/ sábado 30 de abril de 2022

Los Avatares de Nuestro Tiempo | Espacio digital y aeroespacial: una discusión de futuro

El poder económico de los privados está arribando a espacios que –anteriormente– estaban en el control de los Estados. Esto no sería riesgoso si se tratase de ámbitos en los que los gobiernos nacionales o los organismos multilaterales tienen preeminencia o las definiciones son plenas a través de la legislación y los acuerdos internacionales; es el caso del espacio virtual de internet o de las operaciones aeroespaciales. El problema que se avizora es originado a partir de la concepción de propiedad más clásica, es decir, dado que las empresas privadas están en posibilidad de ofrecer ciertos productos o servicios –que otros no pueden ofertar– en los ámbitos y espacios mencionados, entonces éstos se conciben como propiedad que pueden ser explotados con fines económicos.

Lo anterior se demuestra claramente con las operaciones aeroespaciales iniciadas por SpaceX con el financiamiento de Elon Musk y con la compra de Twitter por parte del mismo millonario estratosférico. Tanto el espacio más allá de la órbita de la tierra, así como el espacio digital del internet, están sujetos a una pugna permanente. Es diferente a las dimensiones materiales que definen la propiedad, por ejemplo, de la tierra, en estos elementos esa noción física está ausente; por esa razón es llamativa la cantidad de inversión realizada en estos dos casos. Además, revive el debate tenso acerca de los límites de acción estatal.

Dicha discusión acerca de la inviabilidad estatista no es excluyente con los avisos de precaución acerca de la participación de privados en actividades que ni los propios Estados nacionales (o la unión de estos en organismos internacionales) han logrado explorar y controlar en su totalidad. Sobre el caso de las redes sociales, en los años recientes se ha inaugurado una discusión interesante acerca de quién debe regular las interacciones que ahí tienen lugar, sobre todo con la consideración de que la mayor parte de los usuarios de internet también lo son de los servicios de empresas de las social media y, en consecuencia, su presencia en el mundo digital requiere de una autoridad legítima que identifique problema y resuelva conflictos. Sin embargo, la renuencia a que las redes sociales sean una extensión del espacio público ha sido amplia. Es lógico, los argumentos acerca de las libertades son los primeros en ser pronunciados.

A pesar de esta realidad compleja y de los intereses múltiples que están relacionados con estos temas, considero relevante que se visibilicen los riesgos de que particulares aspiren a tener el control de espacios en los que hay un, por decir lo menos, un vacío representativo de poder. Es cierto que hay ciertos acuerdos y que países como Estados Unidos y otros que han realizado operaciones aeroespaciales, tienen ciertos acuerdos y mecanismos de definición sobre estos elementos, empero parecen ser insuficientes ante la aspiración del poder económico. Sobre el internet y las empresas de redes sociales también es cierto que en EUA tuvieron la capacidad incluso de responsabilizar al propietario de Facebook y hacerlo comparecer, no obstante, esos acontecimientos serían prácticamente impensables en otras latitudes del mundo. En términos generales, se destaca que el mundo como un todo no está poniendo la suficiente atención en estas temáticas y hay un vacío de autoridad legítima que logre contener o fijar límites a los privados que ahora, además de su preeminencia en el espacio físico del planeta, también lo buscan más allá: espacio digital y aeroespacial.

  • En los próximos años habrá que considerar que organismos multilaterales abran espacios de diálogo permanente –en igualdad de condiciones– para decidir sobre esos espacios de indeterminación. Es, para el futuro, uno de los tópicos más interesantes, pero, simultáneamente más polémicos y pendientes de resolución.

El poder económico de los privados está arribando a espacios que –anteriormente– estaban en el control de los Estados. Esto no sería riesgoso si se tratase de ámbitos en los que los gobiernos nacionales o los organismos multilaterales tienen preeminencia o las definiciones son plenas a través de la legislación y los acuerdos internacionales; es el caso del espacio virtual de internet o de las operaciones aeroespaciales. El problema que se avizora es originado a partir de la concepción de propiedad más clásica, es decir, dado que las empresas privadas están en posibilidad de ofrecer ciertos productos o servicios –que otros no pueden ofertar– en los ámbitos y espacios mencionados, entonces éstos se conciben como propiedad que pueden ser explotados con fines económicos.

Lo anterior se demuestra claramente con las operaciones aeroespaciales iniciadas por SpaceX con el financiamiento de Elon Musk y con la compra de Twitter por parte del mismo millonario estratosférico. Tanto el espacio más allá de la órbita de la tierra, así como el espacio digital del internet, están sujetos a una pugna permanente. Es diferente a las dimensiones materiales que definen la propiedad, por ejemplo, de la tierra, en estos elementos esa noción física está ausente; por esa razón es llamativa la cantidad de inversión realizada en estos dos casos. Además, revive el debate tenso acerca de los límites de acción estatal.

Dicha discusión acerca de la inviabilidad estatista no es excluyente con los avisos de precaución acerca de la participación de privados en actividades que ni los propios Estados nacionales (o la unión de estos en organismos internacionales) han logrado explorar y controlar en su totalidad. Sobre el caso de las redes sociales, en los años recientes se ha inaugurado una discusión interesante acerca de quién debe regular las interacciones que ahí tienen lugar, sobre todo con la consideración de que la mayor parte de los usuarios de internet también lo son de los servicios de empresas de las social media y, en consecuencia, su presencia en el mundo digital requiere de una autoridad legítima que identifique problema y resuelva conflictos. Sin embargo, la renuencia a que las redes sociales sean una extensión del espacio público ha sido amplia. Es lógico, los argumentos acerca de las libertades son los primeros en ser pronunciados.

A pesar de esta realidad compleja y de los intereses múltiples que están relacionados con estos temas, considero relevante que se visibilicen los riesgos de que particulares aspiren a tener el control de espacios en los que hay un, por decir lo menos, un vacío representativo de poder. Es cierto que hay ciertos acuerdos y que países como Estados Unidos y otros que han realizado operaciones aeroespaciales, tienen ciertos acuerdos y mecanismos de definición sobre estos elementos, empero parecen ser insuficientes ante la aspiración del poder económico. Sobre el internet y las empresas de redes sociales también es cierto que en EUA tuvieron la capacidad incluso de responsabilizar al propietario de Facebook y hacerlo comparecer, no obstante, esos acontecimientos serían prácticamente impensables en otras latitudes del mundo. En términos generales, se destaca que el mundo como un todo no está poniendo la suficiente atención en estas temáticas y hay un vacío de autoridad legítima que logre contener o fijar límites a los privados que ahora, además de su preeminencia en el espacio físico del planeta, también lo buscan más allá: espacio digital y aeroespacial.

  • En los próximos años habrá que considerar que organismos multilaterales abran espacios de diálogo permanente –en igualdad de condiciones– para decidir sobre esos espacios de indeterminación. Es, para el futuro, uno de los tópicos más interesantes, pero, simultáneamente más polémicos y pendientes de resolución.