/ martes 5 de noviembre de 2019

No me gusta la venganza... pero sí la desquitanza

Cada quien ejerce el poder como cree que es la mejor manera, pero casi siempre se equivocan en su trato con la prensa.

La quieren pero siempre la odian pensando que, desde “arriba”, los dueños obligan técnicamente a los reporteros a molestarlos. Error.

Sin insistir en que Tlaxcala sea un laboratorio, yo diría que ya lo vivió.

Cuando el opositor perredista, hoy morenista, Alfonso Sánchez Anaya ganó la gubernatura al priísta Joaquín Cisneros Fernández, se antojaba difícil el trato con la prensa. Y así fue.

Molesto porque en campaña pocos cubrían sus actividades como Gobernador, Sánchez Anaya despotricaba contra los reporteros: los llamó corruptos, chayoteros y hasta embusteros.

Más que molesto, en privado dijo a una reportera de esta empresa: “dile a tu jefe que no me gusta la venganza, pero sí la desquitanza”.

No hubo tal. Sánchez Anaya entendió que vivió una etapa distinta de ejercer el poder y de trato con la prensa.

Tan aprendió que hoy tiene un cargo de primer nivel en el gobierno de la República.

Pero a su jefe, después de un año, todavía no le cae el veinte.

Andrés Manuel López Obrador odia a los reporteros como si ellos fueran los dueños de las empresas que, según él, quieren quitarlo del cargo.

Pero también se equivoca, pues el Presidente sigue pensando que todos, principalmente los “conservadores”, como llama a sus críticos, quieren destrozarlo, vía un “golpe de Estado”.

El asunto es que cada quien, nos guste o no, ejerce el poder y su trato con la prensa a su modo.

Explico: En enero del año 2010, el priista Mariano González Zarur, quien odiaba a los reporteros, ofreció crear en Tlaxcala un Consejo de exgobernadores para, entre otras cosas, “cuidarlo” de la prensa, aprovechar su experiencia y conocimientos en la toma de decisiones. El Consejo de tiashcas, según González, estaría integrado por los extitulares del Ejecutivo vivos: Tulio Hernández Gómez, Beatriz Paredes Rangel, Samuel Quiroz de la Vega (interino), José Antonio Álvarez Lima y Alfonso Sánchez Anaya.

Héctor Ortiz Ortiz, por su parte, quedó fuera por los pleitos personales y políticos que mantenía abiertamente con él.

De entrada, González proporcionó camionetas, un ayudante (chofer) y apoyos diversos para el desempeño de sus funciones como nuevos asesores de la administración estatal.

El asunto es que el Consejo de exgobernadores no funcionó.

Pero tan grande fue la farsa del llamado Consejo que varios de ellos –como Sánchez Anaya y Álvarez Lima- terminaron por hartarse de ese teatro e hicieron pública la ruptura con el entonces mandatario estatal.

TINTERO supo que, en más de una ocasión, González advertía a Tulio Hernández que estaría en varios de sus eventos públicos, pero a cambio, debía no abrir la boca con la prensa, es decir, no hacer declaraciones a los medios de comunicación ni intentar ser protagonista. ¿Por qué tanto odio hacia la prensa?

El que gobernó a Tlaxcala con ‘saliva y pulque’, aceptó el trato.

Ahora, Tulio Hernández es de los pocos que sigue hablando con la prensa.

Pero lo cierto es que es patético ver en cadena nacional al presidente López Obrador enfrentarse a la prensa. Su vocero Jesús Ramírez no funciona, pero eso sí, es autoritario como su jefe. Lo malo aprendió.

Como dijeran los viejos: si no quieres ver visiones, no salgas de noche, yo aplicaría otra, si no quieres hablar con la prensa, deja las mañaneras.

Como matrimonio en divorcio, la relación prensa-poder debe permanecer, pero con mucho respeto. Al tiempo.

******

!Hasta el próximo martes!

Cada quien ejerce el poder como cree que es la mejor manera, pero casi siempre se equivocan en su trato con la prensa.

La quieren pero siempre la odian pensando que, desde “arriba”, los dueños obligan técnicamente a los reporteros a molestarlos. Error.

Sin insistir en que Tlaxcala sea un laboratorio, yo diría que ya lo vivió.

Cuando el opositor perredista, hoy morenista, Alfonso Sánchez Anaya ganó la gubernatura al priísta Joaquín Cisneros Fernández, se antojaba difícil el trato con la prensa. Y así fue.

Molesto porque en campaña pocos cubrían sus actividades como Gobernador, Sánchez Anaya despotricaba contra los reporteros: los llamó corruptos, chayoteros y hasta embusteros.

Más que molesto, en privado dijo a una reportera de esta empresa: “dile a tu jefe que no me gusta la venganza, pero sí la desquitanza”.

No hubo tal. Sánchez Anaya entendió que vivió una etapa distinta de ejercer el poder y de trato con la prensa.

Tan aprendió que hoy tiene un cargo de primer nivel en el gobierno de la República.

Pero a su jefe, después de un año, todavía no le cae el veinte.

Andrés Manuel López Obrador odia a los reporteros como si ellos fueran los dueños de las empresas que, según él, quieren quitarlo del cargo.

Pero también se equivoca, pues el Presidente sigue pensando que todos, principalmente los “conservadores”, como llama a sus críticos, quieren destrozarlo, vía un “golpe de Estado”.

El asunto es que cada quien, nos guste o no, ejerce el poder y su trato con la prensa a su modo.

Explico: En enero del año 2010, el priista Mariano González Zarur, quien odiaba a los reporteros, ofreció crear en Tlaxcala un Consejo de exgobernadores para, entre otras cosas, “cuidarlo” de la prensa, aprovechar su experiencia y conocimientos en la toma de decisiones. El Consejo de tiashcas, según González, estaría integrado por los extitulares del Ejecutivo vivos: Tulio Hernández Gómez, Beatriz Paredes Rangel, Samuel Quiroz de la Vega (interino), José Antonio Álvarez Lima y Alfonso Sánchez Anaya.

Héctor Ortiz Ortiz, por su parte, quedó fuera por los pleitos personales y políticos que mantenía abiertamente con él.

De entrada, González proporcionó camionetas, un ayudante (chofer) y apoyos diversos para el desempeño de sus funciones como nuevos asesores de la administración estatal.

El asunto es que el Consejo de exgobernadores no funcionó.

Pero tan grande fue la farsa del llamado Consejo que varios de ellos –como Sánchez Anaya y Álvarez Lima- terminaron por hartarse de ese teatro e hicieron pública la ruptura con el entonces mandatario estatal.

TINTERO supo que, en más de una ocasión, González advertía a Tulio Hernández que estaría en varios de sus eventos públicos, pero a cambio, debía no abrir la boca con la prensa, es decir, no hacer declaraciones a los medios de comunicación ni intentar ser protagonista. ¿Por qué tanto odio hacia la prensa?

El que gobernó a Tlaxcala con ‘saliva y pulque’, aceptó el trato.

Ahora, Tulio Hernández es de los pocos que sigue hablando con la prensa.

Pero lo cierto es que es patético ver en cadena nacional al presidente López Obrador enfrentarse a la prensa. Su vocero Jesús Ramírez no funciona, pero eso sí, es autoritario como su jefe. Lo malo aprendió.

Como dijeran los viejos: si no quieres ver visiones, no salgas de noche, yo aplicaría otra, si no quieres hablar con la prensa, deja las mañaneras.

Como matrimonio en divorcio, la relación prensa-poder debe permanecer, pero con mucho respeto. Al tiempo.

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!Hasta el próximo martes!