/ sábado 1 de junio de 2019

LOS AVATARES DE NUESTRO TIEMPO

Sapiencia y prudencia para gobernar

Los análisis políticos sobre la situación actual en México se han centrado en demasía en la persona del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador: en sus declaraciones, su protagonismo, sus discusiones con la oposición y, solamente en algunas ocasiones, sobre las políticas y programas prioritarios de su gobierno, la reorientación del gasto público, la austeridad republicana y los proyectos de infraestructura a realizarse. Dicha crítica no abona a la construcción de argumentos sólidos de consideración para la acción de gobierno, por el contrario, alimenta el espectáculo mediático, donde egos colisionan y todos perdemos. Por esta razón fundamental el debate político en nuestro país debe tener un viraje hacia lo sustantivo que, con la confección de un discurso suficientemente documentado, de cuenta de las opciones que el gobierno tiene para enfrentar los grandes problemas públicos.

Desde la trinchera de la Administración Pública, resta la disposición y la voluntad política para escuchar opiniones diversas o, a viva voz del Presidente: sostener un dialogo circular. Para lograr ese objetivo, se requiere, ineludiblemente, de sapiencia y prudencia para gobernar; que las políticas públicas estén orientadas por evidencia estadística, científica, etc.; que los proyectos de infraestructura agoten los estudios de impacto y costo-beneficio necesarios; que la reingeniería del gasto público sea cuidadosa; y que la austeridad republicana no tenga consecuencias directas en la reducción de las capacidades del gobierno para brindar servicios públicos, tan prioritarios como el de la salud.

Los gobiernos contemporáneos inciden en el crecimiento, aceleración, desaceleración, recesión y decrecimiento de la economía, por medio de diferentes herramientas, como: la política fiscal, la política monetaria (bajo la tutela de un Banco Central), la inversión pública y el grado de confianza y certidumbre que brinda a las empresas, tanto de capital nacional como extranjero, que invierten en el país; por ello es fundamental que las decisiones sean prudentes para lograr eficacia y eficiencia. El Banco de México, en su informe trimestral, de enero a marzo de 2019, espera un crecimiento económico de entre el 0.8% y 1.8%; no obstante, la prospectiva inicial, fijada por el gobierno federal, ascendía hasta el 4% para este año.

Si bien es cierto que el primer año de cada sexenio es complicado, en función de que los cuadros administrativos en el gobierno sufren reacomodos y, es innegable, la existencia de una curva de aprendizaje, en muchos casos prolongada; también es real, que el escenario descrito por el Banco de México, es en términos reales prácticamente un “0” en cuanto a crecimiento económico se refiere si se considera la previsión del aumento de la población total. Este escenario posible sitúa en un predicamento la estabilidad de precios y la propia sostenibilidad de grandes proyectos.

Sin embargo, aún resta bastante tiempo para cerrar las estadísticas económicas anuales, por lo que el gobierno cuenta con suficientes elementos para tomar decisiones orientadas a generar mejores condiciones de vida para las personas. Por ello es por lo que señalo la necesidad de sapiencia y prudencia para tomar decisiones en el gobierno, lo primero (sapiencia, conocimiento) puede estar presente, pero si lo segundo (prudencia, temple) está ausente, las decisiones apresuradas no suelen contar con los resultados deseados.

La profesora de la Universidad de Harvard, por cierto mexicana, Viridiana Ríos, argumentó correctamente que el bajo crecimiento económico del primer trimestre no es culpa del Presidente y el gobierno, sin embargo -concuerdo- con el paso del tiempo sí puede serlo, si no tiene en consideración algunos casos significativos, como: primero, evitar confrontaciones con los tenedores de deuda de PEMEX (empresa sobre la que parece sembrar toda esperanza) a fin de que no se afecte -como con las calificadoras internacionales- la imagen de México en el exterior; la segunda, generar inversión lógica y no destinar recursos en proyectos de dudosa factibilidad; tercero, incrementar la recaudación fiscal para la financiación de los programas y proyectos prioritarios.

En buena medida, estas acciones concretas, responden a los principios de sapiencia y prudencia para gobernar. Un país tan complicado, con puntos rojos de gobernabilidad y con previsiones económicas raquíticas, exige de los gobiernos de todos los niveles, seriedad y, simultáneamente, sagacidad para enfrentar y resolver los problemas públicos.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC

Sapiencia y prudencia para gobernar

Los análisis políticos sobre la situación actual en México se han centrado en demasía en la persona del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador: en sus declaraciones, su protagonismo, sus discusiones con la oposición y, solamente en algunas ocasiones, sobre las políticas y programas prioritarios de su gobierno, la reorientación del gasto público, la austeridad republicana y los proyectos de infraestructura a realizarse. Dicha crítica no abona a la construcción de argumentos sólidos de consideración para la acción de gobierno, por el contrario, alimenta el espectáculo mediático, donde egos colisionan y todos perdemos. Por esta razón fundamental el debate político en nuestro país debe tener un viraje hacia lo sustantivo que, con la confección de un discurso suficientemente documentado, de cuenta de las opciones que el gobierno tiene para enfrentar los grandes problemas públicos.

Desde la trinchera de la Administración Pública, resta la disposición y la voluntad política para escuchar opiniones diversas o, a viva voz del Presidente: sostener un dialogo circular. Para lograr ese objetivo, se requiere, ineludiblemente, de sapiencia y prudencia para gobernar; que las políticas públicas estén orientadas por evidencia estadística, científica, etc.; que los proyectos de infraestructura agoten los estudios de impacto y costo-beneficio necesarios; que la reingeniería del gasto público sea cuidadosa; y que la austeridad republicana no tenga consecuencias directas en la reducción de las capacidades del gobierno para brindar servicios públicos, tan prioritarios como el de la salud.

Los gobiernos contemporáneos inciden en el crecimiento, aceleración, desaceleración, recesión y decrecimiento de la economía, por medio de diferentes herramientas, como: la política fiscal, la política monetaria (bajo la tutela de un Banco Central), la inversión pública y el grado de confianza y certidumbre que brinda a las empresas, tanto de capital nacional como extranjero, que invierten en el país; por ello es fundamental que las decisiones sean prudentes para lograr eficacia y eficiencia. El Banco de México, en su informe trimestral, de enero a marzo de 2019, espera un crecimiento económico de entre el 0.8% y 1.8%; no obstante, la prospectiva inicial, fijada por el gobierno federal, ascendía hasta el 4% para este año.

Si bien es cierto que el primer año de cada sexenio es complicado, en función de que los cuadros administrativos en el gobierno sufren reacomodos y, es innegable, la existencia de una curva de aprendizaje, en muchos casos prolongada; también es real, que el escenario descrito por el Banco de México, es en términos reales prácticamente un “0” en cuanto a crecimiento económico se refiere si se considera la previsión del aumento de la población total. Este escenario posible sitúa en un predicamento la estabilidad de precios y la propia sostenibilidad de grandes proyectos.

Sin embargo, aún resta bastante tiempo para cerrar las estadísticas económicas anuales, por lo que el gobierno cuenta con suficientes elementos para tomar decisiones orientadas a generar mejores condiciones de vida para las personas. Por ello es por lo que señalo la necesidad de sapiencia y prudencia para tomar decisiones en el gobierno, lo primero (sapiencia, conocimiento) puede estar presente, pero si lo segundo (prudencia, temple) está ausente, las decisiones apresuradas no suelen contar con los resultados deseados.

La profesora de la Universidad de Harvard, por cierto mexicana, Viridiana Ríos, argumentó correctamente que el bajo crecimiento económico del primer trimestre no es culpa del Presidente y el gobierno, sin embargo -concuerdo- con el paso del tiempo sí puede serlo, si no tiene en consideración algunos casos significativos, como: primero, evitar confrontaciones con los tenedores de deuda de PEMEX (empresa sobre la que parece sembrar toda esperanza) a fin de que no se afecte -como con las calificadoras internacionales- la imagen de México en el exterior; la segunda, generar inversión lógica y no destinar recursos en proyectos de dudosa factibilidad; tercero, incrementar la recaudación fiscal para la financiación de los programas y proyectos prioritarios.

En buena medida, estas acciones concretas, responden a los principios de sapiencia y prudencia para gobernar. Un país tan complicado, con puntos rojos de gobernabilidad y con previsiones económicas raquíticas, exige de los gobiernos de todos los niveles, seriedad y, simultáneamente, sagacidad para enfrentar y resolver los problemas públicos.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC