/ sábado 12 de septiembre de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | La necesidad de un presupuesto bien pensado

Durante los próximos años, muchos de los esfuerzos institucionales: políticas públicas, programas y demás acciones gubernamentales, deberán estar centrados en la recuperación económica. La pandemia de dimensiones incalculables ha generado un impacto negativo evidente en el crecimiento económico, el desarrollo y el bienestar de la población. Ante esto, la prioridad de focalizar el uso de recursos en grupos poblaciones con menores ingresos y deficientes condiciones de vida para su desarrollo es un imperativo ético.

En este escenario se convierte –de por sí- importantísimo observar el proceso de toma de decisiones para la integración del Paquete Económico para el año 2021, sobre todo en lo referido al Presupuesto de Egresos de la Federación. Relevante porque será un año de presiones y crisis, seguramente. Por ello el ámbito de acción de la inversión pública adquiere el interés de la sociedad por saber cómo reacciona el Gobierno en ámbitos como la Salud, la Seguridad Pública, los proyectos de infraestructura (los cuales han detonado dinamismo económico a nivel regional), programas sociales y demás herramientas de reactivación y recuperación económica. Es decir, el presupuesto se visualiza como una herramienta para sortear la crisis y, simultáneamente su formación y ejercicio está sujeto a un entorno poco favorable.

La pandemia por el multicitado y conocido virus acentúo los retos más trascendentales del México contemporáneo, caracterizado por: la baja formación de capital (desde hace décadas), la pérdida de empleos y el bajo crecimiento económico reflejado en la reducción del Producto Interno Bruto (PIB) el cual se proyecta en reducidas dimensiones hasta de 4% o 6% menor al del año 2018, por mencionar una referencia. Este contexto macroeconómico, considero, ha sido bien entendido por el Gobierno federal y el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), parece que ha sido elaborado con la visión de enfrentar, en efecto, un momento histórico de complejidad garantizada.

Si bien es cierto que en política el debate nutre la formación de ideas y propuestas, algunas de las críticas más severas en el manejo económico de la pandemia parecen más atavismos que argumentos reales. Por esta razón llama la atención la presión inusitada, por parte de algunos gobiernos locales, en la confección del PEF, al grado de abandonar la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO) y así comunicar políticamente el descontento con la distribución presupuestal. Muestra de que las dinámicas y la conversación política ha cambiado. Indica que, al menos este ejercicio presupuestal está orientado más desde los datos y proyecciones y al menos un poco menos desde la negociación en la caja negra (como nombró David Easton al sistema político y sus interacciones). Así lo exige el momento actual de México.

La crisis está y estará en las proximidades de nuestro tiempo. Esta situación orilla a generar más y mejores mecanismos de control en el ejercicio de los recursos públicos, sobre todo para lograr que éstos lleguen a su destino real y evitar que existan lucros o desvíos de la funcionalidad del presupuesto en beneficio personal o de grupo. Para esto, el combate a la corrupción debe ser un elemento transversal en la gestión pública. Justo en esta dimensión, el proyecto de PEF es novedoso al incluir un anexo que concentra (para consultas facilitadas) los responsables y montos de recursos públicos totales destinados a la prevención, detección, investigación y sanción de hechos de corrupción. A todas luces necesario, sobre todo bajo el entendido de que el 2021 será una anualidad determinante en la recuperación económica de nuestro país. No debe haber espacio a la discrecionalidad en el uso de dinero público, dado que éste será requerido por amplios grupos poblacionales.

A la luz de los analistas internacionales, aquellos que miden "riesgo país" y analizan las previsiones de crecimiento y estabilidad económica para determinar calificaciones de seguridad de las inversiones y capacidad para generar utilidades a las empresas, era indispensable presentar un Presupuesto de Egresos y en general un Paquete Económico responsable y apegado a la evidencia. Cumplir con este propósito es un primer paso para garantizar la permanencia, llegada y crecimiento de la inversión privada, la cual es indispensable para salir de la crisis pandémica.

Un presupuesto bien pensado puede ser el parteaguas de la mejora en los indicadores que hoy están registrados en color rojo, en buena medida en consecuencia de las presiones que supone –al mundo entero- enfrentar un virus completamente desconocido. El ejercicio presupuestal responsable deberá tener eco también a nivel subnacional.

Durante los próximos años, muchos de los esfuerzos institucionales: políticas públicas, programas y demás acciones gubernamentales, deberán estar centrados en la recuperación económica. La pandemia de dimensiones incalculables ha generado un impacto negativo evidente en el crecimiento económico, el desarrollo y el bienestar de la población. Ante esto, la prioridad de focalizar el uso de recursos en grupos poblaciones con menores ingresos y deficientes condiciones de vida para su desarrollo es un imperativo ético.

En este escenario se convierte –de por sí- importantísimo observar el proceso de toma de decisiones para la integración del Paquete Económico para el año 2021, sobre todo en lo referido al Presupuesto de Egresos de la Federación. Relevante porque será un año de presiones y crisis, seguramente. Por ello el ámbito de acción de la inversión pública adquiere el interés de la sociedad por saber cómo reacciona el Gobierno en ámbitos como la Salud, la Seguridad Pública, los proyectos de infraestructura (los cuales han detonado dinamismo económico a nivel regional), programas sociales y demás herramientas de reactivación y recuperación económica. Es decir, el presupuesto se visualiza como una herramienta para sortear la crisis y, simultáneamente su formación y ejercicio está sujeto a un entorno poco favorable.

La pandemia por el multicitado y conocido virus acentúo los retos más trascendentales del México contemporáneo, caracterizado por: la baja formación de capital (desde hace décadas), la pérdida de empleos y el bajo crecimiento económico reflejado en la reducción del Producto Interno Bruto (PIB) el cual se proyecta en reducidas dimensiones hasta de 4% o 6% menor al del año 2018, por mencionar una referencia. Este contexto macroeconómico, considero, ha sido bien entendido por el Gobierno federal y el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), parece que ha sido elaborado con la visión de enfrentar, en efecto, un momento histórico de complejidad garantizada.

Si bien es cierto que en política el debate nutre la formación de ideas y propuestas, algunas de las críticas más severas en el manejo económico de la pandemia parecen más atavismos que argumentos reales. Por esta razón llama la atención la presión inusitada, por parte de algunos gobiernos locales, en la confección del PEF, al grado de abandonar la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO) y así comunicar políticamente el descontento con la distribución presupuestal. Muestra de que las dinámicas y la conversación política ha cambiado. Indica que, al menos este ejercicio presupuestal está orientado más desde los datos y proyecciones y al menos un poco menos desde la negociación en la caja negra (como nombró David Easton al sistema político y sus interacciones). Así lo exige el momento actual de México.

La crisis está y estará en las proximidades de nuestro tiempo. Esta situación orilla a generar más y mejores mecanismos de control en el ejercicio de los recursos públicos, sobre todo para lograr que éstos lleguen a su destino real y evitar que existan lucros o desvíos de la funcionalidad del presupuesto en beneficio personal o de grupo. Para esto, el combate a la corrupción debe ser un elemento transversal en la gestión pública. Justo en esta dimensión, el proyecto de PEF es novedoso al incluir un anexo que concentra (para consultas facilitadas) los responsables y montos de recursos públicos totales destinados a la prevención, detección, investigación y sanción de hechos de corrupción. A todas luces necesario, sobre todo bajo el entendido de que el 2021 será una anualidad determinante en la recuperación económica de nuestro país. No debe haber espacio a la discrecionalidad en el uso de dinero público, dado que éste será requerido por amplios grupos poblacionales.

A la luz de los analistas internacionales, aquellos que miden "riesgo país" y analizan las previsiones de crecimiento y estabilidad económica para determinar calificaciones de seguridad de las inversiones y capacidad para generar utilidades a las empresas, era indispensable presentar un Presupuesto de Egresos y en general un Paquete Económico responsable y apegado a la evidencia. Cumplir con este propósito es un primer paso para garantizar la permanencia, llegada y crecimiento de la inversión privada, la cual es indispensable para salir de la crisis pandémica.

Un presupuesto bien pensado puede ser el parteaguas de la mejora en los indicadores que hoy están registrados en color rojo, en buena medida en consecuencia de las presiones que supone –al mundo entero- enfrentar un virus completamente desconocido. El ejercicio presupuestal responsable deberá tener eco también a nivel subnacional.