/ viernes 27 de agosto de 2021

No entiendo la geopolítica

Algunos le llaman “geopolítica”. No entiendo bien de que se trata. Pero percibo cambios en el mundo que algo evidencian. Los imperios que ha conocido la historia lograron un máximo y se derrumbaron por su propio gigantismo. Se devoraron a sí mismos, víctimas de su propia desproporción, como el Titanic, que en los débiles metales de sus intestinos fragorosos llevó su destrucción.

El imperio romano fue víctima de su megalomanía. Peleas por el poder y el ingreso de nuevas creencias, entre otros factores, propiciaron su derrumbe y los “barbaros” se apoderaron de Constantinopla. Se movieron los epicentros de poder y otros fueron los ganones. Es cierto, yo no entiendo que es la “geopolítica”.

Aunque ahora en escena hay síntomas que motivan la reflexión. Hace décadas en Vietnam, el ejército más poderoso debió retirarse porque nunca alcanzo la victoria y con ello, quedó en poder de la otra potencia una vasta zona asiática. Hace unos días Estados Unidos inicio la evacuación de Afganistán. Arrollador, el ejército talibán se apodero de inmediato, aquello fue un manicomio, la huida en tropel aún no concluye por el temor a los triunfantes, de quienes se dice sanguinarios y fundamentalistas.

Es esto una afrenta y nuevo descalabro que para los poderosos vecinos del norte, hace treinta años hubiera parecido imposible. Lo real es que alguien venció y alguien perdió, algún prestigio planetario sufrió abolladuras y los pequeños “ratones” menores y débiles resultaron triunfantes.

Otra evidencia. Fue en Wuhan, China, de donde se expandió la letalidad que ahora padecemos en tercera versión. Esa sabandija de asombrosa capacidad adaptativa, está derrotando la salud humana de la nación más poderosa, que con bombo anunció gigantesca campaña de vacunación.

No obstante decenas de millones ahora están enfermos y los sistemas defensivos de salud del norte han resultado incapaces de controlar. Porque la letalidad avanza.

En cambio, la investigación médica china, rusa, alemana y de Estados Unidos se ha enriquecido brutalmente. Las naciones cautivas del dominio mundial se han empobrecido. Hay voces alarmantes que pregonan “tendremos que acostumbrarnos a vivir con este virus porque otros vendrán de igual o mayor peligrosidad”.

Por más que se investiga, no se sabe cómo surgió. Hay hipótesis, pero nada cierto. Lo real es que inmensas riquezas salieron de muchas naciones y pararon en las arcas de otras.

Anexemos ahora que el gobierno de Donald Trump fue una sorpresa para la cúpula gobernante de E.E.U.U. un “vivillo” que se coló, encaramado sobre una innegable inconformidad de los más pobres que para nuestro asombro, en aquella nación muy rica son muchos millones. Sobre todo, en las enormes franjas del medio oeste, muy alejados de los consorcios mundiales, con oficinas en Wall Street. Nación de disparidades abismales.

Algunos asquerosamente ricos y muchísimos desgraciadamente pobres. Analistas del poder de aquel país perciben una amenaza que debe atenderse. Recién el mundo occidental tomó la decisión de que esas fortunas tributen de forma especial para el desarrollo social de los depauperados. No por seráfica misericordia, sino por convenenciera sobrevivencia. Esas contradicciones internas, si no se atienden serán suicidas para los poderosos vecinos, ya una vez erosionaron la tenencia del poder. Hubo incluso un atentado golpe de estado.

Trump no perdió su reelección, fue derrotado por el sistema de los inmensamente ricos y hasta antes que él, dueños del poder. Solo esperaron a capitalizar sus errores para darle el golpe final, que aquel no quería creer. Alguna calca está dándose en México. Antier los capitostes políticos escenificaron en la OEA el reclamo de una dadiva interventiva, que les resuelva lo que ellos no pueden. El signo más reciente se dio en el país originario de Covid-19, China.

Esa nación ahí la lleva, controlando la pandemia, pero asombrosamente ya tomó la delantera en el predominio del comercio mundial y en los mercados de los cinco continentes son ahora los principales socios exportadores y proveedores.

Ellos no tienen la máquina del dólar, pero si las más grandes reservas. Nuestros vecinos en cambio, una gigantesca deuda pública que sigue creciendo. Son ahora la gran fábrica del mundo, con grandes barcos acarreando la materia prima de todo el planeta y otros muchos devolviendo los productos fabricados. Ya no cabe duda de que pronto serán los líderes del orbe.

Las fuerzas y centros de poder planetario parecen reconformarse. E.E.U.U. evacua Afganistán, pero los chinos se quedan con el litio y las tierras raras de esa nación, que son ahora el “oro blanco” de la humanidad. Yo desearía que “alguien me explique”, porque miro e intento interpretar, pero por favor, créame usted, yo no entiendo nada de esto y menos de “geopolítica”.

Algunos le llaman “geopolítica”. No entiendo bien de que se trata. Pero percibo cambios en el mundo que algo evidencian. Los imperios que ha conocido la historia lograron un máximo y se derrumbaron por su propio gigantismo. Se devoraron a sí mismos, víctimas de su propia desproporción, como el Titanic, que en los débiles metales de sus intestinos fragorosos llevó su destrucción.

El imperio romano fue víctima de su megalomanía. Peleas por el poder y el ingreso de nuevas creencias, entre otros factores, propiciaron su derrumbe y los “barbaros” se apoderaron de Constantinopla. Se movieron los epicentros de poder y otros fueron los ganones. Es cierto, yo no entiendo que es la “geopolítica”.

Aunque ahora en escena hay síntomas que motivan la reflexión. Hace décadas en Vietnam, el ejército más poderoso debió retirarse porque nunca alcanzo la victoria y con ello, quedó en poder de la otra potencia una vasta zona asiática. Hace unos días Estados Unidos inicio la evacuación de Afganistán. Arrollador, el ejército talibán se apodero de inmediato, aquello fue un manicomio, la huida en tropel aún no concluye por el temor a los triunfantes, de quienes se dice sanguinarios y fundamentalistas.

Es esto una afrenta y nuevo descalabro que para los poderosos vecinos del norte, hace treinta años hubiera parecido imposible. Lo real es que alguien venció y alguien perdió, algún prestigio planetario sufrió abolladuras y los pequeños “ratones” menores y débiles resultaron triunfantes.

Otra evidencia. Fue en Wuhan, China, de donde se expandió la letalidad que ahora padecemos en tercera versión. Esa sabandija de asombrosa capacidad adaptativa, está derrotando la salud humana de la nación más poderosa, que con bombo anunció gigantesca campaña de vacunación.

No obstante decenas de millones ahora están enfermos y los sistemas defensivos de salud del norte han resultado incapaces de controlar. Porque la letalidad avanza.

En cambio, la investigación médica china, rusa, alemana y de Estados Unidos se ha enriquecido brutalmente. Las naciones cautivas del dominio mundial se han empobrecido. Hay voces alarmantes que pregonan “tendremos que acostumbrarnos a vivir con este virus porque otros vendrán de igual o mayor peligrosidad”.

Por más que se investiga, no se sabe cómo surgió. Hay hipótesis, pero nada cierto. Lo real es que inmensas riquezas salieron de muchas naciones y pararon en las arcas de otras.

Anexemos ahora que el gobierno de Donald Trump fue una sorpresa para la cúpula gobernante de E.E.U.U. un “vivillo” que se coló, encaramado sobre una innegable inconformidad de los más pobres que para nuestro asombro, en aquella nación muy rica son muchos millones. Sobre todo, en las enormes franjas del medio oeste, muy alejados de los consorcios mundiales, con oficinas en Wall Street. Nación de disparidades abismales.

Algunos asquerosamente ricos y muchísimos desgraciadamente pobres. Analistas del poder de aquel país perciben una amenaza que debe atenderse. Recién el mundo occidental tomó la decisión de que esas fortunas tributen de forma especial para el desarrollo social de los depauperados. No por seráfica misericordia, sino por convenenciera sobrevivencia. Esas contradicciones internas, si no se atienden serán suicidas para los poderosos vecinos, ya una vez erosionaron la tenencia del poder. Hubo incluso un atentado golpe de estado.

Trump no perdió su reelección, fue derrotado por el sistema de los inmensamente ricos y hasta antes que él, dueños del poder. Solo esperaron a capitalizar sus errores para darle el golpe final, que aquel no quería creer. Alguna calca está dándose en México. Antier los capitostes políticos escenificaron en la OEA el reclamo de una dadiva interventiva, que les resuelva lo que ellos no pueden. El signo más reciente se dio en el país originario de Covid-19, China.

Esa nación ahí la lleva, controlando la pandemia, pero asombrosamente ya tomó la delantera en el predominio del comercio mundial y en los mercados de los cinco continentes son ahora los principales socios exportadores y proveedores.

Ellos no tienen la máquina del dólar, pero si las más grandes reservas. Nuestros vecinos en cambio, una gigantesca deuda pública que sigue creciendo. Son ahora la gran fábrica del mundo, con grandes barcos acarreando la materia prima de todo el planeta y otros muchos devolviendo los productos fabricados. Ya no cabe duda de que pronto serán los líderes del orbe.

Las fuerzas y centros de poder planetario parecen reconformarse. E.E.U.U. evacua Afganistán, pero los chinos se quedan con el litio y las tierras raras de esa nación, que son ahora el “oro blanco” de la humanidad. Yo desearía que “alguien me explique”, porque miro e intento interpretar, pero por favor, créame usted, yo no entiendo nada de esto y menos de “geopolítica”.