/ sábado 29 de febrero de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | La paciencia en los tiempos del cólera

  • A propósito de mi columna pasada, titulada “Combatir el miedo en la sociedad”, en la que señale que el miedo es una característica de la sociedad contemporánea y que, además, es consecuencia de nuestra trágica realidad manifestándose en la conciencia social; ahora es necesario señalar lo que provoca ese miedo colectivo permanente e irremediablemente inherente a la complejidad social.

En resumidas cuentas, el miedo ha generado paciencia injustificada y tiempos de cólera. Los problemas públicos, los cuales impactan de manera directa la cotidianidad y calidad de vida de las personas, actúan como detonadores del malestar social, de las manifestaciones excedidas en el uso de la protesta social, que incluso generan más violencia (en algunos casos) y, paradójicamente, la inactividad, la paciencia injustificada y la pasividad de los actores que debieran manifestarse abierta y enérgicamente. Así han transcurrido los sucesos más recientes en varias partes del país, por una parte, los grupos organizados de la sociedad han decidido elaborar consignas, demandas y expresarlas en el espacio público, del otro lado, la autoridad ha optado por la paciencia, como si los problemas se resolvieran solamente observándolos, esperando la curva decreciente del malestar social y la cólera ciudadana que, justificadamente se manifiesta cada vez con mayor fuerza.

Parece un juego de palabras, la “Paciencia en tiempos del cólera”, construcción contradictoria, prácticamente un oxímoron, como si dijéramos que la claridad es también oscura; así de extraña es la reacción de los gobiernos ante las demandas de solución a problemas públicos como la violencia de género (ampliamente señalada en la opinión pública. También parece que con la selección del título quise jugar un poco con el nombre del “Amor en los tiempos del cólera”, una de las principales obras de la autoría de Gabriel García Márquez, en la que Florentino Ariza espera fervorosamente, durante 51 años nueve meses y cuatro días a Fermina Daza, con una paciencia inexplicable; quizás en eso se parezca –un poco- nuestra actualidad, la autoridad espera contemplativamente que la cresta de los movimientos sociales se vea reducida por el factor tiempo, mientras tanto, los problemas se crecen, la sociedad responde vive tiempos de “cólera” y, afortunadamente la organización alrededor de las genuinas demandas de más seguridad, reducción de los niveles de violencia , especialmente la que tiene que ver con aquella contra las mujeres por razón de género.

  • Por ello el torbellino de temas que se apuntan en la agenda cada vez crece más, en algunos casos de manera intempestiva y en otros graduales. La “paciencia en tiempos de cólera” es un escenario actual: los grupos de jóvenes universitarios han saltado al espacio público para presentar demandas, las mujeres del país han hecho lo propio, y así un largo etcétera, lo que supone un verdadero reto para los gobiernos, los cuales tendrán que abandonar la pasividad, paciencia e inactividad para responder con acciones concretas, tomar decisiones y, por fin, cambiar el rumbo de manera acertada.

Sirva la historia de García Márquez también para recordar que, en ocasiones, se forman discursos plagados de excusas o que generan confusión. En la novela señalada, cuando Florentino y Fermina viajan en un barco y ante la incomodidad de ella porque la pudiesen ver y criticar por viajar con Florentino, éste último hizo que el capitán del barco ondease una bandera amarilla en señal de que se ha descubierto el cólera en la embarcación por lo que los pasajeros lo abandonan. Así, en política también hay elementos distractores, ante los que no deben caer los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad para dejar de exigir o entrar a un estadio de paciencia excesiva ante los problemas que diariamente se padecen.

Mientras la pasividad persista, es indispensable apuntalar los movimientos de exigencia social, hacerse escuchar. Consecuentemente, el gobierno tiene la responsabilidad de responder adecuadamente, plantear líneas de acciones, compromisos institucionales, estrategias, planes, políticas públicas, programas que abonen a la búsqueda de reducir los malestares sociales y atender los problemas públicos de nuestro tiempo. Es necesario y urgente.

  • A propósito de mi columna pasada, titulada “Combatir el miedo en la sociedad”, en la que señale que el miedo es una característica de la sociedad contemporánea y que, además, es consecuencia de nuestra trágica realidad manifestándose en la conciencia social; ahora es necesario señalar lo que provoca ese miedo colectivo permanente e irremediablemente inherente a la complejidad social.

En resumidas cuentas, el miedo ha generado paciencia injustificada y tiempos de cólera. Los problemas públicos, los cuales impactan de manera directa la cotidianidad y calidad de vida de las personas, actúan como detonadores del malestar social, de las manifestaciones excedidas en el uso de la protesta social, que incluso generan más violencia (en algunos casos) y, paradójicamente, la inactividad, la paciencia injustificada y la pasividad de los actores que debieran manifestarse abierta y enérgicamente. Así han transcurrido los sucesos más recientes en varias partes del país, por una parte, los grupos organizados de la sociedad han decidido elaborar consignas, demandas y expresarlas en el espacio público, del otro lado, la autoridad ha optado por la paciencia, como si los problemas se resolvieran solamente observándolos, esperando la curva decreciente del malestar social y la cólera ciudadana que, justificadamente se manifiesta cada vez con mayor fuerza.

Parece un juego de palabras, la “Paciencia en tiempos del cólera”, construcción contradictoria, prácticamente un oxímoron, como si dijéramos que la claridad es también oscura; así de extraña es la reacción de los gobiernos ante las demandas de solución a problemas públicos como la violencia de género (ampliamente señalada en la opinión pública. También parece que con la selección del título quise jugar un poco con el nombre del “Amor en los tiempos del cólera”, una de las principales obras de la autoría de Gabriel García Márquez, en la que Florentino Ariza espera fervorosamente, durante 51 años nueve meses y cuatro días a Fermina Daza, con una paciencia inexplicable; quizás en eso se parezca –un poco- nuestra actualidad, la autoridad espera contemplativamente que la cresta de los movimientos sociales se vea reducida por el factor tiempo, mientras tanto, los problemas se crecen, la sociedad responde vive tiempos de “cólera” y, afortunadamente la organización alrededor de las genuinas demandas de más seguridad, reducción de los niveles de violencia , especialmente la que tiene que ver con aquella contra las mujeres por razón de género.

  • Por ello el torbellino de temas que se apuntan en la agenda cada vez crece más, en algunos casos de manera intempestiva y en otros graduales. La “paciencia en tiempos de cólera” es un escenario actual: los grupos de jóvenes universitarios han saltado al espacio público para presentar demandas, las mujeres del país han hecho lo propio, y así un largo etcétera, lo que supone un verdadero reto para los gobiernos, los cuales tendrán que abandonar la pasividad, paciencia e inactividad para responder con acciones concretas, tomar decisiones y, por fin, cambiar el rumbo de manera acertada.

Sirva la historia de García Márquez también para recordar que, en ocasiones, se forman discursos plagados de excusas o que generan confusión. En la novela señalada, cuando Florentino y Fermina viajan en un barco y ante la incomodidad de ella porque la pudiesen ver y criticar por viajar con Florentino, éste último hizo que el capitán del barco ondease una bandera amarilla en señal de que se ha descubierto el cólera en la embarcación por lo que los pasajeros lo abandonan. Así, en política también hay elementos distractores, ante los que no deben caer los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad para dejar de exigir o entrar a un estadio de paciencia excesiva ante los problemas que diariamente se padecen.

Mientras la pasividad persista, es indispensable apuntalar los movimientos de exigencia social, hacerse escuchar. Consecuentemente, el gobierno tiene la responsabilidad de responder adecuadamente, plantear líneas de acciones, compromisos institucionales, estrategias, planes, políticas públicas, programas que abonen a la búsqueda de reducir los malestares sociales y atender los problemas públicos de nuestro tiempo. Es necesario y urgente.