/ sábado 7 de marzo de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | Nosotros (todos) escribimos la historia

  • Una de las principales falacias en el mundo es la referida a que “la historia del mundo está determinada por el progreso permanente”; en cierto sentido, esta aseveración denota la concepción del desarrollo en automática, tal como una suerte de símil a la evolución biológica de las especies. Es falso. El progreso no se traza en una línea recta en el tiempo, por el contrario, está caracterizado por varias particularidades y curvas sinuosas, además, el progreso y el desarrollo –por momento- parecieran ser selectivos, cuasi discriminador, en realidad el desarrollo exponencial de ciertas sociedades también responde a condiciones históricas y sociopolíticas, las cuales difícilmente están desvinculadas del éxito o fracaso.

La contra argumentación a la idea romántica del progreso permanente también tiene un extremo epistemológico, aquel en el que se agrupan aquellos que piensan que en el pasado el mundo y la humanidad se encontraban en mejor estado. Ante esta plenaria de ideas poco sustentadas en la realidad, resulta fundamental reflexionar y pensar –seriamente- en qué hicimos y qué debemos hacer para: por un lado, desplazar la añoranza de tiempos copretéritos y, por otro, dejar de pensar que el futuro depara –inercial y automáticamente- mejores condiciones de vida y el trinomio desarrollo, progreso y crecimiento.

Este contexto ha impulsado la formación de algunas de las ideas más innovadoras y brillantes en los últimos años. Por ejemplo, el trabajo de Angus Deaton en su libro “El Gran Escape”, en el que justo bajo la premisa de que el progreso no ha sido una línea resta ascendente, entra al análisis minucioso sobre las tendencias en materia de progreso en salud e ingreso, bajo el entendimiento de que, a pesar del crecimiento económico y desarrollo acelerado, una gran proporción de la población mundial no ha podido salir de la pobreza. Al final, arroja varias conclusiones, una de las más interesantes es la referida a que la esperanza de vida, a través de la historia de la humanidad y su mejora no ha sido ni continua ni universal; ha estado alterada por problemas estructurales como: el bajo acceso a servicios de salud y la pobreza.

Siguiendo esta línea de pensamiento, es posible extender las causas del porqué no se puede hablar de la historia del mundo como una del progreso universal y ascendente, explicándolo desde la existencia de problemas públicos complejos, como lo son: además de los mencionados por Deaton, la violencia e inseguridad. Para el caso de México este par de problemas ha significado el debilitamiento de su imagen hacia el exterior, la disminución de sus niveles de competitividad para ser un destino atractivo a las inversiones, impacto directo a la productividad, altos niveles de percepción de inseguridad, sostenimiento permanente del miedo colectivo e implicaciones directas en la esperanza y calidad de vida de las personas. Consecuentemente, los problemas siguen una ruta, la cual puede ser modificada por la acción pública para evitar que estos adquieras dimensiones de gravedad, ahí está el trabajo de las organizaciones de gobierno, las de la sociedad civil y, en general, el trabajo de colaboración entre éstas.

  • Sin embargo, en ocasiones la construcción de una agenda para la atención de los asuntos que a la sociedad interesan, es un proceso por demás complicado y demandante de estrategias y acciones que responden más a lo político que a intereses genuinos.

Este bien puede ser una explicación de las manifestaciones recientes, mientras las autoridades desean que la inercia del movimiento sea decreciente, las personas exclaman acaloradamente en protestas masivas, incluyentes y auténticas, los ejemplos son bastos: los universitarios en Puebla y, el loable paro de mujeres programado para el 09 marzo del 2020. En este escenario y bajo el entendido de que la historia no es lineal y progresiva, adquiere aún mayor relevancia la participación de todos en el planteamiento de exigencias mínimas de seguridad y no violencia, es incluso una responsabilidad ética, moral y política con el tiempo que nos tocó vivir.

No es falso señalar que, aunque el desarrollo y progreso tienen determinantes histórico-socio-políticas, también es real señalar que nosotros escribimos la historia, es real la necesidad de modificar nuestro entorno actual y, contamos generacionalmente con la responsabilidad asumida de tomar la pluma y todo aquello que sea necesario para, por fin escribir una historia más cerca al progreso permanente.

  • Una de las principales falacias en el mundo es la referida a que “la historia del mundo está determinada por el progreso permanente”; en cierto sentido, esta aseveración denota la concepción del desarrollo en automática, tal como una suerte de símil a la evolución biológica de las especies. Es falso. El progreso no se traza en una línea recta en el tiempo, por el contrario, está caracterizado por varias particularidades y curvas sinuosas, además, el progreso y el desarrollo –por momento- parecieran ser selectivos, cuasi discriminador, en realidad el desarrollo exponencial de ciertas sociedades también responde a condiciones históricas y sociopolíticas, las cuales difícilmente están desvinculadas del éxito o fracaso.

La contra argumentación a la idea romántica del progreso permanente también tiene un extremo epistemológico, aquel en el que se agrupan aquellos que piensan que en el pasado el mundo y la humanidad se encontraban en mejor estado. Ante esta plenaria de ideas poco sustentadas en la realidad, resulta fundamental reflexionar y pensar –seriamente- en qué hicimos y qué debemos hacer para: por un lado, desplazar la añoranza de tiempos copretéritos y, por otro, dejar de pensar que el futuro depara –inercial y automáticamente- mejores condiciones de vida y el trinomio desarrollo, progreso y crecimiento.

Este contexto ha impulsado la formación de algunas de las ideas más innovadoras y brillantes en los últimos años. Por ejemplo, el trabajo de Angus Deaton en su libro “El Gran Escape”, en el que justo bajo la premisa de que el progreso no ha sido una línea resta ascendente, entra al análisis minucioso sobre las tendencias en materia de progreso en salud e ingreso, bajo el entendimiento de que, a pesar del crecimiento económico y desarrollo acelerado, una gran proporción de la población mundial no ha podido salir de la pobreza. Al final, arroja varias conclusiones, una de las más interesantes es la referida a que la esperanza de vida, a través de la historia de la humanidad y su mejora no ha sido ni continua ni universal; ha estado alterada por problemas estructurales como: el bajo acceso a servicios de salud y la pobreza.

Siguiendo esta línea de pensamiento, es posible extender las causas del porqué no se puede hablar de la historia del mundo como una del progreso universal y ascendente, explicándolo desde la existencia de problemas públicos complejos, como lo son: además de los mencionados por Deaton, la violencia e inseguridad. Para el caso de México este par de problemas ha significado el debilitamiento de su imagen hacia el exterior, la disminución de sus niveles de competitividad para ser un destino atractivo a las inversiones, impacto directo a la productividad, altos niveles de percepción de inseguridad, sostenimiento permanente del miedo colectivo e implicaciones directas en la esperanza y calidad de vida de las personas. Consecuentemente, los problemas siguen una ruta, la cual puede ser modificada por la acción pública para evitar que estos adquieras dimensiones de gravedad, ahí está el trabajo de las organizaciones de gobierno, las de la sociedad civil y, en general, el trabajo de colaboración entre éstas.

  • Sin embargo, en ocasiones la construcción de una agenda para la atención de los asuntos que a la sociedad interesan, es un proceso por demás complicado y demandante de estrategias y acciones que responden más a lo político que a intereses genuinos.

Este bien puede ser una explicación de las manifestaciones recientes, mientras las autoridades desean que la inercia del movimiento sea decreciente, las personas exclaman acaloradamente en protestas masivas, incluyentes y auténticas, los ejemplos son bastos: los universitarios en Puebla y, el loable paro de mujeres programado para el 09 marzo del 2020. En este escenario y bajo el entendido de que la historia no es lineal y progresiva, adquiere aún mayor relevancia la participación de todos en el planteamiento de exigencias mínimas de seguridad y no violencia, es incluso una responsabilidad ética, moral y política con el tiempo que nos tocó vivir.

No es falso señalar que, aunque el desarrollo y progreso tienen determinantes histórico-socio-políticas, también es real señalar que nosotros escribimos la historia, es real la necesidad de modificar nuestro entorno actual y, contamos generacionalmente con la responsabilidad asumida de tomar la pluma y todo aquello que sea necesario para, por fin escribir una historia más cerca al progreso permanente.