/ viernes 23 de marzo de 2018

Mis tres amigos y las vacaciones de Semana Santa

La fe puede ser sucintamente definida como una creencia ilógica en que lo improbable sucederá

Henry-Louis Mencken

En otra edición más de las vacaciones de la semana mayor, no se podía evitar el sustraerse de ese tan anhelado, para muchos, receso en las actividades cotidianas; esto era muy evidente, cuando menos porque este tema rebasó, aunque momentáneamente, todo lo relacionado a las cuestiones políticas, lo importante era hablar de las formas para desatenderse de las obligaciones laborales o académicas. Muchas personas hacían ya sus planes para salir de paseo a cualquier lugar, con la pretensión de olvidarse de la rutina diaria, como si solo se esperara la hora final en las labores para irse a satisfacer sus objetivos de descanso.

Esa algarabía se notaba en las calles, no había, cuando menos así lo parecía, el síntoma del estrés o de la prisa, la gente, obvio no toda, se saludaba cordial y se comentaban entre ellos el itinerario para las fechas próximas, como si el simple comentario fuera el bálsamo para aliviar tantos problemas y penurias.

Y como para formar parte de esa nueva cultura en las festividades, fuimos convocados para adelantar nuestra reunión acostumbrada, por si cualquiera de nosotros se viera en condiciones de salir de paseo; ante las circunstancias, y por tener un tiempo de holgura para llegar al lugar, fui invitado previamente para disfrutar de una nieve en uno de esos sitios muy populares y que llevan el gentilicio de uno de los estados del occidente del país; la invitación fue hecha por el amigo de la cordura, ya con el “helado” en las manos decidimos sentarnos en una de las bancas de nuestro hermoso jardín central, donde, justamente, se podía apreciar lo comentado con anterioridad.

Cuánta alegría desbordada -dijo mi amigo- las vacaciones vendrán a “refrescar” un poquito los graves problemas por los que atravesamos, como siempre será en estos tiempos, no importa si hay dinero o no, lo mejor es salirse de la presión; justamente es lo que yo pensaba -le interrumpí en su comentario- todo mundo parece que quiere huir de una realidad angustiante; y es cierto, el dinero es lo menos importante...

Solo me preocupan algunas cosas -retomó su comentario- tanta emoción nos hace olvidar, me incluyo, la esencia misma de los asuntos religiosos, es decir, de nuestras creencias, de nuestra fe, ya no hay, como en otros tiempos, la participación masiva en los actos litúrgicos, los mismos han sido diluidos hasta el punto de reducirlos a casi nada, digo, no es como era antes; por otro lado, cual será, si lo hay, el lugar de salida para la procesión y llegada al exconvento franciscano para escuchar las siete palabras; al menos yo no sé nada de la organización, ojalá los católicos, culto al que pertenezco por herencia familiar, seamos convocados oportunamente para participar en la conmemoración que se realiza año con año en el atrio del templo de San Francisco, como ocurre con seguridad en otros lugares.

Interrumpimos nuestra charla y con el tiempo ya en su límite nos dirigimos rápidamente al lugar de las reuniones, donde solo se encontraba el amigo de la beligerancia; con el saludo y el abrazo fraterno fuimos recibidos por el susodicho, invitándonos a tomar nuestro asiento de siempre. En lo que llega nuestro amigo el riquillo -dijo en tono de guasa-, voy a pedir se nos sirva nuestra taza de café, no bien lo hubo hecho, cuando apareció el invocado; llevaba una gran mochila, un sombrero, gafas de las reflejantes y una camisa cual si fuera integrante del otrora famoso grupo del “Acapulco Tropical”; después de saludarnos, como siempre, sin pedirla, se agarró la palabra para decir: Mis queridos y nunca bien ponderados amigos; vine con mucho gusto, de acuerdo a nuestro ritual, a saludarlos y también a participarles mi salida, esta misma noche, a los paradisiacos lugares de la Riviera Maya; obvio, para disfrutar mis merecidas vacaciones, y bueno -prosiguió-, como siempre lo hago, les traeré un recuerdito de cada lugar que visite...

Cuan afortunado eres -le interrumpió su contraparte- nada mejor que ser un buen burócrata que recibe su quincena adelantada y su prima vacacional, mientras que otros, los jodidos como yo, no tendremos otra opción que refugiarnos en la intimidad de la casa para hacerle algunos arreglos y ver una de esas películas “piratas”, que aunque estén prohibidas se consiguen a muy bajo precio, a diferencia de las “originales”, y además de comer lo que se pueda conseguir con mis raquíticos ingresos, es decir, nada de pescado y sí muchas verduras...

Esperen un momento -los atajó el amigo de la mesura-, hace un rato comentaba con nuestro amigo el que escribe, sobre estas “nuevas” formas de celebrar un evento donde nada tiene que ver con los viajes, las parrandas y el desenfreno; al contrario, son tiempos para reflexionar sobre la vida, pasión y muerte de Jesucristo; todo eso se ha ido olvidando poco a poco, nos ha deshumanizado la ciencia y la tecnología, convirtiéndonos en simples marionetas de sus artilugios; ya se olvidaron cuando éramos niños y que íbamos en otros tiempos al convento con mucha frecuencia; en las ceremonias yo la hacía de acólito, y también en ocasiones subíamos a la torre a repicar las campanas, aunque tuviéramos miedo porque rechinaban los escalones que parecían caerse de viejos; todo eso, mis queridos amigos, lo hemos tirado al bote del oprobio, y lo peor, hemos olvidado los principios de fe que nos inculcaron nuestros padres, por eso somos, ahora, seres egoístas y sin valores; todo se queda en las cuestiones materiales y en las ambiciones que provocan; por eso, esta vez me uniré a todos aquellos que no tienen dinero para disfrutar de un paseo, sino de aquellos que todavía conservan, en sus creencias, la esperanza de construir un mundo diferente para que nuestros hijos y sus hijos tengan un buen lugar para crecer y desarrollarse; nada hay como la omnipotencia de un ser superior que puede lograr que eso pueda suceder.

Con esa reflexión, que nadie se atrevió a contradecir, nos apuramos a dar fin a nuestro café...

La fe puede ser sucintamente definida como una creencia ilógica en que lo improbable sucederá

Henry-Louis Mencken

En otra edición más de las vacaciones de la semana mayor, no se podía evitar el sustraerse de ese tan anhelado, para muchos, receso en las actividades cotidianas; esto era muy evidente, cuando menos porque este tema rebasó, aunque momentáneamente, todo lo relacionado a las cuestiones políticas, lo importante era hablar de las formas para desatenderse de las obligaciones laborales o académicas. Muchas personas hacían ya sus planes para salir de paseo a cualquier lugar, con la pretensión de olvidarse de la rutina diaria, como si solo se esperara la hora final en las labores para irse a satisfacer sus objetivos de descanso.

Esa algarabía se notaba en las calles, no había, cuando menos así lo parecía, el síntoma del estrés o de la prisa, la gente, obvio no toda, se saludaba cordial y se comentaban entre ellos el itinerario para las fechas próximas, como si el simple comentario fuera el bálsamo para aliviar tantos problemas y penurias.

Y como para formar parte de esa nueva cultura en las festividades, fuimos convocados para adelantar nuestra reunión acostumbrada, por si cualquiera de nosotros se viera en condiciones de salir de paseo; ante las circunstancias, y por tener un tiempo de holgura para llegar al lugar, fui invitado previamente para disfrutar de una nieve en uno de esos sitios muy populares y que llevan el gentilicio de uno de los estados del occidente del país; la invitación fue hecha por el amigo de la cordura, ya con el “helado” en las manos decidimos sentarnos en una de las bancas de nuestro hermoso jardín central, donde, justamente, se podía apreciar lo comentado con anterioridad.

Cuánta alegría desbordada -dijo mi amigo- las vacaciones vendrán a “refrescar” un poquito los graves problemas por los que atravesamos, como siempre será en estos tiempos, no importa si hay dinero o no, lo mejor es salirse de la presión; justamente es lo que yo pensaba -le interrumpí en su comentario- todo mundo parece que quiere huir de una realidad angustiante; y es cierto, el dinero es lo menos importante...

Solo me preocupan algunas cosas -retomó su comentario- tanta emoción nos hace olvidar, me incluyo, la esencia misma de los asuntos religiosos, es decir, de nuestras creencias, de nuestra fe, ya no hay, como en otros tiempos, la participación masiva en los actos litúrgicos, los mismos han sido diluidos hasta el punto de reducirlos a casi nada, digo, no es como era antes; por otro lado, cual será, si lo hay, el lugar de salida para la procesión y llegada al exconvento franciscano para escuchar las siete palabras; al menos yo no sé nada de la organización, ojalá los católicos, culto al que pertenezco por herencia familiar, seamos convocados oportunamente para participar en la conmemoración que se realiza año con año en el atrio del templo de San Francisco, como ocurre con seguridad en otros lugares.

Interrumpimos nuestra charla y con el tiempo ya en su límite nos dirigimos rápidamente al lugar de las reuniones, donde solo se encontraba el amigo de la beligerancia; con el saludo y el abrazo fraterno fuimos recibidos por el susodicho, invitándonos a tomar nuestro asiento de siempre. En lo que llega nuestro amigo el riquillo -dijo en tono de guasa-, voy a pedir se nos sirva nuestra taza de café, no bien lo hubo hecho, cuando apareció el invocado; llevaba una gran mochila, un sombrero, gafas de las reflejantes y una camisa cual si fuera integrante del otrora famoso grupo del “Acapulco Tropical”; después de saludarnos, como siempre, sin pedirla, se agarró la palabra para decir: Mis queridos y nunca bien ponderados amigos; vine con mucho gusto, de acuerdo a nuestro ritual, a saludarlos y también a participarles mi salida, esta misma noche, a los paradisiacos lugares de la Riviera Maya; obvio, para disfrutar mis merecidas vacaciones, y bueno -prosiguió-, como siempre lo hago, les traeré un recuerdito de cada lugar que visite...

Cuan afortunado eres -le interrumpió su contraparte- nada mejor que ser un buen burócrata que recibe su quincena adelantada y su prima vacacional, mientras que otros, los jodidos como yo, no tendremos otra opción que refugiarnos en la intimidad de la casa para hacerle algunos arreglos y ver una de esas películas “piratas”, que aunque estén prohibidas se consiguen a muy bajo precio, a diferencia de las “originales”, y además de comer lo que se pueda conseguir con mis raquíticos ingresos, es decir, nada de pescado y sí muchas verduras...

Esperen un momento -los atajó el amigo de la mesura-, hace un rato comentaba con nuestro amigo el que escribe, sobre estas “nuevas” formas de celebrar un evento donde nada tiene que ver con los viajes, las parrandas y el desenfreno; al contrario, son tiempos para reflexionar sobre la vida, pasión y muerte de Jesucristo; todo eso se ha ido olvidando poco a poco, nos ha deshumanizado la ciencia y la tecnología, convirtiéndonos en simples marionetas de sus artilugios; ya se olvidaron cuando éramos niños y que íbamos en otros tiempos al convento con mucha frecuencia; en las ceremonias yo la hacía de acólito, y también en ocasiones subíamos a la torre a repicar las campanas, aunque tuviéramos miedo porque rechinaban los escalones que parecían caerse de viejos; todo eso, mis queridos amigos, lo hemos tirado al bote del oprobio, y lo peor, hemos olvidado los principios de fe que nos inculcaron nuestros padres, por eso somos, ahora, seres egoístas y sin valores; todo se queda en las cuestiones materiales y en las ambiciones que provocan; por eso, esta vez me uniré a todos aquellos que no tienen dinero para disfrutar de un paseo, sino de aquellos que todavía conservan, en sus creencias, la esperanza de construir un mundo diferente para que nuestros hijos y sus hijos tengan un buen lugar para crecer y desarrollarse; nada hay como la omnipotencia de un ser superior que puede lograr que eso pueda suceder.

Con esa reflexión, que nadie se atrevió a contradecir, nos apuramos a dar fin a nuestro café...