/ viernes 13 de marzo de 2020

Miseria: origen de males sociales

  • Los hechos de crímenes que se registran en distintas partes del país son deplorables. El número de ellos acusan la realidad que vive la sociedad mexicana. El combate contra la violencia de parte del gobierno ha sido insuficiente, y es que el problema que ahora se vive encuentra sus raíces desde hace algunas décadas, cuando los gobiernos abandonaron la procuración del bienestar de los ciudadanos y permitieron crecer al capitalismo, y ya se sabe que genera desigualdad y miseria, porque los beneficiados son un grupo minoritario, y la inmensa mayoría de la población paulatinamente es marginada por el sistema.

Las revoluciones (primero armadas) sociales de varias naciones del mundo siempre han reclamado justicia, y en ella implícita se encuentra el derecho a la educación y al trabajo. A la fecha las naciones cuyos habitantes se encuentran preparados con buena escolaridad viven mejor. En México, con su Revolución de 1910, se elaboró la “Ley de Leyes”, y los legisladores que la estructuraron estuvieron conscientes que el pueblo esclavizado en el porfiriato debía de acceder a la educación, por ello el Artículo referido a esa Ley Educativa ocupó uno de los primeros Artículos Constitucionales.

La educación que es obligatoria impartirla por parte del Estado, ello con el propósito de acceder a conocimientos científicos y preparar al pueblo mediante la educación para poder acceder al desempeño del trabajo bien remunerado, así la educación es el medio para obtener mejor vida cotidiana para el trabajador y su familia.

Todas las revoluciones en sus principios sociales señalan terminar con la extrema pobreza y más tratándose de un país con recursos naturales que son explotados por extranjeros, como el caso de nuestra querida Patria. Riqueza que deben disfrutar los que sufren el infortunio de no poder vivir en condiciones humanas, siendo dueños de las riquezas naturales.

Los gobiernos federales y estatales han sido culpables de generar la miseria de millones de mexicanos, son culpables de generaciones que repiten la desgracia de vivir en la desgracia.

La educación es importante, sin ella no puede haber sociedad con valores ni reflexión. Cómo esperar de una sociedad carente de educación buenos comportamientos ciudadanos. ¿Cómo pedir que padres de familia aporten formación para sus hijos si éstos no tuvieron acceso a la escuela?

La misma ausencia de la educación ha marginado a una gran masa humana a vivir en la miseria y ella no puede aportar mejora de esas comunidades que se encuentran en infortunio sufrido. Ha sido el Estado culpable de acelerar a cientos de grupos miserables por la falta de educación. La propia miseria obliga a niños y adolescente estar alejados de la educación, ello por un factor importante que indica con rigor el sentido común: “primero es ser, y después la forma de ser”, primero buscan los medios para alimentarse y si pueden obtener (dudoso), algún dinero extra para acudir a la escuela gratuita, entonces lo harán con mucho esfuerzo.

Otro factor que ayudaría en gran medida a detener la violencia es la intervención valiosa de la madre y desde luego el padre, pero considerando que la madre desempeña labor hogareña, por tanto se encuentra en contacto continuo con los hijos, y es ella la primera maestra de la vida de sus hijos para imbuirles desde el punto de vista filosófico los valores (morales); “no mentirás”, “no tomarás lo ajeno”, “se puntual”, “se respetuoso”, o desde el religioso: “no robarás”, “no matarás”, “amarás a tu padre y madre”.

Sin embargo, en el campo de la vida actual existe otra realidad que obstruye la educación moral en el hogar: hay madres que tienen que trabajar y por ello desatienden en parte a sus hijos, porque son alimentados con el producto del trabajo de la madre. Así que, por falta obligada de tiempo para atender la conducta de los hijos, no se puede responsabilizar a la madre de la futura conducta antisocial de sus hijos. Es la cruda realidad de muchísimas familias que carecen del padre o aun teniéndolo, debe trabajar la madre para coadyuvar en el haber del hogar.

  • Los hechos de crímenes que se registran en distintas partes del país son deplorables. El número de ellos acusan la realidad que vive la sociedad mexicana. El combate contra la violencia de parte del gobierno ha sido insuficiente, y es que el problema que ahora se vive encuentra sus raíces desde hace algunas décadas, cuando los gobiernos abandonaron la procuración del bienestar de los ciudadanos y permitieron crecer al capitalismo, y ya se sabe que genera desigualdad y miseria, porque los beneficiados son un grupo minoritario, y la inmensa mayoría de la población paulatinamente es marginada por el sistema.

Las revoluciones (primero armadas) sociales de varias naciones del mundo siempre han reclamado justicia, y en ella implícita se encuentra el derecho a la educación y al trabajo. A la fecha las naciones cuyos habitantes se encuentran preparados con buena escolaridad viven mejor. En México, con su Revolución de 1910, se elaboró la “Ley de Leyes”, y los legisladores que la estructuraron estuvieron conscientes que el pueblo esclavizado en el porfiriato debía de acceder a la educación, por ello el Artículo referido a esa Ley Educativa ocupó uno de los primeros Artículos Constitucionales.

La educación que es obligatoria impartirla por parte del Estado, ello con el propósito de acceder a conocimientos científicos y preparar al pueblo mediante la educación para poder acceder al desempeño del trabajo bien remunerado, así la educación es el medio para obtener mejor vida cotidiana para el trabajador y su familia.

Todas las revoluciones en sus principios sociales señalan terminar con la extrema pobreza y más tratándose de un país con recursos naturales que son explotados por extranjeros, como el caso de nuestra querida Patria. Riqueza que deben disfrutar los que sufren el infortunio de no poder vivir en condiciones humanas, siendo dueños de las riquezas naturales.

Los gobiernos federales y estatales han sido culpables de generar la miseria de millones de mexicanos, son culpables de generaciones que repiten la desgracia de vivir en la desgracia.

La educación es importante, sin ella no puede haber sociedad con valores ni reflexión. Cómo esperar de una sociedad carente de educación buenos comportamientos ciudadanos. ¿Cómo pedir que padres de familia aporten formación para sus hijos si éstos no tuvieron acceso a la escuela?

La misma ausencia de la educación ha marginado a una gran masa humana a vivir en la miseria y ella no puede aportar mejora de esas comunidades que se encuentran en infortunio sufrido. Ha sido el Estado culpable de acelerar a cientos de grupos miserables por la falta de educación. La propia miseria obliga a niños y adolescente estar alejados de la educación, ello por un factor importante que indica con rigor el sentido común: “primero es ser, y después la forma de ser”, primero buscan los medios para alimentarse y si pueden obtener (dudoso), algún dinero extra para acudir a la escuela gratuita, entonces lo harán con mucho esfuerzo.

Otro factor que ayudaría en gran medida a detener la violencia es la intervención valiosa de la madre y desde luego el padre, pero considerando que la madre desempeña labor hogareña, por tanto se encuentra en contacto continuo con los hijos, y es ella la primera maestra de la vida de sus hijos para imbuirles desde el punto de vista filosófico los valores (morales); “no mentirás”, “no tomarás lo ajeno”, “se puntual”, “se respetuoso”, o desde el religioso: “no robarás”, “no matarás”, “amarás a tu padre y madre”.

Sin embargo, en el campo de la vida actual existe otra realidad que obstruye la educación moral en el hogar: hay madres que tienen que trabajar y por ello desatienden en parte a sus hijos, porque son alimentados con el producto del trabajo de la madre. Así que, por falta obligada de tiempo para atender la conducta de los hijos, no se puede responsabilizar a la madre de la futura conducta antisocial de sus hijos. Es la cruda realidad de muchísimas familias que carecen del padre o aun teniéndolo, debe trabajar la madre para coadyuvar en el haber del hogar.