/ sábado 1 de febrero de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | El necesario curso de acción para México

  • Los orígenes de los malestares sociales son diversos y, contrario a lo que se podría pensar, no siempre con obvios, evidentes o claros. En tanto la sociedad es una red integrada por partes individuales, grupos con intereses distintos y también consignas colectivas, sus preocupaciones –y orígenes de su malestar- tiene focos diversos: la desigualdad, la pobreza, la corrupción, la inseguridad, el abuso de autoridad, la captura del poder, la imposibilidad de inversión, la exacerbada incertidumbre económica, la violencia, las prácticas autoritarias, etc. Este largo listado, bien puede ser aliterado sin final, las preocupaciones en la vida pública son consustanciales, sin embargo, las instituciones deben optar por reducir la posibilidad de que los problemas crezcan sobremanera.

Lo que la historia reciente de México señala, es el sostenimiento del permanente malestar social con las acciones de gobierno y, más allá, con las instituciones mismas, incluso con aquellas que fueron vislumbradas como solución y modelos de vida, como la propia democracia. En este sentido, resulta relevante recuperar algunas ideas del texto “De la Democracia a la Restauración” de la autoría de José Antonio Aguilar Rivera, identificando que la “democracia nació con la desconfianza del poder unificado como marca de nacimiento”. En efecto, el régimen –de facto autoritario- correspondiente a la época posrevolucionaria terminó con un proceso de ciudadanización de la vida política de México, así como con la formación de procesos sociales más complejos de organización y manifestación, la instauración democrática se gestó con la formación de contrapesos y, sobre todo, con la alternancia política en el gobierno. Justo en ese momento histórico, la democracia irrumpió con tal fuerza, alentado por el malestar iracundo presente en la población.

Sin embargo, la vida democrática de México no ha sido una línea recta, por el contrario, está descrita por las perennes parábolas y demás curvas sinuosas. A partir de la formalidad democrática, los procesos sociales han sido distintos, pero no ha impactado de manera definitiva en la mejora de la calidad de vida de las personas, elemento que –indisociablemente- es exigido por la población. Ahora, prácticamente desde el año 2008, ya con la incipiente democracia mexicana, son otros los factores que han generado malestar social: los principales son la inseguridad y la desaceleración económica.

Estos dos elementos, explican rotundamente el triunfo electoral de un proyecto ambicioso, irreverente y altivo, en el año 2018. El malestar ha escalado hasta la magnitud de poner en entredicho la utilidad de la democracia misma, o al menos señalarla con cierta desconfianza y hasta desilusión o desencanto.

  • Ahora, prácticamente desde el año 2008, ya con la incipiente democracia mexicana, son otros los factores que han generado malestar social: los principales son la inseguridad y la desaceleración económica.

Este escenario, a pesar del cambio pregonado desde el poder como una transformación, sigue presente. Sus dimensiones aún se desconocen, pero sus motivaciones son claras, las preguntas surgen diariamente, las inconformidades, las exigencias también. Las cifras y estadísticas en los temas de seguridad y economía en México, son catalizadores del multicitado malestar social, así como detonantes de cuestionamientos directos a quienes se han propuesto redirigir el rumbo de nuestro país, se debe contar con la suficiente claridad de que el estatus generado por cambios no es permanente, su transformación y modificación está latente todo el tiempo. Por esta razón es que se debe encontrar ya, con urgencia y premura, el necesario curso de acción para nuestro país, el ansiado consenso nacional para lograr superar problemas de magnitudes incalculables como el de la inseguridad y la violencia que, desde hace muchos años, aterra a comunidades completas.

Así, es indispensable que evitemos estadios de crisis, para avanzar hacia la restauración de la confianza y la reducción del malestar social. Este objetivo requiere de innovación, planeación, organización, eficiente administración, compromiso institucional, limitación a la improvisación y demás parabienes institucionales en las organizaciones gubernamentales, la sociedad civil, grupos empresariales, la academia y sociedad en general. La ansiada restauración y la búsqueda del bienestar social debe ser, además de discurso política, hoja de ruta y curso de acción para México.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC

  • Los orígenes de los malestares sociales son diversos y, contrario a lo que se podría pensar, no siempre con obvios, evidentes o claros. En tanto la sociedad es una red integrada por partes individuales, grupos con intereses distintos y también consignas colectivas, sus preocupaciones –y orígenes de su malestar- tiene focos diversos: la desigualdad, la pobreza, la corrupción, la inseguridad, el abuso de autoridad, la captura del poder, la imposibilidad de inversión, la exacerbada incertidumbre económica, la violencia, las prácticas autoritarias, etc. Este largo listado, bien puede ser aliterado sin final, las preocupaciones en la vida pública son consustanciales, sin embargo, las instituciones deben optar por reducir la posibilidad de que los problemas crezcan sobremanera.

Lo que la historia reciente de México señala, es el sostenimiento del permanente malestar social con las acciones de gobierno y, más allá, con las instituciones mismas, incluso con aquellas que fueron vislumbradas como solución y modelos de vida, como la propia democracia. En este sentido, resulta relevante recuperar algunas ideas del texto “De la Democracia a la Restauración” de la autoría de José Antonio Aguilar Rivera, identificando que la “democracia nació con la desconfianza del poder unificado como marca de nacimiento”. En efecto, el régimen –de facto autoritario- correspondiente a la época posrevolucionaria terminó con un proceso de ciudadanización de la vida política de México, así como con la formación de procesos sociales más complejos de organización y manifestación, la instauración democrática se gestó con la formación de contrapesos y, sobre todo, con la alternancia política en el gobierno. Justo en ese momento histórico, la democracia irrumpió con tal fuerza, alentado por el malestar iracundo presente en la población.

Sin embargo, la vida democrática de México no ha sido una línea recta, por el contrario, está descrita por las perennes parábolas y demás curvas sinuosas. A partir de la formalidad democrática, los procesos sociales han sido distintos, pero no ha impactado de manera definitiva en la mejora de la calidad de vida de las personas, elemento que –indisociablemente- es exigido por la población. Ahora, prácticamente desde el año 2008, ya con la incipiente democracia mexicana, son otros los factores que han generado malestar social: los principales son la inseguridad y la desaceleración económica.

Estos dos elementos, explican rotundamente el triunfo electoral de un proyecto ambicioso, irreverente y altivo, en el año 2018. El malestar ha escalado hasta la magnitud de poner en entredicho la utilidad de la democracia misma, o al menos señalarla con cierta desconfianza y hasta desilusión o desencanto.

  • Ahora, prácticamente desde el año 2008, ya con la incipiente democracia mexicana, son otros los factores que han generado malestar social: los principales son la inseguridad y la desaceleración económica.

Este escenario, a pesar del cambio pregonado desde el poder como una transformación, sigue presente. Sus dimensiones aún se desconocen, pero sus motivaciones son claras, las preguntas surgen diariamente, las inconformidades, las exigencias también. Las cifras y estadísticas en los temas de seguridad y economía en México, son catalizadores del multicitado malestar social, así como detonantes de cuestionamientos directos a quienes se han propuesto redirigir el rumbo de nuestro país, se debe contar con la suficiente claridad de que el estatus generado por cambios no es permanente, su transformación y modificación está latente todo el tiempo. Por esta razón es que se debe encontrar ya, con urgencia y premura, el necesario curso de acción para nuestro país, el ansiado consenso nacional para lograr superar problemas de magnitudes incalculables como el de la inseguridad y la violencia que, desde hace muchos años, aterra a comunidades completas.

Así, es indispensable que evitemos estadios de crisis, para avanzar hacia la restauración de la confianza y la reducción del malestar social. Este objetivo requiere de innovación, planeación, organización, eficiente administración, compromiso institucional, limitación a la improvisación y demás parabienes institucionales en las organizaciones gubernamentales, la sociedad civil, grupos empresariales, la academia y sociedad en general. La ansiada restauración y la búsqueda del bienestar social debe ser, además de discurso política, hoja de ruta y curso de acción para México.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC