/ sábado 18 de septiembre de 2021

Los Avatares de Nuestro Tiempo | La política exterior mexicana muy activa

Ahora mismo la política exterior del Estado mexicano es protagonista. Ha sucedido que, ante las grandes problemáticas nacionales, se han encontrado soluciones más allá de nuestras fronteras, por ejemplo: el acceso a vacunas contra el virus pandémico, la migración regional de Centroamérica hacia los Estados Unidos de Norteamérica (EUA) o la reactivación económica. Esta tendencia (buscar soluciones en el exterior) supone un reto político, para quienes dirigen la política exterior y también para el amoldamiento de los intereses nacionales ante la puja internacional.

No obstante, el Gobierno mexicano ha logrado posicionar su liderazgo en Latinoamérica y con ello, además de encontrar caminos resolutivos a asuntos propios, convocar a la cohesión y organización regional. En este contexto, la crítica del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, a la Organización de Estados Americanos (OEA) se vuelve coherente en el sentido de que, un organismo que data de 1889 con el antecedente de la Primera Conferencia Internacional Americana con la visible intervención política de EUA, no la logrado cohesionar y mejorar las condiciones democráticas para el desarrollo de la totalidad de los países. Quizás, la crítica principal sea la inequitativa convivencia política en la organización y la influencia máxima de unos pocos.

Esta falta de interrelación política de la OEA con los países en lo individual y además su activismo en problemas nacionales, ha merecido la crítica permanente y su incremento en los años recientes. Se ha formado el momento preciso para que Latinoamérica logre formar otra institución de cooperación, diálogo y debate acerca de los problemas más profundamente compartidos. Por eso destaca el papel de la política exterior, el oficio político del canciller Marcelo Ebrard, bajo un contexto de tensión.

Esto último queda demostrado con las acciones recientes. Primero con la diferenciación discursiva y simbólica, al invitar al presidente de Cuba a la celebración de la Independencia de nuestro país, aunque el régimen cubano tiene severas críticas en términos de libertad y derechos humanos, es real el bloqueo económico impuesto por EUA que le ha impedido apuntalar de mejor manera su desarrollo; por ello, aunque causó indignación en un sector de la población, ha servido como una herramienta discursiva de diferenciación y para colocar el tema de la segregación a países en la agenda política regional. Fue un acto simbólico para lo que viene. La segunda acción es la convocatoria para celebrar, en territorio mexicano (en tanto que preside), la Cumbre de Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC); es la reafirmación del liderazgo mexicano y el anunció de nuevos y mejores esquemas de cooperación regional.

No es un tema menor. La posible sustitución de la OEA podría significar un reacomodo de la influencia que ejercen países con economías fuertes, respecto de aquellos con economías emergentes. Estas dos acciones: el discurso de exigencia de inclusión en la región (utilizando el caso cubano) y la celebración de la cumbre de la CELAC, constituyen una muestra fehaciente de la política exterior activa del gobierno mexicano. Con ello puede arribar un rico nacional debate acerca del papel que México debe desempeñar regionalmente, sobre todo con la consideración de que, en el caso de la política exterior, el Senado de la República tiene poder de decisión y que, la oposición partidista puede interpelar los planteamientos sobre todo aquellos que están orientados al respaldo de regímenes autoritarios como el cubano o venezolano.

Pienso que es un momento ideal para que el país retome el liderazgo regional. No es una vanidad política, es la posibilidad de concretar e impulsar acuerdos para controlar eficazmente problemas públicos: como los desplazamientos migratorios de gran cantidad de población, el narcotráfico, las recesiones económicas, la crisis medioambiental, entre otros.

Ahora mismo la política exterior del Estado mexicano es protagonista. Ha sucedido que, ante las grandes problemáticas nacionales, se han encontrado soluciones más allá de nuestras fronteras, por ejemplo: el acceso a vacunas contra el virus pandémico, la migración regional de Centroamérica hacia los Estados Unidos de Norteamérica (EUA) o la reactivación económica. Esta tendencia (buscar soluciones en el exterior) supone un reto político, para quienes dirigen la política exterior y también para el amoldamiento de los intereses nacionales ante la puja internacional.

No obstante, el Gobierno mexicano ha logrado posicionar su liderazgo en Latinoamérica y con ello, además de encontrar caminos resolutivos a asuntos propios, convocar a la cohesión y organización regional. En este contexto, la crítica del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, a la Organización de Estados Americanos (OEA) se vuelve coherente en el sentido de que, un organismo que data de 1889 con el antecedente de la Primera Conferencia Internacional Americana con la visible intervención política de EUA, no la logrado cohesionar y mejorar las condiciones democráticas para el desarrollo de la totalidad de los países. Quizás, la crítica principal sea la inequitativa convivencia política en la organización y la influencia máxima de unos pocos.

Esta falta de interrelación política de la OEA con los países en lo individual y además su activismo en problemas nacionales, ha merecido la crítica permanente y su incremento en los años recientes. Se ha formado el momento preciso para que Latinoamérica logre formar otra institución de cooperación, diálogo y debate acerca de los problemas más profundamente compartidos. Por eso destaca el papel de la política exterior, el oficio político del canciller Marcelo Ebrard, bajo un contexto de tensión.

Esto último queda demostrado con las acciones recientes. Primero con la diferenciación discursiva y simbólica, al invitar al presidente de Cuba a la celebración de la Independencia de nuestro país, aunque el régimen cubano tiene severas críticas en términos de libertad y derechos humanos, es real el bloqueo económico impuesto por EUA que le ha impedido apuntalar de mejor manera su desarrollo; por ello, aunque causó indignación en un sector de la población, ha servido como una herramienta discursiva de diferenciación y para colocar el tema de la segregación a países en la agenda política regional. Fue un acto simbólico para lo que viene. La segunda acción es la convocatoria para celebrar, en territorio mexicano (en tanto que preside), la Cumbre de Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC); es la reafirmación del liderazgo mexicano y el anunció de nuevos y mejores esquemas de cooperación regional.

No es un tema menor. La posible sustitución de la OEA podría significar un reacomodo de la influencia que ejercen países con economías fuertes, respecto de aquellos con economías emergentes. Estas dos acciones: el discurso de exigencia de inclusión en la región (utilizando el caso cubano) y la celebración de la cumbre de la CELAC, constituyen una muestra fehaciente de la política exterior activa del gobierno mexicano. Con ello puede arribar un rico nacional debate acerca del papel que México debe desempeñar regionalmente, sobre todo con la consideración de que, en el caso de la política exterior, el Senado de la República tiene poder de decisión y que, la oposición partidista puede interpelar los planteamientos sobre todo aquellos que están orientados al respaldo de regímenes autoritarios como el cubano o venezolano.

Pienso que es un momento ideal para que el país retome el liderazgo regional. No es una vanidad política, es la posibilidad de concretar e impulsar acuerdos para controlar eficazmente problemas públicos: como los desplazamientos migratorios de gran cantidad de población, el narcotráfico, las recesiones económicas, la crisis medioambiental, entre otros.