/ lunes 13 de septiembre de 2021

Nada Personal | “Compañere”

En todas partes del mundo existen normas y reglas que debemos seguir para tener orden en nuestras actividades y convivencia diaria.

En el futbol no se permite marcar un gol con la mano, en basquetbol no cuenta que un jugador meta canasta con el pie, en beisbol está prohibido que el pitcher lance la pelota contra el cuerpo del bateador y en box son penados los golpes bajos.

En la calle es sancionado cruzar con la luz del semáforo en rojo para evitar accidentes, en la escuela o el trabajo apoderarse de objetos que no son nuestros, en la biblioteca hacer ruido y en la casa levantarse de la mesa si el resto no ha terminado su platillo, por ejemplo.

Esas mismas reglas aplican para el lenguaje y, arbitrarias o no, deben respetarse y aplicarlas correctamente según sea el caso, entonces ¿por qué decir “compañere” en vez de compañero o compañera?

El video de una clase virtual a través de la plataforma Zoom, que apenas y rebasa los 10 segundos y se volvió tendencia en redes sociales, avivó el debate a favor y en contra del uso de un lenguaje inclusivo al molestarse una persona que se define como no binaria porque le llamaron “compañera” en lugar de “compañere”.

Obviamente no estoy en contra de las burlas desatadas en contra de Andrea Escamilla, la joven estudiante que pide le llamen “compañere” en su escuela.

Mi objetivo tampoco es defender o atacar el lenguaje inclusivo, pero sí reflexionar sobre lo vasta que es la lengua española como para estropearla.

Una de sus normas es el uso de sustantivos femeninos que comienzan por “a” tónica y se escriben con el artículo “el”, en vez de “la”, cuando éste va directamente antepuesto. Decimos, por citar unos casos: el hacha (afilada), el asma (alérgica), el arpa (melodiosa), el aura (misteriosa), el agua (fría), el alma (rota), el alta (médica), el acta (firmada), el área (pequeña) y, en economía, el alza (tarifaria, generalizada o histórica).

No obstante, pese a existir consenso en cuanto a que el lenguaje genera realidad, la cuestión del lenguaje inclusivo sigue teniendo resistencias entre cierta parte de expertos.

La Real Academia Española (RAE) ha expresado su rechazo ante el uso de palabras aceptadas en el lenguaje inclusivo o no sexista y su director, Santiago Muñoz Machado, ha referido que el desdoblamiento gramatical del lenguaje inclusivo altera la economía del idioma y su belleza.

Empero, aunque la RAE ha sido una férrea opositora del lenguaje inclusivo, también ha señalado que si bien no puede prohibirlo, sí rechazarlo.

El lenguaje incluyente promovido por grupos de personas que se identifican como de género no binario (ni de rasgos femeninos o masculinos), o algunos miembros de la comunidad LGTBIQ+, propone que de manera verbal se use un modo neutro, sustituyendo las vocales o y a, por una e, como en todes y compañeres. En el campo gramatical, estas vocales pueden ser sustituidas también por una e o por otros caracteres como la equis y la arroba.

La RAE también ha rechazado incluir términos como “todes” y “elle” en el diccionario. Sin embargo, este último lo ha incorporado en el observatorio de palabras, plataforma en la que se recogen nuevos términos y expresiones usados por los hablantes, pero que no aparecen en el diccionario.

De “elle” ha señalado que es un “pronombre de uso no generalizado creado para aludir a quienes puedan no sentirse identificados con ninguno los dos géneros tradicionalmente existentes”.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, también ha estado en contra del lenguaje inclusivo y en una entrevista para una televisora se burló de su uso al argumentar que se trata de una deformación. “El lenguaje es algo que nace naturalmente y sobre eso se establecen ciertas reglas. Nosotros tenemos en el español clarísimamente un masculino inclusivo” y agregó que consideraba que se desnaturalizaba “profundamente el lenguaje en nombre de un feminismo mal entendido”, lo cual provocó críticas.

Sin embargo, con validación o no, el uso del lenguaje inclusivo o incluyente es una realidad para las nuevas generaciones, las cuales demuestran que no están dispuestas a que se les impongan una forma de pensamiento y mucho menos estereotipos en cuanto a conductas y, a través del lenguaje, buscan hacer visible una nueva forma de pensamiento en la que defienden sus derechos de entre todos los grupos existentes, por muy minoritarios, vulnerables o históricamente discriminados que sean.

Es cierto que en nuestra sociedad existen problemas más complejos y urgente que deben ser resueltos, pero atender uno no invalida al otro y justo de ahí surge la premisa de que todas las comunidades dejen de estar invisibilizadas hasta por el lenguaje.

Hablar o escribir correctamente no nos hace mejores personas, pero respetar y apoyar a los demás sí nos hace crecer como seres humanos.

En todas partes del mundo existen normas y reglas que debemos seguir para tener orden en nuestras actividades y convivencia diaria.

En el futbol no se permite marcar un gol con la mano, en basquetbol no cuenta que un jugador meta canasta con el pie, en beisbol está prohibido que el pitcher lance la pelota contra el cuerpo del bateador y en box son penados los golpes bajos.

En la calle es sancionado cruzar con la luz del semáforo en rojo para evitar accidentes, en la escuela o el trabajo apoderarse de objetos que no son nuestros, en la biblioteca hacer ruido y en la casa levantarse de la mesa si el resto no ha terminado su platillo, por ejemplo.

Esas mismas reglas aplican para el lenguaje y, arbitrarias o no, deben respetarse y aplicarlas correctamente según sea el caso, entonces ¿por qué decir “compañere” en vez de compañero o compañera?

El video de una clase virtual a través de la plataforma Zoom, que apenas y rebasa los 10 segundos y se volvió tendencia en redes sociales, avivó el debate a favor y en contra del uso de un lenguaje inclusivo al molestarse una persona que se define como no binaria porque le llamaron “compañera” en lugar de “compañere”.

Obviamente no estoy en contra de las burlas desatadas en contra de Andrea Escamilla, la joven estudiante que pide le llamen “compañere” en su escuela.

Mi objetivo tampoco es defender o atacar el lenguaje inclusivo, pero sí reflexionar sobre lo vasta que es la lengua española como para estropearla.

Una de sus normas es el uso de sustantivos femeninos que comienzan por “a” tónica y se escriben con el artículo “el”, en vez de “la”, cuando éste va directamente antepuesto. Decimos, por citar unos casos: el hacha (afilada), el asma (alérgica), el arpa (melodiosa), el aura (misteriosa), el agua (fría), el alma (rota), el alta (médica), el acta (firmada), el área (pequeña) y, en economía, el alza (tarifaria, generalizada o histórica).

No obstante, pese a existir consenso en cuanto a que el lenguaje genera realidad, la cuestión del lenguaje inclusivo sigue teniendo resistencias entre cierta parte de expertos.

La Real Academia Española (RAE) ha expresado su rechazo ante el uso de palabras aceptadas en el lenguaje inclusivo o no sexista y su director, Santiago Muñoz Machado, ha referido que el desdoblamiento gramatical del lenguaje inclusivo altera la economía del idioma y su belleza.

Empero, aunque la RAE ha sido una férrea opositora del lenguaje inclusivo, también ha señalado que si bien no puede prohibirlo, sí rechazarlo.

El lenguaje incluyente promovido por grupos de personas que se identifican como de género no binario (ni de rasgos femeninos o masculinos), o algunos miembros de la comunidad LGTBIQ+, propone que de manera verbal se use un modo neutro, sustituyendo las vocales o y a, por una e, como en todes y compañeres. En el campo gramatical, estas vocales pueden ser sustituidas también por una e o por otros caracteres como la equis y la arroba.

La RAE también ha rechazado incluir términos como “todes” y “elle” en el diccionario. Sin embargo, este último lo ha incorporado en el observatorio de palabras, plataforma en la que se recogen nuevos términos y expresiones usados por los hablantes, pero que no aparecen en el diccionario.

De “elle” ha señalado que es un “pronombre de uso no generalizado creado para aludir a quienes puedan no sentirse identificados con ninguno los dos géneros tradicionalmente existentes”.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, también ha estado en contra del lenguaje inclusivo y en una entrevista para una televisora se burló de su uso al argumentar que se trata de una deformación. “El lenguaje es algo que nace naturalmente y sobre eso se establecen ciertas reglas. Nosotros tenemos en el español clarísimamente un masculino inclusivo” y agregó que consideraba que se desnaturalizaba “profundamente el lenguaje en nombre de un feminismo mal entendido”, lo cual provocó críticas.

Sin embargo, con validación o no, el uso del lenguaje inclusivo o incluyente es una realidad para las nuevas generaciones, las cuales demuestran que no están dispuestas a que se les impongan una forma de pensamiento y mucho menos estereotipos en cuanto a conductas y, a través del lenguaje, buscan hacer visible una nueva forma de pensamiento en la que defienden sus derechos de entre todos los grupos existentes, por muy minoritarios, vulnerables o históricamente discriminados que sean.

Es cierto que en nuestra sociedad existen problemas más complejos y urgente que deben ser resueltos, pero atender uno no invalida al otro y justo de ahí surge la premisa de que todas las comunidades dejen de estar invisibilizadas hasta por el lenguaje.

Hablar o escribir correctamente no nos hace mejores personas, pero respetar y apoyar a los demás sí nos hace crecer como seres humanos.