/ sábado 13 de julio de 2019

Los avatares de nuestro tiempo | Más allá de la renuncia

En efecto, la caída del Estado como rector de la vida pública y, el gradual abandono del que fue objeto desde la orientación ideológica del revisionismo liberal y la concepción del neoliberalismo, como el artilugio indispensable para justificar el “dejar hacer, dejar pasar” (en francés laissez faire) con el argumento -en diversos casos excusa- de buscar eficiencia y eficacia, así como orientar los recursos -siempre escasos- del Estado hacia lo verdaderamente importante y necesario; ha sido señalado como el parteaguas de muchos de los problemas a los que actualmente nos enfrentamos como sociedad.


Como consecuencia, en México y en muchas otras partes del mundo, han pululado con gran aceptación los discursos políticos que señalan al neoliberalismo como el causante de desastres. Además, esta postura está acompañada de cierto desdeño por la técnica, la metodología y, en general, la aplicación del conocimiento científico -sujeto a la falsabilidad, comprobable, basado en evidencia- sobre la toma de decisiones en materia de gobierno y políticas públicas. Sin embargo, la opción que presentan como alternativa deja muchas dudas acerca de la viabilidad de los proyectos y la estabilidad del gobierno para atender los problemas públicos que se suscitan y reclaman atención urgente.

Bajo este orden de ideas, el señalamiento al período neoliberal en México como una de las causas del detrimento de la capacidad del Estado para resolver problemas y de la calidad de vida de las personas, tiene un asidero importante tanto en el imaginario colectivo como en las evidencias y estadísticas, que son innegables. No obstante, descalificar la técnica para la formulación de políticas pública es -en todo sentido- una aberración, un sinsentido y despropósito.

También es real que la descalificación a la técnica y metodologías rigurosas es, eminentemente, resultado de la falta de comprensión al término tecnocracia a, a una relación -históricamente- conflictiva entre los que defienden la compatibilidad de la técnica para tomar decisiones en democracia y aquellos que han refutado dicha tesis en todo escenario discursivo.

La renuncia de Carlos Urzúa al frente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), presentada el martes 9 de julio, es el resultado de esa tensión, entre dos grupos políticos ideológicamente distanciados y encontrados bajo las responsabilidades del gobierno. El primero (dominante) señala reiteradamente al neoliberalismo y todos sus instrumentos de toma de decisiones (la técnica incluida), mientras que el segundo, notoriamente más moderado, recupera la técnica y la metodología para el diseñe e implementación de políticas públicas.

Difícilmente la renuncia de un funcionario público -así sea la del Secretario de Hacienda- conduce a un entorno más colaborativo dentro del gobierno; sobre todo porque la tensión de origen está centrada en términos ideológicos y prácticos. La renuncia misma conlleva a la generación de cambios sustanciales, pero la carta que presento públicamente produce un impacto fuerte en el seno del gobierno mexicano y el equipo del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Si el gobierno federal, duramente señalado en la carta de renuncia de Urzúa a la SHCP por la falta de sustento en políticas públicas, persiste en esta conducta decisoria, entonces los presagios de la oposición insípida en México se cumplirán.

El gobierno y los cuadros administrativos y políticos que cohabitan en él, deben comprender que, las decisiones de política pública serán encaminadas al éxito, solamente en tanto están formuladas desde el conocimiento y la evidencia, obtenida desde la técnica. En síntesis, la tensión entre moderados y radicales dentro de un debate ideológico, no puede seguir determinando el funcionamiento del gobierno en la esfera de sus responsabilidades.

La renuncia, más que eso, es una llamada de atención que, a gritos, demanda mejoras urgentes en el proceso de toma de decisiones.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez

Twitter: @EnriqueBermC

Difícilmente la renuncia de un funcionario público conduce a un entorno más colaborativo dentro del gobierno; sobre todo porque la tensión de origen está centrada en términos ideológicos y prácticos. La renuncia misma conlleva a la generación de cambios sustanciales, pero la carta que presentó públicamente produce un impacto fuerte en el seno del gobierno mexicano y el equipo del Presidente AMLO.

En efecto, la caída del Estado como rector de la vida pública y, el gradual abandono del que fue objeto desde la orientación ideológica del revisionismo liberal y la concepción del neoliberalismo, como el artilugio indispensable para justificar el “dejar hacer, dejar pasar” (en francés laissez faire) con el argumento -en diversos casos excusa- de buscar eficiencia y eficacia, así como orientar los recursos -siempre escasos- del Estado hacia lo verdaderamente importante y necesario; ha sido señalado como el parteaguas de muchos de los problemas a los que actualmente nos enfrentamos como sociedad.


Como consecuencia, en México y en muchas otras partes del mundo, han pululado con gran aceptación los discursos políticos que señalan al neoliberalismo como el causante de desastres. Además, esta postura está acompañada de cierto desdeño por la técnica, la metodología y, en general, la aplicación del conocimiento científico -sujeto a la falsabilidad, comprobable, basado en evidencia- sobre la toma de decisiones en materia de gobierno y políticas públicas. Sin embargo, la opción que presentan como alternativa deja muchas dudas acerca de la viabilidad de los proyectos y la estabilidad del gobierno para atender los problemas públicos que se suscitan y reclaman atención urgente.

Bajo este orden de ideas, el señalamiento al período neoliberal en México como una de las causas del detrimento de la capacidad del Estado para resolver problemas y de la calidad de vida de las personas, tiene un asidero importante tanto en el imaginario colectivo como en las evidencias y estadísticas, que son innegables. No obstante, descalificar la técnica para la formulación de políticas pública es -en todo sentido- una aberración, un sinsentido y despropósito.

También es real que la descalificación a la técnica y metodologías rigurosas es, eminentemente, resultado de la falta de comprensión al término tecnocracia a, a una relación -históricamente- conflictiva entre los que defienden la compatibilidad de la técnica para tomar decisiones en democracia y aquellos que han refutado dicha tesis en todo escenario discursivo.

La renuncia de Carlos Urzúa al frente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), presentada el martes 9 de julio, es el resultado de esa tensión, entre dos grupos políticos ideológicamente distanciados y encontrados bajo las responsabilidades del gobierno. El primero (dominante) señala reiteradamente al neoliberalismo y todos sus instrumentos de toma de decisiones (la técnica incluida), mientras que el segundo, notoriamente más moderado, recupera la técnica y la metodología para el diseñe e implementación de políticas públicas.

Difícilmente la renuncia de un funcionario público -así sea la del Secretario de Hacienda- conduce a un entorno más colaborativo dentro del gobierno; sobre todo porque la tensión de origen está centrada en términos ideológicos y prácticos. La renuncia misma conlleva a la generación de cambios sustanciales, pero la carta que presento públicamente produce un impacto fuerte en el seno del gobierno mexicano y el equipo del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Si el gobierno federal, duramente señalado en la carta de renuncia de Urzúa a la SHCP por la falta de sustento en políticas públicas, persiste en esta conducta decisoria, entonces los presagios de la oposición insípida en México se cumplirán.

El gobierno y los cuadros administrativos y políticos que cohabitan en él, deben comprender que, las decisiones de política pública serán encaminadas al éxito, solamente en tanto están formuladas desde el conocimiento y la evidencia, obtenida desde la técnica. En síntesis, la tensión entre moderados y radicales dentro de un debate ideológico, no puede seguir determinando el funcionamiento del gobierno en la esfera de sus responsabilidades.

La renuncia, más que eso, es una llamada de atención que, a gritos, demanda mejoras urgentes en el proceso de toma de decisiones.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez

Twitter: @EnriqueBermC

Difícilmente la renuncia de un funcionario público conduce a un entorno más colaborativo dentro del gobierno; sobre todo porque la tensión de origen está centrada en términos ideológicos y prácticos. La renuncia misma conlleva a la generación de cambios sustanciales, pero la carta que presentó públicamente produce un impacto fuerte en el seno del gobierno mexicano y el equipo del Presidente AMLO.