/ jueves 20 de septiembre de 2018

Los avatares de nuestro tiempo | ¿Bancarrota o no?

El discurso político es, ensimismo dos dimensiones: la primera es la de la lógica formal que exige demostración; la segunda responde al campo de lo informal donde adquiere un peso específico la argumentación. Dicho sea, la demostración puede ser válida o inválida, mientras que, la argumentación es, o más o menos, fuerte y convincente; es decir más que allegarse a la lógica formal está íntimamente relacionada con la retórica, en el sentido de que se hace valer de recursos subjetivos para la búsqueda del convencimiento, desdeña la evidencia y enaltece valores no necesariamente justificados. Sin embargo, la retórica es, quizás, la herramienta fundacional de la política, dado que actúa como enlace entre de las acciones, el actor político, el público y su contexto determinado.


En función de esto, resulta necesario recuperar la calidad retórica de los actores involucrados en la vida pública del país, rebasar la hechura de artilugios para engañar o justificar la ineficiencia, para entonces pasar a la búsqueda de verdadera argumentación. Me parece que aquí radica, en mucho, el reto de la actividad política contemporánea.


En el año 2011, el destacado escritor mexicano Juan Villoro escribió un artículo titulado “El desprestigio del político”, en el que hallaba como razón de dicho estadio de la actividad política en México y el mundo, el hecho de que el discurso era, sencillamente “aire hueco”; ese diagnóstico devastador no debió haber pasado desapercibido. Justo en estos días ronda la declaración de que “México está en bancarrota” y eso es un determinante de que nuestro país no cuente con la posibilidad de mejorar.


Pero para que, desde la visión de la lógica formal, una declaración de esas dimensiones sea tomada por válida, cabe hacer la pregunta ¿De verdad es posible que sea demostrada o es, retóricamente, un artilugio para justificar la probable inoperatividad gubernamental? La evidencia parece demostrar que dicha declaración es atrevida y sin apego a fuentes.


Para que un país sea declarado en “bancarrota” tienen que cumplirse ciertas premisas, por ejemplo: que su gobierno se declare imposibilitado para cumplir con sus compromisos del pago de su deuda, que tenga comprometida prácticamente la totalidad de su presupuesto para el pago de deuda externa, que cuente con altas tasas de inflación, etc. Empero, México, afortunadamente, no cumple con ninguna de estas condiciones.


A pesar de que la deuda creció pública creció para pasar a representar el 46.2% del Producto Interno Bruto (PIB), aún es administrable, las cifras en otros países como Estados Unidos son de más del 70% de su PIB. Calificadoras internacionales como Moody’s le dan una calificación positiva a México que lo sitúa en la posibilidad de recibir inversión e incluso créditos internacionales, además, la inversión extranjera en los últimos cinco años asciende a más de 200 mil millones de dólares.


Sucintamente, la “bancarrota” es inexistente. Lo que sí se puede generar, es una crisis, alentada por los severos problemas en otros países como: Turquía y en nuestro continente países como Argentina y Venezuela, este último sí en bancarrota.


Las declaraciones, los discursos políticos de autoridades actuales y próxima deben estar acompañadas de cautela, rigor metodológico y conceptual, así como irrestricto apego a la evidencia. Los ciudadanos exigen tal hecho, responsabilidad de lo que se dice y acciones concretas para resolver los problemas de la vida pública. El discurso debe ser el catalizador de las acciones orientadas a metas y objetivos; y no el generador de dudas, crisis o confusiones.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


Twitter: @bermdez_Cv21

El discurso político es, ensimismo dos dimensiones: la primera es la de la lógica formal que exige demostración; la segunda responde al campo de lo informal donde adquiere un peso específico la argumentación. Dicho sea, la demostración puede ser válida o inválida, mientras que, la argumentación es, o más o menos, fuerte y convincente; es decir más que allegarse a la lógica formal está íntimamente relacionada con la retórica, en el sentido de que se hace valer de recursos subjetivos para la búsqueda del convencimiento, desdeña la evidencia y enaltece valores no necesariamente justificados. Sin embargo, la retórica es, quizás, la herramienta fundacional de la política, dado que actúa como enlace entre de las acciones, el actor político, el público y su contexto determinado.


En función de esto, resulta necesario recuperar la calidad retórica de los actores involucrados en la vida pública del país, rebasar la hechura de artilugios para engañar o justificar la ineficiencia, para entonces pasar a la búsqueda de verdadera argumentación. Me parece que aquí radica, en mucho, el reto de la actividad política contemporánea.


En el año 2011, el destacado escritor mexicano Juan Villoro escribió un artículo titulado “El desprestigio del político”, en el que hallaba como razón de dicho estadio de la actividad política en México y el mundo, el hecho de que el discurso era, sencillamente “aire hueco”; ese diagnóstico devastador no debió haber pasado desapercibido. Justo en estos días ronda la declaración de que “México está en bancarrota” y eso es un determinante de que nuestro país no cuente con la posibilidad de mejorar.


Pero para que, desde la visión de la lógica formal, una declaración de esas dimensiones sea tomada por válida, cabe hacer la pregunta ¿De verdad es posible que sea demostrada o es, retóricamente, un artilugio para justificar la probable inoperatividad gubernamental? La evidencia parece demostrar que dicha declaración es atrevida y sin apego a fuentes.


Para que un país sea declarado en “bancarrota” tienen que cumplirse ciertas premisas, por ejemplo: que su gobierno se declare imposibilitado para cumplir con sus compromisos del pago de su deuda, que tenga comprometida prácticamente la totalidad de su presupuesto para el pago de deuda externa, que cuente con altas tasas de inflación, etc. Empero, México, afortunadamente, no cumple con ninguna de estas condiciones.


A pesar de que la deuda creció pública creció para pasar a representar el 46.2% del Producto Interno Bruto (PIB), aún es administrable, las cifras en otros países como Estados Unidos son de más del 70% de su PIB. Calificadoras internacionales como Moody’s le dan una calificación positiva a México que lo sitúa en la posibilidad de recibir inversión e incluso créditos internacionales, además, la inversión extranjera en los últimos cinco años asciende a más de 200 mil millones de dólares.


Sucintamente, la “bancarrota” es inexistente. Lo que sí se puede generar, es una crisis, alentada por los severos problemas en otros países como: Turquía y en nuestro continente países como Argentina y Venezuela, este último sí en bancarrota.


Las declaraciones, los discursos políticos de autoridades actuales y próxima deben estar acompañadas de cautela, rigor metodológico y conceptual, así como irrestricto apego a la evidencia. Los ciudadanos exigen tal hecho, responsabilidad de lo que se dice y acciones concretas para resolver los problemas de la vida pública. El discurso debe ser el catalizador de las acciones orientadas a metas y objetivos; y no el generador de dudas, crisis o confusiones.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


Twitter: @bermdez_Cv21