/ sábado 4 de enero de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | Crecer sin deuda

En el arquetipo de los gobiernos del siglo pasado, el manejo de las finanzas públicas se encontraba supeditada a las agendas políticas de los gobernantes, partidos políticos y demás actores. Ante esta conjetura, la realidad es que las administraciones públicas no contaban con los suficientes incentivos para fortalecer su recaudación fiscal y hacer extensivos sus ingresos, pero se ejercía un gasto desproporcionado, en buena medida porque se vislumbraba a la deuda pública como una fuente factible de ingresos.

Este escenario significó para los gobiernos de los países, el endeudamiento injustificado y la edificación de un estrecho margen de maniobra presupuestal, en tanto muchos de los recursos se encontraban comprometidos para el pago del servicio de la deuda y de ésta misma. Además, le deuda contraída con organismos internacionales también implicó la transformación de las administraciones públicas y la implementación de reformas y políticas públicas con un enfoque único.

México no fue la excepción e, incluso, actualmente los niveles de deuda son estratosféricos, aunque controlados por la buena administración de las finanzas públicas. Tan sólo el Presupuesto de Egresos de la Federación 2020 está constituido en un 28% por gasto no programable, segmento en el que se encuentra el concepto de deuda.

A nivel subnacional, muchos de los Estados de la República Mexicana también optaron por considerar a la deuda como una fuente de ingresos para el desarrollo de proyectos de inversión (en el mejor de los casos), pero algunos para contar con solvencia y ejércelo como gasto corriente (el peor de los colmos). En el imaginario colectivo, el concepto de “deuda” cuenta con una inminente connotación negativa, sin embargo, es necesario señalar que no todas teorías económicas la conciben como dañina, por el contrario, en ocasiones resulta necesaria para reactivar la economía.

  • Cabe mencionar el reconocimiento público que el Presidente Andrés Manuel López Obrador realizó para Tlaxcala por tener varios años sin deuda pública. Verídicamente, los registros de deuda para nuestro Estado se encuentran en cero, contrario a las cifras de otras entidades como: Nuevo León, Chihuahua, Coahuila o Quintana Roo, los cuales ocupan las primeras posiciones en los registros de deuda pública per cápita.

La premisa de necesidad de deuda, en muchas ocasiones fue malinterpretada, dejando de lado la requerida estabilidad financiera de los gobiernos; tan es así que, en México se cuenta con una Ley de Disciplina Financiera que ha evitado el nivel de endeudamiento sobre todo en las entidades federativas, en función de que no cuentan con las mismas fuentes de ingresos que la Federación (de hecho existe una fuerte dependencia y una nula relación proporcional entre las participaciones y aportaciones de la Federación con respecto a los recursos recaudados vía impuestos, productos, derechos y aprovechamientos en los Estados), además de los múltiples excesos en el pasado.

En esta sintonía, cabe mencionar el reconocimiento público que el Presidente Andrés Manuel López Obrador realizó para Tlaxcala por tener varios años sin deuda pública. Verídicamente, los registros de deuda para nuestro Estado se encuentran en cero, contrario a las cifras de otras entidades como: Nuevo León, Chihuahua, Coahuila o Quintana Roo, los cuales ocupan las primeras posiciones en los registros de deuda pública per cápita.

Las posiciones más escépticas pueden señalar la imposibilidad contemporánea para crecer sin el factor de la deuda, la cual ciertamente incrementa las posibilidades de inversión (así en el sector público y en el privado), la problemática se centra, más bien, en el nivel de los riesgos que se contraen en las entidades federativas al contraer altos niveles de deuda (basta con recordar el caso de Veracruz). Empero, el Estado de Tlaxcala ha logrado, con base en sus ingresos propios y las participaciones y aportaciones de la Federación, invertir adecuadamente. Ante las crecientes necesidades y los problemas complejos, esta noticia y el modelo de gestión figuran como una efigie que puede marcar patrones de comportamiento del gasto y la búsqueda de eficacia y eficiencia en el ejercicio del presupuesto. Crecer, sin deuda, parece ser que es posible.

  • Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz
  • Twitter: @EnriqueBermC

En el arquetipo de los gobiernos del siglo pasado, el manejo de las finanzas públicas se encontraba supeditada a las agendas políticas de los gobernantes, partidos políticos y demás actores. Ante esta conjetura, la realidad es que las administraciones públicas no contaban con los suficientes incentivos para fortalecer su recaudación fiscal y hacer extensivos sus ingresos, pero se ejercía un gasto desproporcionado, en buena medida porque se vislumbraba a la deuda pública como una fuente factible de ingresos.

Este escenario significó para los gobiernos de los países, el endeudamiento injustificado y la edificación de un estrecho margen de maniobra presupuestal, en tanto muchos de los recursos se encontraban comprometidos para el pago del servicio de la deuda y de ésta misma. Además, le deuda contraída con organismos internacionales también implicó la transformación de las administraciones públicas y la implementación de reformas y políticas públicas con un enfoque único.

México no fue la excepción e, incluso, actualmente los niveles de deuda son estratosféricos, aunque controlados por la buena administración de las finanzas públicas. Tan sólo el Presupuesto de Egresos de la Federación 2020 está constituido en un 28% por gasto no programable, segmento en el que se encuentra el concepto de deuda.

A nivel subnacional, muchos de los Estados de la República Mexicana también optaron por considerar a la deuda como una fuente de ingresos para el desarrollo de proyectos de inversión (en el mejor de los casos), pero algunos para contar con solvencia y ejércelo como gasto corriente (el peor de los colmos). En el imaginario colectivo, el concepto de “deuda” cuenta con una inminente connotación negativa, sin embargo, es necesario señalar que no todas teorías económicas la conciben como dañina, por el contrario, en ocasiones resulta necesaria para reactivar la economía.

  • Cabe mencionar el reconocimiento público que el Presidente Andrés Manuel López Obrador realizó para Tlaxcala por tener varios años sin deuda pública. Verídicamente, los registros de deuda para nuestro Estado se encuentran en cero, contrario a las cifras de otras entidades como: Nuevo León, Chihuahua, Coahuila o Quintana Roo, los cuales ocupan las primeras posiciones en los registros de deuda pública per cápita.

La premisa de necesidad de deuda, en muchas ocasiones fue malinterpretada, dejando de lado la requerida estabilidad financiera de los gobiernos; tan es así que, en México se cuenta con una Ley de Disciplina Financiera que ha evitado el nivel de endeudamiento sobre todo en las entidades federativas, en función de que no cuentan con las mismas fuentes de ingresos que la Federación (de hecho existe una fuerte dependencia y una nula relación proporcional entre las participaciones y aportaciones de la Federación con respecto a los recursos recaudados vía impuestos, productos, derechos y aprovechamientos en los Estados), además de los múltiples excesos en el pasado.

En esta sintonía, cabe mencionar el reconocimiento público que el Presidente Andrés Manuel López Obrador realizó para Tlaxcala por tener varios años sin deuda pública. Verídicamente, los registros de deuda para nuestro Estado se encuentran en cero, contrario a las cifras de otras entidades como: Nuevo León, Chihuahua, Coahuila o Quintana Roo, los cuales ocupan las primeras posiciones en los registros de deuda pública per cápita.

Las posiciones más escépticas pueden señalar la imposibilidad contemporánea para crecer sin el factor de la deuda, la cual ciertamente incrementa las posibilidades de inversión (así en el sector público y en el privado), la problemática se centra, más bien, en el nivel de los riesgos que se contraen en las entidades federativas al contraer altos niveles de deuda (basta con recordar el caso de Veracruz). Empero, el Estado de Tlaxcala ha logrado, con base en sus ingresos propios y las participaciones y aportaciones de la Federación, invertir adecuadamente. Ante las crecientes necesidades y los problemas complejos, esta noticia y el modelo de gestión figuran como una efigie que puede marcar patrones de comportamiento del gasto y la búsqueda de eficacia y eficiencia en el ejercicio del presupuesto. Crecer, sin deuda, parece ser que es posible.

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