/ sábado 22 de febrero de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | Combatir el miedo en la sociedad

  • En México, así como en muchas otras partes del mundo, las noticias generan miedo, nerviosismo, incertidumbre e -incluso- pánico. No es culpa de los medios de comunicación y mucho menos de la socialización de lo que sucede en nuestro entorno; simplemente es la trágica realidad manifestándose en la conciencia social.

Los altísimos niveles de inseguridad, señalados en el número de delitos de alto impacto o la creciente violencia de género en contra de las mujeres, tema de indudable importancia, son muestra fehaciente de razones que impulsan el miedo a la sociedad contemporánea. Respecto al miedo y su capacidad de propagación, Heinz Bude acierta al señalar que: “A pesar de su carácter difuso, los miedos de los que en estos momentos habla la opinión pública dicen algo sobre una determinada situación sociohistórica. Para entenderse acerca de la situación de convivencia, la sociedad se comunica empleando conceptos de miedo: quién sigue adelante y quién se queda atrás, dónde hay puntos críticos y dónde se abren agujeros negros, qué es lo que innegablemente transcurre y qué es lo que quizá todavía queda”. Sucintamente, el miedo con validez absoluta, en tanto es compartido por las individualidades y diferentes sectores de la sociedad, el miedo causa que la diversidad social avance hacia su unificación.

Es cierto, históricamente ha sido imposible mantener a una sociedad determinada libre de los temores, incluso la tendencia -quizás- pueda identificarse hacia el incremento del miedo. Sin embargo, el Estado como organización política debe dimensionar como su primera tarea “quitar el miedo a los ciudadanos”, el mismo Bude lo señala en su obra. Así también las instituciones deben colocar reglas del juego, para lograr disminuir la incertidumbre, la volatilidad de la estabilidad y, por definición, las aceleraciones cardiacas de poblaciones enteras ante problemas públicos tan complejos como el de la violencia de género, para el caso de México.

Al respecto de este tema, resulta interesante analizar el surgimiento de un movimiento social con legítimas demandas y genuina integración: el de las agrupaciones feministas que exigen a los gobiernos su mayor compromiso para visibilizar, atender y ofrecer prioridad a la atención de la violencia de género contra las mujeres.

  • Esta ola de violencia contra la mujer y la existencia de feminicidios ha levantado las protestas y puesto a prueba la capacidad de respuesta del gobierno federal, tanto discusiva como fácticamente, es decir en sus potencialidades para implementar estrategias y acciones que ayuden directamente al cumplimiento de que las mujeres cuenten con una vida libre de violencia (de hecho la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libra de Violencia señala la responsabilidad de los gobiernos federal, estatal y municipal para garantizar el cumplimiento de este objetivo).

Dicho reto gubernamental supera a cualquier otro, en tanto se trata de la vida de personas y de la necesidad de reducir el miedo instalado entre la población. La violencia vista de la óptica jurídica es un ejercicio de vulneración de los derechos de las personas, el Estado no puede ser omiso ante esta responsabilidad. Las mujeres como grupo poblacional -históricamente- han estado sujetas a entornos culturales poco favorables para su libre desarrollo, por esta razón los gobiernos deben formular esquemas, instrumentos y políticas públicas para la mejora de esta condición y, sobre todo, para erradicar la violencia por razones de género.

La irrupción en el escenario público, por parte de grupos feministas y, en general por población interesada en tema, debe ser visto -por parte del gobierno- como una ventana de oportunidad para impulsar cambios y acciones positivas en favor de las mujeres, en tanto justo ahora cuenta con un escenario propicio para gestar importantes cambios. No debe optar por la posición recurrente, la de enviar comunicados, establecer canales de comunicación con los grupos que se manifiestan, debe optar por la fijación de una agenda de género amplia, con acciones concretas.

Como condición, el sostenimiento del miedo en la población solamente genera mayores problemas públicos; en la agenda está el tema, habrá que evaluar la actuación oportuna de la autoridad y el surgimiento de un discurso urgente en la vida pública nacional: la del combate a la violencia en contra de las mujeres.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermc

  • En México, así como en muchas otras partes del mundo, las noticias generan miedo, nerviosismo, incertidumbre e -incluso- pánico. No es culpa de los medios de comunicación y mucho menos de la socialización de lo que sucede en nuestro entorno; simplemente es la trágica realidad manifestándose en la conciencia social.

Los altísimos niveles de inseguridad, señalados en el número de delitos de alto impacto o la creciente violencia de género en contra de las mujeres, tema de indudable importancia, son muestra fehaciente de razones que impulsan el miedo a la sociedad contemporánea. Respecto al miedo y su capacidad de propagación, Heinz Bude acierta al señalar que: “A pesar de su carácter difuso, los miedos de los que en estos momentos habla la opinión pública dicen algo sobre una determinada situación sociohistórica. Para entenderse acerca de la situación de convivencia, la sociedad se comunica empleando conceptos de miedo: quién sigue adelante y quién se queda atrás, dónde hay puntos críticos y dónde se abren agujeros negros, qué es lo que innegablemente transcurre y qué es lo que quizá todavía queda”. Sucintamente, el miedo con validez absoluta, en tanto es compartido por las individualidades y diferentes sectores de la sociedad, el miedo causa que la diversidad social avance hacia su unificación.

Es cierto, históricamente ha sido imposible mantener a una sociedad determinada libre de los temores, incluso la tendencia -quizás- pueda identificarse hacia el incremento del miedo. Sin embargo, el Estado como organización política debe dimensionar como su primera tarea “quitar el miedo a los ciudadanos”, el mismo Bude lo señala en su obra. Así también las instituciones deben colocar reglas del juego, para lograr disminuir la incertidumbre, la volatilidad de la estabilidad y, por definición, las aceleraciones cardiacas de poblaciones enteras ante problemas públicos tan complejos como el de la violencia de género, para el caso de México.

Al respecto de este tema, resulta interesante analizar el surgimiento de un movimiento social con legítimas demandas y genuina integración: el de las agrupaciones feministas que exigen a los gobiernos su mayor compromiso para visibilizar, atender y ofrecer prioridad a la atención de la violencia de género contra las mujeres.

  • Esta ola de violencia contra la mujer y la existencia de feminicidios ha levantado las protestas y puesto a prueba la capacidad de respuesta del gobierno federal, tanto discusiva como fácticamente, es decir en sus potencialidades para implementar estrategias y acciones que ayuden directamente al cumplimiento de que las mujeres cuenten con una vida libre de violencia (de hecho la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libra de Violencia señala la responsabilidad de los gobiernos federal, estatal y municipal para garantizar el cumplimiento de este objetivo).

Dicho reto gubernamental supera a cualquier otro, en tanto se trata de la vida de personas y de la necesidad de reducir el miedo instalado entre la población. La violencia vista de la óptica jurídica es un ejercicio de vulneración de los derechos de las personas, el Estado no puede ser omiso ante esta responsabilidad. Las mujeres como grupo poblacional -históricamente- han estado sujetas a entornos culturales poco favorables para su libre desarrollo, por esta razón los gobiernos deben formular esquemas, instrumentos y políticas públicas para la mejora de esta condición y, sobre todo, para erradicar la violencia por razones de género.

La irrupción en el escenario público, por parte de grupos feministas y, en general por población interesada en tema, debe ser visto -por parte del gobierno- como una ventana de oportunidad para impulsar cambios y acciones positivas en favor de las mujeres, en tanto justo ahora cuenta con un escenario propicio para gestar importantes cambios. No debe optar por la posición recurrente, la de enviar comunicados, establecer canales de comunicación con los grupos que se manifiestan, debe optar por la fijación de una agenda de género amplia, con acciones concretas.

Como condición, el sostenimiento del miedo en la población solamente genera mayores problemas públicos; en la agenda está el tema, habrá que evaluar la actuación oportuna de la autoridad y el surgimiento de un discurso urgente en la vida pública nacional: la del combate a la violencia en contra de las mujeres.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermc