/ viernes 12 de junio de 2020

Mi hoy y mi mañana

Encerrarnos domiciliariamente ahora es conveniencia colectiva. Pero cada uno en su mundo debe desarrollar actividades para sobrevivir. La gran mayoría carecemos de ahorros que nos permita confrontar con solvencia el problema. Porque a mi alrededor la vida se esta desmoronando. Algunos pétalos se desprenden del macizo floral y paran en una tumba. Esta enfermedad arrasa parejo, con poderosos y menesterosos, ricos y desheredados, viejos y jóvenes, hombres y mujeres.

Los líderes de mi mundo no desconocen el cíclico retorno de epidemias mortales, pero prefieren invertir en tecnología militar y para la supremacía económica mundial. La salud del planeta está secuestrada por laboratorios y transnacionales que investigan y venden lucrativamente medicamentos. Son ya amos de la vida humana. En los últimos cuarenta años se destruyeron los sistemas públicos de salud. La ignorancia, el desempleo y el hambre son otras pandemias desatendidas. Hay adagios antiguos y ciertos. Cuando morimos ni la ropa nos llevamos. Lo único valioso es mi salud, que ahora esta en riesgo. Mi presente es de encierro, porque así conviene, nada de salir al gimnasio, a divertirme, a trabajar, de compras, a deambular simplemente por las calles, a vacacionar, a visitar a mis seres queridos, a hacer fiestas, ir a mis atenciones médicas. Nada de eso puedo hacer. Las lecciones de la antigüedad, en materia de epidemias propalan el encierro, el aislamiento y con posterioridad la higiene y la asepsia. El desarrollo de la microbiología y las vacunas, fueron avances de portento en la materia. Pero la diseminación de agroquímicos, la irracional proliferación de antibióticos, insecticidas, bactericidas, la modificación genética de plantas y animales para su producción industrial con rapidez redituable en atención al mercado. El envenenamiento plástico de los mares. La destrucción de la capa de ozono. Todo esto y más significa riqueza para muchos y exposición a estas enfermedades para todos.

La vida postpandemica se vaticina borrascosa e incierta. Desempleo, hambre y violencia serán el diario acontecer. A los muy ricos les aflige el retroceso económico que esto conlleve. Que se estanquen los mecanismos reproductores de plusvalía. Que se detengan las cadenas reproductivas que, por razones de globalización, comienzan en México y terminan en E.U., sincronización es vital para la producción. Si una etapa se detiene, perjudica a todo el proceso. Miles de microempresas se asoman al abismo y otras ya van de caída. A los ricachones no les importan esas pequeñeces, se importan ellos mismos y arrebatar el poder político que democráticamente el voto popular conquistó y si para ello hay que soltar pandillas provocadoras y destructivas por las calles citadinas, lo están haciendo. Son los amos del capital y el poder. Carecen de ética. Son unos canallas.

Prisionero domiciliario soy. Sumo sesenta años. la epidemia se ensaña con mayores, obesos, diabéticos, hipertensos y hasta con los borrachos, afirma el gobernador de puebla. Dos enhiestas flores de mi jardín familiar, han parado ya en la tumba. Su ausencia nos llena de dolor. Siento que estamos en la cresta de esta pesadilla. Las estadísticas se disparan. Los especuladores sin razón alguna y sin piedad han encarecido los productos básicos y nadie los para. El arroz, de costar catorce pesos ha llegado hasta sesenta. Los hospitales se saturan. Enfermeras y médicos están al borde del pánico, requieren apoyo psicológico. Mas ventiladores están llegando de China y de Estados Unidos. El personal médico sigue ensayando a encontrar paliativos o curativos. La vacuna no aparece. Para los políticos importa más el poder que la salud de los mexicanos. Gobernantes traidores se olvidaron de la salud del pueblo. Gobernar en esta época es tarea de equilibristas, que requiere dosis de gran inteligencia y sentido social. El científico Antonio Lazcano predijo desde hace años que se aproximaba una pandemia y que era imposible saber cual era el patógeno que iba a brincar biológicamente. Pero el gobierno abandonó la fabricación de vacunas.

Ahora estamos en la cresta de ese fenómeno mundial. Lo que esta en juego es la sobrevivencia humana, que nos posibilite ser ciudadanos del mañana y no del ayer.

Cuando logremos salir de esta, estaremos obligados a actuar para posibilitar un mejor futuro.


Encerrarnos domiciliariamente ahora es conveniencia colectiva. Pero cada uno en su mundo debe desarrollar actividades para sobrevivir. La gran mayoría carecemos de ahorros que nos permita confrontar con solvencia el problema. Porque a mi alrededor la vida se esta desmoronando. Algunos pétalos se desprenden del macizo floral y paran en una tumba. Esta enfermedad arrasa parejo, con poderosos y menesterosos, ricos y desheredados, viejos y jóvenes, hombres y mujeres.

Los líderes de mi mundo no desconocen el cíclico retorno de epidemias mortales, pero prefieren invertir en tecnología militar y para la supremacía económica mundial. La salud del planeta está secuestrada por laboratorios y transnacionales que investigan y venden lucrativamente medicamentos. Son ya amos de la vida humana. En los últimos cuarenta años se destruyeron los sistemas públicos de salud. La ignorancia, el desempleo y el hambre son otras pandemias desatendidas. Hay adagios antiguos y ciertos. Cuando morimos ni la ropa nos llevamos. Lo único valioso es mi salud, que ahora esta en riesgo. Mi presente es de encierro, porque así conviene, nada de salir al gimnasio, a divertirme, a trabajar, de compras, a deambular simplemente por las calles, a vacacionar, a visitar a mis seres queridos, a hacer fiestas, ir a mis atenciones médicas. Nada de eso puedo hacer. Las lecciones de la antigüedad, en materia de epidemias propalan el encierro, el aislamiento y con posterioridad la higiene y la asepsia. El desarrollo de la microbiología y las vacunas, fueron avances de portento en la materia. Pero la diseminación de agroquímicos, la irracional proliferación de antibióticos, insecticidas, bactericidas, la modificación genética de plantas y animales para su producción industrial con rapidez redituable en atención al mercado. El envenenamiento plástico de los mares. La destrucción de la capa de ozono. Todo esto y más significa riqueza para muchos y exposición a estas enfermedades para todos.

La vida postpandemica se vaticina borrascosa e incierta. Desempleo, hambre y violencia serán el diario acontecer. A los muy ricos les aflige el retroceso económico que esto conlleve. Que se estanquen los mecanismos reproductores de plusvalía. Que se detengan las cadenas reproductivas que, por razones de globalización, comienzan en México y terminan en E.U., sincronización es vital para la producción. Si una etapa se detiene, perjudica a todo el proceso. Miles de microempresas se asoman al abismo y otras ya van de caída. A los ricachones no les importan esas pequeñeces, se importan ellos mismos y arrebatar el poder político que democráticamente el voto popular conquistó y si para ello hay que soltar pandillas provocadoras y destructivas por las calles citadinas, lo están haciendo. Son los amos del capital y el poder. Carecen de ética. Son unos canallas.

Prisionero domiciliario soy. Sumo sesenta años. la epidemia se ensaña con mayores, obesos, diabéticos, hipertensos y hasta con los borrachos, afirma el gobernador de puebla. Dos enhiestas flores de mi jardín familiar, han parado ya en la tumba. Su ausencia nos llena de dolor. Siento que estamos en la cresta de esta pesadilla. Las estadísticas se disparan. Los especuladores sin razón alguna y sin piedad han encarecido los productos básicos y nadie los para. El arroz, de costar catorce pesos ha llegado hasta sesenta. Los hospitales se saturan. Enfermeras y médicos están al borde del pánico, requieren apoyo psicológico. Mas ventiladores están llegando de China y de Estados Unidos. El personal médico sigue ensayando a encontrar paliativos o curativos. La vacuna no aparece. Para los políticos importa más el poder que la salud de los mexicanos. Gobernantes traidores se olvidaron de la salud del pueblo. Gobernar en esta época es tarea de equilibristas, que requiere dosis de gran inteligencia y sentido social. El científico Antonio Lazcano predijo desde hace años que se aproximaba una pandemia y que era imposible saber cual era el patógeno que iba a brincar biológicamente. Pero el gobierno abandonó la fabricación de vacunas.

Ahora estamos en la cresta de ese fenómeno mundial. Lo que esta en juego es la sobrevivencia humana, que nos posibilite ser ciudadanos del mañana y no del ayer.

Cuando logremos salir de esta, estaremos obligados a actuar para posibilitar un mejor futuro.