/ martes 4 de mayo de 2021

Los más tristes entre los tristes

Debemos a nuestros niños una vida libre de violencia y miedo

Nelson Mandela

El viernes pasado, en nuestro país se celebró el Día de la Niña y el Niño y la situación de la infancia en México dista mucho de lo que cualquier país debería estar construyendo para sembrar esperanza. Como ejemplo, 2.2 millones de niñas y niños entre 5 y 17 años realiza una actividad económica y, dentro de esta población, 3.3 millones tienen una ocupación o no permitida o peligrosa.

El hogar, ese espacio donde nuestras niñas y niños deberían ser protegidos, es el tercer lugar donde están más expuestos a sufrir violencias: 6 de cada 10 niñas y niños sufren disciplina violenta en sus hogares y 1 de cada 15 reciben castigos físicos fuertes como jalones, cachetadas, golpes con el puño o algún objeto.

El 58% de las niñas y niños de 0 a 14 años fueron sometidos a por lo menos una forma de castigo psicológico o físico por los miembros de su hogar. Por si fuera poco, están los tristes entre los tristes; las niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad por feminicidios, víctimas que son muchas veces invisibles, que son triplemente victimizados; primero, porque viven una vida de torturas y de golpes, segundo, porque pierden a su madre a manos de la violencia y el machismo y a su padre porque huye o lo encarcelan y, tercero, porque la sociedad los estigmatiza como hijas e hijos de un asesino y cuestionan siempre si serán iguales al feminicida.

En la orfandad y la desatención, muchos de ellos se convierten en niños sicarios, que aprenden que la vida se resuelve a base de violencia, a quienes no les importa construir futuro; necesitan una satisfacción inmediata; porque no han tenido nada y porque les ha sido arrebatado todo.

Son los niños golpeados, los que están solos y los que están abandonados; esos a quienes pareciera que a nadie importan, pues nadie sabe quién les atiende, quién les cuida, quién les envía a la escuela o siquiera si comen todos los días.

Los derechos de la infancia deben ser base para diseñar, ejecutar y evaluar políticas públicas y marcos jurídicos en y para el México del siglo XXI y deben también ser el centro para garantizar que estos niños tengan becas, atención psicológica y económica; estos nuestros niños, merecen ser educados en igualdad para que aprendan a resolver conflictos de manera pacífica y sembrarles una cultura de paz.

Rezo y pido por las y los niños huérfanos de feminicidio; por aquellos que son violentados precisamente por quienes deberían amarlos; rezo y pido por quienes quedan a la deriva con su lazo al mundo muerta y un padre fugitivo o prisionero, por quienes nunca invitarán a sus amiguitos a jugar, porque no tienen o porque el estigma de ser hijos de asesinos les persigue. Rezo y pido por las víctimas directas e indirectas; por todas las personas violentadas en el seno de sus familias.

Exijo que las instituciones y el Estado no los olvide porque no tienen capacidad de manifestarse y votar, recordando, como decía Mandela, que no, “No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad, que la forma en que trata a sus niños”. Los mas tristes entre los tristes. ¿Quién ve por ellos?

Debemos a nuestros niños una vida libre de violencia y miedo

Nelson Mandela

El viernes pasado, en nuestro país se celebró el Día de la Niña y el Niño y la situación de la infancia en México dista mucho de lo que cualquier país debería estar construyendo para sembrar esperanza. Como ejemplo, 2.2 millones de niñas y niños entre 5 y 17 años realiza una actividad económica y, dentro de esta población, 3.3 millones tienen una ocupación o no permitida o peligrosa.

El hogar, ese espacio donde nuestras niñas y niños deberían ser protegidos, es el tercer lugar donde están más expuestos a sufrir violencias: 6 de cada 10 niñas y niños sufren disciplina violenta en sus hogares y 1 de cada 15 reciben castigos físicos fuertes como jalones, cachetadas, golpes con el puño o algún objeto.

El 58% de las niñas y niños de 0 a 14 años fueron sometidos a por lo menos una forma de castigo psicológico o físico por los miembros de su hogar. Por si fuera poco, están los tristes entre los tristes; las niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad por feminicidios, víctimas que son muchas veces invisibles, que son triplemente victimizados; primero, porque viven una vida de torturas y de golpes, segundo, porque pierden a su madre a manos de la violencia y el machismo y a su padre porque huye o lo encarcelan y, tercero, porque la sociedad los estigmatiza como hijas e hijos de un asesino y cuestionan siempre si serán iguales al feminicida.

En la orfandad y la desatención, muchos de ellos se convierten en niños sicarios, que aprenden que la vida se resuelve a base de violencia, a quienes no les importa construir futuro; necesitan una satisfacción inmediata; porque no han tenido nada y porque les ha sido arrebatado todo.

Son los niños golpeados, los que están solos y los que están abandonados; esos a quienes pareciera que a nadie importan, pues nadie sabe quién les atiende, quién les cuida, quién les envía a la escuela o siquiera si comen todos los días.

Los derechos de la infancia deben ser base para diseñar, ejecutar y evaluar políticas públicas y marcos jurídicos en y para el México del siglo XXI y deben también ser el centro para garantizar que estos niños tengan becas, atención psicológica y económica; estos nuestros niños, merecen ser educados en igualdad para que aprendan a resolver conflictos de manera pacífica y sembrarles una cultura de paz.

Rezo y pido por las y los niños huérfanos de feminicidio; por aquellos que son violentados precisamente por quienes deberían amarlos; rezo y pido por quienes quedan a la deriva con su lazo al mundo muerta y un padre fugitivo o prisionero, por quienes nunca invitarán a sus amiguitos a jugar, porque no tienen o porque el estigma de ser hijos de asesinos les persigue. Rezo y pido por las víctimas directas e indirectas; por todas las personas violentadas en el seno de sus familias.

Exijo que las instituciones y el Estado no los olvide porque no tienen capacidad de manifestarse y votar, recordando, como decía Mandela, que no, “No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad, que la forma en que trata a sus niños”. Los mas tristes entre los tristes. ¿Quién ve por ellos?