/ martes 24 de mayo de 2022

Mujeres que saben latín | Quien a Dios tiene, nada le falta

Una de las grandes escritoras de España es Teresa Sánchez Cepeda Dávila y Ahumada.

Nació en Ávila en 1515, hija de Alonso Sánchez e Inés de Cepeda. De acuerdo con sus propios relatos, en su infancia tuvo una imaginación “vehemente y apasionada”, asimismo un profundo deseo de conocer, era aficionada a los libros de caballería y también a la vida de los santos.

Cuando era una adolescente, perdió a su madre. Pese a que antes de este funesto acontecimiento, Teresa ya había sentido el llamado de Dios, la pérdida de su progenitora la llevó a interesarse profundamente por las cuestiones espirituales.

En 1531 Teresa ingresó en el Convento de Santa María de la Gracia en su natal Ávila. Sin embargo, la pequeña no estaba convencida de convertirse en monja.

Una fuerte enfermedad la obligó a regresar a su casa. El dos de noviembre de 1536 reingresó al Convento. La enfermedad empeoró.

En 1939 tuvo un ataque particularmente severo, pensaron que había muerto, así que la envolvieron en un sudario y colocaron un crespón fúnebre, incluso celebraron una misa de difuntos en su honor, su padre sugirió esperar unos días para el sepelio. Teresa recuperó el conocimiento.

En 1557 oyó las primeras palabras sobrenaturales, años después tuvo visiones distintas visiones: en 1558 vio por primera vez el infierno, así como a Jesús resucitado. Razón por la cual sintió el deber de reformar la Orden del Carmen para tener como principios el desprendimiento y la contemplación. San Juan de la Cruz fue una pieza fundamental para este acto reformador.

Los escritos de Santa Teresa de Ávila son obras maestras tanto de la literatura como de la mística. En “El libro de la vida” (1564) narra cómo el Señor hizo presencia en ella. Escribió también “Camino de perfección” (1566) para sus hermanas carmelitas. “Las moradas” (1577) es una lectura de su camino espiritual.

Santa Teresa murió en Alba de Tormés en octubre de 1582.

Una de las grandes escritoras de España es Teresa Sánchez Cepeda Dávila y Ahumada.

Nació en Ávila en 1515, hija de Alonso Sánchez e Inés de Cepeda. De acuerdo con sus propios relatos, en su infancia tuvo una imaginación “vehemente y apasionada”, asimismo un profundo deseo de conocer, era aficionada a los libros de caballería y también a la vida de los santos.

Cuando era una adolescente, perdió a su madre. Pese a que antes de este funesto acontecimiento, Teresa ya había sentido el llamado de Dios, la pérdida de su progenitora la llevó a interesarse profundamente por las cuestiones espirituales.

En 1531 Teresa ingresó en el Convento de Santa María de la Gracia en su natal Ávila. Sin embargo, la pequeña no estaba convencida de convertirse en monja.

Una fuerte enfermedad la obligó a regresar a su casa. El dos de noviembre de 1536 reingresó al Convento. La enfermedad empeoró.

En 1939 tuvo un ataque particularmente severo, pensaron que había muerto, así que la envolvieron en un sudario y colocaron un crespón fúnebre, incluso celebraron una misa de difuntos en su honor, su padre sugirió esperar unos días para el sepelio. Teresa recuperó el conocimiento.

En 1557 oyó las primeras palabras sobrenaturales, años después tuvo visiones distintas visiones: en 1558 vio por primera vez el infierno, así como a Jesús resucitado. Razón por la cual sintió el deber de reformar la Orden del Carmen para tener como principios el desprendimiento y la contemplación. San Juan de la Cruz fue una pieza fundamental para este acto reformador.

Los escritos de Santa Teresa de Ávila son obras maestras tanto de la literatura como de la mística. En “El libro de la vida” (1564) narra cómo el Señor hizo presencia en ella. Escribió también “Camino de perfección” (1566) para sus hermanas carmelitas. “Las moradas” (1577) es una lectura de su camino espiritual.

Santa Teresa murió en Alba de Tormés en octubre de 1582.