/ sábado 5 de junio de 2021

Los Avatares de Nuestro Tiempo | Arte y humanidad después de las crisis

En las postrimerías de los tiempos de guerra y con la llegada de los acuerdos de paz contenidos en el Tratado de Versalles, inició el período de los “felices años 20” una etapa de transformaciones en la población mundial. El fin de la Primera Guerra Mundial generó un estado de euforia y confianza en la sociedad. Quizás así lo demuestran Catherine Barkley y Frederich Henry en “Adiós a las armas” obra de Ernest Hemingway que retrata con fidelidad el valor de la voluntad humana y el proceso de renacimiento que significó el fin del conflicto.

También puede ser, otro elemento gráfico de la transformación en la posguerra, la vida de resistencia y estoicismo de Jimmy Herf, el protagonista de “Manhattan Transfer” novela de John Dos Passos. En ambos casos es evidente que el período después calificado como “entre guerras” fue -sine qua non- factor de las profundas transformaciones en los valores y en las propias dinámicas sociales adquiridas. Inadvertidamente, la literatura permite mirar en retrospectiva y alimentar la prospectiva para señalar que los grandes hechos internacionales tienen consecuencias a nivel individual y social.

Después del período de paz y el comienzo de las hostilidades agrupadas como Segunda Guerra Mundial, el mundo también cambió. Determinantemente, estos dos procesos bélicos han definido: la integración cultural en el mundo, la competencia económica, la creación de organismos internacionales, la toma de relevancia del derecho internacional, procesos migratorios históricos, etc. Sucintamente, ambos hechos históricos marcaron el derrotero de la historia mundial.

Las consecuencias también llegaron a las expresiones más humanas como el arte y su reflejo de entendimiento del mundo. Es el surrealismo quizás la expresión más acabada de la realidad en que más de uno no quisiera estar. Es la contraposición de lo racional y aquella visión superlativa de ésta, el rebase de los límites racionalistas.

Ahora mismo, en el inicio del fin de la pandemia, conviene pensar y repensar en los movimientos intelectuales, literarios y en general artísticos que se están gestando. Un acontecimiento de las dimensiones de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 no puede pasar inadvertido de los foros de expresión humana como los libros, la pintura o el cine. No tengo duda que se podrá identificar algún rasgo distintivo o incluso una corriente artística pandémica porque además generó una afrenta a quienes señalaban la liquidez de nuestro tiempo, el nihilismo y la permanente movilidad de todo, todo era inexacto. La pandemia lo detuvo, generó una introspección profunda en la humanidad.

Por esas razones y con el símil de otros acontecimientos que han paralizado a la humanidad o marcado un hito en la historia, como el caso de las más grandes guerras, considero que los cambios -aquellos no superficiales- no solamente relacionados con cotidianidad de las personas sino con cómo nos veremos con el lente de la historia a través de nuestro arte, nuestra ciencia, nuestras letras en el futuro, aún no podemos visualizarlos con precisión.

A pesar de que el mundo aparentemente regrese al estadio sostenido antes de la pandemia, en esencia seguramente existirán más cambios de los que percibimos. Quizás solamente con el paso del tiempo identificaremos las singularidades de este nuevo tiempo y a futuro podamos leer obras como “Vida y Destino” de la autoría de Vasili Grossman referenciadas ahora en la historia de la humanidad en la época pandémica “La humanidad y los virus” o la “La humanidad en jaque”. Afortunadamente, en prospectiva podremos leer cómo se avanzó por sobre todo con estoicismo.

En general solamente espero que el arte post-pandémico sea disruptivo, surrealista y que las corrientes literarias adquieran nuevos bríos y exponentes, sobre todo bajo el argumento de que arte-humanidad son figuras y concepciones renovadas después de las crisis.

En las postrimerías de los tiempos de guerra y con la llegada de los acuerdos de paz contenidos en el Tratado de Versalles, inició el período de los “felices años 20” una etapa de transformaciones en la población mundial. El fin de la Primera Guerra Mundial generó un estado de euforia y confianza en la sociedad. Quizás así lo demuestran Catherine Barkley y Frederich Henry en “Adiós a las armas” obra de Ernest Hemingway que retrata con fidelidad el valor de la voluntad humana y el proceso de renacimiento que significó el fin del conflicto.

También puede ser, otro elemento gráfico de la transformación en la posguerra, la vida de resistencia y estoicismo de Jimmy Herf, el protagonista de “Manhattan Transfer” novela de John Dos Passos. En ambos casos es evidente que el período después calificado como “entre guerras” fue -sine qua non- factor de las profundas transformaciones en los valores y en las propias dinámicas sociales adquiridas. Inadvertidamente, la literatura permite mirar en retrospectiva y alimentar la prospectiva para señalar que los grandes hechos internacionales tienen consecuencias a nivel individual y social.

Después del período de paz y el comienzo de las hostilidades agrupadas como Segunda Guerra Mundial, el mundo también cambió. Determinantemente, estos dos procesos bélicos han definido: la integración cultural en el mundo, la competencia económica, la creación de organismos internacionales, la toma de relevancia del derecho internacional, procesos migratorios históricos, etc. Sucintamente, ambos hechos históricos marcaron el derrotero de la historia mundial.

Las consecuencias también llegaron a las expresiones más humanas como el arte y su reflejo de entendimiento del mundo. Es el surrealismo quizás la expresión más acabada de la realidad en que más de uno no quisiera estar. Es la contraposición de lo racional y aquella visión superlativa de ésta, el rebase de los límites racionalistas.

Ahora mismo, en el inicio del fin de la pandemia, conviene pensar y repensar en los movimientos intelectuales, literarios y en general artísticos que se están gestando. Un acontecimiento de las dimensiones de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 no puede pasar inadvertido de los foros de expresión humana como los libros, la pintura o el cine. No tengo duda que se podrá identificar algún rasgo distintivo o incluso una corriente artística pandémica porque además generó una afrenta a quienes señalaban la liquidez de nuestro tiempo, el nihilismo y la permanente movilidad de todo, todo era inexacto. La pandemia lo detuvo, generó una introspección profunda en la humanidad.

Por esas razones y con el símil de otros acontecimientos que han paralizado a la humanidad o marcado un hito en la historia, como el caso de las más grandes guerras, considero que los cambios -aquellos no superficiales- no solamente relacionados con cotidianidad de las personas sino con cómo nos veremos con el lente de la historia a través de nuestro arte, nuestra ciencia, nuestras letras en el futuro, aún no podemos visualizarlos con precisión.

A pesar de que el mundo aparentemente regrese al estadio sostenido antes de la pandemia, en esencia seguramente existirán más cambios de los que percibimos. Quizás solamente con el paso del tiempo identificaremos las singularidades de este nuevo tiempo y a futuro podamos leer obras como “Vida y Destino” de la autoría de Vasili Grossman referenciadas ahora en la historia de la humanidad en la época pandémica “La humanidad y los virus” o la “La humanidad en jaque”. Afortunadamente, en prospectiva podremos leer cómo se avanzó por sobre todo con estoicismo.

En general solamente espero que el arte post-pandémico sea disruptivo, surrealista y que las corrientes literarias adquieran nuevos bríos y exponentes, sobre todo bajo el argumento de que arte-humanidad son figuras y concepciones renovadas después de las crisis.