/ sábado 4 de julio de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | Entre el entusiasmo y la zozobra

Históricamente la ineficacia gubernamental mexicana ha quedado demostrada en múltiples pasajes, sucesos y momentos. En algunos casos con problemas domésticos y en otros, expuesta brutalmente al escrutinio y la crítica internacional. Casi siempre un poco más feroz que los comentarios que trascienden en los medios de comunicación locales. Reitero, los ejemplos son bastos y parece que -a pesar de las experiencias- no se forman historiales administrativos, de políticas públicas y resolución de crisis que generen prácticas de referencia inmediata, por ejemplo, al momento de atravesar una crisis económica. Es decir, no se registran plenamente los errores cometidos para descartarlos en el futuro y contar con aprendiza institucional.

Ese es el devenir de las administraciones públicas que reaccionan más a la inmediatez sin las consideraciones históricas de aciertos y yerros pasados. Sin embargo, también está la contracara de esta visión: el aprendizaje político para enfrentar momentos críticos. En materia económica, por mencionar algunos, la historia marca a las últimas dos décadas del siglo XX en México como la debacle de la banca nacional, la privatización de esta y, finalmente la extranjerización. Es de mencionarse porque cuando el sistema financiero está en aprietos, así sea por la caída de pequeñas instituciones de ahorro y crédito, la incertidumbre entre la población crece y la caída de éstas se hace prácticamente inevitable. Se trata este tema dada la noticia de que el Banco FAMSA se declaró en quiebra (a pesar de representar una ínfima fracción del sistema bancario mexicano, cuenta) y por tanto pudo haber colocado la estabilidad en entredicho. Empero, el trabajo experimentado en términos técnicos y políticos por parte de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, así como del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario, es notorio. A todas luces es el resultado, en buena medida del cúmulo efectivo de aprendizaje institucional para enfrentar entornos complejos.

No obstante, de los ejemplos de notoria efectividad de las instituciones públicas frente a los problemas también está la relación inversa que genera más daños, incertidumbre y crisis, es decir aquella en los que la aplicación del aprendizaje institucional o la revisión de experiencias pasadas, están ausentes. Quizás una de las formas para adquirir aprendizajes institucionales es contar con funcionarios profesionalizados en áreas directivas y de toma de decisiones, pero eso es ya otro tema.

Ahora bien, la actual crisis acentuada por razones sanitarias colocó en posiciones indeseables a gobernantes y demás tomadores de decisiones. Además de la preocupación real por la ocupación hospitalaria y la tasa de mortalidad por el COVID-19, a esto se suma la crisis económica descrita desde los indicadores macroeconómicos como realmente grave, dado el incremento de desempleo y la disminución de la productividad. Nuestro país se mueve en un escenario doblemente preocupante, el escenario "prepandemico" ya daba señales de la existencia de una recesión económica por la baja en sectores estratégicos y la marginal inversión privada -tanto nacional como extranjera- en territorio mexicano.

En este escenario y bajo la idea de regionalización de la economía y de capitales globales, el gobierno ha visto como una válvula efectiva la entrada en vigor del T-MEC, la modernización del otrora Tratando de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Es cierto, ahora mismo las economías más endebles deben tener un eje de referencia en economías desarrolladas, así México hallará recuperación en la medida en que EUA reitere su relevancia comercial y las relaciones económicas con nuestro país se profundicen. No es un secreto, el T-MEC es una herramienta de utilidad para el presente y futuro nacional; las ideas radicales de quienes lo criticaban han quedado obsoletas y son arcaicas en un escenario de crisis real.

Este importante suceso, tras la aceptación de Estados Unidos y Canadá, supone que el aprendizaje institucional mexicano para sortear la crisis está ahí. Se entiende y comprende la relevancia del T-MEC y se está dispuesto a hacer -todo- para que este funcione. Incluso el Presidente Andrés Manuel López Obrador realizará su primer viaje al exterior como Jefe de Estado hacia los EUA de Trump para -de alguna manera- inaugurar un nuevo período de las relaciones mexicoamericanas. Esta parte de simbolismos políticos, el hecho de que AMLO viaje a EUA en tiempos prácticamente electorales en el país vecino y con la búsqueda de continuidad de Trump, es una muestra de que también hay temas en los que el aprendizaje institucional no importa. La coyuntura los rebasa.

Justo en un escenario de crisis, el sexenio pasado dinamitó su imagen ante la opinión pública al recibir la visita de Trump (sin por lo menos ser Jefe de Estado sino candidato), ese hecho le costó al entonces Presidente de la República aún más daños a su credibilidad e imagen política. La historia la conocemos. Por esta razón el actual gobierno debe ser muy cauteloso en esta visita, debe cuidar que el acto protocolario y la diplomacia no se entremezcle -como seguramente se intentará- con la política interna de los Estados Unidos para presentar al T-MEC y la relación con México como un logro con repercusiones electorales. La cautela política bien puede ser uno más de los aprendizajes institucionales para guardar y utilizar. Aunque eso ya debió haber sucedido.

En cierto sentido, se comprende la posición del gobierno mexicano. El reducido plan emergente para enfrentar la crisis económica ha resultado ineficiente y ha quedado sumamente corto (en buena medida porque las finanzas públicas no dan para más) y, ante esta situación el T-MEC es una oportunidad invaluable que genera optimismo. Cabe mencionar que simultáneamente al optimismo se produce zozobra, en virtud de que se apuesta mucho del futuro en este tratado y, en prospectiva definitivamente enfrentará retos mayores que lo podrán situar en aprietos para la obtención de resultados inmediatos.

Sobre la visita de AMLO, recupero lo dicho por Jesús Silva-Herzog Márquez en su libro "La idiotez de lo perfecto": "El racionalista ignora que la política desciende del rito y no del silogismo". Tampoco hay que exagerar.

Históricamente la ineficacia gubernamental mexicana ha quedado demostrada en múltiples pasajes, sucesos y momentos. En algunos casos con problemas domésticos y en otros, expuesta brutalmente al escrutinio y la crítica internacional. Casi siempre un poco más feroz que los comentarios que trascienden en los medios de comunicación locales. Reitero, los ejemplos son bastos y parece que -a pesar de las experiencias- no se forman historiales administrativos, de políticas públicas y resolución de crisis que generen prácticas de referencia inmediata, por ejemplo, al momento de atravesar una crisis económica. Es decir, no se registran plenamente los errores cometidos para descartarlos en el futuro y contar con aprendiza institucional.

Ese es el devenir de las administraciones públicas que reaccionan más a la inmediatez sin las consideraciones históricas de aciertos y yerros pasados. Sin embargo, también está la contracara de esta visión: el aprendizaje político para enfrentar momentos críticos. En materia económica, por mencionar algunos, la historia marca a las últimas dos décadas del siglo XX en México como la debacle de la banca nacional, la privatización de esta y, finalmente la extranjerización. Es de mencionarse porque cuando el sistema financiero está en aprietos, así sea por la caída de pequeñas instituciones de ahorro y crédito, la incertidumbre entre la población crece y la caída de éstas se hace prácticamente inevitable. Se trata este tema dada la noticia de que el Banco FAMSA se declaró en quiebra (a pesar de representar una ínfima fracción del sistema bancario mexicano, cuenta) y por tanto pudo haber colocado la estabilidad en entredicho. Empero, el trabajo experimentado en términos técnicos y políticos por parte de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, así como del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario, es notorio. A todas luces es el resultado, en buena medida del cúmulo efectivo de aprendizaje institucional para enfrentar entornos complejos.

No obstante, de los ejemplos de notoria efectividad de las instituciones públicas frente a los problemas también está la relación inversa que genera más daños, incertidumbre y crisis, es decir aquella en los que la aplicación del aprendizaje institucional o la revisión de experiencias pasadas, están ausentes. Quizás una de las formas para adquirir aprendizajes institucionales es contar con funcionarios profesionalizados en áreas directivas y de toma de decisiones, pero eso es ya otro tema.

Ahora bien, la actual crisis acentuada por razones sanitarias colocó en posiciones indeseables a gobernantes y demás tomadores de decisiones. Además de la preocupación real por la ocupación hospitalaria y la tasa de mortalidad por el COVID-19, a esto se suma la crisis económica descrita desde los indicadores macroeconómicos como realmente grave, dado el incremento de desempleo y la disminución de la productividad. Nuestro país se mueve en un escenario doblemente preocupante, el escenario "prepandemico" ya daba señales de la existencia de una recesión económica por la baja en sectores estratégicos y la marginal inversión privada -tanto nacional como extranjera- en territorio mexicano.

En este escenario y bajo la idea de regionalización de la economía y de capitales globales, el gobierno ha visto como una válvula efectiva la entrada en vigor del T-MEC, la modernización del otrora Tratando de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Es cierto, ahora mismo las economías más endebles deben tener un eje de referencia en economías desarrolladas, así México hallará recuperación en la medida en que EUA reitere su relevancia comercial y las relaciones económicas con nuestro país se profundicen. No es un secreto, el T-MEC es una herramienta de utilidad para el presente y futuro nacional; las ideas radicales de quienes lo criticaban han quedado obsoletas y son arcaicas en un escenario de crisis real.

Este importante suceso, tras la aceptación de Estados Unidos y Canadá, supone que el aprendizaje institucional mexicano para sortear la crisis está ahí. Se entiende y comprende la relevancia del T-MEC y se está dispuesto a hacer -todo- para que este funcione. Incluso el Presidente Andrés Manuel López Obrador realizará su primer viaje al exterior como Jefe de Estado hacia los EUA de Trump para -de alguna manera- inaugurar un nuevo período de las relaciones mexicoamericanas. Esta parte de simbolismos políticos, el hecho de que AMLO viaje a EUA en tiempos prácticamente electorales en el país vecino y con la búsqueda de continuidad de Trump, es una muestra de que también hay temas en los que el aprendizaje institucional no importa. La coyuntura los rebasa.

Justo en un escenario de crisis, el sexenio pasado dinamitó su imagen ante la opinión pública al recibir la visita de Trump (sin por lo menos ser Jefe de Estado sino candidato), ese hecho le costó al entonces Presidente de la República aún más daños a su credibilidad e imagen política. La historia la conocemos. Por esta razón el actual gobierno debe ser muy cauteloso en esta visita, debe cuidar que el acto protocolario y la diplomacia no se entremezcle -como seguramente se intentará- con la política interna de los Estados Unidos para presentar al T-MEC y la relación con México como un logro con repercusiones electorales. La cautela política bien puede ser uno más de los aprendizajes institucionales para guardar y utilizar. Aunque eso ya debió haber sucedido.

En cierto sentido, se comprende la posición del gobierno mexicano. El reducido plan emergente para enfrentar la crisis económica ha resultado ineficiente y ha quedado sumamente corto (en buena medida porque las finanzas públicas no dan para más) y, ante esta situación el T-MEC es una oportunidad invaluable que genera optimismo. Cabe mencionar que simultáneamente al optimismo se produce zozobra, en virtud de que se apuesta mucho del futuro en este tratado y, en prospectiva definitivamente enfrentará retos mayores que lo podrán situar en aprietos para la obtención de resultados inmediatos.

Sobre la visita de AMLO, recupero lo dicho por Jesús Silva-Herzog Márquez en su libro "La idiotez de lo perfecto": "El racionalista ignora que la política desciende del rito y no del silogismo". Tampoco hay que exagerar.