/ martes 5 de octubre de 2021

Narrativa sí, política pública no: el sello de la 4T

Si en algo se ha caracterizado este Gobierno, es en que cada acción y decisión debe encuadrar en la gran narrativa con la que López Obrador ha polarizado y satanizado los temas que según convengan para sus intereses políticos.

Esta vez se trata de la propuesta de reforma constitucional en materia eléctrica, con la finalidad de que -a la usanza de la emblemática expropiación petrolera de Cárdenas- el presidente continúe con su narrativa de que los recursos energéticos deben ser manejados por el Estado Mexicano.

Y le hablo de la narrativa, porque no veo otra razón para pretender realizar una modificación constitucional de tal calado, que vaya en detrimento del país y en contra de la recuperación económica de México, que debería ser una de las principales preocupaciones del Gobierno federal en estos momentos.

La enorme diferencia entre el emblemático hecho que encabezó el general Cárdenas y esta ocurrencia es que, para 1936, los combustibles representaban el futuro de la economía mundial, mientras que hoy cada vez es más común ver la transición entre la combustión y el uso de las energías limpias.

  • Con el cuento de que ‘la energía es de los mexicanos’, el presidente pretenderá realizar una serie de modificaciones que retroceden a nuestro país 60 años en la historia, después de una profunda reforma energética que hoy genera beneficios palpables para la economía de México.

Una vez más el presidente pone en evidencia que está intentando competir en una carrera distinta a la inercia mundial; por ejemplo: países como Dinamarca piensan en elevar impuestos a automóviles de combustión interna, para acelerar la compra de coches eléctricos, mientras que en México estamos creando una refinería que le apuesta a una tecnología que claramente no representa el futuro de la industria a nivel mundial.

Modificar la ley repercutiría en los compromisos adquiridos con otros países a partir de la reforma energética, enviaría un mensaje equivocado a las inversiones privadas, y claramente impactaría de manera negativa en la recuperación de los empleos perdidos durante la pandemia.

Desde mi perspectiva, el Gobierno mexicano debería estar enfocado en impulsar tecnologías limpias a través de incentivos fiscales, como la eliminación del IVA en la compra de vehículos híbridos o eléctricos, así como la deducción inmediata para impulsar que las empresas inviertan en tecnologías limpias que fomenten el desarrollo sostenible.

Desde el Senado he presentado diversas propuestas que son ya impostergables, y cuyo único freno es la voluntad para construir en favor de México.

Los senadores de Acción Nacional rechazamos la propuesta de modificación y hacemos votos porque la razón asista a la mayoría parlamentaria.

Agradezco el favor de su lectura.

Si en algo se ha caracterizado este Gobierno, es en que cada acción y decisión debe encuadrar en la gran narrativa con la que López Obrador ha polarizado y satanizado los temas que según convengan para sus intereses políticos.

Esta vez se trata de la propuesta de reforma constitucional en materia eléctrica, con la finalidad de que -a la usanza de la emblemática expropiación petrolera de Cárdenas- el presidente continúe con su narrativa de que los recursos energéticos deben ser manejados por el Estado Mexicano.

Y le hablo de la narrativa, porque no veo otra razón para pretender realizar una modificación constitucional de tal calado, que vaya en detrimento del país y en contra de la recuperación económica de México, que debería ser una de las principales preocupaciones del Gobierno federal en estos momentos.

La enorme diferencia entre el emblemático hecho que encabezó el general Cárdenas y esta ocurrencia es que, para 1936, los combustibles representaban el futuro de la economía mundial, mientras que hoy cada vez es más común ver la transición entre la combustión y el uso de las energías limpias.

  • Con el cuento de que ‘la energía es de los mexicanos’, el presidente pretenderá realizar una serie de modificaciones que retroceden a nuestro país 60 años en la historia, después de una profunda reforma energética que hoy genera beneficios palpables para la economía de México.

Una vez más el presidente pone en evidencia que está intentando competir en una carrera distinta a la inercia mundial; por ejemplo: países como Dinamarca piensan en elevar impuestos a automóviles de combustión interna, para acelerar la compra de coches eléctricos, mientras que en México estamos creando una refinería que le apuesta a una tecnología que claramente no representa el futuro de la industria a nivel mundial.

Modificar la ley repercutiría en los compromisos adquiridos con otros países a partir de la reforma energética, enviaría un mensaje equivocado a las inversiones privadas, y claramente impactaría de manera negativa en la recuperación de los empleos perdidos durante la pandemia.

Desde mi perspectiva, el Gobierno mexicano debería estar enfocado en impulsar tecnologías limpias a través de incentivos fiscales, como la eliminación del IVA en la compra de vehículos híbridos o eléctricos, así como la deducción inmediata para impulsar que las empresas inviertan en tecnologías limpias que fomenten el desarrollo sostenible.

Desde el Senado he presentado diversas propuestas que son ya impostergables, y cuyo único freno es la voluntad para construir en favor de México.

Los senadores de Acción Nacional rechazamos la propuesta de modificación y hacemos votos porque la razón asista a la mayoría parlamentaria.

Agradezco el favor de su lectura.