/ sábado 20 de marzo de 2021

Los Avatares de Nuestro Tiempo | La decisión presidencial y sus límites

Uno de los libros más emblemáticos del estudio de la Política en México es “La Democracia en México” de la autoría de Pablo González Casanova. Es un libro publicado en 1965 pero con planteamientos que eminentemente -con mirada retrospectiva- han hurgado en nuestro presente (y seguramente el futuro de nuestro país) en términos políticos, sociales y económicos. En esencia, el texto plantea un problema conceptual relacionado con la comprensión del desarrollo económico y avanza hacia un problema estructural que conjunta el desarrollo económico con el de la democracia y por ello analiza la estructura del poder, la social y política y ésta última con el desarrollo económico.

Justo en al apartado de “Decisiones políticas y desarrollo económico” señala: “las decisiones políticas reales, operantes, necesariamente eliminan el tipo de decisiones técnicas que suponen los planes, programas y proyectos, en que se calcula todo, salvo la estructura social y política en que van a operar”. Es el triunfo de la política sobre la técnica para tomar decisiones. Este escenario supuso (desde una visión neoclásica) uno de los obstáculos principales para el desarrollo y por ello la división de política y administración se profundizó hacia finales del siglo pasado. En el caso de México, esta división no resultó en mejores condiciones de desarrollo, o en la disminución de la desigualdad y la pobreza; por el contrario, las decisiones (ahora supuestamente alejadas de las pugnas políticas) acentuaron una serie de dificultades sociales para el desarrollo.

Esta es quizás una de las explicaciones fundamentales del por qué los proyectos disruptivos tuvieron lugar en regímenes democráticos alrededor del mundo, el propio triunfo del Presidente del Presidente López Obrador se puede explicar desde esta lógica. Ahora mismo, contamos con herramientas de planeación nacional, confección de presupuestos de egresos, enfoque de políticas públicas y demás instituciones que imposibilitan que la totalidad de las decisiones sean unilaterales a partir de la voz del gobernante. Incluso nuestro de Estado de Derecho Constitucional ha configurado un sólido sistema de pesos y contrapesos democráticos y de controles republicanos dados a partir de la división del poder púbico por funciones (ejecutivo, legislativo y judicial). Para las decisiones puramente políticas, creo, estas consideraciones contemporáneas, sobran. Los resabios de viejas formas políticas indican que solamente se requiere de suficiente legitimidad para decidir entre un camino y otro, no más.

Este debate surge sobre todo a partir de la confrontación del titular del Ejecutivo actual con todo aquel que frene o cuestione ciertas determinaciones. Son tiempos de choque; ahora fue el turno del Poder Judicial de la Federación, dada la suspensión temporal mediante amparo, de la Ley de la Industria Eléctrica que es una propuesta fundamental en el ideario político del actual gobierno. Son decisiones políticas que eminentemente tendrían y tendrán consecuencias en el desarrollo comprendido en su acepción más amplia. El choque se dio y las consecuencias son aún poco claras, en términos políticos, sobre todo porque ante población se ha colocado a uno de los poderes públicos del Estado como un dique conservador en contra de la soberanía energética y el desarrollo de la industria energética nacional. La realidad es otra, es el funcionamiento real del control del poder y la colocación de límites a las decisiones políticas.

Idealmente es deseable que esta exista un equilibrio real (dados los pesos y contrapesos) en la orientación de las decisiones a partir de razonamientos políticos o técnicos. También es cierto que es, cuando menos, oportuno el cuestionamiento a la actuación histórica de juezas y jueces no necesariamente lejanos al poder.

Es sintomático del surrealismo mexicano que, mientras pugnan en los discursos por más democracia, cuando en los hechos ésta funciona entonces el retroceso expresivo es ineludible. Es desdecir lo que se gritó por mucho tiempo.

Ahora bien, también es real que esta aparente confrontación entre decisiones políticas y técnicas no siempre terminan con controles dados por el marco del Derecho; hay ocasiones -múltiples- en que el arbitrio del gobernante tiene la capacidad de llevar sus decisiones a la esfera de lo fáctico. Son decisiones con consecuencias tan variadas que aún no conocemos -del todo- el impacto verdadero.

Uno de los libros más emblemáticos del estudio de la Política en México es “La Democracia en México” de la autoría de Pablo González Casanova. Es un libro publicado en 1965 pero con planteamientos que eminentemente -con mirada retrospectiva- han hurgado en nuestro presente (y seguramente el futuro de nuestro país) en términos políticos, sociales y económicos. En esencia, el texto plantea un problema conceptual relacionado con la comprensión del desarrollo económico y avanza hacia un problema estructural que conjunta el desarrollo económico con el de la democracia y por ello analiza la estructura del poder, la social y política y ésta última con el desarrollo económico.

Justo en al apartado de “Decisiones políticas y desarrollo económico” señala: “las decisiones políticas reales, operantes, necesariamente eliminan el tipo de decisiones técnicas que suponen los planes, programas y proyectos, en que se calcula todo, salvo la estructura social y política en que van a operar”. Es el triunfo de la política sobre la técnica para tomar decisiones. Este escenario supuso (desde una visión neoclásica) uno de los obstáculos principales para el desarrollo y por ello la división de política y administración se profundizó hacia finales del siglo pasado. En el caso de México, esta división no resultó en mejores condiciones de desarrollo, o en la disminución de la desigualdad y la pobreza; por el contrario, las decisiones (ahora supuestamente alejadas de las pugnas políticas) acentuaron una serie de dificultades sociales para el desarrollo.

Esta es quizás una de las explicaciones fundamentales del por qué los proyectos disruptivos tuvieron lugar en regímenes democráticos alrededor del mundo, el propio triunfo del Presidente del Presidente López Obrador se puede explicar desde esta lógica. Ahora mismo, contamos con herramientas de planeación nacional, confección de presupuestos de egresos, enfoque de políticas públicas y demás instituciones que imposibilitan que la totalidad de las decisiones sean unilaterales a partir de la voz del gobernante. Incluso nuestro de Estado de Derecho Constitucional ha configurado un sólido sistema de pesos y contrapesos democráticos y de controles republicanos dados a partir de la división del poder púbico por funciones (ejecutivo, legislativo y judicial). Para las decisiones puramente políticas, creo, estas consideraciones contemporáneas, sobran. Los resabios de viejas formas políticas indican que solamente se requiere de suficiente legitimidad para decidir entre un camino y otro, no más.

Este debate surge sobre todo a partir de la confrontación del titular del Ejecutivo actual con todo aquel que frene o cuestione ciertas determinaciones. Son tiempos de choque; ahora fue el turno del Poder Judicial de la Federación, dada la suspensión temporal mediante amparo, de la Ley de la Industria Eléctrica que es una propuesta fundamental en el ideario político del actual gobierno. Son decisiones políticas que eminentemente tendrían y tendrán consecuencias en el desarrollo comprendido en su acepción más amplia. El choque se dio y las consecuencias son aún poco claras, en términos políticos, sobre todo porque ante población se ha colocado a uno de los poderes públicos del Estado como un dique conservador en contra de la soberanía energética y el desarrollo de la industria energética nacional. La realidad es otra, es el funcionamiento real del control del poder y la colocación de límites a las decisiones políticas.

Idealmente es deseable que esta exista un equilibrio real (dados los pesos y contrapesos) en la orientación de las decisiones a partir de razonamientos políticos o técnicos. También es cierto que es, cuando menos, oportuno el cuestionamiento a la actuación histórica de juezas y jueces no necesariamente lejanos al poder.

Es sintomático del surrealismo mexicano que, mientras pugnan en los discursos por más democracia, cuando en los hechos ésta funciona entonces el retroceso expresivo es ineludible. Es desdecir lo que se gritó por mucho tiempo.

Ahora bien, también es real que esta aparente confrontación entre decisiones políticas y técnicas no siempre terminan con controles dados por el marco del Derecho; hay ocasiones -múltiples- en que el arbitrio del gobernante tiene la capacidad de llevar sus decisiones a la esfera de lo fáctico. Son decisiones con consecuencias tan variadas que aún no conocemos -del todo- el impacto verdadero.