/ sábado 31 de agosto de 2019

Los avatares de nuestro tiempo | El primer informe y la necesidad de certidumbre

La idea contemporánea de democracia está orientada hacia la instalación de mayores contrapesos y controles al ejercicio del poder. Idealmente, la toma de decisiones debe estar orientada hacia la práctica permanente de la rendición de cuentas, sobre todo bajo el entendido de que la sociedad actual demanda explicaciones acerca del desempeño de la gestión pública y, sobre todo, la presentación de resultados en la implementación de programas y políticas públicas que implican el ejercicio de recursos públicos.


En este tenor, la acción de informar acerca del estado en que se encuentra la administración pública resulta fundamental bajo la idea de Estado de Derecho y -en general- ante la Democracia como razón.

En términos políticos -argumentos sobre los que muchas veces se toman decisiones, la rendición de cuentas se ha entendido como un informe que se presenta en un momento específico. Además, dicho informe deriva en la instalación de más temas en la agenda de atención de las instituciones públicas; para el tomador de decisiones -expuesto permanentemente a la opinión pública y el debate político- la acción de informar sobre sus resultados y retos en prospectiva, adquiere doble importancia: por un lado, le permite estar presente publicitariamente con la elección unilateral de los contenidos, lo que políticamente resulta beneficioso para la satisfacción de su propia agenda; y por otro lado, advierte una posibilidad de ofrecer certidumbre sobre los procesos que se han iniciado y aquellos que deberán comenzarse a la brevedad. En síntesis, el informe es un momento político en el que el tomador de decisiones marca la pauta de la discusión política y, con ello, adquiere la posibilidad de persuadir -incluso a los más escépticos- de que la ruta trazada para la obtención de objetivos y metas es la indicada.

En este contexto, el primer informe del Presidente Andrés Manuel López Obrador abre paso al ofrecimiento de certidumbre -tanto a actores políticos, como a la sociedad en general- ante un escenario en el que cada vez existen más dudas.

Será interesante analizar, además del contenido del informe, el acto mismo en que se este se presente. La historia de México en el caso de la presentación de informes de gobierno, a pesar de que la transición a la democracia se ha dado hasta este siglo XXI, es larga y repleta de elementos dignos de ser estudiados. El propio primer Presidente de México, Guadalupe Victoria, ofreció -prácticamente de manera informal, por no ser una disposición de ley- un informe el 1 de enero de 1825. La consideración de rendir un informe de gobierno se incluyó en la Constitución de 1917 (Carta Magna vigente hasta la actualidad) por iniciativa de Venustiano Carranza; sin embargo, estos actos ante el Congreso de la Unión resultaban ajenos a la población, por lo que llama la atención que el Presidente Lázaro Cárdenas haya sido el primero en hacer masivo este acto; en ese mismo tenor, el informe del Presidente Miguel Alemán Valdés fue transmitido por televisión.

Ahora bien, la historia ha demostrado que -si bien- la exposición mediática ofrece dividendos en términos políticos, también es verídico señalar la probable exposición a la crítica. En este caso, destaca uno de los informes del Presidente Miguel de la Madrid, dado que fue el primero en ser cuestionado fuertemente por la oposición representada en la persona de Porfirio Muñoz Ledo. Esta posibilidad, síntoma de la pluralidad o la polarización política está presente, basta con recordar que el Presidente Felipe Calderón tuvo abandonar las instalaciones del Congreso para entonces rendir los informe de gobierno de manera distinta a lo que históricamente se había sostenido. Ahora, el Presidente Andrés Manuel López Obrador -en tanto cuenta con mayoría en el Congreso- tiene la oportunidad de regresar al Legislativo con el acto protocolario de antaño.

Estos elementos, presente en la historia política nacional, demuestran el grado de importancia que el informe de gobierno -presentado por el Presidente de la República- tiene; en tiempos de transformación conviene al grupo político en el poder, hacer de estos actos -más que acciones propagandísticas- sucesos fundamentales para la fijación de una agenda de gobierno, la dotación de certidumbre a los ciudadanos y, la posibilidad de refrescar un discurso y postura política cuya base social está expectante y ávida de más y mejores argumentos. El informe es la posibilidad de aliviar los pequeños polos de duda que -ante la inminente razón de la mayoría- se resiste y persiste. La transformación de la vida pública de México requiere entonces, de más y mejores ejercicios de rendición de cuentas.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC

El primer informe del Presidente Andrés Manuel López Obrador abre paso al ofrecimiento de certidumbre -tanto a actores políticos, como a la sociedad en general- ante un escenario en el que cada vez existen más dudas.

La idea contemporánea de democracia está orientada hacia la instalación de mayores contrapesos y controles al ejercicio del poder. Idealmente, la toma de decisiones debe estar orientada hacia la práctica permanente de la rendición de cuentas, sobre todo bajo el entendido de que la sociedad actual demanda explicaciones acerca del desempeño de la gestión pública y, sobre todo, la presentación de resultados en la implementación de programas y políticas públicas que implican el ejercicio de recursos públicos.


En este tenor, la acción de informar acerca del estado en que se encuentra la administración pública resulta fundamental bajo la idea de Estado de Derecho y -en general- ante la Democracia como razón.

En términos políticos -argumentos sobre los que muchas veces se toman decisiones, la rendición de cuentas se ha entendido como un informe que se presenta en un momento específico. Además, dicho informe deriva en la instalación de más temas en la agenda de atención de las instituciones públicas; para el tomador de decisiones -expuesto permanentemente a la opinión pública y el debate político- la acción de informar sobre sus resultados y retos en prospectiva, adquiere doble importancia: por un lado, le permite estar presente publicitariamente con la elección unilateral de los contenidos, lo que políticamente resulta beneficioso para la satisfacción de su propia agenda; y por otro lado, advierte una posibilidad de ofrecer certidumbre sobre los procesos que se han iniciado y aquellos que deberán comenzarse a la brevedad. En síntesis, el informe es un momento político en el que el tomador de decisiones marca la pauta de la discusión política y, con ello, adquiere la posibilidad de persuadir -incluso a los más escépticos- de que la ruta trazada para la obtención de objetivos y metas es la indicada.

En este contexto, el primer informe del Presidente Andrés Manuel López Obrador abre paso al ofrecimiento de certidumbre -tanto a actores políticos, como a la sociedad en general- ante un escenario en el que cada vez existen más dudas.

Será interesante analizar, además del contenido del informe, el acto mismo en que se este se presente. La historia de México en el caso de la presentación de informes de gobierno, a pesar de que la transición a la democracia se ha dado hasta este siglo XXI, es larga y repleta de elementos dignos de ser estudiados. El propio primer Presidente de México, Guadalupe Victoria, ofreció -prácticamente de manera informal, por no ser una disposición de ley- un informe el 1 de enero de 1825. La consideración de rendir un informe de gobierno se incluyó en la Constitución de 1917 (Carta Magna vigente hasta la actualidad) por iniciativa de Venustiano Carranza; sin embargo, estos actos ante el Congreso de la Unión resultaban ajenos a la población, por lo que llama la atención que el Presidente Lázaro Cárdenas haya sido el primero en hacer masivo este acto; en ese mismo tenor, el informe del Presidente Miguel Alemán Valdés fue transmitido por televisión.

Ahora bien, la historia ha demostrado que -si bien- la exposición mediática ofrece dividendos en términos políticos, también es verídico señalar la probable exposición a la crítica. En este caso, destaca uno de los informes del Presidente Miguel de la Madrid, dado que fue el primero en ser cuestionado fuertemente por la oposición representada en la persona de Porfirio Muñoz Ledo. Esta posibilidad, síntoma de la pluralidad o la polarización política está presente, basta con recordar que el Presidente Felipe Calderón tuvo abandonar las instalaciones del Congreso para entonces rendir los informe de gobierno de manera distinta a lo que históricamente se había sostenido. Ahora, el Presidente Andrés Manuel López Obrador -en tanto cuenta con mayoría en el Congreso- tiene la oportunidad de regresar al Legislativo con el acto protocolario de antaño.

Estos elementos, presente en la historia política nacional, demuestran el grado de importancia que el informe de gobierno -presentado por el Presidente de la República- tiene; en tiempos de transformación conviene al grupo político en el poder, hacer de estos actos -más que acciones propagandísticas- sucesos fundamentales para la fijación de una agenda de gobierno, la dotación de certidumbre a los ciudadanos y, la posibilidad de refrescar un discurso y postura política cuya base social está expectante y ávida de más y mejores argumentos. El informe es la posibilidad de aliviar los pequeños polos de duda que -ante la inminente razón de la mayoría- se resiste y persiste. La transformación de la vida pública de México requiere entonces, de más y mejores ejercicios de rendición de cuentas.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC

El primer informe del Presidente Andrés Manuel López Obrador abre paso al ofrecimiento de certidumbre -tanto a actores políticos, como a la sociedad en general- ante un escenario en el que cada vez existen más dudas.