/ sábado 29 de agosto de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | El binomio política y estrategia para el 2021

La actual crisis económica, derivada de la presencia de un factor incontrolable como el virus que provocó esta pandemia de magnitudes incalculables, ha generado y seguirá haciéndolo, consecuencias en prácticamente todos los ámbitos de acción humana.

Dichas transformaciones son evidentes en el ámbito de la política desde el espectro de la toma de decisiones; es decir, en términos de políticas públicas, las acciones y omisiones de las áreas de gobierno -directa o indirectamente- vinculadas con el control sanitario, recuperación económica y demás servicios públicos básicos, están sujetos al escrutinio permanente en tiempos de crisis y sus decisiones (en todo momento política porque simplemente no puede ser de otra manera) tienen impacto en la percepción de la realidad por parte de la población. Este elemento supone que la evaluación a la acción de los gobiernos, en buena medida está vinculada a su capacidad para generar políticas eficientes en tiempos de agudeza crítica.

En este sentido, el próximo proceso electoral será un resultado de estas evaluaciones al ejercicio de quienes desempeñaron algún encargo público. Simultáneamente, en las elecciones perderá espacio la improvisación en función de que la población demandará, más activa y seriamente, propuestas de solución a los problemas que la crisis sanitaria ha generado: recesión económica, pérdida de empleo, entre otros.

Bajo este escenario, es importante señalar que la precarización de la actividad política está descrita desde la falta de visión dado el mal entendimiento y uso del término “estratégico” dado que se piensa que el discurso se puede construir desde la improvisación y no desde la óptica de la planeación rigurosa y la construcción de escenarios prospectivos. Es decir, hoy, para los futuros candidatos a ocupar cargos de decisión será trascendental que la elaboración de su discurso (como concepto amplio) esté orientado realmente desde el conocimiento y la oferta de programas y políticas públicas que satisfagan las necesidades de la población a la que se dirigen.

La crisis refrenda esta necesidad política de contar con perfiles profesionales, con capacidades en la toma de decisiones y, sobre todo con sólidas propuestas basadas en la evidencia y la construcción de robustos diagnósticos a partir de los cuales orientar el ejercicio de gobierno, los procesos de cambio en el marco normativo o la organización de la acción pública desde el ámbito estatal o municipal. Ahí está el elemento estratégico, que toda acción y palabra tengan una finalidad, no solamente discursiva sino -más allá- hacia la definición de las prioridades a resolver.

El nulo espacio para la improvisación se cumplirá en tanto en la escena pública, atraerá más la atención un mensaje repleto de soluciones y proyectos sólidos que aquel construido desde la retórica o, peor aún, desde el desconocimiento de las tareas de gobierno y los intereses de la ciudadanía. Por ello, el binomio política y estrategia desempeñará un rol determinante en quien -efectivamente- sepa dilucidar este momento histórico y comunicar asertiva y adecuadamente su mensaje. No obstante, de que las políticas públicas como un objeto de estudio siempre han sido relevantes para resolver los problemas comunes a los que nos enfrentamos, la crisis actual ha supuesto la revalorización de esta disciplina y de aquellos que se han dedicado desde la academia, el servicio público o la propia política a colocar sobre la agenda pública, la necesidad de generar verdadera políticas y programas para hacer frente a entornos críticos.

El año 2021, además de vislumbrarse como un ejercicio genuino de deliberación pública, también será -en todo momento- el enfrentamiento electoral de visiones encontradas; por un lado, el proyecto ideológico, político y social que encabeza el actual gobierno federal y por el otro, un espectro ideológico diverso manifestado en la oposición partidista en franca disminución por la ausencia de consignas convincentes, pero sobre todo por el prominente desastre del pasado. El 2021 es estratégico ensimismo y ambas partes lo deben entender así, la presentación de proyectos serios garantiza el éxito, la ausencia de lo estratégico, el fracaso.


La crisis refrenda esta necesidad política de contar con perfiles profesionales, con capacidades en la toma de decisiones y, sobre todo con sólidas propuestas basadas en la evidencia y la construcción de robustos diagnósticos a partir de los cuales orientar el ejercicio de gobierno, los procesos de cambio en el marco normativo o la organización de la acción pública desde el ámbito estatal o municipal.


La actual crisis económica, derivada de la presencia de un factor incontrolable como el virus que provocó esta pandemia de magnitudes incalculables, ha generado y seguirá haciéndolo, consecuencias en prácticamente todos los ámbitos de acción humana.

Dichas transformaciones son evidentes en el ámbito de la política desde el espectro de la toma de decisiones; es decir, en términos de políticas públicas, las acciones y omisiones de las áreas de gobierno -directa o indirectamente- vinculadas con el control sanitario, recuperación económica y demás servicios públicos básicos, están sujetos al escrutinio permanente en tiempos de crisis y sus decisiones (en todo momento política porque simplemente no puede ser de otra manera) tienen impacto en la percepción de la realidad por parte de la población. Este elemento supone que la evaluación a la acción de los gobiernos, en buena medida está vinculada a su capacidad para generar políticas eficientes en tiempos de agudeza crítica.

En este sentido, el próximo proceso electoral será un resultado de estas evaluaciones al ejercicio de quienes desempeñaron algún encargo público. Simultáneamente, en las elecciones perderá espacio la improvisación en función de que la población demandará, más activa y seriamente, propuestas de solución a los problemas que la crisis sanitaria ha generado: recesión económica, pérdida de empleo, entre otros.

Bajo este escenario, es importante señalar que la precarización de la actividad política está descrita desde la falta de visión dado el mal entendimiento y uso del término “estratégico” dado que se piensa que el discurso se puede construir desde la improvisación y no desde la óptica de la planeación rigurosa y la construcción de escenarios prospectivos. Es decir, hoy, para los futuros candidatos a ocupar cargos de decisión será trascendental que la elaboración de su discurso (como concepto amplio) esté orientado realmente desde el conocimiento y la oferta de programas y políticas públicas que satisfagan las necesidades de la población a la que se dirigen.

La crisis refrenda esta necesidad política de contar con perfiles profesionales, con capacidades en la toma de decisiones y, sobre todo con sólidas propuestas basadas en la evidencia y la construcción de robustos diagnósticos a partir de los cuales orientar el ejercicio de gobierno, los procesos de cambio en el marco normativo o la organización de la acción pública desde el ámbito estatal o municipal. Ahí está el elemento estratégico, que toda acción y palabra tengan una finalidad, no solamente discursiva sino -más allá- hacia la definición de las prioridades a resolver.

El nulo espacio para la improvisación se cumplirá en tanto en la escena pública, atraerá más la atención un mensaje repleto de soluciones y proyectos sólidos que aquel construido desde la retórica o, peor aún, desde el desconocimiento de las tareas de gobierno y los intereses de la ciudadanía. Por ello, el binomio política y estrategia desempeñará un rol determinante en quien -efectivamente- sepa dilucidar este momento histórico y comunicar asertiva y adecuadamente su mensaje. No obstante, de que las políticas públicas como un objeto de estudio siempre han sido relevantes para resolver los problemas comunes a los que nos enfrentamos, la crisis actual ha supuesto la revalorización de esta disciplina y de aquellos que se han dedicado desde la academia, el servicio público o la propia política a colocar sobre la agenda pública, la necesidad de generar verdadera políticas y programas para hacer frente a entornos críticos.

El año 2021, además de vislumbrarse como un ejercicio genuino de deliberación pública, también será -en todo momento- el enfrentamiento electoral de visiones encontradas; por un lado, el proyecto ideológico, político y social que encabeza el actual gobierno federal y por el otro, un espectro ideológico diverso manifestado en la oposición partidista en franca disminución por la ausencia de consignas convincentes, pero sobre todo por el prominente desastre del pasado. El 2021 es estratégico ensimismo y ambas partes lo deben entender así, la presentación de proyectos serios garantiza el éxito, la ausencia de lo estratégico, el fracaso.


La crisis refrenda esta necesidad política de contar con perfiles profesionales, con capacidades en la toma de decisiones y, sobre todo con sólidas propuestas basadas en la evidencia y la construcción de robustos diagnósticos a partir de los cuales orientar el ejercicio de gobierno, los procesos de cambio en el marco normativo o la organización de la acción pública desde el ámbito estatal o municipal.