/ sábado 14 de octubre de 2023

Los avatares de nuestro tiempo | Conflictos bélicos y sistemas de inteligencia

La postura más realista de las relaciones internacionales asume que el conflicto es un suceso siempre probable. En consecuencia, los Estados nacionales planifican, invierten y construyen escenarios de confrontación con otros Estados por –en estricto sentido– una gran diversidad de motivaciones: geopolíticas, económicas y hasta ideológicas. La realidad es que –hasta los más realistas tomadores de decisiones– intentar evitar la guerra.

La política internacional persigue justo ese objetivo. Evitar la guerra es una de las tareas torales de la diplomacia. Para los liberales es posible encontrar un equilibrio en los intereses encontrados y la historia de confrontación entre países, sobre todo a través de la construcción de instituciones y reglas para las relaciones políticas y económicas entre los Estados nacionales. De tal suerte, la escuela liberal de las relaciones internacionales ha sido –notoriamente– triunfal al diseñar organizaciones globales y multilaterales con representación –casi de la totalidad– de los intereses en el mundo, al respecto destacan: la Organización de las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional, por mencionar algunas.

Sin embargo, la creación de tales instituciones es en realidad una reproducción de la distribución de poder real. Es risible pensar que los intereses de los países más poderosos, sobre todo en términos económicos y armamentísticos, no están sobrerrepresentados o protegidos en las instituciones globales. En consecuencia, los países que comparativamente cuentan con menores capacidades y poder, encuentran disparidad en el grado de representación de sus intereses. Dicha desproporcionalidad en la protección multilateral provoca que el equilibrio internacional sea endeble y casi cualquier conflicto regional (con posibilidad de escalabilidad) coloque en jaque el orden, la paz y la estabilidad.

Por ello, en el análisis de las relaciones internacionales priva mayormente la perspectiva realista que la liberal. En realidad –casi– cualquier Estado está presto al conflicto y por tanto organiza sus fuerzas y recursos. Quizás la forma primigenia del enfrentamiento es la vigilancia, espionaje y las tareas de inteligencia que, aunque resultan ser actividades invasivas, son la etapa previa al enfrentamiento firme. Mientras las tareas de la diplomacia están concentradas en evitar el conflicto; las tareas de los sistemas de inteligencia pueden perseguir el objetivo de: desarticular a los agentes nocivos e incitantes del conflicto o detonar acciones para dañar a otro Estado u organizaciones varias.

Los sistemas de inteligencia emplean herramientas e instrumentos para contar con información, transmitirla a los dirigentes y tomar decisiones. Para el caso de los conflictos entre los Estados, los sistemas de inteligencia adquieren especial relevancia para mantener la atención al máximo sobre los riesgos y amenazas presentes.

Al final de cuentas, ahora se habla mucho sobre el tema, sobre todo en el contexto internacional con el conflicto en la región de Palestina e Israel. Es interesante en el sentido de que, es sabido que históricamente el sistema de inteligencia israelí tiene capacidades máximas, y por tanto no deja de llamar la atención el sorpresivo incremento de las hostilidades de la región. Ahí ha fallado la diplomacia, la política internacional y hasta los sistemas de inteligencia para frenar las acciones bélicas.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


X: @EnriqueBermC


La postura más realista de las relaciones internacionales asume que el conflicto es un suceso siempre probable. En consecuencia, los Estados nacionales planifican, invierten y construyen escenarios de confrontación con otros Estados por –en estricto sentido– una gran diversidad de motivaciones: geopolíticas, económicas y hasta ideológicas. La realidad es que –hasta los más realistas tomadores de decisiones– intentar evitar la guerra.

La política internacional persigue justo ese objetivo. Evitar la guerra es una de las tareas torales de la diplomacia. Para los liberales es posible encontrar un equilibrio en los intereses encontrados y la historia de confrontación entre países, sobre todo a través de la construcción de instituciones y reglas para las relaciones políticas y económicas entre los Estados nacionales. De tal suerte, la escuela liberal de las relaciones internacionales ha sido –notoriamente– triunfal al diseñar organizaciones globales y multilaterales con representación –casi de la totalidad– de los intereses en el mundo, al respecto destacan: la Organización de las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional, por mencionar algunas.

Sin embargo, la creación de tales instituciones es en realidad una reproducción de la distribución de poder real. Es risible pensar que los intereses de los países más poderosos, sobre todo en términos económicos y armamentísticos, no están sobrerrepresentados o protegidos en las instituciones globales. En consecuencia, los países que comparativamente cuentan con menores capacidades y poder, encuentran disparidad en el grado de representación de sus intereses. Dicha desproporcionalidad en la protección multilateral provoca que el equilibrio internacional sea endeble y casi cualquier conflicto regional (con posibilidad de escalabilidad) coloque en jaque el orden, la paz y la estabilidad.

Por ello, en el análisis de las relaciones internacionales priva mayormente la perspectiva realista que la liberal. En realidad –casi– cualquier Estado está presto al conflicto y por tanto organiza sus fuerzas y recursos. Quizás la forma primigenia del enfrentamiento es la vigilancia, espionaje y las tareas de inteligencia que, aunque resultan ser actividades invasivas, son la etapa previa al enfrentamiento firme. Mientras las tareas de la diplomacia están concentradas en evitar el conflicto; las tareas de los sistemas de inteligencia pueden perseguir el objetivo de: desarticular a los agentes nocivos e incitantes del conflicto o detonar acciones para dañar a otro Estado u organizaciones varias.

Los sistemas de inteligencia emplean herramientas e instrumentos para contar con información, transmitirla a los dirigentes y tomar decisiones. Para el caso de los conflictos entre los Estados, los sistemas de inteligencia adquieren especial relevancia para mantener la atención al máximo sobre los riesgos y amenazas presentes.

Al final de cuentas, ahora se habla mucho sobre el tema, sobre todo en el contexto internacional con el conflicto en la región de Palestina e Israel. Es interesante en el sentido de que, es sabido que históricamente el sistema de inteligencia israelí tiene capacidades máximas, y por tanto no deja de llamar la atención el sorpresivo incremento de las hostilidades de la región. Ahí ha fallado la diplomacia, la política internacional y hasta los sistemas de inteligencia para frenar las acciones bélicas.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


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