/ sábado 25 de mayo de 2019

LOS AVATARES DE NUESTRO TIEMPO

La frágil estabilidad internacional

Luis Enrique Bermúdez

Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, el escenario internacional entró en una suerte de conflicto silencioso, caracterizado por la abierta competencia científico-tecnológica, militar y política entre la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y los Estados Unidos de América (EUA). Fue tal el enfrentamiento y el contraste de los modelos económicos, que, hacia el año de 1991, se dio la caída de la URSS y, con ello, el inicio de la homogeneidad o el escaparate de la globalización moderna, que tuvo en el concierto internacional, a los Estados Unidos como el eje de referencia en el mundo.

Actualmente, la preponderancia de EUA como potencia mundial, se encuentra en entredicho, no por los conflictos militares que ha sostenido en Oriente medio, ni por su propia desaceleración económica y las crisis como la del 2008; sino por el crecimiento exponencial de otras economías en países abiertamente disidentes al liderazgo internacional de los norteamericanos, como lo son: el bloque de los BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Otra de las razones que explican el debilitamiento del orden internacional -sustentado en la capacidad de control de EUA- es la pérdida de una estrategia geopolítica en el país vecino.

Respecto a esta última idea, en el ámbito de las relaciones internacionales, el término “soft power” o “poder blando” hace referencia a la capacidad de ciertos países de influenciar, sin coerción en las acciones de otros; un ejemplo de esta política es: la Iniciativa Mérida para la cooperación en materia de seguridad entre EUA y México; otro ejemplo puede ser la inversión en cooperación para el desarrollo en Centroamérica, que en antaño ejercía EUA, por cifras millonarias. Esta visión estratégica, acompañada de una efectiva administración de la diplomacia, hoy, forma parte de la historia del país de las 13 colonias y no una materia de atención prioritaria.

Por lo anterior, la pérdida de liderazgo y de la concepción de EUA como una superpotencia, ha generado un estado de fragilidad en la estabilidad internacional. La visión localista del actual gobierno estadounidense los coloca a ellos, en un escenario contemplado, pero no esperado con tal celeridad.

En esta coyuntura se explican los fenómenos geopolíticos como el de Venezuela, el conflicto armado en Siria, el conflicto entre Ucrania y Rusia por el territorio de Crimea y la tensión de las relaciones entre China y Japón. Este escenario de conflicto, parece ser un símil con la Guerra Fría; con un cambio de protagonistas porque China ahora representa al rival de Estados Unidos.

Existe actualmente la abierta competencia entre la potencia asiática con una población de aproximadamente 1,387 millones de personas, y los Estados Unidos, que han sostenido una hegemonía desde la posguerra hasta nuestros días.

El conflicto ha cobrado una de las primeras víctimas: la empresa de telefonía celular y tabletas, Huawei; dado que la firma china ha sido incluida en una lista negra de los EUA, que impide a las empresas ofrecer servicios de software y soporte técnico a los equipos del gigante de la tecnología que es el primer lugar como fabricante de productos tecnológicos y el segundo mayor vendedor de teléfonos móviles en todo el mundo, lo que la sitúa con ganancias que ascienden a 7,850 millones de euros, solamente en el año pasado.

El argumento central de la decisión que hoy impide a empresas como Google o Intel mantener relaciones comerciales con Huawei es, que ésta última mantiene lazos con el gobierno chino, lo que la convierte en una amenaza para la seguridad nacional. Esta reacción es, ante todo, un dardo al libre mercado, a la idea de competencia económica y, responde, a intereses políticos muy específicos, pero, sobre todo, al intento desesperado de mantener el liderazgo internacional.

El embrollo del conflicto Beijing-Washington es síntoma de la obsolescencia del actual sistema de pesos y contrapesos en las relaciones internacionales y de la gestación de nuevas economías sólidas que buscan su expansión, incluso a costa de la estabilidad internacional. Muchos de los analistas geopolíticos manifiestan preocupación acerca de hacia dónde se puede dirigir el conflicto y si se cuentan con horizontes próximos para su resolución.

Mientras tanto, la política exterior de ambas potencias tiene que dar un giro, una (China) pudiese optar por ser menos incisiva o agresiva, y la otra (Estados Unidos) abandonar la postura reactiva para ser más proactiva; la estabilidad de los mercados internacionales así lo exige y, también, la fragilidad de la estabilidad internacional demanda el compromiso de ambas naciones por mantener el orden y la paz mundial. El tema será trascendental en los próximos años, sobre todo porque se prevé una desaceleración mundial de la economía que, simultánea y paradójicamente, situaría a China como la primera potencia.

Twitter: @EnriqueBermC

La frágil estabilidad internacional

Luis Enrique Bermúdez

Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, el escenario internacional entró en una suerte de conflicto silencioso, caracterizado por la abierta competencia científico-tecnológica, militar y política entre la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y los Estados Unidos de América (EUA). Fue tal el enfrentamiento y el contraste de los modelos económicos, que, hacia el año de 1991, se dio la caída de la URSS y, con ello, el inicio de la homogeneidad o el escaparate de la globalización moderna, que tuvo en el concierto internacional, a los Estados Unidos como el eje de referencia en el mundo.

Actualmente, la preponderancia de EUA como potencia mundial, se encuentra en entredicho, no por los conflictos militares que ha sostenido en Oriente medio, ni por su propia desaceleración económica y las crisis como la del 2008; sino por el crecimiento exponencial de otras economías en países abiertamente disidentes al liderazgo internacional de los norteamericanos, como lo son: el bloque de los BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Otra de las razones que explican el debilitamiento del orden internacional -sustentado en la capacidad de control de EUA- es la pérdida de una estrategia geopolítica en el país vecino.

Respecto a esta última idea, en el ámbito de las relaciones internacionales, el término “soft power” o “poder blando” hace referencia a la capacidad de ciertos países de influenciar, sin coerción en las acciones de otros; un ejemplo de esta política es: la Iniciativa Mérida para la cooperación en materia de seguridad entre EUA y México; otro ejemplo puede ser la inversión en cooperación para el desarrollo en Centroamérica, que en antaño ejercía EUA, por cifras millonarias. Esta visión estratégica, acompañada de una efectiva administración de la diplomacia, hoy, forma parte de la historia del país de las 13 colonias y no una materia de atención prioritaria.

Por lo anterior, la pérdida de liderazgo y de la concepción de EUA como una superpotencia, ha generado un estado de fragilidad en la estabilidad internacional. La visión localista del actual gobierno estadounidense los coloca a ellos, en un escenario contemplado, pero no esperado con tal celeridad.

En esta coyuntura se explican los fenómenos geopolíticos como el de Venezuela, el conflicto armado en Siria, el conflicto entre Ucrania y Rusia por el territorio de Crimea y la tensión de las relaciones entre China y Japón. Este escenario de conflicto, parece ser un símil con la Guerra Fría; con un cambio de protagonistas porque China ahora representa al rival de Estados Unidos.

Existe actualmente la abierta competencia entre la potencia asiática con una población de aproximadamente 1,387 millones de personas, y los Estados Unidos, que han sostenido una hegemonía desde la posguerra hasta nuestros días.

El conflicto ha cobrado una de las primeras víctimas: la empresa de telefonía celular y tabletas, Huawei; dado que la firma china ha sido incluida en una lista negra de los EUA, que impide a las empresas ofrecer servicios de software y soporte técnico a los equipos del gigante de la tecnología que es el primer lugar como fabricante de productos tecnológicos y el segundo mayor vendedor de teléfonos móviles en todo el mundo, lo que la sitúa con ganancias que ascienden a 7,850 millones de euros, solamente en el año pasado.

El argumento central de la decisión que hoy impide a empresas como Google o Intel mantener relaciones comerciales con Huawei es, que ésta última mantiene lazos con el gobierno chino, lo que la convierte en una amenaza para la seguridad nacional. Esta reacción es, ante todo, un dardo al libre mercado, a la idea de competencia económica y, responde, a intereses políticos muy específicos, pero, sobre todo, al intento desesperado de mantener el liderazgo internacional.

El embrollo del conflicto Beijing-Washington es síntoma de la obsolescencia del actual sistema de pesos y contrapesos en las relaciones internacionales y de la gestación de nuevas economías sólidas que buscan su expansión, incluso a costa de la estabilidad internacional. Muchos de los analistas geopolíticos manifiestan preocupación acerca de hacia dónde se puede dirigir el conflicto y si se cuentan con horizontes próximos para su resolución.

Mientras tanto, la política exterior de ambas potencias tiene que dar un giro, una (China) pudiese optar por ser menos incisiva o agresiva, y la otra (Estados Unidos) abandonar la postura reactiva para ser más proactiva; la estabilidad de los mercados internacionales así lo exige y, también, la fragilidad de la estabilidad internacional demanda el compromiso de ambas naciones por mantener el orden y la paz mundial. El tema será trascendental en los próximos años, sobre todo porque se prevé una desaceleración mundial de la economía que, simultánea y paradójicamente, situaría a China como la primera potencia.

Twitter: @EnriqueBermC