/ sábado 20 de noviembre de 2021

Los Avatares de Nuestro Tiempo | Cumbre Norteamérica: Nuevamente la política exterior mexicana

La política exterior contemporánea de los países debe estar orientada desde diferentes principios políticos en necesario equilibrio: la defensa de los intereses nacionales, la cooperación internacional para el desarrollo, el multilateralismo.

Para lograr tales abstracciones son relevantes varios aspectos organizacionales, políticos y de toma de decisiones, por ejemplo, en el caso de México la política exterior está revestida de un discurso propio, una organización como la Secretaría de Relaciones Exteriores que cuenta con un servicio exterior mexicano que garantiza la estabilidad de quienes representan al Estado fuera de los límites nacionales y confeccionan varias de las decisiones tomadas en la materia, además de acciones coyunturales como la diplomacia emprendida en materia de salud pública para el acceso a las vacunas en esta era pandémica.

En este orden de ideas, resulta relevante destacar la política exterior emprendida por el actual gobierno. Son varias las representaciones de la apertura de México hacia el mundo -sobre todo- en los últimos dos años, por ejemplo, el protagonismo en la CELAC para lograr la cooperación y acercamiento institucional entre los gobiernos de América Latina; la presidencia de México en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y, más recientemente, el diálogo en la cumbre trilateral (México, Estados Unidos y Canadá). Todo esto es síntoma de reconfiguración de las relaciones exteriores y la toma de preponderancia de factores externos en la toma de decisiones.

En un mundo interconectado, con problemas de complejidad nunca vista, como el caso de la migración o la pandemia, se requiere de la comunicación y cooperación permanente entre países. Por tal motivo, los líderes que provocan esta conversación entre iguales o la negociación sobre materias relacionadas con el desarrollo de las sociedades, deben ser bien valorados en el orbe; sobre todo porque salimos del oscurantismo del aislacionismo Trumpiano para pasar a una etapa de prolíficas relaciones trilaterales en Norteamérica. La cumbre a la que nuestro país acudió, representados por el jefe del Estado mexicano, tiene mucho de simbólica pero también es discurso político hacia afuera y hacia dentro. Para el interior se transmite estabilidad política y para el exterior, cercanía en la región para generar crecimiento económico. Es rito y símbolo, sobre todo bajo la consideración de las relaciones en la región están mediadas en buena medida por el tratado T-MEC y no -tanto- sujeto al voluntarismo de las personas en el poder, es decir, las relaciones están formalizadas e institucionalizadas.

En el caso de México, muy al comienzo del actual gobierno, se alegaba que la mejor política exterior era la interior, es decir, permanecer pasivo o poco interviniente de los acontecimientos que tienen lugar fuera de las fronteras del país. Sin embargo, el contexto ha empujado en la dirección de una política exterior que catapulta el desarrollo, los problemas han requerido del activismo y apertura para lograr acuerdos con otros gobiernos nacionales. Sería inimaginable que el gobierno mexicano hubiese permanecido contemplativo del problema desigual de acceso a las vacunas. Por eso, resulta positivo que el gobierno tenga presencia internacional y sea tratado como igual en los círculos de poder internacional. Era momento de percibir esas imágenes de fortaleza política en el exterior, sobre todo porque dicha presencia estaba mermada durante -al menos- lo que iba del siglo XXI.

En el corto plazo, los problemas que México ha colocado sobre la tribuna de discusión pública internacional, por ejemplo: la desigualdad, la pobreza y la migración, deberán acercarse hacia la formulación de nuevos acuerdos multilaterales que incidan realmente en la implementación de acciones, políticas públicas para el desarrollo. Los países ahora mismo no pueden permanecer en el ostracismo o el aislacionismo, más bien seguir en la ruta de la cooperación. Ahí, nuestro país tiene un rol central tanto en Norteamérica como en América Latina.

La política exterior contemporánea de los países debe estar orientada desde diferentes principios políticos en necesario equilibrio: la defensa de los intereses nacionales, la cooperación internacional para el desarrollo, el multilateralismo.

Para lograr tales abstracciones son relevantes varios aspectos organizacionales, políticos y de toma de decisiones, por ejemplo, en el caso de México la política exterior está revestida de un discurso propio, una organización como la Secretaría de Relaciones Exteriores que cuenta con un servicio exterior mexicano que garantiza la estabilidad de quienes representan al Estado fuera de los límites nacionales y confeccionan varias de las decisiones tomadas en la materia, además de acciones coyunturales como la diplomacia emprendida en materia de salud pública para el acceso a las vacunas en esta era pandémica.

En este orden de ideas, resulta relevante destacar la política exterior emprendida por el actual gobierno. Son varias las representaciones de la apertura de México hacia el mundo -sobre todo- en los últimos dos años, por ejemplo, el protagonismo en la CELAC para lograr la cooperación y acercamiento institucional entre los gobiernos de América Latina; la presidencia de México en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y, más recientemente, el diálogo en la cumbre trilateral (México, Estados Unidos y Canadá). Todo esto es síntoma de reconfiguración de las relaciones exteriores y la toma de preponderancia de factores externos en la toma de decisiones.

En un mundo interconectado, con problemas de complejidad nunca vista, como el caso de la migración o la pandemia, se requiere de la comunicación y cooperación permanente entre países. Por tal motivo, los líderes que provocan esta conversación entre iguales o la negociación sobre materias relacionadas con el desarrollo de las sociedades, deben ser bien valorados en el orbe; sobre todo porque salimos del oscurantismo del aislacionismo Trumpiano para pasar a una etapa de prolíficas relaciones trilaterales en Norteamérica. La cumbre a la que nuestro país acudió, representados por el jefe del Estado mexicano, tiene mucho de simbólica pero también es discurso político hacia afuera y hacia dentro. Para el interior se transmite estabilidad política y para el exterior, cercanía en la región para generar crecimiento económico. Es rito y símbolo, sobre todo bajo la consideración de las relaciones en la región están mediadas en buena medida por el tratado T-MEC y no -tanto- sujeto al voluntarismo de las personas en el poder, es decir, las relaciones están formalizadas e institucionalizadas.

En el caso de México, muy al comienzo del actual gobierno, se alegaba que la mejor política exterior era la interior, es decir, permanecer pasivo o poco interviniente de los acontecimientos que tienen lugar fuera de las fronteras del país. Sin embargo, el contexto ha empujado en la dirección de una política exterior que catapulta el desarrollo, los problemas han requerido del activismo y apertura para lograr acuerdos con otros gobiernos nacionales. Sería inimaginable que el gobierno mexicano hubiese permanecido contemplativo del problema desigual de acceso a las vacunas. Por eso, resulta positivo que el gobierno tenga presencia internacional y sea tratado como igual en los círculos de poder internacional. Era momento de percibir esas imágenes de fortaleza política en el exterior, sobre todo porque dicha presencia estaba mermada durante -al menos- lo que iba del siglo XXI.

En el corto plazo, los problemas que México ha colocado sobre la tribuna de discusión pública internacional, por ejemplo: la desigualdad, la pobreza y la migración, deberán acercarse hacia la formulación de nuevos acuerdos multilaterales que incidan realmente en la implementación de acciones, políticas públicas para el desarrollo. Los países ahora mismo no pueden permanecer en el ostracismo o el aislacionismo, más bien seguir en la ruta de la cooperación. Ahí, nuestro país tiene un rol central tanto en Norteamérica como en América Latina.