/ sábado 11 de julio de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | Mejores relaciones México-EUA

La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Estados Unidos de Norteamérica, en calidad de Jefe de Estado, es una clase de ritos en la política, creación de símbolos y, también seriamente de diplomacia y manejo de las relaciones internacionales a partir de la comunicación eficaz. Sí, es real, a pesar de los malos presagios ante el anuncio de la reunión Trump-AMLO, esta tuvo efectos positivos en la imagen política de AMLO como agente con responsabilidad y liderazgo global y se alejó de la percepción de un líder meramente doméstico.

En buena medida es un logro de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Oficina de la Presidencia de la República, quienes confeccionaron un escenario ideal para emitir un mensaje sólido y plagado de buenas señales a las relaciones amistosas con el país vecino y sentar las bases para generar más y mejores inversiones económicas y cooperación para el desarrollo.

Sin embargo, es menester de los análisis rigurosos el no sobredimensionar lo ocurrido entre AMLO y Trump, sobre todo porque las condiciones electorales en EUA orillaron al presidente estadounidense a emitir un mensaje conciliador, comprensivo ante la situación que atraviesa México y alejado de la bravuconería y los embates discursivos en contra de la población latinoamericana en aquel país.

El discurso de AMLO, en cambio, tuvo la posibilidad de -al tiempo de ser halagador en demasía- replantear la idea de que las buenas relaciones entre los países son ensimismo generadoras de proyectos conjuntos y positivas en diferentes términos y tópicos: economía, migración y seguridad -por antonomasia- las más importantes. El mensaje, desde la óptica discursiva con que debe contar un Jefe de Estado es digno de reconocimiento. La recuperación de hechos históricos como la postura del presidente Abraham Lincoln, quien nunca reconoció el Imperio de Maximiliano de Habsburgo impuesto por la burguesía mexicana y el Imperio de Napoleón Bonaparte. O las buenas relaciones entre los presidentes Lázaro Cárdenas del Río y Roosevelt en EUA, aún con la decisión de expropiar y nacionalizar las empresas petroleras instaladas en territorio mexicano.

En lo simbólico, los ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México! pronunciados en la Casa Blanca son un grito de reivindicación de nuestro país y su importancia también para la realidad norteamericana. Además, abonaron a la percepción de un gobernante fuerte y con suficiente legitimidad para hacer frente -incluso- en medio de presuntas tensiones a la siempre compleja relación México-Estados Unidos.

Todos estos síntomas de buena relación -aún con la coyuntura electoral de EUA- deben ser aprovechados en términos de cooperación y reactivación del bloque comercial norteamericano frente al mundo que, como bien señaló el presidente AMLO, es deficitaria.

Ahora bien, estas muestras de buen entendimiento tampoco son inéditas, la buena relación ha generado en diferentes momentos históricos hechos, por demás trascendentales, por ejemplo: la creación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (ahora modernizado a T-MEC) o la resolución de la crisis de los balseros cubanos en la década de los años 90, tema en el que México participó como interlocutor y mediador entre Cuba y EUA. Es decir, los momentos de baja tensión y profundización de las relaciones México-EUA han demostrado ser beneficiosos para ambas naciones que, por su condición de vecinos estratégicos deben hallar más acuerdos que diferendos.

Otra de las buenas señales fue la reunión y acercamiento entre los sectores empresariales mexicanos y estadounidenses. Esto no significa que en el futuro cercano se generen más inversiones destacadas por parte del empresariado norteamericano, mayormente centrado en la producción de innovación tecnológica. Es más bien, nuevamente, un elemento simbólico del buen entendimiento. Dentivanamente, lo sucedido en la gira de AMLO por EUA responde a un buen ejercicio de comunicación política y manejo de entorno complejos que, ante el mínimo error podía resultar en un escenario de crisis.

Ojalá que de lo simbólico pasemos a lo fáctico y, las relaciones entre ambos países sean progresivamente mejores, cuenten con una agenda regional de desarrollo y se logren acuerdos en temas de responsabilidad global. Es por el bien de México.

La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Estados Unidos de Norteamérica, en calidad de Jefe de Estado, es una clase de ritos en la política, creación de símbolos y, también seriamente de diplomacia y manejo de las relaciones internacionales a partir de la comunicación eficaz. Sí, es real, a pesar de los malos presagios ante el anuncio de la reunión Trump-AMLO, esta tuvo efectos positivos en la imagen política de AMLO como agente con responsabilidad y liderazgo global y se alejó de la percepción de un líder meramente doméstico.

En buena medida es un logro de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Oficina de la Presidencia de la República, quienes confeccionaron un escenario ideal para emitir un mensaje sólido y plagado de buenas señales a las relaciones amistosas con el país vecino y sentar las bases para generar más y mejores inversiones económicas y cooperación para el desarrollo.

Sin embargo, es menester de los análisis rigurosos el no sobredimensionar lo ocurrido entre AMLO y Trump, sobre todo porque las condiciones electorales en EUA orillaron al presidente estadounidense a emitir un mensaje conciliador, comprensivo ante la situación que atraviesa México y alejado de la bravuconería y los embates discursivos en contra de la población latinoamericana en aquel país.

El discurso de AMLO, en cambio, tuvo la posibilidad de -al tiempo de ser halagador en demasía- replantear la idea de que las buenas relaciones entre los países son ensimismo generadoras de proyectos conjuntos y positivas en diferentes términos y tópicos: economía, migración y seguridad -por antonomasia- las más importantes. El mensaje, desde la óptica discursiva con que debe contar un Jefe de Estado es digno de reconocimiento. La recuperación de hechos históricos como la postura del presidente Abraham Lincoln, quien nunca reconoció el Imperio de Maximiliano de Habsburgo impuesto por la burguesía mexicana y el Imperio de Napoleón Bonaparte. O las buenas relaciones entre los presidentes Lázaro Cárdenas del Río y Roosevelt en EUA, aún con la decisión de expropiar y nacionalizar las empresas petroleras instaladas en territorio mexicano.

En lo simbólico, los ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México! pronunciados en la Casa Blanca son un grito de reivindicación de nuestro país y su importancia también para la realidad norteamericana. Además, abonaron a la percepción de un gobernante fuerte y con suficiente legitimidad para hacer frente -incluso- en medio de presuntas tensiones a la siempre compleja relación México-Estados Unidos.

Todos estos síntomas de buena relación -aún con la coyuntura electoral de EUA- deben ser aprovechados en términos de cooperación y reactivación del bloque comercial norteamericano frente al mundo que, como bien señaló el presidente AMLO, es deficitaria.

Ahora bien, estas muestras de buen entendimiento tampoco son inéditas, la buena relación ha generado en diferentes momentos históricos hechos, por demás trascendentales, por ejemplo: la creación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (ahora modernizado a T-MEC) o la resolución de la crisis de los balseros cubanos en la década de los años 90, tema en el que México participó como interlocutor y mediador entre Cuba y EUA. Es decir, los momentos de baja tensión y profundización de las relaciones México-EUA han demostrado ser beneficiosos para ambas naciones que, por su condición de vecinos estratégicos deben hallar más acuerdos que diferendos.

Otra de las buenas señales fue la reunión y acercamiento entre los sectores empresariales mexicanos y estadounidenses. Esto no significa que en el futuro cercano se generen más inversiones destacadas por parte del empresariado norteamericano, mayormente centrado en la producción de innovación tecnológica. Es más bien, nuevamente, un elemento simbólico del buen entendimiento. Dentivanamente, lo sucedido en la gira de AMLO por EUA responde a un buen ejercicio de comunicación política y manejo de entorno complejos que, ante el mínimo error podía resultar en un escenario de crisis.

Ojalá que de lo simbólico pasemos a lo fáctico y, las relaciones entre ambos países sean progresivamente mejores, cuenten con una agenda regional de desarrollo y se logren acuerdos en temas de responsabilidad global. Es por el bien de México.