escasos y el proceso de toma de decisiones es cada vez más reducido en tiempo, dado que se demanda prontitud y eficiencia de la intervención del gobierno en dichos asuntos. Por esta razón fundamental, el proceso de Planeación es trascendental para el cumplimiento de las responsabilidades y para lograr el bienestar común por el que el Estado justifica su propia existencia.

Sin embargo, el proceso de planeación ha sido históricamente –parece ser- un elemento accesorio. Contrario a lo fijado desde el estudio del gobierno, la administración y las políticas públicas, sobre la relevancia de la etapa de planeación para el proceso de gobierno, en México se contó con una legislación sólida hasta el año 1983 con la Ley de Planeación, que, en contexto, tras la reforma constitucional al artículo 26, se estableció con obligatoriedad la existencia de un Plan Nacional de Desarrollo (PND). Si bien es cierto que el documento constitucional manifiesta la necesidad de planeación nacional hasta la iniciativa de reforma de Miguel De la Madrid, ya existía una Ley sobre Planeación General de la República correspondiente al año 1930, de hecho, el primer plan sexenal es atribuido al Presidente Lázaro Cárdenas, como el primero de carácter nacional y una hoja de ruta real de sus acciones al frente del Gobierno (1934-1940).

De tal suerte, la curva de aprendizaje para la hechura del Plan Nacional de Desarrollo en el gobierno federal tiende desde 1930, y con más elementos técnicos y legales desde 1983, hasta nuestros días, donde el Presidente Andrés Manuel López Obrador tendrá que presentar en dicho plan, cuáles serán los ejes centrales y transversales del sexenio que abonen a la consolidación del proyecto nacional como lo señala la propia Constitución.

En este sentido, la entonces novedosa reforma al artículo 26 es importante porque señala que “el Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, competitividad, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la nación”. Este texto supone la generación de ejercicios de consulta y organización formales conjugados en un Sistema de Planeación Democrática, para lograr la consideración de las opiniones de la ciudadanía e identificar cuáles son las metas y objetivos nacionales en el sexenio.

Por esta razón es importante el Plan Nacional de Desarrollo, porque además de establecer las prioridades nacionales para el impulso del desarrollo, también realiza un diagnóstico de la situación actual y de la problemática para atender estos asuntos. Aunado a esto, se deben definir las estrategias necesarias para el logro de los objetivos, así como los indicadores y metas para dar seguimiento y mantener monitoreado el curso de la acción del gobierno en los diferentes temas.

El Plan podemos analizarlo en dos dimensiones: la primera, es el elemento discursivo, que a pesar de que en muchas ocasiones se descalifica a priori, es muy importante para lograr que la población se identifique con las metas nacionales; la segunda, responde a lo programático, es el elemento técnico del documento final de planeación, es innegablemente relevante dado que el PND deriva en programas sectoriales, institucionales, regionales y especiales, que tienen incidencia directa en la cotidianeidad de la vida diaria, tanto de las organizaciones públicas como de la población en general.

En este contexto, la formulación del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 me parece debe ser abordado, desde el gobierno, no solamente como un acto obligatorio, tampoco como un hecho meramente voluntarioso, sino como la oportunidad de manifestar públicamente las prioridades e identificar y trazar escenarios y estrategias para alcanzarlos. Las potencialidades con las que México cuenta para lograr crecimiento y desarrollo económico pasan, necesariamente, por la capacidad de sus gobiernos para tener procesos de planeación/planificación sólidos y serios para mitigar los problemas que pueden surgir en un entorno de complejidad, como el que sostenemos hoy. Habrá que esperar al mes de abril para conocer las estrategias que den forma a los ejes rectores identificados: Justicia y Estado de Derecho, Bienestar y Desarrollo Económico.

Facebook:

Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter:

@EnriqueBermC


La importancia del Plan Nacional de Desarrollo

  • La formulación del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 me parece debe ser abordado, desde el gobierno, no solamente como un acto obligatorio, tampoco como un hecho meramente voluntarioso, sino como la oportunidad de manifestar públicamente las prioridades e identificar y trazar escenarios y estrategias para alcanzarlos.

La acción de gobierno en la actualidad, está situada en un entorno de complejidad porque los problemas públicos son multifactoriales, en ellos están involucrados más de dos actores que sostienen posturas frecuentemente irreconciliables

El proceso de políticas públicas en muchas ocasiones parece –emulando la descripción del sistema político de David Easton- una caja negra que, además, está reservada desafortunadamente para la esfera gubernamental y poco para la participación ciudadana. Sumado a esto, se cuentan con recursos escasos y el proceso de toma de decisiones es cada vez más reducido en tiempo, dado que se demanda prontitud y eficiencia de la intervención del gobierno en dichos asuntos. Por esta razón fundamental, el proceso de Planeación es trascendental para el cumplimiento de las responsabilidades y para lograr el bienestar común por el que el Estado justifica su propia existencia.

Sin embargo, el proceso de planeación ha sido históricamente –parece ser- un elemento accesorio. Contrario a lo fijado desde el estudio del gobierno, la administración y las políticas públicas, sobre la relevancia de la etapa de planeación para el proceso de gobierno, en México se contó con una legislación sólida hasta el año 1983 con la Ley de Planeación, que, en contexto, tras la reforma constitucional al artículo 26, se estableció con obligatoriedad la existencia de un Plan Nacional de Desarrollo (PND). Si bien es cierto que el documento constitucional manifiesta la necesidad de planeación nacional hasta la iniciativa de reforma de Miguel De la Madrid, ya existía una Ley sobre Planeación General de la República correspondiente al año 1930, de hecho, el primer plan sexenal es atribuido al Presidente Lázaro Cárdenas, como el primero de carácter nacional y una hoja de ruta real de sus acciones al frente del Gobierno (1934-1940).

De tal suerte, la curva de aprendizaje para la hechura del Plan Nacional de Desarrollo en el gobierno federal tiende desde 1930, y con más elementos técnicos y legales desde 1983, hasta nuestros días, donde el Presidente Andrés Manuel López Obrador tendrá que presentar en dicho plan, cuáles serán los ejes centrales y transversales del sexenio que abonen a la consolidación del proyecto nacional como lo señala la propia Constitución.

En este sentido, la entonces novedosa reforma al artículo 26 es importante porque señala que “el Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, competitividad, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la nación”. Este texto supone la generación de ejercicios de consulta y organización formales conjugados en un Sistema de Planeación Democrática, para lograr la consideración de las opiniones de la ciudadanía e identificar cuáles son las metas y objetivos nacionales en el sexenio.

Por esta razón es importante el Plan Nacional de Desarrollo, porque además de establecer las prioridades nacionales para el impulso del desarrollo, también realiza un diagnóstico de la situación actual y de la problemática para atender estos asuntos. Aunado a esto, se deben definir las estrategias necesarias para el logro de los objetivos, así como los indicadores y metas para dar seguimiento y mantener monitoreado el curso de la acción del gobierno en los diferentes temas.

El Plan podemos analizarlo en dos dimensiones: la primera, es el elemento discursivo, que a pesar de que en muchas ocasiones se descalifica a priori, es muy importante para lograr que la población se identifique con las metas nacionales; la segunda, responde a lo programático, es el elemento técnico del documento final de planeación, es innegablemente relevante dado que el PND deriva en programas sectoriales, institucionales, regionales y especiales, que tienen incidencia directa en la cotidianeidad de la vida diaria, tanto de las organizaciones públicas como de la población en general.

En este contexto, la formulación del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 me parece debe ser abordado, desde el gobierno, no solamente como un acto obligatorio, tampoco como un hecho meramente voluntarioso, sino como la oportunidad de manifestar públicamente las prioridades e identificar y trazar escenarios y estrategias para alcanzarlos. Las potencialidades con las que México cuenta para lograr crecimiento y desarrollo económico pasan, necesariamente, por la capacidad de sus gobiernos para tener procesos de planeación/planificación sólidos y serios para mitigar los problemas que pueden surgir en un entorno de complejidad, como el que sostenemos hoy. Habrá que esperar al mes de abril para conocer las estrategias que den forma a los ejes rectores identificados: Justicia y Estado de Derecho, Bienestar y Desarrollo Económico.

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Luis Enrique Bermúdez Cruz

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