/ lunes 6 de diciembre de 2021

Luz de gas; tortura devastadora

La luz de gas o gaslighting, llamada así por la película del mismo nombre de 1944, es la técnica de tortura psicológica más psicopática, peligrosa y devastadora que las personas tóxicas utilizan contra sus víctimas, pues al ser sutil y silenciosa, ésta queda exprimida, indefensa y confundida, sintiendo culpa y convirtiéndose, ante sus propios ojos, en la supuesta victimaria del verdadero agresor, quien ha volteado los papeles a través de la manipulación, enganche y envolvimiento hasta que consigue que la víctima haga lo que el (o ella) quiere, especialmente con la generación de sentimientos de culpa, de hacerle dudar de sus sentidos, razonamiento y realidad. Quienes ejercen este tipo de violencia, proyectan con especial estrategia una imagen de inocencia, se presentan como víctimas de sus víctimas, exigiendo comprensión, piedad y compasión para ellos, llevando al sujeto de agresión a la pérdida de su propia autoestima y con ello, a la desaparición de su seguridad, tranquilidad y alegría de vivir.

La luz de gas implica aislamiento, seducción, mentira, invalidación, ninguneo, silencio, agresión pasiva, no responder preguntas, miradas de desprecio, discusiones, verborrea, cambio de argumentación que envuelve y confunde, insistencia en hacer a la víctima recordar cosas que no ha dicho, ver cosas que no ha tenido o negar cosas que sí han sucedido, y/o acusarles de provocar realidades que no han ocurrido. Todo para proyectar una realidad alterna a la que la víctima está viviendo y darle a entender que algo terrible, malo, injusto, incorrecto, inadecuado ha hecho pero sin señalarles bien a bien qué. Así pues, con la autoestima ya mermada e instalada la inducción del sometimiento mental, la víctima empieza a examinarse, a hacer estado de conciencia para ver qué ha podido hacer para generar ese castigo. Por supuesto, al no encontrar nada, la ansiedad crece y la víctima vive sin saber qué es aquello tan terrible que le hace merecedor del trato que tan culpable, triste, poco merecedora de amor e inadecuada le hace sentir.

La técnica devastadora de luz de gas, tiene como objetivo que la víctima dude de su propia realidad, que pierda su identidad y comience cada vez mas a depender de lo que su agresor le afirma como cierto; así, queda desestabilizada mentalmente y, con el tiempo, el victimario utilizará esa condición, creada por él mismo, para acusarle de provocar los problemas entre ellos hasta que en la víctima se instala la disonancia cognitiva que lleva a quienes la sufren a grados cercanos o de plano instalados de locura, depresión y en casos extremos, suicidio. Terapeutas y psiquiatras poco experimentados diagnostican y medican frecuentemente para trastornos de ansiedad y depresión sin abundar en la atención a las causas y ese diagnóstico se suma a las armas del victimario, pues con éste, la palabra “confiable” de un médico “le da la razón” al agresor para insistir en llamar a la víctima “histérica”, “loca”, “fuera de razón”, etc. El círculo de violencia está instalado y salir de éste llevará a quien lo padece por caminos de profundo sufrimiento que pueden durar muchos años y, a veces, que le mantendrá en el infierno de por vida.

Para no caer en esa película de horror donde se revierte el proceso de victimización hasta llegar a la acusación manipuladora para desestabilizar a la víctima emocionalmente y luego acusarle de haberlo provocado, debe ella a través de una disciplina mental constante, agarrarse a los datos reales, duros, poniendo de lado lo que se escucha para anclarse en lo que se vive. Es decir, mantenerse clara en que las personas son lo que hacen y no lo que dicen y con esa realidad tomar decisiones por su propio bien y, muchas veces, por el de sus hijos.

Entender que cuando vives o has vivido luz de gas necesitas ayuda de terapeutas experimentados es indispensable. Se requiere el acompañamiento de alguien que entienda que la conducta de anulación, sometimiento, subyugación, culpabilización, combinada con periodos de reforzamiento cuando los victimarios dan atenciones, seducción, dulzura, sexo apasionado, es decir, cuando trabajan en subidones emocionales de reconciliación, no es sino parte de la violencia que mantiene enganchada a la víctima a la persona que le depreda el alma todos los días de su vida. No hay razón que justifique la agresión pasiva. Es una de las formas de manipulación encubierta más nocivas y terminales. El intento de la víctima de aclarar porqué se está viviendo esa situación es siempre inútil pues el objetivo, como ha quedado claro, es inocular en ella la duda de la propia estabilidad mental.

Si vives este horror, huye, pide ayuda y sal de esa relación. Tu salud, armonía interior y bienestar es lo primero para sobrevivir y verdaderamente alcanzar la plenitud y felicidad que todos merecemos. Siempre, siempre hay esperanza.

La luz de gas o gaslighting, llamada así por la película del mismo nombre de 1944, es la técnica de tortura psicológica más psicopática, peligrosa y devastadora que las personas tóxicas utilizan contra sus víctimas, pues al ser sutil y silenciosa, ésta queda exprimida, indefensa y confundida, sintiendo culpa y convirtiéndose, ante sus propios ojos, en la supuesta victimaria del verdadero agresor, quien ha volteado los papeles a través de la manipulación, enganche y envolvimiento hasta que consigue que la víctima haga lo que el (o ella) quiere, especialmente con la generación de sentimientos de culpa, de hacerle dudar de sus sentidos, razonamiento y realidad. Quienes ejercen este tipo de violencia, proyectan con especial estrategia una imagen de inocencia, se presentan como víctimas de sus víctimas, exigiendo comprensión, piedad y compasión para ellos, llevando al sujeto de agresión a la pérdida de su propia autoestima y con ello, a la desaparición de su seguridad, tranquilidad y alegría de vivir.

La luz de gas implica aislamiento, seducción, mentira, invalidación, ninguneo, silencio, agresión pasiva, no responder preguntas, miradas de desprecio, discusiones, verborrea, cambio de argumentación que envuelve y confunde, insistencia en hacer a la víctima recordar cosas que no ha dicho, ver cosas que no ha tenido o negar cosas que sí han sucedido, y/o acusarles de provocar realidades que no han ocurrido. Todo para proyectar una realidad alterna a la que la víctima está viviendo y darle a entender que algo terrible, malo, injusto, incorrecto, inadecuado ha hecho pero sin señalarles bien a bien qué. Así pues, con la autoestima ya mermada e instalada la inducción del sometimiento mental, la víctima empieza a examinarse, a hacer estado de conciencia para ver qué ha podido hacer para generar ese castigo. Por supuesto, al no encontrar nada, la ansiedad crece y la víctima vive sin saber qué es aquello tan terrible que le hace merecedor del trato que tan culpable, triste, poco merecedora de amor e inadecuada le hace sentir.

La técnica devastadora de luz de gas, tiene como objetivo que la víctima dude de su propia realidad, que pierda su identidad y comience cada vez mas a depender de lo que su agresor le afirma como cierto; así, queda desestabilizada mentalmente y, con el tiempo, el victimario utilizará esa condición, creada por él mismo, para acusarle de provocar los problemas entre ellos hasta que en la víctima se instala la disonancia cognitiva que lleva a quienes la sufren a grados cercanos o de plano instalados de locura, depresión y en casos extremos, suicidio. Terapeutas y psiquiatras poco experimentados diagnostican y medican frecuentemente para trastornos de ansiedad y depresión sin abundar en la atención a las causas y ese diagnóstico se suma a las armas del victimario, pues con éste, la palabra “confiable” de un médico “le da la razón” al agresor para insistir en llamar a la víctima “histérica”, “loca”, “fuera de razón”, etc. El círculo de violencia está instalado y salir de éste llevará a quien lo padece por caminos de profundo sufrimiento que pueden durar muchos años y, a veces, que le mantendrá en el infierno de por vida.

Para no caer en esa película de horror donde se revierte el proceso de victimización hasta llegar a la acusación manipuladora para desestabilizar a la víctima emocionalmente y luego acusarle de haberlo provocado, debe ella a través de una disciplina mental constante, agarrarse a los datos reales, duros, poniendo de lado lo que se escucha para anclarse en lo que se vive. Es decir, mantenerse clara en que las personas son lo que hacen y no lo que dicen y con esa realidad tomar decisiones por su propio bien y, muchas veces, por el de sus hijos.

Entender que cuando vives o has vivido luz de gas necesitas ayuda de terapeutas experimentados es indispensable. Se requiere el acompañamiento de alguien que entienda que la conducta de anulación, sometimiento, subyugación, culpabilización, combinada con periodos de reforzamiento cuando los victimarios dan atenciones, seducción, dulzura, sexo apasionado, es decir, cuando trabajan en subidones emocionales de reconciliación, no es sino parte de la violencia que mantiene enganchada a la víctima a la persona que le depreda el alma todos los días de su vida. No hay razón que justifique la agresión pasiva. Es una de las formas de manipulación encubierta más nocivas y terminales. El intento de la víctima de aclarar porqué se está viviendo esa situación es siempre inútil pues el objetivo, como ha quedado claro, es inocular en ella la duda de la propia estabilidad mental.

Si vives este horror, huye, pide ayuda y sal de esa relación. Tu salud, armonía interior y bienestar es lo primero para sobrevivir y verdaderamente alcanzar la plenitud y felicidad que todos merecemos. Siempre, siempre hay esperanza.